Por Por Marta Denis Valle*
La Habana, (PL) Las estrictas reglas de casta y la discriminación racial en la sociedad colonial ocultaron los verdaderos apellidos de numerosas familias de negros y mestizos, como el caso de los Maceo y Grajales, que dieron a Cuba héroes y mártires.Tampoco hubo interés de describir los ancestros de origen africano durante la república neocolonial, inaugurada en 1902 bajo la injerencia de Estados Unidos que frustró la verdadera independencia cubana con su intervención militar en 1898.
Pacientes y sostenidos estudios de la historiadora de Santiago de Cuba Olga Portuondo Zúñiga (Camagüey, 1944) ofrecen hoy sorprendentes revelaciones sobre el origen de Marcos Maceo -padre de la denominada tribu heroica- y lo más novedoso que su verdadero apellido debió ser Muchuli.
Portuondo Zúñiga es autora de diversos artículos e importantes libros; Doctora en Ciencias Históricas, profesora universitaria e investigadora, varias veces premiada; a su persona y obras está dedicada la feria cubana del libro en febrero de 2015.
La búsqueda de copiosa información en libros parroquiales, registros notariales, archivos históricos cubanos e incluso en el Archivo General de Indias de Sevilla, España, coronaron su importante investigación, una de las tantas que ha realizado.
Aunque nada se escribió del origen de Marcos en las primeras biografías del héroe cubano Antonio Maceo (1845-1896), algunos autores se aferraron -sin pruebas documentales- en la primera mitad del siglo XX, a que se trató de un militar venezolano realista, oriundo de Coro o Maracaibo, emigrado a Cuba.
Sostenían que este supuesto soldado del Batallón de Leales de Coro, primero arribó a Santo Domingo y luego a Santiago de Cuba, en 1825, con desahogada posición económica, en unión de la madre Clara Maceo y varios hermanos.
No se explicaban la experiencia militar de un campesino pobre mestizo que en unión de sus hijos, luego famosos guerreros, se incorporó a la Revolución independentista de 1868 y murió en los campos de Cuba libre; gravemente herido en combate el 14 de mayo de 1869, falleció en un hospital de montaña.
Empeñados en blanquear al mulato Antonio Maceo (Lugarteniente general del Ejército Libertador) -protagonista de más de 600 acciones combativas, de ellas unos 200 combates y batallas importantes-, hubo quien inventó un ancestro franco-haitiano: su abuelo francés emigró a Haití donde introdujo la primera matica de café.
La investigadora llama la atención acerca de la poca edad de Marcos Maceo en tiempos de la guerra de independencia de Venezuela.
Los simpatizantes de la tesis del origen venezolano, lo ven combatir bajo el mando del llanero Boves, el siniestro bandolero asturiano José Tomás Rodríguez (1782-1814).
Hasta hay quienes lo hacen desembarcar entre las tropas del derrotado general Francisco Tomás Morales por el puerto santiaguero (agosto de 1823), apunta la Doctora Portuondo.
Su artículo Marcos Maceo, el santiaguero, publicado en 1992 (Revista santiaguera del Caribe Número 19), abrió el camino para enfrentar la imagen enajenada de los mulatos Maceo, urdida en los círculos de la oligarquía blanca en el poder, empeñada en maquillar la memoria histórica de estos patriotas.
En primer término echó por tierra la versión del origen extranjero del tronco familiar conocido de Antonio Maceo y sus hermanos, y de la supuesta pertenencia de aquel a las fuerzas realistas antibolivarianas.
La inclusión de este trabajo en la obra Visión Múltiple de Antonio Maceo (1998), de la cual fue coordinadora, confirmó la veracidad del texto por la publicación de la partida bautismal de Marcos Evangelista Maceo, hijo natural de la parda (mestiza) libre Clara María Maceo, nacido el 25 de abril de 1808.
Fue asentada el primero de mayo de este año en el Libro de Bautismo de Pardos No. 8 (1804-1820), de la Parroquia de Santo Tomás, Santiago de Cuba, por el licenciado Manuel Josef Vidal, cura de la Iglesia Metropolitana de la ciudad, con residencia en la auxiliar de Santo Tomás.
