"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

martes, 13 de marzo de 2018

Cuba hizo sus elecciones, normales y al mismo tiempo muy especiales


El primer vicepresidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel (i), y su esposa Lis Cuesta (d) antes de votar en las elecciones generales de diputados nacionales y provinciales hoy, domingo 11 de marzo de 2018, en Santa Clara (Cuba). ALEJANDRO ERNESTO AFP/Getty Images

El domingo más de 8 millones de cubanos estaban convocados a elegir delegados a asambleas provinciales y diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Estos últimos se reunirán en abril y elegirán al presidente y miembros del Consejo de Estado y de ministros.

Para la abrumadora mayoría de los cubanos, la elección de sus delegados a las Asambleas Municipales, que se realizó en noviembre del año pasado, como la destinada a nominar a sus delegados a las Asambleas Provinciales y también a sus diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, son una fiesta y un compromiso político.

Una fiesta porque hay participación y diálogo de vecinos y candidatos, sin tanques ni soldados ni los aparatos electorales pagos que se ven en cada comicio del mundo capitalista, caros como el que más. Y compromiso político porque los electores concurren en aras de su propia conciencia, pues saben que participar allí es una forma más de fortalecer la soberanía de su país y el rumbo socialista, perfectible, que viene desde la revolución de 1959.

Esta elección del 11 de marzo tuvo mucho de ambos condimentos. Estaban convocados a votar 8.740.569 cubanos, a partir de los 16 años de edad, que debían presentarse ante uno de los 24.470 colegios electorales y optar por los candidatos: 1.265 delegados para las Asambleas Provinciales y 605 a la Asamblea Nacional.

El informe de la Comisión Electoral Nacional (CEN) era que a las 14 horas del domingo ya habían emitido su voto más de 4 millones de personas, el 68,5 por ciento del total. El informe final de la CEN presidida por Alina Balseiro dará números más elevados, como ocurre en todas las elecciones cubanas, para desesperación y odio de su mal vecino norteamericano y gobiernos sumisos a Washington en la región.

Lo que viene

Cuando los delegados y diputados hayan sido electos y proclamados, vendrá el tiempo de la conformación de las Asambleas de ambos niveles. Por razones obvias la más importante es la de nivel nacional, que constitucionalmente tiene el deber de elegir de entre sus miembros, votación mediante, al presidente del Consejo de Estado y de Ministros, y a los 31 miembros de ambos consejos.

Como no pueden con su genio de difamar a la revolución cubana, los que sintonizan la onda de Washington también cuestionan que en la isla la elección presidencial “no es directa”. En muchos países tampoco lo es, casos de Alemania, el Reino Unido o España, donde el jefe de gobierno es electo y eventualmente removido por el parlamento, pero como son parte de la matriz capitalista mundial no merecen ninguna crítica. Cuba sí, aun cuando su sistema electoral es infinitamente más democrático que el de sus detractores. Los candidatos surgen de asambleas de vecinos, sin un partido que los mocione; se los elige de abajo a arriba, no hay costosas campañas electorales, los electos son removibles y no cobran sueldo por legislar, entre muchas otras virtudes que no se ven en el Capitolio (allí la mayoría son millonarios, aunque en EE UU la proporción de tales es de 1,4 por ciento de la población, lo que trasunta que esa democracia es como la definió Fidel Castro, una plutocracia, el gobierno de los ricos).

Si el comicio de ayer fue muy normal en participación y limpieza, tras el ensayo general del 4 de marzo, con los niños pioneros como custodios de las urnas, también hubo algo extraordinario. Es sabido que el 19 de abril la Asamblea Nacional del Poder Popular va a elegir a un presidente que no será miembro de la Generación Histórica de la Revolución. Raúl Castro, de 86 años, cumplirá su promesa y la ley a la vez, de que sólo se puede estar en esos cargos de gran responsabilidad dos mandatos, en total 10 años.

¿Díaz-Canel?

Habrá que esperar hasta el 19 de abril, pero en principio la mayoría de los trascendidos y estimaciones extraoficiales suponen que el elegido presidente será Miguel Díaz-Canel, actual vicepresidente primero, ingeniero de profesión, de 57 años de edad. El domingo emitió su voto en Santa Clara, haciendo como el común de los mortales 20 minutos de cola con los vecinos.

Allí la prensa pudo abordarlo y tomar sus impresiones sobre la jornada. Sin omitir sus referencias a la importancia de la jornada, que él valoró como homenaje a Fidel Castro y en apoyo al presidente, el todavía vicepresidente daba en el clavo de las dos grandes tareas que tiene ante sí. “Tenemos un reto ideológico, un reto que es la lucha contra la hegemonía de valores seudoculturales que se tratan de imponer y debemos enfrentarlo desde nuestras esencias, convicciones y valores desde una plataforma emancipadora. Al reto ideológico se suma el reto económico, el de continuar la actualización de nuestro modelo económico-social”, puntualizó.

