Por Betty Hernández Quintana*
La Habana, (PL) Cuba ha demostrado que establecer políticas para elevar el nivel educativo y la formación de los jóvenes podría ser una de las soluciones a los problemas generados por la crisis laboral a nivel mundial.Este es el país del mundo que mayor parte de su Producto Interno Bruto (PIB) invierte en la educación con un 13 por ciento, distribuido entre los diferentes niveles y modalidades de enseñanza y en una estrategia en la cual la formación de niños, adolescentes y jóvenes es prioridad.
Debido a una amplia oferta de continuidad de estudios, hoy la isla muestra un ínfimo índice de desvinculados de la enseñanza postsecundaria.
Desde 2011 hasta 2014 se graduaron 392 mil 165 adolescentes en el nivel secundario, de los cuales solo dos mil 341, por decisión propia, descontinuaron su formación profesional, según datos del Centro de Estudios de la Juventud (CEJ).
Aun así el sistema cubano oferta múltiples opciones para que retomen sus estudios, aprendan algún oficio o se inserten en el mercado laboral.
En la política de desarrollo del país los jóvenes siempre han ocupado un lugar importante, afirma la experta en trabajo de la institución, María Josefa Luís, quien añade que históricamente el Estado ha asumido la responsabilidad de formar y proporcionar empleo a este grupo social.
Durante los últimos cinco años Cuba reformó el sistema educacional de manera que tribute a las demandas de la actualización de su modelo económico.
La principal transformación fue la elaboración de mecanismos que orienten a los estudiantes hacia profesiones que respalden las demandas del estado, y favorezcan elevar los niveles de producción.
Para esto se fomenta la enseñanza técnica y de oficios a pesar de ser las modalidades más costosas para el país por la cantidad de insumos y recursos requeridos para una adecuada instrucción, explicó el CEJ.
Esta estrategia brinda a los jóvenes las herramientas para ocupar espacios deprimidos del mercado laboral estatal, como la agricultura o la construcción, y también les da la posibilidad de contratarse o autoemplearse en la modalidad de trabajo por cuenta propia.
Aunque quedan cabos por atar, la experiencia cubana es la prueba de que una fuerza laboral más instruida responde mejor a las medidas que se puedan adoptar para reanimar la economía individual y la de un país.
Sin embargo, este punto de vista se ha olvidado en otras partes del mundo a la hora de establecer los mecanismos para lidiar con la crisis económica y la consecuente crisis laboral de los últimos años.
Hoy, a pesar de que la población de entre 10 y 24 años representa la cuarta parte de los habitantes del planeta, son estos los más vulnerables a la pobreza y el desempleo.
Según las Naciones Unidas en 2014 la tasa mundial de desempleo juvenil llegó al 60 por ciento, siendo el 40 por ciento de la población total en paro. Esto significa que actualmente hay 73,4 millones de jóvenes que no tienen cómo mantenerse económicamente, por lo que la comunidad internacional está casi obligada a reflexionar sobre estrategias reales y viables para revertir la situación en un futuro cercano.
Cálculos del Banco Mundial muestran que para garantizar el acceso de la creciente población activa al mercado laboral deberán crearse 600 millones de plazas antes de 2030.
Aun así el presupuesto de estado dedicado a los programas educativos y sociales es cada vez más reducido por los constantes recortes y medidas para contrarrestar la crisis económica global, mientras las oportunidades de desarrollo profesional en los países pobres o dependientes son casi inexistentes.
Preocupa el hecho de que, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la cuarta parte de las personas entre 15 y 29 años de edad estén desvinculadas del estudio y el trabajo.
Este considerablemente alto número de jóvenes son llamados la generación "ni-ni", porque ni estudian ni laboran, y luego de estar largo tiempo en paro solo encuentran ocupaciones temporales, mal pagadas e inseguras.
UNOS POR EXCESO Y OTROS POR DEFECTO
La subeducación y la sobreeducación son otras de las caras de esta crisis de empleo que afecta indistintamente a los gobiernos a pesar de su situación económica.
De acuerdo con estudios de la OIT, en los países más desarrollados, es común que existan profesionales ocupando empleos para los cuales están sobrecalificados, mientras en los menos favorecidos económicamente los bajos niveles de educación reproducen la dependencia a los empleos inseguros.
En estos lugares, una parte importante de la población activa menor de 30 años, debido a su escasa formación, no tienen otra alternativa que aceptar empleos vulnerables en la economía informal.
Por otra parte, estudios de la esa organización demostraron que los jóvenes con educación postsecundaria tienen mayores oportunidades de encontrar un empleo seguro y formal.
La misma fuente añade que la falta de enseñanza es alimentada por la pobreza, ya que muchos abandonan la escuela porque no tienen suficiente dinero y necesitan trabajar para ayudar a sus familias.
En esta situación se transmite el problema de una generación a otra, ya que los trabajadores menos preparados, que en consecuencia subsisten con cada vez menores salarios, no tienen los recursos para garantizar la escolarización de sus hijos.
El analfabetismo es otra lacra que ensombrece este panorama, pues aún existen países donde la proporción de jóvenes sin educación formal es tan alta como uno de cada dos, según la OIT.
"Seguir empujando a los jóvenes con un nivel de estudios bajo, poco cualificados en el mercado laboral es una situación que no beneficia a nadie, ni a los jóvenes que siguen destinados a vivir una existencia precaria basada en el empleo vulnerable, ni a la economía que obtiene pocas ganancias en términos del incremento de su potencial de productividad", advirtió Theo Sparreboom especialista de la OIT.
