"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

domingo, 1 de junio de 2014

El Índice de Desarrollo Humano y la desigualdad en los países de medios y bajos ingresos: Un análisis empírico para América Latina y el Caribe


Autor(es): MSc.Duniesky Feitó Madrigal; MSc. Malena Portal Boza

Resumen

Tradicionalmente, los estudios sobre el Índice de Desarrollo Humano (IDH), se han enfocado a la evaluación de estos a través de medidas de indicadores de logro social. El presente trabajo adopta una visión alternativa y más integral de estos enfoques al vincular medidas de desigualdad económica. En ese sentido, se decidió analizar la relación estadística entre los gastos en educación, los gastos de salud y el Índice de Gini, con el IDH. Con datos de diez países de América Latina y el Caribe, mediante una metodología de datos de panel dinámico, se encontró una relación positiva y estadísticamente significativa entre los gastos de salud y educación con el IDH; también se encontró una relación negativa y estadísticamente significativa entre el Índice de Gini y el Índice de Desarrollo Humano.

Introducción

El enfoque de desarrollo humano propuesto por el Programa de Naciones Unidas para elDesarrollo (PNUD) establece que aquello que un individuo puede ser o hacer define su calidad de vida como persona. La libertad que gozan los individuos para elegir formas de vida alternativas en función de los objetivos establecidos por ellos es indicativa del desempeño de una sociedad que respeta y promueve el valor de sus miembros. El objetivo básico del desarrollo es ampliar las oportunidades abiertas a las personas para vivir una vida saludable, creativa y con los medios adecuados para participar en su entorno social. Dentro de este enfoque el PNUD ha desarrollado un índice para medir el nivel de Desarrollo Humano alcanzado por los países, el Índice de Desarrollo Humano (IDH).

El IDH mide el progreso medio conseguido por un país en tres dimensiones básicas del desarrollo humano: disfrutar de una vida larga y saludable, medida a través de la esperanza de vida al nacer; disponer de educación, medida a través de la tasa de alfabetización de adultos (con una ponderación de dos terceras partes) y la tasa bruta combinada de matriculación en primaria, secundaria y terciaria (con una ponderación de una tercera parte); disfrutar de un nivel de vida digno, medido a través del PIB per cápita en términos de la paridad del poder adquisitivo (PPA) en dólares estadounidenses (US$). Para calcular el IDH se crea un índice para cada una de estas dimensiones (los índices de esperanza de vida, educación y PIB), para lo cual se escogen valores mínimos y máximos para cada uno de los tres indicadores. Luego, se calcula el IDH como simple promedio de los índices de los componentes.

El desarrollo humano es un paradigma normativo y supone no sólo la ampliación de las capacidades humanas, sino también la equidad en su distribución. Tanto la acumulación de los resultados en elites económicas o de poder, como la persistencia de la pobreza, entendida como la negación de esas capacidades, son consideradas formas esencialmente injustas. Los logros (en el sentido de avances en el IDH), la desigualdad y la pobreza son tres posibles resultados del mismo proceso y deben analizarse conjuntamente. El IDH muestra la tendencia promedio de los avances de una sociedad, pero no evidencia la forma como se distribuyen esos avances. Frecuentemente, esos logros sólo benefician a una parte de la población, produciendo sociedades estratificadas en las que las capas altas gozan de un alto bienestar y acceso al poder, mientras que grupos menos desfavorecidos, usualmente mayoritarios, luchan por sobrevivir en condiciones de pobreza.

Según el PNUD, Latinoamérica es la región más desigual del mundo. Existen razones normativas y prácticas que determinan que los altos niveles de desigualdad constituyan un obstáculo para el avance social. La desigualdad y sus rostros visibles en la sociedad son una realidad incuestionable para cualquier ciudadano. La noción de que dicha desigualdad es inaceptable desde un punto de vista normativo e instrumental ha sido discutida durante muchos años en las ciencias sociales y la filosofía política. Sin embargo, subsisten distintas visiones sobre qué tipo de desigualdad es relevante y debe ser prevenida mediante la acción pública. Tras esta discusión subyacen distintas “ideas de justicia” que pre­sentan visiones diferentes acerca de la desigualdad y su relación con el desarrollo humano.

