Por Lucia Lopez Coll
A propósito de la unificación monetaria.
A propósito de la unificación monetaria.
Cuando a mi mamá le comentaron que en la “shopin” de la esquina ya se podía comprar también en pesos cubanos (CUP), me dijo que iba a llegarse hasta allí porque necesitaba una buena escoba. Al poco rato la vi regresar con las manos vacías. “¿No había escobas?” -le pregunté. “Setenta pesos”, me contestó con la decepción y el asombro reflejados en el rostro. “La escoba cuesta setenta pesos”.
No te preocupes, le dije, los “merolicos” venden escobas “criollas” en cuarenta pesos. “Si ese es tu consuelo, estamos arreglados”, respondió, “porque eso mismo es lo que cuesta una libra de carne de cerdo.”
No entendí muy bien a qué se refería, pero empecé a sacar una cuenta bien sencilla que ya había realizado mi madre. Si un jubilado necesita comprar una escoba –siempre optando por la más barata-, y una frazada para limpiar el piso, que cuesta 20, tiene que gastar 60 pesos. Esta cantidad representa para muchos pensionados la mitad del dinero que percibe como retiro. El resto, o sea, la otra mitad, sólo le alcanzaría para comprar una libra y media de carne de cerdo.
A propósito de las preocupaciones pecuniarias de los jubilados, un viejo amigo que recién inició los trámites para acogerse al retiro, me contaba con desconsuelo que su nivel de vida bajaría de forma drástica a partir del momento en que terminara su vida como trabajador en activo. Me explicó que actualmente podía cobrar un poco más de mil pesos mensuales, y aunque esa cantidad no alcanzaba para cubrir todas sus necesidades, se podía “ir tirando” si uno se administraba bien y no surgía ningún imprevisto -como la rotura del refrigerador o del ventilador. Pero a partir de ahora iba a tener que “inventarla en el aire”.
El problema –me explicó-, es que para el retiro sólo se tiene en cuenta el sueldo base y no se contabilizan ni el almuerzo -unos 15 pesos diarios-, ni el estímulo en CUC o los sobrecumplimientos. Según sus cálculos, cuando empiece a cobrar su jubilación debe recibir unos 400 pesos, por lo que tendrá que ajustar sus gastos a menos de la mitad. O lo que es lo mismo: diez libras de carne de cerdo al mes.
Pero volvamos al caso de la escoba que ahora se puede adquirir indistintamente en algunos comercios por su precio en pesos convertibles (CUC), o su equivalente en pesos, al cambio actual de 25 pesos.
Desde que el pasado año se hizo pública la decisión de comenzar el proceso de unificación monetaria, el anuncio fue bien recibido por la población en sentido general, y en varias ocasiones se ha reiterado de manera oficial que dicho proceso no traerá de la mano un incremento de precios para el consumidor y que se respetarán las cuentas de ahorro de los cubanos en ambas monedas.
Sin embargo, cuando apenas se conoce la manera en que se implementará ese proceso en el futuro y las fechas previstas para todas sus etapas, la aceptación en las tiendas de las dos monedas circulantes en las actuales condiciones no ha sido un buen trago para muchos. De hecho la medida sólo permite ahorrar el esfuerzo y el tiempo de espera en la cola del Banco o de la Casa de Cambio, pero supone el mismo gasto que antes para la adquisición del producto y no representa ningún alivio para los bolsillos cubanos, pues la mayoría de los salarios y pensiones siguen inamovibles.
La necesidad de unificar la moneda cubana es indiscutible e incluso, impostergable. Ya en los Lineamientos emanados del VI Congreso del Partido se dice que se “avanzará hacia la unificación monetaria, en un proceso que dependerá fundamentalmente de los incrementos de la productividad del trabajo, la efectividad de los mecanismos distributivos y redistributivos y, con ello, de la disponibilidad de bienes y servicios. Por su complejidad exigirá una rigurosa preparación y ejecución, tanto en el plano objetivo como subjetivo”. Quizá en el plano objetivo se hayan dado grandes pasos para el éxito de su puesta en práctica –no lo sé-, pero habría que preguntarse si en el plano subjetivo “la preparación” ha sido suficiente.
Es evidente que una decisión de tal envergadura no sólo significa una enorme transformación macroeconómica para las actuales condiciones de la sociedad cubana, sino que afectará directa e inmediatamente a todos y cada uno de los ciudadanos del país. Tal vez por la compleja naturaleza del proceso, o por cuestiones de seguridad, se ha decidido limitar al mínimo la información sobre un tema tan crucial, pero quizá ello se ha llevado hasta un punto que ha significado mantener al margen del proceso a los propios sujetos que de manera consciente o no, a la larga se verán involucrados en él y sufrirán todas sus consecuencias menos agradables o disfrutarán de sus posibles beneficios.
Por eso, mientras más nos acercamos a lo que se ha dado en llamar la “hora cero”, resulta más necesario conocer si el próximo mes ya estaremos viviendo en pesos, hasta cuándo el cambio se mantendrá a 25 y en qué momento se cotizará a 10 pesos -por sólo poner unos ejemplos elementales-, porque de todas estas cuestiones depende en gran medida la economía familiar, sometida hoy a una gran incertidumbre.
Pero esa inestabilidad no es solo sicológica porque se asienta en situaciones concretas, como ha sido el notable aumento en los precios de algunos alimentos, tanto en los distribuidos por los vendedores particulares, como en los que venden los establecimientos estatales de forma liberada, entre los que se cuentan el arroz, el azúcar, pastas, conservas diversas y huevos.
En un reciente artículo reproducido por Cubadebate, el antiguo ministro de Economía y Planificación, actual Asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial, Jose Luis Rodríguez, se refería al incremento de los precios al consumidor con relación a los salarios y su impacto social, entre otros temas relacionados con la economía cubana. El especialista señalaba en su comentario que si bien “el salario medio mensual de 2013 alcanza 471 pesos” -casi 20 CUC al cambio oficial-, “lo que representa un incremento de 13,5% en relación con 2008”, al calcular el índice de precios al consumidor en ese mismo período, “el incremento es de 17,9%, lo que expresaría un deterioro del poder de compra mucho mayor en términos aproximados del salario real”.
No obstante, el especialista considera que “los salarios solo representan alrededor del 46% del total de ingresos– ya que no se incluyen en estas cifras pagos de sistemas de estimulación en CUC, que no se computan como salarios, así como otras prestaciones en especie y en efectivo”.
Confieso que la economía no es mi fuerte y en vez de hablar en los términos macroeconómicos que manejan los especialistas, me interesa acercarme a la manera en que la gente común se ve afectada en su vida cotidiana, incluso por aquellas cosas que desconoce, o que no se ha considerado oportuno explicarle. Por ello pienso que, aunque mi madre tal vez no sea capaz de entender muy bien el significado que tiene para el país la unificación de la moneda y cuáles son los pasos y el cronograma de su implementación, al menos alguien debe intentar explicárselo, mientras se debate en el dilema que se le plantea entre barrer o comer (2014).
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