Hoy es válido por parte de los dirigentes de cada país replantearse las opciones que brindan a la población joven y asumir alternativas que realmente puedan proporcionarles una subsistencia segura y digna.
*Estudiante de Periodismo
rc/crc/bhq
Debido a una amplia oferta de continuidad de estudios, hoy la isla muestra un ínfimo índice de desvinculados de la enseñanza postsecundaria.
Desde 2011 hasta 2014 se graduaron 392 mil 165 adolescentes en el nivel secundario, de los cuales solo dos mil 341, por decisión propia, descontinuaron su formación profesional, según datos del Centro de Estudios de la Juventud (CEJ).
Aun así el sistema cubano oferta múltiples opciones para que retomen sus estudios, aprendan algún oficio o se inserten en el mercado laboral.
En la política de desarrollo del país los jóvenes siempre han ocupado un lugar importante, afirma la experta en trabajo de la institución, María Josefa Luís, quien añade que históricamente el Estado ha asumido la responsabilidad de formar y proporcionar empleo a este grupo social.
Durante los últimos cinco años Cuba reformó el sistema educacional de manera que tribute a las demandas de la actualización de su modelo económico.
La principal transformación fue la elaboración de mecanismos que orienten a los estudiantes hacia profesiones que respalden las demandas del estado, y favorezcan elevar los niveles de producción.
Para esto se fomenta la enseñanza técnica y de oficios a pesar de ser las modalidades más costosas para el país por la cantidad de insumos y recursos requeridos para una adecuada instrucción, explicó el CEJ.
Esta estrategia brinda a los jóvenes las herramientas para ocupar espacios deprimidos del mercado laboral estatal, como la agricultura o la construcción, y también les da la posibilidad de contratarse o autoemplearse en la modalidad de trabajo por cuenta propia.
Aunque quedan cabos por atar, la experiencia cubana es la prueba de que una fuerza laboral más instruida responde mejor a las medidas que se puedan adoptar para reanimar la economía individual y la de un país.
Sin embargo, este punto de vista se ha olvidado en otras partes del mundo a la hora de establecer los mecanismos para lidiar con la crisis económica y la consecuente crisis laboral de los últimos años.
Hoy, a pesar de que la población de entre 10 y 24 años representa la cuarta parte de los habitantes del planeta, son estos los más vulnerables a la pobreza y el desempleo.
Según las Naciones Unidas en 2014 la tasa mundial de desempleo juvenil llegó al 60 por ciento, siendo el 40 por ciento de la población total en paro. Esto significa que actualmente hay 73,4 millones de jóvenes que no tienen cómo mantenerse económicamente, por lo que la comunidad internacional está casi obligada a reflexionar sobre estrategias reales y viables para revertir la situación en un futuro cercano.
Cálculos del Banco Mundial muestran que para garantizar el acceso de la creciente población activa al mercado laboral deberán crearse 600 millones de plazas antes de 2030.
Aun así el presupuesto de estado dedicado a los programas educativos y sociales es cada vez más reducido por los constantes recortes y medidas para contrarrestar la crisis económica global, mientras las oportunidades de desarrollo profesional en los países pobres o dependientes son casi inexistentes.
Preocupa el hecho de que, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la cuarta parte de las personas entre 15 y 29 años de edad estén desvinculadas del estudio y el trabajo.
Este considerablemente alto número de jóvenes son llamados la generación "ni-ni", porque ni estudian ni laboran, y luego de estar largo tiempo en paro solo encuentran ocupaciones temporales, mal pagadas e inseguras.
UNOS POR EXCESO Y OTROS POR DEFECTO
La subeducación y la sobreeducación son otras de las caras de esta crisis de empleo que afecta indistintamente a los gobiernos a pesar de su situación económica.
De acuerdo con estudios de la OIT, en los países más desarrollados, es común que existan profesionales ocupando empleos para los cuales están sobrecalificados, mientras en los menos favorecidos económicamente los bajos niveles de educación reproducen la dependencia a los empleos inseguros.
En estos lugares, una parte importante de la población activa menor de 30 años, debido a su escasa formación, no tienen otra alternativa que aceptar empleos vulnerables en la economía informal.
Por otra parte, estudios de la esa organización demostraron que los jóvenes con educación postsecundaria tienen mayores oportunidades de encontrar un empleo seguro y formal.
La misma fuente añade que la falta de enseñanza es alimentada por la pobreza, ya que muchos abandonan la escuela porque no tienen suficiente dinero y necesitan trabajar para ayudar a sus familias.
En esta situación se transmite el problema de una generación a otra, ya que los trabajadores menos preparados, que en consecuencia subsisten con cada vez menores salarios, no tienen los recursos para garantizar la escolarización de sus hijos.
El analfabetismo es otra lacra que ensombrece este panorama, pues aún existen países donde la proporción de jóvenes sin educación formal es tan alta como uno de cada dos, según la OIT.
"Seguir empujando a los jóvenes con un nivel de estudios bajo, poco cualificados en el mercado laboral es una situación que no beneficia a nadie, ni a los jóvenes que siguen destinados a vivir una existencia precaria basada en el empleo vulnerable, ni a la economía que obtiene pocas ganancias en términos del incremento de su potencial de productividad", advirtió Theo Sparreboom especialista de la OIT.
Hoy es válido por parte de los dirigentes de cada país replantearse las opciones que brindan a la población joven y asumir alternativas que realmente puedan proporcionarles una subsistencia segura y digna.
*Estudiante de Periodismo
rc/crc/bhq
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