Uno de los aspectos centrales de esta discusión se relaciona con la dimensión en la cual se mide esta desigualdad. Es posible hablar de desigualdad de oportunidades, desigualdad de acceso a posibilidades de “ser” o “hacer” (denominadas funcionamientos en el marco que plantea este Informe), desigualdad de ingresos, educación u otros indicadores de logro social, así como desigual­dad en términos de participación e influencia política, entre otras dimensiones relevantes. En todos los casos, la desigualdad es resultado de una combinación de elementos y no puede ser explicada por una causa aislada.

Debido a la importancia que reviste la desigualdad en el desarrollo humano a nivel mundial, y en particular en los países de medianos y bajos ingresos, ha surgido el interés de expertos en diversas ciencias por estudiar este fenómeno. En el ámbito económico y social hay una amplia gama de trabajos que han contribuido a entender la naturaleza de estas relaciones. Existen, por ejemplo, los que analizan la repercusión del gasto público en el IDH. Entre ellos destacan, De la Torre (2004), López Azcúnagua, Machin Álvarez (2008). De la Torre (2004) estudia la influencia del gasto público por entidad federativa en México y su influencia en el Desarrollo Humano a nivel estatal. López Azcúnagua, Machin Álvarez (2008) evalúan la relación del IDH con el estado de bienestar y analizan para ello la relación entre los gastos de salud y educación con el IDH para países europeos de IDH alto, países latinoamericanos de ingresos medios y países africanos de con niveles de desarrollo humano bajo. Otros estudios como el de Montesino Cedillo (2008) comprueba el efecto del acceso a servicios básicos (agua) en los niveles de desarrollo humano en el estado de México. En ese sentido también hay otros estudios que investigan la incidencia de las políticas de descentralización pública sobre los niveles de desarrollo y desigualdad interregional en América Latina (ver González 2011). En su totalidad, la mayor parte de estos trabajos se han enfocado a analizar los determinantes de desarrollo humano a través de medidas de desigualdad en indicadores de logro social, y aunque se sabe que la desigualdad de los ingresos es una de las mayores problemáticas que enfrenta ALC en relación al desarrollo humano, no se encontraron estudios precedentes en la literatura consultada que relacionaran estos factores a partir de un enfoque econométrico.

A diferencia de la literatura existente, en este artículo se revisa la relación del IDH con variables representativas de logro social y de desigualdad en términos económicos con el objetivo de poder evaluar la relevancia de estas desigualdades en el IDH. También este trabajo se caracteriza por incorporar al análisis el uso de variables instrumentales propuesto por Hausman y Taylor (1981) a partir de que las desigualdades en las dimensiones de salud, educación e ingresos pueden estar relacionadas con determinantes no observadas en el desarrollo humano. En tal sentido, se trata de comprobar cuál es el grado de influencia de la desigualdad en los ingresos, representado a través del Índice de Gini, los gastos de educación y salud, en el desarrollo humano, es decir medir la elasticidad del IDH en función de las variaciones ocurridas en cada una de las variables contempladas en el modelo desde una perspectiva de largo plazo. El estudio abarca diez países de América Latina y el Caribe (ALC).

Partiendo de la conceptualización de las variables seleccionadas y las tendencias observadas en ALC en relación al desarrollo humano, razonablemente pudiera esperarse una relación positiva entre el IDH y los esfuerzos que realizan los diferentes países en los gastos de educación y salud. También se espera encontrar una relación negativa entre el IDH y el Índice de Gini.

La estructura del documento se presenta en el siguiente orden: en la primera sección se hace una revisión del estado del arte de los principales aportes teóricos y empíricos referentes al desarrollo humano y su relación con las variables seleccionadas para el estudio. En esta sección se presentan además los aportes empíricos desde la visión de América Latina, lo cual permitirá tener un referente en cuanto al comportamiento de las variables en el marco de la región.

En la segunda sección se presenta evidencia empírica relacionada con el desarrollo humano de los países que son centro de análisis de la investigación, en el marco de una metodología de datos de panel que permitirán determinar el comportamiento de las variables seleccionadas en relación al desarrollo humano de los países objeto de análisis.

