Álvaro Fernández • 23 de diciembre, 2016
Dick Cheney. ¿Lo recuerdan?
Sirvió como vicepresidente bajo George W. Bush. Algunos dicen burlonamente que era él quien tomaba las decisiones; George W., el presidente, cortaba las cintas siempre que hiciera falta enviar un mensaje de Misión cumplida. Sea cual sea lo que uno quiera creer de esos dos (se ha reportado que Bush ya no le habla a su exVP), ya no importa. O eso creemos.
Cheney y sus problemas del corazón todavía andan por ahí. Y el antiguo Darth Vader de la política estadounidense todavía cree que puede dictar órdenes al presidente. Aunque ahora está entrando por una puerta trasera en un callejón oscuro que se llama Marco Rubio. Cheney, ya ustedes saben, no apoyó la contienda de Trump por la presidencia, aunque dice que votó por él. Eso, considera él, le da derecho a involucrarse en la selección de Trump para secretario de Estado.
Rex Tillerson, director general de Exxon Mobil, la selección de Trump para dirigir el Departamento de Estado, es una “selección inspirada”, dijo Cheney, quien tiene estrechos lazos con Tillerson –el mismo individuo que supervisó los negocios de Halliburton en Iraq, cuando Cheney estaba en su cargo de vicepresidente.
“Sigan el dinero” vino a la mente cuando supe de esta relación. Fue el eslogan usado en el filme Todos los hombres del presidente, cuando los reporteros Woodward y Bernstein de The Washington Post ayudaron a derribar a un presidente corrupto.
Sea cual sea el caso, lo que sí sabemos de Cheney es que es un mentiroso y un farsante. Y escribo esto no porque le tenga aversión al hombre (que le tengo, intensamente); es porque la historia reciente lo confirma. O ¿quién creó la falsa campaña de las “armas de destrucción masiva” que ayudó a meternos en Iraq? (Mentiroso.) ¿Y cuya antigua compañía Halliburton, la cual él encabezaba antes de aceptar el papel de vicepresidente por encima de Bush), cosechó (¿o debiera decir violó?) los beneficios de esa fea guerra que creó el caos en que estamos ahora? (Farsante.)
Permítanme que cite a Angelo Young, de International Business Times, quien escribió en 2003 que “firmas privadas o cotizadas en la bolsa recibieron al menos $138 mil millones de dólares en dinero de los contribuyentes por contratos gubernamentales por servicios que incluían suministrar seguridad privada, construir infraestructura y alimentar a las tropas”.
¿Y quién fue el benefactor número uno en esta bonanza de dólares estadounidenses?
“El beneficiado número 1?” preguntó Young en el artículo de IBT. Su respuesta es la siguiente:
“La firma de ingeniería y construcción KBR (NYSE:KBR) centrada en energía y con sede en Houston, que fue una derivación de su compañía matriz, la proveedora de servicios de campos petroleros Halliburton Co. (NYSE:HALL), en 2007.
“Durante la década pasada, a la compañía se le dieron $39,5 mil millones en contratos relacionados con Iraq, con muchos negocios concedidos sin licitación por parte de firmas competidoras, como la renovación del contrato por $568 millones para suministrar viviendas, alimentos, servicios de agua y baños a soldados, un negocio que provocó una reclamación judicial del Departamento de Justicia debido a supuestos sobornos, tal como reportara Bloomberg”.
En circunstancias normales, Tillerson tendría una ligera oportunidad (si acaso) de ser aprobado por el Senado de EE.UU. para desempeñar el cargo de secretario de Estado. Para comenzar, sus negocios con Rusia y sus lazos cercanos a Vladimir Putin lo hubieran mantenido alejado del proceso de nombramiento. Pero bajo un presidente Trump las reglas parecen que están cambiando. Y el hombre que prometió “drenar el pantano”, según él calificó una vez a Washington, D.C., parece estar construyendo un grupo de personajes más atemorizantes que los cocodrilos y las serpientes del pantano.
¿Pero qué tiene que ver Rubio con todo esto?
Un artículo en Vanity Fair dice que “Rubio se unió a las filas de los senadores John McCain y Lindsey Graham indicando que él pudiera no seguir la línea del G.O.P acerca de los controvertidos vínculos de Tillerson con el gobierno ruso y el presidente Vladimir Putin”.
La escritora Abigail Tracy añade que “las maquinaciones de Cheney, nada sorprendentemente, se han virado para Marco Rubio”. Ella hace hincapié en que “el voto de Rubio podría ser decisivo. Con una ligera ventaja de 52 a 48 escaños en el Senado, McCain, Graham y Rubio serían suficientes para bloquear a Tillerson, suponiendo que los demócratas también forman un frente unificado en oposición al ejecutivo petrolero. Pero de los tres del trío, Rubio está en una posición singularmente poderosa. La confirmación de Tillerson comenzará en el Comité Senatorial de Relaciones Exteriores, donde los republicanos controlan tan solo 10 asientos contra los nueve de los demócratas, lo que significa que Rubio tiene el poder para eliminar la nominación incluso antes de que llegue al pleno del Senado”.
Cheney y Rubio. Vaya dúo. Yo digo que sigan a Rubio a medida que comience el proceso de aprobación del Senado. Porque si algo sabemos CON TODA SEGURIDAD, es que el señor Rubio no tiene ningún problema con cambiar de opinión.
Y si el señor Cheney le promete un saco de oro… puede que Marco sea la punta de lanza en el Senado para garantizar la confirmación del señor Tillerson como Secretario de Estado de EE.UU.
Así que yo sugiero que mantengamos a Marco bajo vigilancia.
Traducción de Germán Piniella.
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