"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

viernes, 28 de octubre de 2016

El voto de Naciones Unidas sobre el embargo contra Cuba: Abstenciones que son victorias de todos.

samantha power cuba eeuu
En su intervención previa a la votación, la embajadora Samantha Power indicó sus diferencias con el gobierno de Cuba, pero al abstenerse en la votación confirmó cómo la nueva política de compromiso y diálogo tiene en cuenta los puntos de vista predominantes de la sociedad internacional.
Infolatam
Madrid,
Por ARTURO LÓPEZ LEVY

(Infolatam).- En circunstancias normales, cuando la política de EE.UU. hacia otro país que está codificada en ley por el Congreso está bajo ataque en la Asamblea General de la ONU, es habitual que la diplomacia estadounidense la defienda. Sin embargo, el bloqueo/embargo de EE.UU. contra Cuba no es una política normal, no es apoyado por el pueblo estadounidense ni cuenta con la aprobación de la mayoría del Congreso. El momento que viven las relaciones Cuba-EE.UU tampoco es ordinario.

Cuando la Asamblea General de la ONU debatió la resolución de Cuba para condenar el embargo por veinticinco años consecutivos, la administración Obama se abstuvo. Hizo exactamente lo que ha hecho cuando leyes anacrónicas como la contraria al matrimonio gay han sido objeto de impugnación en el Tribunal Supremo de Estados Unidos: o bien se abstiene de defenderlas o mejor, en sus argumentos orales aporta municiones intelectuales para su democión. Estados Unidos se ha librado de la bochornosa defensa de una política repudiada a nivel universal. Hoy queda claro que ningún estado en ningún lugar del mundo, bajo ningún argumento, defiende la política de acoso económico contra Cuba.

Una votación singular:

En su intervención previa a la votación, la embajadora Samantha Power indicó sus diferencias con el gobierno de Cuba, pero al abstenerse en la votación confirmó cómo la nueva política de compromiso y diálogo tiene en cuenta los puntos de vista predominantes de la sociedad internacional. Existen precedentes diplomáticos en la política exterior de Estados Unidos para un cambio de este tipo en el ámbito multilateral en momentos de un acercamiento bilateral con Cuba. En 1975, el secretario de Estado Henry Kissinger dio instrucciones a la delegación estadounidense a la Asamblea General de la OEA en San José, Costa Rica para votar a favor de una resolución para poner fin a las sanciones hemisféricas contra Cuba.

Defender la política de bloqueo en las Naciones Unidas como promotora de los derechos humanos en Cuba o de los intereses de los Estados Unidos estaría en contradicción con todo lo que el presidente Obama y la secretaria de Kerry han dicho acerca de las mejores maneras de promover los valores democráticos en la isla. El presidente Obama ha rechazado abiertamente el embargo contra Cuba como anacrónico y contra el interés nacional de los Estados Unidos. En dos discursos sobre el estado de la Unión ha pedido al Congreso que ponga fin al embargo, y este año viajó a La Habana para anunciar la llegada de una nueva era de diálogo, acercamiento y tanto comercio como las leyes de los dos países permitan.

La nueva directiva presidencial sobre las relaciones con Cuba anunciadas por la Casa Blanca el viernes pasado describió cómo la Misión de EE.UU. ante las Naciones Unidas “identificará áreas de posible colaboración con Cuba” y “también participará en discusiones con respecto a la resolución del embargo a Cuba”. Fue sintomático de los nuevos tiempos que la embajadora Samantha Power alabara el rol de Cuba en varios asuntos internacionales y anunció la disposición a ampliar la cooperación con La Habana en nuevos esfuerzos internacionales como parte de la nueva narrativa norteamericana de política exterior.

La dinámica de política interna:


La candidata demócrata Hillary Clinton ha apoyado en Miami la decisión del presidente Obama para modernizar la política de Estados Unidos hacia Cuba

El tiempo político está maduro para la movida. Una mayoría de los estadounidenses, en todos los grupos demográficos y afiliaciones políticas, apoyan el acercamiento con Cuba. Es difícil que esa voluntad se revierta en la venidera elección. La candidata demócrata Hillary Clinton ha apoyado en Miami la decisión del presidente Obama para modernizar la política de Estados Unidos hacia Cuba, y respaldado el levantamiento del embargo en sus memorias del Departamento de Estado “Decisiones Difíciles”.