Finalmente, la sección tres presenta las principales conclusiones obtenidas de las estimaciones del modelo, contrastando los resultados con los estudios teóricos y empíricos analizados como parte de la investigación.

SECCIÓN 1. Marco teórico y referencial de la investigación

Desarrollo humano e índice de desarrollo humano (IDH).


Durante la década del 80 se abrió paso en los circuitos académicos el pensamiento del economista hindú, Amartya Sen, sobre el desarrollo, conocido como el enfoque de las capacidades. Esta concepción está detrás de la propuesta del "desarrollo humano" elaborada por Naciones Unidas en los 90. En 1998, Sen recibió el Premio Nóbel de Economía y hacia comienzos del siglo XXI es indiscutible la influencia de su enfoque en organismos internacionales y en la comunidad académica.

El "enfoque de las capacidades" de Sen se basa en la Teoría de la Justicia de John Rawls (1971), quien define la privación como la disponibilidad de "bienes primarios" (bienes materiales o libertades básicas), con los cuales las personas pueden perseguir fines diferentes. Sin embargo, a diferencia de Rawls, Sen llama "capacidades" lo que la persona puede ser o hacer ("opciones") y lo que efectivamente llega a ser o hacer ("logros") y no los bienes de los que dispone. En este sentido, la provisión de bienes es necesaria pero no suficiente para entregarle a la persona una mayor gama de opciones. "Aunque los bienes y servicios son valiosos, no lo son por sí mismos. Su valor radica en lo que pueden hacer por la gente o más bien, lo que la gente puede hacer con ellos".

En su libro Desarrollo y libertad (1999), Sen concibe el desarrollo como un proceso de expansión de las libertades reales de las que disfrutan los individuos, libertades que se refuerzan mutuamente. "El desarrollo tiene que ocuparse más de mejorar la vida que llevamos y las libertades de que disfrutamos. La expansión de las libertades que tenemos razones para valorar no sólo enriquece nuestra vida y la libera de restricciones, sino que también nos permite ser personas sociales más plenas”.

La obra de Sen ha influido en el "enfoque del desarrollo humano" adoptado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, desde los 90 y en la evaluación de los logros alcanzados por los diversos países sobre un conjunto de dimensiones más amplias que la variación de Producto Interno Bruto per cápita, los que se han plasmado en los informes de desarrollo humano.

En este sentido, el Primer Informe del Desarrollo Humano afirma que "el desarrollo humano es un proceso mediante el cual se amplían las oportunidades de los individuos, las más importantes de las cuales son una vida prolongada y saludable, el acceso a la educación y el disfrute de un nivel de vida decente. Otras oportunidades incluyen la libertad política, la garantía de los derechos humanos y el respeto a sí mismo".

Lo anterior implica que para evaluar el desarrollo deben tomarse en cuenta la magnitud del crecimiento económico y su calidad. Por tanto, también hay que abordar la desigualdad El Primer Informe reconoce, asimismo, que las oportunidades no son un conjunto acotado. Ellas pueden variar en el tiempo, muy vinculadas a las características de cada sociedad y a su contexto histórico.

Los informes de desarrollo humano de 1992 y 1993 han incluido en la definición de desarrollo humano las dimensiones de sostenibilidad y de participación. Rodrigo Márquez (2006) indica que el desarrollo humano es una manera distinta de abordar lo social, ya que el énfasis está puesto en las personas y no en los sistemas sociales como la economía. Es una mirada multidimensional que abarca distintos aspectos de las vidas como lo material, lo cultural y lo espiritual. Es una visión que tiene al largo plazo como horizonte temporal, que se preocupa por el futuro. Asimismo, implica un enfoque normativo porque hay principios que están en la base de la sociedad deseada, y que constituyen el marco para evaluar su estado actual.

Márquez señala que los factores principales del desarrollo humano son:

• La potenciación, entendida como el incremento de las capacidades de las personas para hacer las cosas que estiman valiosas.

• La productividad, como capacidad de las personas de participar en el sistema económico.

