5 octubre 2015
La negación del voluntarismo que entrañan los Lineamientos de la política económica y social del partido y la revolución en modo alguno puede significar la negación de la voluntad claramente consciente de orientar en dirección al socialismo la construcción de la sociedad cubana, sin ello el mercado ganará la pelea.
No es un secreto para nadie que en todos estos años de avances y retrocesos, Cuba no ha logrado poner sobre sus propios pies la economía nacional. Se ha discutido mucho sobre las causas de esta realidad que nos ha acompañado por más de 50 años que llevamos enarbolando el ideal socialista, pero en modo alguno es posible excluir de la explicación las coordinadas referidas a las características subdesarrolladas de partida que tuvo la revolución, la escasez de importantes recursos minerales económicamente relevantes, la hostilidad generalizada y la guerra económica del Estado norteamericano contra Cuba que aún persiste, la inequidad que impone el mercado capitalista mundial, el retraso tecnológico de los socios del desaparecido CAME, el abrupto descalabro del socialismo en Europa del Este y la URSS, nuestra ignorancia y nuestros propios errores.
Hay quien cree que todo pudo haberse solucionado con otro enfoque de la organización económica y política de la sociedad cubana, lo que resulta también una perspectiva voluntarista, como si las decisiones que se hubiesen tomado, por más esperanzadoras y perfectas que se imaginen habrían podido enfrentar mejor o incluso resolver en igual tiempo los graves problemas estructurales internos y blindarse ante los mundiales y ante la acción perversa y hostil de los EEUU, factores que han incidido e inciden en los procesos socioeconómicos.
No se trata de minimizar ignorancias, o de justificar errores que, de paso, todavía no han tenido una valoración política sustantiva y convincente, que forme parte de la argumentación del camino en lo adelante. La historia es como ha sido. Eso no se puede cambiar, pero cabe preguntarse si el camino que tomó la revolución cubana de priorizar al máximo la salud y la preparación intelectual y cultural masiva de los cubanos, de proteger a toda la población, de poner en primer plano las inversiones en la infraestructura, de preservar la cohesión, la independencia y la soberanía nacional y cultivar la solidaridad internacional y el altruismo, no ha resultado a la larga estratégicamente decisivo para afrontar las realidades de hoy.
Y de eso se trata, de mirar hacia adelante aprovechando las experiencias del pasado y construyendo colectivamente las vías hacia el futuro.
Hay quien –bajo el lema de “liberar las fuerzas productivas” llega a pensar la variante peregrina de desarrollar al máximo el mercado manteniendo la superestructura política formalmente imaginada, como si la acción del mercado no influyese a la sociedad en su conjunto.
Si el mercado fuera una función simplemente económica otro sería el cantar, pero no es solo eso. El mercado es un mecanismo socioeconómico apoyado por los intereses del capitalismo mundial, que es hoy pasto de una criminal manipulación financiera, política y militar. Si el mercado en nuestro medio no estará sometido a una eficiente acción reguladora respaldada por una real y eficiente participación popular en todos los órdenes, terminará imponiendo su lógica y jerarquía en todos los ámbitos de la vida social, terminará comprándolo todo. La naturaleza será mercancía, la cultura será mercancía, la salud será mercancía, la educación será mercancía, la política será mercancía, lo que hoy es política social terminará reducido a las migajas de la beneficencia y la caridad, que no dejará de tener, eso sí, grandes y emotivos titulares en el mundo simbólico, también comprado por el mercado.
El socialismo está lejos de ser una realidad plena en nuestra sociedad, pero el socialismo es ahora, se construye desde ahora. No se abre un paréntesis para dar una oportunidad al desarrollo de las fuerzas productivas bajo el signo del mercado y cuando el país sea económicamente fuerte pensar entonces en el socialismo. El socialismo, en tanto ideal, propósito social compartido, tiene su justificación histórica en la probada incapacidad del capitalismo de asegurar la justicia social.
No se oyen lo suficiente en nuestro mundo simbólico y político los conceptos de socialismo, construcción del socialismo, ética socialista y la discusión acerca de los desafíos que ello implica y el esclarecimiento de los caminos para superarlos, no tenemos una concreción del ideal socialista. Como todo ideal el propósito socialista está necesitado de la terrenalidad de la explicación que lo vincule a lo cotidiano en los diferentes .ámbitos del acontecer social. Esa acción ideológica y política que encarne en la ofensiva de ideas que se necesita es pobre hoy y debe ser objeto de la atención del VII Congreso del Partido.
Mucho se ha discutido acerca de los conceptos “transición”, “período de transición”, “duración de la transición al socialismo”, “construcción del socialismo en lo fundamental” y otros ejercicios teóricos que como suele ocurrir han esclarecido algunas interrogantes y abierto otras muchas. No hay un modelo acabado de socialismo, es –como afirmó- Raúl un camino ignoto, pero sí hay principios fundamentales que permiten sostener ese camino y uno de ellos es que hay que construirlo, y eso no puede dejarse para después.
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