EVA GOLINGER – Todo comenzó en 1835 cuando el Imperio británico envió a un naturalista y explorador nacido en Alemania para llevar a cabo la investigación geográfica en el territorio de América del Sur que había colonizado y nombrado la Guayana Británica. En el curso de sus exploraciones, fue dibujado un mapa que bien excede el límite occidental original que primero fue ocupado por los holandeses y más tarde pasó a control británico. Provocando el deseo del imperio para expandir sus fronteras a la zona oeste del río Esequibo, que era rica en oro, el Gobierno británico encargó al explorador la investigación sobre sus límites territoriales. Lo que se conoció como la ‘Línea Schomburgk’, llamada así por el explorador Robert Hermann Schomburgk, usurpó una gran parte de tierra venezolana y provocó el inicio de una disputa territorial que ha permanecido sin resolver hasta hoy en día.
En 1850, después de décadas de desacuerdos sobre la línea fronteriza que dividía a Venezuela de su vecino colonizado, ambas partes acordaron no ocupar el territorio disputado hasta que se pudieran lograr otras determinaciones. Pero a medida que la demanda de oro y otros recursos naturales creció en la región, los británicos de nuevo trataron de reclamar el territorio que la Línea Schomburgk declaraba como la frontera de la Guayana Británica, en clara violación del acuerdo previo con Venezuela.
Irónicamente, Venezuela pidió ayuda del Gobierno de los Estados Unidos en base a la Doctrina Monroe como justificación para evitar una mayor colonización del Imperio británico en el hemisferio. El presidente estadounidense Grover Cleveland finalmente declaró el asunto de interés de Estados Unidos y obligó a Gran Bretaña a firmar un Tratado de Arbitraje con Venezuela en Washington en 1897. Dos años más tarde, el Tribunal de Arbitraje, que no tenía representantes de Venezuela, sino dos árbitros de los Estados Unidos que supuestamente actuaban en el interés de Venezuela, falló a favor de Gran Bretaña. Venezuela rechazó la decisión, alegando que hubo connivencia política y presiones ilegales a favor de la otra parte. Estas afirmaciones fueron apoyadas por una carta escrita por Severo Mallet-Prevost, el secretario oficial de la delegación de Estados Unidos/Venezuela en el Tribunal Arbitral, que reveló que el presidente del Tribunal, Friedrich Martens, había presionado a los árbitros para decidir a favor de Gran Bretaña.
Más de medio siglo pasó hasta que la disputa fue reintroducida en la escena internacional, esta vez en las Naciones Unidas. Venezuela denunció la corrupción que había llevado a la decisión de los árbitros en 1899 y reiteró su reclamo sobre el territorio conocido como el Esequibo. En febrero de 1966, en una reunión en Ginebra, todas las partes del conflicto — Venezuela, Guayana Británica y Gran Bretaña— firmaron el acuerdo para resolver la disputa sobre la frontera entre Venezuela y la Guayana Británica, conocido como el Tratado de Ginebra. Estuvieron de acuerdo en que ninguna de las partes podría actuar sobre el territorio en disputa hasta que fuera decidida una frontera definitiva aceptable para todas las partes. Meses más tarde, en mayo de 1966, Guyana logró su independencia del Reino Unido, lo que complica aún más las cosas. En los mapas siguientes de Venezuela y Guyana, ambos países reclamaron el territorio como parte de su tierra soberana.
A pesar de los desacuerdos menores desde 1966, el conflicto no se convirtió en una fuente de escalada de tensiones regionales hasta 2015, cuando un gran descubrimiento de petróleo fue realizado por Exxon justo en el medio del Esequibo, bajo la autorización de Guyana.
Petróleo
La República Cooperativa de Guyana es el segundo país más pobre en el Caribe, solo superando a Haití en ingresos per cápita. La principal actividad económica del país es la agricultura, particularmente el arroz y la producción de azúcar, que representan más del 30% de los ingresos de exportación. A pesar de estar rodeado de vastas reservas de petróleo y gas en la vecina Venezuela, que tiene las mayores reservas de petróleo del planeta en la Faja Orinoco, hasta hace poco Guyana no tenía reservas de petróleo conocidas dentro de sus límites territoriales.
Entra Exxon Mobil, una de las mayores compañías de petróleo y gas del mundo, y un enemigo declarado de Venezuela. Hasta 2007, Exxon tuvo una importante inversión a través de su Proyecto Cerro Negro en la Faja Orinoco en Venezuela. Inicialmente, ‘expertos’ petroleros y geológicos habían clasificado la sustancia que se encuentra en grandes cantidades en la Faja Orinoco como bitumen, un asfalto grueso, y por lo tanto, no estaba sujeta a la Ley de Hidrocarburos de 1976 en Venezuela, que nacionalizó el petróleo y el gas. Pero el presidente Hugo Chávez sospechaba que la zona realmente contenía enormes reservas de petróleo, y ordenó su propia investigación, dándole la razón: la Faja Orinoco fue certificada con más de 300.000 millones de barriles de petróleo crudo pesado.
El 1 de mayo de 2007, Chávez declaró oficialmente que todos los hidrocarburos en esa región estaban sujetos a las leyes anteriores de nacionalización, dando la oportunidad a cualquiera de las empresas extranjeras que operaban allí de participar en empresas mixtas con la empresa petrolera estatal venezolana, PDVSA. La ley requiere un mínimo de participación del 51% para el Estado venezolano, con un máximo de 49% para las empresas extranjeras. Solo dos empresas se negaron a cooperar con las nuevas leyes. Ambas eran de los Estados Unidos: ConocoPhillips y ExxonMobil. Ambas demandaron Venezuela sobre las nacionalizaciones.