• La seguridad, como certezas que permitan estabilidad en las oportunidades disponibles para las personas.

• La sostenibilidad, entendida como la capacidad de que las personas desplieguen al máximo su potencialidad sin comprometer las posibilidades de que las generaciones futuras hagan lo mismo.

• La participación, que posibilita que las personas sean gestoras de su propio desarrollo.

• La equidad, espacial y de género, que implica reconocer que el desarrollo humano debe ser de todos.

En 1990, el economista pakistaní Mahbub ul Haq planteó la necesidad de disponer de un instrumento que disputara la hegemonía de los indicadores económicos en el análisis del desarrollo y acompañara el concepto de desarrollo humano con datos de los éxitos y fracasos de los países desde una perspectiva comparada. Así nació el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que mide las capacidades humanas en tres dimensiones fundamentales: salud, educación e ingresos.

El IDH da una idea de cuán lejos está una sociedad de una meta ideal de desarrollo humano. Varía entre cero y uno. Un valor cercano a uno implica que se ha alcanzado la meta de desarrollo.

Índice de desarrollo humano: críticas paralelas
Durante sus veinte años de existencia el IDH ha suscitado gran cantidad de críticas. Como señalan Raworth y Stewart (2002), algunas han sido asimiladas y se han incorporado en el propio índice, pero otras siguen estando aún presentes.

Según la Oficina Mundial de Desarrollo Humano en relación a los conceptos del IDH, plantea que otras dimensiones del desarrollo humano como la ambiental o la seguridad aún no están incorporadas en el IDH. Otro planteamiento es que el desarrollo humano no debería medirse en un índice compuesto, sino a nivel de los indicadores individuales, en ese sentido se plantea que la ponderación que se asigna (un tercio a cada componente) es arbitraria y presume una función de bienestar social.

El Informe Mundial del PNUD de 1999 introdujo un cambio en el cálculo del índice. Esta modificación afectó el ordenamiento de los países en uno de los tres subíndices que lo componen: el PIB por habitante (los otros dos se refieren a la esperanza de vida al nacer y un subíndice de educación que combina el alfabetismo entre los adultos y la tasa de matrícula en los tres niveles de enseñanza).

Para responder a la crítica que se le había hecho al IDH en lo que respecta al procedimiento de incorporar en el cómputo el PIB por habitante (“castigaba” desmesuradamente a los países de nivel medio y alto de ingreso), posteriormente se utilizó una nueva función para ordenar los países en esa dimensión. Al igual que la anterior, la nueva función también suaviza el efecto del PIB per cápita en el índice, pero de una manera menos acusada.

En la versión anterior se daba una ponderación muy elevada al ingreso por habitante por debajo de cierto umbral (cercano a US $5.000 en dólares de poder adquisitivo de paridad), la cual disminuía drásticamente a partir de dicho valor (PNUD, 1999)

En la versión actual, la función que permite obtener el puntaje de cada país en el subíndice de ingreso del IDH es la siguiente:

W(Y) = (logY – logYmín) / (logYmáx– logYmín) ……… (1)

En esta expresión, logY es el logaritmo del PIB per cápita (en dólares de poder adquisitivo de paridad) del país en cuestión y logYmáx y logYmín son los límites entre los que se consideró varía el logaritmo del PIB per cápita. Los límites se establecieron en log(40.000) y log(100), respectivamente.

En ese sentido y a partir de esta nueva concepción del cálculo del IDH, varios estudios [1] han demostrado que este procedimiento, al igual que el anterior, “castiga” a los países de nivel de ingreso medio y alto (superior a 5.000 dólares) lo que hace que el IDH sea muy poco sensible, incluso a aumentos importantes del ingreso per cápita en los países que han superado ese umbral, como es el caso, en América Latina.

Este ejemplo revela que el índice es poco sensible al crecimiento económico de mediano plazo. Las consecuencias son obvias para un amplio grupo de países de ingreso cercano o superior al ingreso mediano. Esta es una limitación importante del IDH, particularmente en las circunstancias actuales, en que el crecimiento elevado y sostenido desempeña un papel cada vez más decisivo en el nivel de bienestar presente de la población y en el de las generaciones futuras debido a la alta rigidez de la distribución del ingreso.