En la hoja original de bautismo, dice, se puede apreciar que hay una continuidad entre el asiento que le antecede y sucede, la escritura del mismo párroco, la tinta y el número de la partida.
Su estudio fue mucho más allá al localizar gran número de pardos libres de apellido Maceo, nacidos en Santiago de Cuba, a principios del siglo XIX.
La madre de Marcos, Clara María Maceo, había bautizado otro hijo natural el 5 de junio de 1801, llamado Justo Antonio, que nació el 28 de mayo de ese año.
Hasta aquí era notable su avance pero quedaba un eslabón perdido, ¿quién era el padre?
Según las reglas de la colonia, la madre soltera inscribía al niño con su apellido, de manera que resultaba de todo punto imposible conocer el nombre del padre de Marcos, el abuelo paterno de Antonio Maceo, a menos que él mismo declarara la paternidad.
Ese milagro que a veces ocurre en una ciencia tan compleja como la histórica, tuvo lugar al encontrar algo muy importante, casi por casualidad, mientras buscaba otra cosa, en el famoso Archivo de indias, en los meses de septiembre y octubre del año 2000.
Se trata de un documento en el cual José Antonio Muchuli Hernández solicita el licenciamiento de su hijo Marcos Maceo, soldado de la Compañía de Granaderos, quien ya ha cumplido su servicio, por estar necesitado de su ayuda debido a su edad avanzada.
En la solicitud de 26 de noviembre de 1835, Muchuli se identifica como soldado retirado de las milicias (llamadas milicias de pardos y morenos), donde estuvo más de 36 años, y dice que su hijo sentó plaza en el Batallón de Infantería desde 1826.
Con ese tesoro en su portafolio, el documento excepcional que nunca buscó, regresó a Cuba; a la nueva pista en su agenda investigativa, incorporó a los alumnos del primer y segundo año de Historia (curso 2000-2001), de la Universidad de Santiago de Cuba.
Es así que en su libro Entre esclavos y libres de Cuba Colonial (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2003) pudo incluir el trabajo: Ascendencia paterna de Antonio Maceo, con información inédita hasta entonces en la historiografía cubana.
El primero en suelo cubano -bisabuelo de Antonio- fue Miguel Muchuli, hijo legítimo de José Muchuli y de María Soler, nacido en Valencia, España, casado con la parda libre Teresa Hernández, con la cual tuvo cuatro hijos.
En su testamento de 1802 insiste en el carácter legítimo de su matrimonio y también del nacimiento de sus hijos dentro del mismo.
Tres de sus hijos mestizos Esteban, María Dolores y Olaya, casaron con blancos, mientras José Antonio se unió a la parda libre Clara María Maceo.
Después de muerto su marido español, en los documentos oficiales a Teresa Hernández se le denomina parda libre.
Desde 1801 existía la prohibición del matrimonio entre negros y blancos, si no era autorizado por el Capitán General, pero estos permisos se otorgaban raramente, por lo que predominaron las uniones extramatrimoniales.
La barrera del color, sin embargo, podía romperse con dinero; se podía cambiar de casta, adelantar según el argot al uso.
Los aspirantes a constituir parte de la aristocracia pudieron "blanquear" la sangre mezclada aunque lo delatara algún rasgo de indio o africano en el rostro.
Reales cédulas en 1795, 1800 y 1801 establecieron, entre otros aspectos, la dispensa mediante pago de derechos pecuniarios a la corona por haber tenido un abuelo no blanco.
En el caso de José Antonio Muchuli nunca negó a su hijo Marcos, tampoco reconoció oficialmente su paternidad; esto sería ir contra las estrictas reglas vigentes.
Su mujer Clara María Maceo, parda libre como él, murió en 1813 dejando al niño huérfano a la edad de cinco años.
