Por Manolo Pichardo
El mundo ha estado dando seguimiento al acercamiento de los Estados Unidos a Cuba, algo que algunos esperaban ocurriera durante el primer mandato del presidente Barack Obama, y que no ocurrió debido a que si iniciaba los contactos de manera abierta durante los cuatro años de su primera administración, los lobos de la ultraderecha, que siguen anclados en la Guerra Fría y que por tanto no entienden que hay un reordenamiento global con pérdida de hegemonía de su país, desatarían los demonios para impedir un segundo mandato del líder estadounidense.
Obama debió posponer algunas de sus promesas de campaña hasta consolidar su liderazgo nacional, sensibilizando a la sociedad y al mismo establishment, expresado en los poderes del Estado y fácticos, donde se esconde el residuo de los odios ideológicos de la confrontación Este/Oeste, porque los representantes fundamentales de estos grupos no se dan cuenta de que el mundo pasó de bipolar a unipolar, y de éste, en el que creen que están, a multipolar, realidad que nos presenta un tablero geopolítico, geoeconómico, “geofinanciero” y “geocomercial” con actores nuevos que mueven las fichas conjugando estrategias para jaque mate en bloques.
Como sabemos, la unipolaridad ejercida por los Estados Unidos tras la caída del muro berlinés, trajo como consecuencia un retorno al liberalismo económico, que puso como centro de las políticas públicas al mercado; los países capitalistas ya no tenían que suavizar o contener el ímpetu de su naturaleza, expresada en el control del Estado para poner las ganancias de capitales como fin, ya que el referente socialista no existía como estimulo sedicioso que desembocara en las revoluciones populares que predicaban los sustentadores del socialismo real.
Los Estados Unidos junto a Gran Bretaña lideraron la brutal acometida contra todo lo que oliera a políticas sociales; el neoliberalismo se fue imponiendo entones a través de fórmulas que, según sus promotores, crearían las condiciones para impulsar el desarrollo global. Las fórmulas estaban contenidas en un recetario llamado Consenso de Washington, que el Tesoro, el Fondo Monetario Internacional, el Bando Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, impusieron, sin estudiar las realidades políticas, económicas y sociales de los países.
Sabemos que la implementación de estas políticas derivaron en crecimiento económico con profundización de la pobreza; esto es, acumulación de riquezas por parte de unos pocos y carencias materiales para las mayarías. Este cuadro reactivó el discurso de los partidos de izquierda, sobre todo en América Latina, que pasaron de no tener referente ideológicos, tras el colapso de las democracias populares, a articular nuevas alianzas, en un amalgama de posiciones ubicadas desde el extremo hasta el centro, para satisfacer las demandas de cambios de los pueblos de nuestro hemisferio, atrapados en un cada vez más obsceno cuadro de desigualdades sociales y económicas.
El triunfo de Hugo Chávez en Venezuela representa el punto de inflexión que marca el inicio de oleadas de partidos de izquierda que comienzan a asumir el poder e incluso uno, como el peronismo en Argentina, que se recicló, y pasó de ejercer un gobierno de corte neoliberal con Carlos Menem, a recuperar la administración de la mano de Néstor kirchner, para gobernar desde una visión de izquierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por opinar