Agrava lo anterior la circunstancia que el índice no incorpora explícitamente la desigualdad en la distribución del ingreso. Esto implica, por ejemplo, que un país de PIB per cápita de nivel mediano, cuya economía crece a una tasa baja y lo hace con aumento de la desigualdad lo que puede traducirse en una baja del ingreso de los estratos más pobres, obtiene al final del período un puntaje en el IDH similar al del comienzo.

Todo lo anteriormente expuesto indica que es necesario revisar la forma en que se calcula el subíndice de PIB per cápita y explorar formas de incorporar explícitamente en el IDH una corrección por nivel de desigualdad en la distribución del ingreso

Los niveles de desigualdad y el IDH en los países de América Latina y el Caribe
La humanidad ha ido evolucionando y conociendo cada vez más profundamente la naturaleza de los fenómenos de la realidad físico natural y social; conocimiento que, en parte, ha contribuido al progreso de la humanidad. Ese proceso, vinculado con el desarrollo de las sociedades y las potencialidades individuales, ha sido un largo y tortuoso camino, en el cual muchos pueblos y personas han quedado al margen del progreso, alcanzado por pocas sociedades en el mundo.

Según el PNUD, en su informe regional sobre desarrollo humano para América Latina y el Caribe 2010, los países de ALC se encuentran entre los más desiguales del mundo en ingreso per cápita de los ho­gares: 10 de los 15 países más desiguales del mundo pertenecen a esta región (UNU/WIDER, 2008; Gasparini et al., 2009a). Así, el coeficiente de Gini del ingreso de ALC es 65% más alto que en los países de ingresos altos, 36% más elevado que en los paí­ses del Este Asiático y 18% superior al del África Subsahariana (López-Calva y Lustig, 2010).

Por subregiones, la desigualdad muestra una disminución constante en América Central, mientras en el Cono Sur y la Región Andina se incrementó durante los años noventa, y apenas hacia la mitad de la década siguiente registró una disminución importante (Gasparini et al., 2009a; López-Calva y Lustig, 2010). Sin embargo, los niveles de desigualdad en los países de la región aún son muy altos: Bolivia, Haití y Brasil, por ejemplo, reportan un índice de Gini superior a 55 %

Al considerar las desigualdades en acceso a servicios de infraestructura básica, medidas con base en la disponibilidad de agua potable y electricidad, se observa respecto al cambio en el acceso al agua potable en el hogar, la brecha entre ambos grupos aumentó en Ecuador, Nicaragua y Venezuela, y en Gua­temala, Honduras y Bolivia ocurrió lo mismo con el acceso a la electricidad

Según el PNUD en su informe del 2010, desde la perceptiva de logros sociales, el índice de educación es el que más “aporta” al nivel del IDH en la mayoría de los países de la región con excepción de Bahamas, Costa Rica, Dominica, Guatemala, Belice, Haití, Nicaragua y Trinidad y Tobago. Esto se debe a que en décadas recientes la expansión del acceso a la educación en la región se caracterizó por una amplia cobertura, que propició una notable disminución del analfabetismo y un aumento de las tasas de asistencia escolar (Gasparini et al., 2009a). En cuanto al índice de salud, su contribución al valor del IDH fluctúa entre 29% y el 38 %. El índice de ingresos, por el contrario, es el que menos contribuye al IDH. Esta información indica que, en principio, la dimensión del ingreso es uno de los mayores desafíos para los países de la región, pues además de su bajo nivel relativo muestra, como se vio anteriormente, una mayor desigualdad.