Marcos y ninguno de sus hijos reclamaron el apellido Muchuli; vivieron orgullos del Maceo legado por la abuela, pero uno de ellos se llamó Antonio, otro José y hubo también un Miguel, como el primero de sus ancestros paternos en Cuba.
*Historiadora, periodista y colaboradora de Prensa Latina
rc/mdv
Pacientes y sostenidos estudios de la historiadora de Santiago de Cuba Olga Portuondo Zúñiga (Camagüey, 1944) ofrecen hoy sorprendentes revelaciones sobre el origen de Marcos Maceo -padre de la denominada tribu heroica- y lo más novedoso que su verdadero apellido debió ser Muchuli.
Portuondo Zúñiga es autora de diversos artículos e importantes libros; Doctora en Ciencias Históricas, profesora universitaria e investigadora, varias veces premiada; a su persona y obras está dedicada la feria cubana del libro en febrero de 2015.
La búsqueda de copiosa información en libros parroquiales, registros notariales, archivos históricos cubanos e incluso en el Archivo General de Indias de Sevilla, España, coronaron su importante investigación, una de las tantas que ha realizado.
Aunque nada se escribió del origen de Marcos en las primeras biografías del héroe cubano Antonio Maceo (1845-1896), algunos autores se aferraron -sin pruebas documentales- en la primera mitad del siglo XX, a que se trató de un militar venezolano realista, oriundo de Coro o Maracaibo, emigrado a Cuba.
Sostenían que este supuesto soldado del Batallón de Leales de Coro, primero arribó a Santo Domingo y luego a Santiago de Cuba, en 1825, con desahogada posición económica, en unión de la madre Clara Maceo y varios hermanos.
No se explicaban la experiencia militar de un campesino pobre mestizo que en unión de sus hijos, luego famosos guerreros, se incorporó a la Revolución independentista de 1868 y murió en los campos de Cuba libre; gravemente herido en combate el 14 de mayo de 1869, falleció en un hospital de montaña.
Empeñados en blanquear al mulato Antonio Maceo (Lugarteniente general del Ejército Libertador) -protagonista de más de 600 acciones combativas, de ellas unos 200 combates y batallas importantes-, hubo quien inventó un ancestro franco-haitiano: su abuelo francés emigró a Haití donde introdujo la primera matica de café.
La investigadora llama la atención acerca de la poca edad de Marcos Maceo en tiempos de la guerra de independencia de Venezuela.
Los simpatizantes de la tesis del origen venezolano, lo ven combatir bajo el mando del llanero Boves, el siniestro bandolero asturiano José Tomás Rodríguez (1782-1814).
Hasta hay quienes lo hacen desembarcar entre las tropas del derrotado general Francisco Tomás Morales por el puerto santiaguero (agosto de 1823), apunta la Doctora Portuondo.
Su artículo Marcos Maceo, el santiaguero, publicado en 1992 (Revista santiaguera del Caribe Número 19), abrió el camino para enfrentar la imagen enajenada de los mulatos Maceo, urdida en los círculos de la oligarquía blanca en el poder, empeñada en maquillar la memoria histórica de estos patriotas.
En primer término echó por tierra la versión del origen extranjero del tronco familiar conocido de Antonio Maceo y sus hermanos, y de la supuesta pertenencia de aquel a las fuerzas realistas antibolivarianas.
La inclusión de este trabajo en la obra Visión Múltiple de Antonio Maceo (1998), de la cual fue coordinadora, confirmó la veracidad del texto por la publicación de la partida bautismal de Marcos Evangelista Maceo, hijo natural de la parda (mestiza) libre Clara María Maceo, nacido el 25 de abril de 1808.
Fue asentada el primero de mayo de este año en el Libro de Bautismo de Pardos No. 8 (1804-1820), de la Parroquia de Santo Tomás, Santiago de Cuba, por el licenciado Manuel Josef Vidal, cura de la Iglesia Metropolitana de la ciudad, con residencia en la auxiliar de Santo Tomás.
En la hoja original de bautismo, dice, se puede apreciar que hay una continuidad entre el asiento que le antecede y sucede, la escritura del mismo párroco, la tinta y el número de la partida.