Así aludía al desafío de la actualización del modelo económico cubano, sustentable, basado en el Estado pero con más todas las variantes del cuentapropismo, las Pymes y aún el capital extranjero, que permitan un mejoramiento de las condiciones de vida de los 11 millones de cubanos. En 2017 el crecimiento del Producto Bruto Interno fue de apenas 1,6 por ciento. Para este año se planificó un 2, todavía lejos de aquellas metas.

Es cierto que las condiciones del bloqueo norteamericano, recrudecido por Donald Trump con su orden ejecutiva del 16 de junio de 2017 desde La Florida, complica aquel crecimiento. Siendo esa la base de la dificultad, Díaz-Canel sabe que hay mucho por mejorar en cuanto a corregir falencias propias. Hay desviaciones internas, errores, cierta mentalidad burocrática, indisciplina laboral, casos de corrupción y otros asuntos que sólo los cubanos podrían resolver.

¿Podrá esta relativamente joven guardia solucionar esos problemas y otros que tienen que ver con la situación regional, donde su aliada Venezuela es atacada impiadosamente por el imperio, con lo que implica política y económicamente para toda América Latina y el Caribe?

Obvio que nadie vive para siempre y Fidel se fue en noviembre de 2016, y Raúl deja la presidencia en un mes. Tremenda prueba para los que tomen el relevo. Si son elegidos para esos cargos se supone que han hecho méritos propios y están calificados para gobernar. De todos modos la transición no será simple ni fácil. Lo bueno es que el actual presidente, al dejar el cargo, mantendrá el de Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, por lo menos hasta el VIII Congreso en 2012. Y desde el partido dará una mano a quienes lo reemplazaron en el gobierno.

Raúl Castro no tendrá un retiro muy tranquilo. El nuevo presidente y varios de los ministros, donde ninguno en principio será de la Generación Histórica, lo llamarán dos por tres. “Un padre que da consejos, más que padre es un amigo”, dice nuestro Martín Fierro.

Desesperación yanqui

La mejor demostración de que los cambios en Cuba vienen bien y en principio marcharán mejor, lo dieron varios ejemplos, algunos muy burdos, del intervencionismo de la administración Trump antes de esta elección cubana.

Si Washington quería avanzar en sus planes de derrota de la revolución cubana y restauración del capitalismo, lo mejor habría sido el silencio de radio. No meterse. Que sus amigos en la isla, que los tiene, por supuesto, sobre todo en los mercenarios pero también debe en admiradores del “american way of life”, se encargaran no digamos de ganar las elecciones del domingo pero al menos participar y sacar unos cuantos votos para demostrar cierta entidad política. O de denunciar con pruebas el supuesto fraude del comunismo caribeño.

Es tan famélica la fauna anticastrista en el interior de Cuba, que como siempre el gasto tuvo que correr por cuenta del Departamento de Estado, la USAID, NED y demás colaterales de la CIA, las infamias de los diarios del Grupo de las Américas de la SIP, etc.

A fines de enero pasado, el Departamento de Estado dio la orden de crear una “fuerza de tareas” con elementos de su ministerio y miembros de las “organizaciones no gubernamentales” a fin de poner en práctica un plan para intervenir en Internet en Cuba. Ese libreto tiene similitudes con uno anterior, llamado ZunZuneo, apuntado a los jóvenes isleños como versión de Twitter, que fracasó igual que Radio Swan, Radio y Televisión Martí y otras formas de injerencia mediática.

Intentaron desconocer las elecciones, aprovechando esa coyuntura para golpear el prestigio de Cuba, pero no tuvieron éxito. La justa réplica de la cancillería de Bruno Rodríguez Parrilla, dejó tirantes las relaciones, más de lo que ya estaban.

Y menos resultado podían tener con la otra jugada: inventaron un seudo premio a entregar por una entidad mercenaria de la isla, la “Fundación Oswaldo Payá”. Iban a recibirlo dos expresidentes que de tanto agacharse ante el imperio tienen graves deformaciones de columna: el colombiano Andrés Pastrana y el boliviano Jorge Quiroga. Llegaron en un vuelo de Avianca el 8 de marzo y ese mismo día fueron puestos por las autoridades cubanas en el siguiente avión que volvía a Colombia. Tampoco le dieron visa a Luis Almagro, el titular de una OEA que ha reverdecido la marca de “ministerio de Colonias de EE UU” con que brillantemente la designara el entonces canciller cubano, Raúl Roa.

A ver si se entiende. Cuba tiene su socialismo, su sistema político, sus elecciones y su cultura. Y dirime sus problemas en unidad, entre ellos, sin darle bola a la Casa Blanca y sus satélites


https://www.alainet.org/es/articulo/191568

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