Desde su independencia de Inglaterra en el siglo XVIII, los Estados Unidos le han metido un cuento al resto del mundo que algunos se lo han creído y otros no. El cuento estadounidense es que en este país impera la democracia y que el presidente de la nación es elegido por la mayoría de los ciudadanos. Ese cuento es sencillamente una gran mentira, como también lo es que los derechos humanos de todos los que aquí residen están garantizados y que en los Estados Unidos se respetan todos los derechos humanos descritos en la Carta Universal de los Derechos Humanos de la Naciones Unidas. Esas dos mentiras han sido repetidas tantas veces que hasta muchos críticos de este país las aceptan como verdades axiomáticas.
Cuando en los Estados Unidos se llevan a cabo las elecciones para elegir al presidente, no necesariamente es el que mayor número de votos consiga el que es nombrado. La suma de todos los votos de los votantes estadounidenses que acuden a las urnas no es la que decide quién es el triunfador, quien lo decide es un colegio electoral compuesto por electores no elegidos por el pueblo. Así lo define el Artículo II, Sección 1 de la Constitución. Supuestamente, se trataba de prevenir darle todo el poder al pueblo y restarle fuerza al poder ejecutivo. Es más, hasta 1828, es decir, décadas después de la Declaración de Independencia, el Presidente era elegido por una élite política, sin ninguna participación popular.
En realidad, en este país no hay una elección presidencial, sino 50 elecciones presidenciales. Como existe un sistema federalista, cada estado tiene su departamento de elecciones y cada cual tiene sus propias regulaciones. Se puede afirmar que el voto popular sí cuenta en las elecciones municipales. condales o estatales, ya que el voto es directo y el candidato que mayor número de votos saque es el elegido. Es verdad que en muchas de esas elecciones existen algunas irregularidades, pero a pesar de esas irregularidades los votos cuentan. El gobernador de un estado en este país es el candidato que más votos democráticamente sacó. Sin embargo, no es así con el Presidente del país. En estas últimas elecciones, por ejemplo, la candidata demócrata le lleva una ventaja de casi tres millones de votos al candidato republicano y cerca de 3 puntos porcentuales, sin embargo, a no ser que se dé un caso sin precedentes en la historia de esta nación, será el republicano el que tome posesión del cargo el mes que viene.
¿Cómo se puede llamar democrático un proceso electoral en el cual el que más votos saque se vaya para su casa, mientras el que menos saque se instale en la presidencia del país más poderoso del planeta? Y es precisamente este país el que tiene la manía de constantemente inmiscuirse en los procesos electorales de otros países.
En cuanto a los derechos humanos, algo similar sucede. Los Estados Unidos critica con regularidad a otros países del mundo por violaciones de los derechos humanos, sin embargo, los departamentos de policía de toda la nación violan y vuelve a violar los derechos de las minorías sin importarle lo que se diga de ellos. Si alguien les pregunta a los funcionarios federales por esas violaciones, se limitan a contestar que esos son casos locales y no una política nacional. No pasa un día en que algún agente policial no balee a un ciudadano de la raza negra en plena calle. Cuando ha habido manifestaciones populares como las ocurridas en Nueva York y San Francisco, los agentes policiales han sido bien generosos regando gas pimienta, gases lacrimógenos y palos por las cabezas de los manifestantes. Cuando los ciudadanos negros han salido a las calles a protestar por las violaciones de sus derechos, han sido apaleados por las llamadas fuerzas del orden, afirmando que crean el desorden público.
Han sido numerosos los casos de torturas físicas llevadas a cabo por la Agencia Central de Inteligencia y por los militares en Afganistán e Irak. La Base Naval de Guantánamo, convertida en prisión, ha sido un tenebroso lugar donde han sido torturados cientos de prisioneros sin la más mínima misericordia. Miles y miles de civiles indefensos fueron asesinados por los bombardeos a las ciudades de Afganistán e Irak.
¿Donde están los que dicen que los Estados Unidos es el país más respetuoso de la Carta Universal de los Derechos Humanos?
Decía Goebbels que, si una mentira se repetía una y otra vez, se volvía verdad. Únicamente por eso es que los Estados Unidos es el país más democrático del mundo y el que más respeta los Derechos Humanos. ¿Alguien se cree ese cuento?
*Lázaro Fariñas periodista cubano residente en los EE.UU.
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