Su estudio fue mucho más allá al localizar gran número de pardos libres de apellido Maceo, nacidos en Santiago de Cuba, a principios del siglo XIX.
La madre de Marcos, Clara María Maceo, había bautizado otro hijo natural el 5 de junio de 1801, llamado Justo Antonio, que nació el 28 de mayo de ese año.
Hasta aquí era notable su avance pero quedaba un eslabón perdido, ¿quién era el padre?
Según las reglas de la colonia, la madre soltera inscribía al niño con su apellido, de manera que resultaba de todo punto imposible conocer el nombre del padre de Marcos, el abuelo paterno de Antonio Maceo, a menos que él mismo declarara la paternidad.
Ese milagro que a veces ocurre en una ciencia tan compleja como la histórica, tuvo lugar al encontrar algo muy importante, casi por casualidad, mientras buscaba otra cosa, en el famoso Archivo de indias, en los meses de septiembre y octubre del año 2000.
Se trata de un documento en el cual José Antonio Muchuli Hernández solicita el licenciamiento de su hijo Marcos Maceo, soldado de la Compañía de Granaderos, quien ya ha cumplido su servicio, por estar necesitado de su ayuda debido a su edad avanzada.
En la solicitud de 26 de noviembre de 1835, Muchuli se identifica como soldado retirado de las milicias (llamadas milicias de pardos y morenos), donde estuvo más de 36 años, y dice que su hijo sentó plaza en el Batallón de Infantería desde 1826.
Con ese tesoro en su portafolio, el documento excepcional que nunca buscó, regresó a Cuba; a la nueva pista en su agenda investigativa, incorporó a los alumnos del primer y segundo año de Historia (curso 2000-2001), de la Universidad de Santiago de Cuba.
Es así que en su libro Entre esclavos y libres de Cuba Colonial (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2003) pudo incluir el trabajo: Ascendencia paterna de Antonio Maceo, con información inédita hasta entonces en la historiografía cubana.
El primero en suelo cubano -bisabuelo de Antonio- fue Miguel Muchuli, hijo legítimo de José Muchuli y de María Soler, nacido en Valencia, España, casado con la parda libre Teresa Hernández, con la cual tuvo cuatro hijos.
En su testamento de 1802 insiste en el carácter legítimo de su matrimonio y también del nacimiento de sus hijos dentro del mismo.
Tres de sus hijos mestizos Esteban, María Dolores y Olaya, casaron con blancos, mientras José Antonio se unió a la parda libre Clara María Maceo.
Después de muerto su marido español, en los documentos oficiales a Teresa Hernández se le denomina parda libre.
Desde 1801 existía la prohibición del matrimonio entre negros y blancos, si no era autorizado por el Capitán General, pero estos permisos se otorgaban raramente, por lo que predominaron las uniones extramatrimoniales.
La barrera del color, sin embargo, podía romperse con dinero; se podía cambiar de casta, adelantar según el argot al uso.
Los aspirantes a constituir parte de la aristocracia pudieron "blanquear" la sangre mezclada aunque lo delatara algún rasgo de indio o africano en el rostro.
Reales cédulas en 1795, 1800 y 1801 establecieron, entre otros aspectos, la dispensa mediante pago de derechos pecuniarios a la corona por haber tenido un abuelo no blanco.
En el caso de José Antonio Muchuli nunca negó a su hijo Marcos, tampoco reconoció oficialmente su paternidad; esto sería ir contra las estrictas reglas vigentes.
Su mujer Clara María Maceo, parda libre como él, murió en 1813 dejando al niño huérfano a la edad de cinco años.
Marcos y ninguno de sus hijos reclamaron el apellido Muchuli; vivieron orgullos del Maceo legado por la abuela, pero uno de ellos se llamó Antonio, otro José y hubo también un Miguel, como el primero de sus ancestros paternos en Cuba.
*Historiadora, periodista y colaboradora de Prensa Latina
rc/mdv
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