SECCIÓN 2. Especificación del modelo econométrico

Para validar empíricamente la hipótesis de que los gastos de salud, educación y la distribución de los ingresos (índice de Gini) contribuye al desarrollo humano de los países se utiliza un modelo de regresión con datos de panel, ya que la información combinada de los datos de panel proporciona "una mayor cantidad de datos informativos, más variabilidad, menos colinealidad entre variables, más grados de libertad y una mayor eficiencia", Gujarati (2004). La información de corte transversal que compone el panel de datos consiste en un conjunto de ecuaciones, una por cada país, un total de 10 países de América Latina. En ese sentido fueron seleccionados los siguientes países: Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, El Salvador, México, Bolivia, República Dominicana, Honduras, Panamá y Guatemala. La información de series de tiempo corresponde al periodo 2005-2010 de forma anual. La representación general del modelo de ecuaciones con datos de panel es:

y it = ά it +X it ‘β i + ε it

i= 1, 2,3,..., N

t=2005………,2010

donde, el vector de la variable endógena o explicada yit es el índice de desarrollo humano con i representando el subíndice del país que tiene un máximo de N observaciones transversales y t el subíndice de tiempo que tiene un máximo de T periodos. Xit es una matriz de variables explicativas que incluye a los gastos de salud, los gastos en educación y el Índice de Gini. αit es el vector del intercepto que puede ser interpretado como las características individuales de cada país, las cuales podrían ser comunes o específicas, y εit corresponde a los términos de perturbación o error, el cual recoge todos aquellos elementos que afectan al IDH pero no son considerados explícitamente en el modelo.

2.1 Análisis de las variables
En el modelo propuesto para explicar el comportamiento del IDH para la muestra de países seleccionados se incluyen como variables explicativas, los gastos en educación, los gastos de salud y el Índice de Gini. En el cuadro 1 se describe las características fundamentales de las variables seleccionadas. (Por las características de esta página no se pueden visualizar las tablas elaboradas)

El cuadro 2 (No visible aquí) muestra las estadísticas que permiten describir el comportamiento de las variables estudiadas. De estos datos se pueden señalar tres aspectos fundamentales, en primer lugar los países seleccionados para el estudio se encuentran en el rango de 0.70 y 0.59 según la escala del PUND (nivel de desarrollo humano medio); el coeficiente de Gini por su parte evidencia una elevada diferenciación en la distribución de los ingresos que sobrepasan como promedio el 51 % de inequidad. Por otro lado y según los datos relacionados a los gastos de salud y educación, todo parece indicar que en el grupo de países seleccionados se destina una mayor cantidad de recursos hacia los servicios de salud y en menor medida a la educación.

Como se puede apreciar en el análisis gráfico, (No publicado en esta página y sí en el material original) existe una relación negativa entre el Índice de GINI y el IDH, así como una relación positiva entre los gastos de salud y educación y el Índice de Desarrollo Humano. La evidencia gráfica demuestra que en el periodo analizado y para el grupo de países seleccionados, esta relación persiste en el tiempo. Es importante señalar que estos resultados no difieren de lo esperado, ya que estos efectos están en correspondencia con los elementos teóricos abordados.

SECCIÓN 3. Análisis de los resultados

En el modelo estimado la variable dependiente corresponde al IDH, en función del gasto en educación, salud y el Índice de Gini. De acuerdo a las pruebas de hipótesis (ver cuadro 3), se estimó un modelo de Efectos Aleatorios. También, a partir de la posibilidad de existencia de correlaciones en las variables explicativas y de obtener estimadores de MCO inconsistentes, se decidió incorporar al modelo variables instrumentales. Como es conocido el IDH incluye variables asociadas a la educación, la salud y riqueza. En ese sentido, existe una posible relación causal entre las variables explicativas propuestas y el Índice de Desarrollo Humano, así como la existencia de características no observadas de educación, salud e ingresos, que pueden asumirse como un componente del término de error de la ecuación que se pretende estimar como parte del estudio. La posible causalidad entre las variables gasto de salud, educación e Índice de Gini y el Índice de Desarrollo Humano necesitará, por lo tanto de estimaciones con variables instrumentales, así como de la disponibilidad de los instrumentos adecuados. Con respecto a los instrumentos seleccionadas para explicar el Desarrollo Humano asociado a dimensiones de desigualdad, se retoma el enfoque de capacidades de Amartya K. Sen, quien argumenta que el problema fundamental de la de la desigualdad es la ausencia de las capacidades básicas, donde las capacidades básicas son las cualidades, las características específicas que tiene o no el individuo y que son definidas por este autor como la educación, la nutrición, accesos a servicios básicos y la vivienda, que representan tanto la posibilidad de autodeterminarse y participar en sociedad, como la posibilidad para generar ingresos. A partir de esta conceptualización fueron seleccionados como instrumentos, promedio de años de escolaridad, % de la población con acceso a servicios básicos de calidad (agua) y el porciento de la población que vive con menos de 2 dólares diarios. Para validar si los instrumentos son pertinentes se aplica la prueba de Sargan, en esta prueba la hipótesis nula es que los instrumentos son válidos. Según los resultados de la prueba de Sargan (0.57) se demuestra que los instrumentos no están correlacionados con el término de error lo que confirma que la validez de los mismos. La información analizada para estos instrumentos fueron obtenidas del Banco Mundial y de la Base de Datos de Barro y Lee (2012) para el caso del promedio de años de escolaridad.