El reclamo de ConocoPhillips fue bastante menor que Exxon, que demandó más de 18.000 millones de dólares para la expropiación. Venezuela ofreció el valor de mercado y el caso fue a un tribunal de arbitraje internacional que finalmente ordenó al Gobierno de Venezuela a pagar a Exxon 1.600 millones de dólares, una mera fracción de lo que esperaba el gigante petrolero estadounidense.
En un aparente acto de venganza, Exxon encontró una manera de obtener el petróleo de Venezuela sin seguir las reglas venezolanas, aunque a través de canales ilegales y potencialmente peligrosos.
La agenda EXXON-EE.UU.
Mientras el Gobierno de Obama intensificaba su hostilidad contra Venezuela, declarándola a través de un Decreto Ejecutivo una “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional”, e imponiendo sanciones contra funcionarios venezolanos, Exxon estaba haciendo un trato con Guyana para explorar yacimientos de petróleo en el territorio del Esequibo, aún en disputa.
En mayo de 2015, mientras Guyana juraba un nuevo presidente, el oficial militar conservador David Granger, un cercano aliado de Estados Unidos, Exxon hacía un gran descubrimiento en el océano Atlántico cerca de la costa venezolana. Según los informes, los depósitos encontrados por Exxon en el pozo Liza-1 contienen más de 700 millones de barriles de petróleo, por un valor alrededor de 40 millones de dólares en la actualidad. El hallazgo podría ser un importante elemento de cambio para Guyana, lo que representa más de 12 veces su entrada económica actual, es decir, si el petróleo en realidad perteneciera a Guyana en lugar de Venezuela.
El 26 de enero de 2015, el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, fue anfitrión de la primera Iniciativa de Seguridad Energética del Caribe, invitando a jefes de estado y funcionarios de alto nivel del Caribe, junto a ejecutivos de multinacionales de EE.UU. El objetivo declarado de la nueva iniciativa era ayudar a las naciones del Caribe a “crear las condiciones para atraer la inversión del sector privado”, pero Biden dejó muy claro el verdadero objetivo cuando declaró: “Si se trata de Ucrania o el Caribe, ningún país debería poder utilizar los recursos naturales como una herramienta de coerción en contra de cualquier otro país”.
Sin mencionarlo por su nombre, Biden se refería a Venezuela y a su programa Petrocaribe, que provee petróleo y gas subsidiado a las naciones del Caribe, virtualmente sin costo inicial. Petrocaribe ha sido fundamental en la ayuda al desarrollo en la región durante los últimos diez años desde su creación. Y claramente, esta percibido como una amenaza a la influencia de Estados Unidos en el Caribe, y un obstáculo para la explotación tradicional de las multinacionales contra las pequeñas naciones en desarrollo.
Además de las sanciones del Gobierno de Obama destinadas a aislar a Venezuela en la región y pintarla como un “estado fallido”, la Iniciativa de Seguridad Energética del Caribe atacaba directamente el corazón de Venezuela: el petróleo. En un informe del Senado estadounidense sobre Presupuesto del Departamento de Estado para 2016, 5 millones de dólares fueron recomendados para “mejorar los esfuerzos para ayudar a América Latina y los países del Caribe a lograr una mayor independencia energética de Venezuela”. La caída de los precios del petróleo ya ha hecho daño a la economía de Venezuela, pero obligándola a abandonar el comercio de petróleo en la región obviamente haría mucho daño.
El principal dilema de encontrar la manera de sustituir el petróleo venezolano en PetroCaribe se resolvió con la firma del nuevo presidente de Guyana, exinstructor en la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos, que hizo un viaje secreto a Estados Unidos tan solo tres días después de asumir su nuevo cargo en mayo. Horas más tarde, el buque de exploración de petróleo de Exxon, Deepwater Champion, hizo su primer descubrimiento lucrativo importante en el gran bloque Stabroek, justo en el Esequibo.
El Gobierno venezolano advirtió a Exxon que abandonara la zona haciendo referencia a su reclamo sobre el territorio del Esequibo y la disputa con Guyana, que está sujeta a la mediación de la ONU. Pero Exxon no prestó atención a Venezuela, siguiendo el ejemplo del presidente Granger y desafiando abiertamente el Acuerdo de Ginebra y las llamadas de Venezuela para resolver el conflicto a través de la diplomacia, con la participación de los Buenos Oficios de la ONU en la resolución de la centenaria disputa.
El secretario general de las Naciones Unidas, Ban ki-moon, se ha comprometido a enviar una comisión a Venezuela y a Guyana para buscar una solución para un problema que ahora, como Washington esperaba, está dividiendo la región. El presidente Nicolás Maduro y su canciller, Delcy Rodríguez, han estado explicando su caso ante los líderes regionales, apelando a otras naciones del Caribe para apoyar su reclamo sobre el Esequibo, o al menos apoyar la participación de la ONU para arbitrar la disputa. Mientras tanto, Guyana continúa avanzando agresivamente con Exxon para cometer lo que podría ser el mayor robo de petróleo en las Américas.
RT / Eva Golinger
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