Elevar el salario mínimo, equidad salarial y reforma migratoria son las claves, según Clinton
SILVIA AYUSO Washington
La candidata demócrata Hillary Clinton / MIKE SEGAR (REUTERS)
Hillary Clinton le habló el lunes a esa clase media trabajadora que no acaba de sentir el fin de la crisis y la progresiva recuperación económica de Estados Unidos. Son los hombres, pero sobre todo las mujeres, que conforman ese 99 % de la economía del país que sigue beneficiando sin embargo de forma desproporcionada al privilegiado 1 % en la cúpula. En su primer gran discurso económico desde que lanzó su candidatura a la presidencia en 2016, la demócrata desgranó en Nueva York su visión de una economía más justa y equitativa -y duradera- y las claves para lograrlo.
“Tenemos que construir una economía de crecimiento y justicia. No puede haber una cosa sin la otra”, insistió Clinton en un discurso de 45 minutos. Y una economía justa es aquella en la que no solo suben los salarios de los directivos, sino que los beneficios también se reflejan en los cheques de fin de mes de esa clase media “que tan duramente trabaja”, afirmó en la Universidad New School, un bastión liberal.
“La medida de nuestro éxito debe ser cuánto crecen los ingresos de las familias, no los de los directivos”, subrayó.
Las palabras de Clinton estuvieron salpicadas de otros guiños a la izquierda que le disputa otro de los candidatos demócratas, el socialista Bernie Sanders, como su defensa de los sindicatos, su propuesta de aumentar el salario mínimo -aunque sigue sin decir cuánto-, su demanda de más inversiones en infraestructura o de un mayor control de Wall Street, epítome de los excesos que llevaron a la recesión apenas superada.
Clinton tampoco escatimó en referencias a las demandas de otro bastión clave demócrata, las mujeres. Y ahí la exprimera dama no tuvo reparos en jugar con su papel de madre y hasta abuela trabajadora para mostrar su comprensión con los reclamos de una parte fundamental de la fuerza laboral de un país, según destacó.
“Ha llegado la hora de poner fin de una vez al abuso de que tantas mujeres sigan ganando menos que los hombres por el mismo trabajo. Y de que las mujeres de color ganen incluso menos”, dijo entre aplausos. No menos bien recibida fue su demanda de que se reconozca de una vez también que el acceso a un sistema de educación preescolar asequible “no es un lujo, sino una estrategia para el crecimiento” económico, al igual que su defensa de una mejor educación como base para una mayor igualdad social y salarial.
La candidata demócrata, al igual que su rival republicano Jeb Bush, ha tratado en lo que va de campaña de distanciarse del apellido que en EE UU se asocia con otra presidencia y hasta una dinastía. No así en esta ocasión. Si hay algo de lo que a los Clinton les gusta alardear es del estado de cuentas -saneadas- que dejó Bill Clinton tras sus ocho años de mandato (1993-2001).
“Ya van dos veces en los últimos 20 años que un presidente demócrata ha tenido que llegar y ponerse a limpiar el desastre dejado (por un republicano)”, dijo respecto del mandato de su marido y del actual inquilino de la Casa Blanca, el también demócrata Barack Obama. De este destacó además su reforma sanitaria, que dijo apoyar y continuar de llegar a la presidencia, así como sus esfuerzos para lograr una reforma migratoria integral que aún se resiste, pero con la que Clinton volvió a comprometerse también.
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