Se analiza la información disponible entre 2005-2010. Como se puede apreciar y de acuerdo a las pruebas realizadas, el modelo de panel dinámico es el modelo más adecuado para explicar la relación de las variables seleccionadas con en IDH. Es importante señalar que la incorporación de los instrumentos permitió incrementar los niveles explicativos del modelo. Los resultados del estudio demuestran que existe una relación positiva y estadísticamente significativa al 5 % entre los gastos de educación y salud y el IDH. Por otro lado y corroborando la hipótesis planteada en la investigación, los resultados demuestran la existencia de una relación negativa y estadísticamente significativa al 5 % entre el índice de Gini y el IDH, es decir a mayores niveles de desigualdad en los ingresos, los países muestran menores niveles de desarrollo humano. Este último resultado está en correspondencia con la evidencia empírica de investigaciones precedentes que demuestran que las principales diferencias en América Latina y el Caribe están relacionadas a la distribución de los ingresos. Ambos resultados evaluados en el largo plazo nos permiten explicar las posibles variaciones que pueden sufrir estos países en el IDH ante modificaciones en los gastos de educación, los gastos en salud y el índice de Gini. En tal sentido pudiera esperarse que por cada variación en un 1 % de los gastos de educación, el IDH pudiera incrementarse o disminuir en 19%. En relación a los gastos de salud se espera que un incremento o disminución del 1 % de estos valores pudiera ocasionar variaciones en el IDH en un 28 %. Por otro lado, si se incrementa o disminuye la desigualdad de los ingresos en un 1 %, el IDH pudiera sufrir variaciones en un 30% puntos para la muestra de países seleccionados.

Consideraciones Finales
Los resultados mostrados como parte de esta investigación permiten afirmar que las variables, gasto en educación, gasto en salud y el Índice de Gini explican la evolución del Índice de Desarrollo Humano para la muestra de países seleccionados.

Los resultados obtenidos corroboran la hipótesis inicial de la investigación de la existencia de una relación positiva y estadísticamente significativa entre los gastos de educación, salud y el IDH, así como la existencia de una relación negativa y estadísticamente significativa entre el IDH y el Índice de Gini. Cabe destacar que para explicar el IDH hay que tener muy en cuenta la diferencia en la distribución de los ingresos ya que un 30 % de su valor está explicado por la evolución de dicha variable

Estos resultados, y en específico la relación de Índice de Gini con el IDH, pudieran contribuir al debate actual de diferentes autores que plantean la necesidad de contar con una medida de equidad económica que se acerque un poco más a la realidad actual, pues como quedó demostrado en la investigación está dimensión tiene una estrecha relación con el IDH en países de ingresos medios y bajos.

Por último los resultados del estudio permiten corroborar que ALC enfrenta la necesidad de avanzar decisivamente hacia sociedades mucho más equitativas, donde la distribución de los ingresos juega un papel primordial en el desarrollo humano.

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[1] Martín, Domínguez, R; Garvi, Guijarro, M. El excesivo peso de la dimensión económica en el Índice de Desarrollo Humano: el caso de América Latina y el Caribe. Cátedra de Cooperación Internacional y con Iberoamérica, Universidad de Cantabria. 2007

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