Su oponente, Donald Trump había expresado su apoyo a una política de diálogo y comunicación con Cuba antes de los últimos tres debates presidenciales, cuando su campaña entró en su fase de desesperación más reciente. En el sur de la Florida, el otrora bastión de la política de embargo, la mayoría de los defensores de la política de aislamiento contra Cuba están evitando el tema en sus campañas de reelección. Sus lemas centrales se refieren a otros temas, “crear familias fuertes! ‘(Senador Rubio),’ Mantener la promesa de la Seguridad Social! ‘(Representante. Curbelo), o “Pidiendo a Trump que se retire! ‘(Rep. Ros-Lehtinen), no Cuba.

Los únicos en el mundo que todavía quieren defender el embargo en las Naciones Unidas son los afiliados al lobby cubano-americano de extrema derecha con sede en Miami. Decir que los grupos pro-embargo a Cuba han insultado al Presidente Obama es decir poco. En 2008 y 2012 lo compararon a Hitler, Stalin y Fidel Castro.Después que los presidentes Obama y Raúl Castro acordaron restablecer las relaciones diplomáticas el 17 de diciembre de 2014, el senador Rubio llamó al presidente Obama “el peor negociador de toda mi vida” y “un ignorante voluntario de la forma en que funciona el mundo”. La administración de Obama no les debe nada.

Oportunidades y retos para la política exterior cubana:

Para los partidarios del comunismo en Cuba, todo esto puede parecer como maná del cielo, pero quizás deban tener cuidado con lo que desean. La abstención norteamericana en la Asamblea General de las Naciones Unidas de este año manda una señal de que los Estados Unidos se están alineando con los principios del orden internacional en el que sus valores democráticos liberales son hegemónicos, con todas las implicaciones políticas que ello conlleva. A largo plazo, una política de diálogo abre oportunidades para el comercio y el intercambio entre Cuba y los Estados Unidos.


A largo plazo, una política de diálogo abre oportunidades para el comercio y el intercambio entre Cuba y los Estados Unidos.

Esta nueva política separaría demandas de democratización en Cuba de la compañía indeseable del anticomunismo autoritario de guerra fría y de la asociación con sanciones inmorales e ilegales. Promover la transparencia y el buen gobierno en Cuba sirve al diálogo, comunicación e intercambio con otros países, incluyendo Estados Unidos. Así, sus ciudadanos se sentirán más seguros para viajar y hacer negocios en Cuba, no solo por la seguridad pública, sino también porque si tienen un problema, tendrían las garantías de estar en un estado de derecho en el que las leyes cuentan más que cualquier jerarquía o ideología política.

También es una cuestión de valores universales. Como dijo la embajadora Samantha Power, los derechos humanos no son estadounidenses. La excesiva concentración del poder y sus abusos asociados son problemas que afectan a los cubanos en Cuba, que son los primeros que los denuncian. Democratizar el sistema político de Cuba no es una imposición desde el exterior a una Cuba nacionalista, sino una demanda de desarrollo y estabilidad política que emerge desde una sociedad cada vez más plural. De la misma forma que Cuba tiene derecho, bajo la ley internacional, para denunciar violaciones de los derechos humanos en EE.UU, el gobierno norteamericano y los diferentes gobiernos del mundo no violan ley alguna cuando nombran y avergüenzan a las autoridades cubanas por motivos similares.

Otra dinámica interesante fue la abstención israelí y su explicación de que Jerusalén ve con agrado la mejoría de relaciones entre EEUU y Cuba. Es de esperar que si la defensa del interés nacional cubano prevalece sobre los devaneos y alergias de parte del estamento cubano de política exterior contra todo lo estadounidense o en alianza con EE.UU, las diplomacias cubana e israelí encuentren forma de lograr un acercamiento. Hoy, la mayor comunidad de cubanos en el medio oriente vive en Israel, donde también existe un interés importante en la comunidad de negocios sobre las reformas económicas cubanas. Las declaraciones del expresidente Fidel Castro en 2010 y las réplicas amistosas del entonces presidente Shimon Peres deberían servir como plataforma para por lo menos abrir relaciones consulares. Tal desarrollo tendría efectos positivos en las visiones sobre Cuba de las comunidades judías en el mundo, en primer lugar, EE.UU, contribuyendo a una paz palestino-israelí al quitar esperanza a aquellos sectores árabes radicales afines a Cuba que sueñan con la deslegitimación internacional del estado judío.

Al sacudirse de la oposición a la resolución cubana contra el embargo, EE.UU e Israel se han sumado a los países vencedores en el tema. En específico, EE.UU tiene ahora la oportunidad de desarrollar una alternativa política coherente con el poder blando, los valores y la dignidad de una superpotencia democrática.

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