Por: Paul Krugman
Mitt Romney está recibiendo muchas críticas de su propio bando últimamente, lo que parece prematuro: esto todavía no ha acabado ni mucho menos. Pero permítanme decir que incluso si se pasa la noche de las elecciones llorando en su ascensor para coches, las críticas de la derecha están siendo injustas.
Sí, es un candidato bastante malo, pero el problema básico es su partido, no él.
Después de todo, ¿en qué puede basar Romney su campaña? Es cierto que no ha facilitado detalles sobre sus políticas económicas, pero es porque no puedo hacerlo. La base del partido exige recortes de impuestos, pero también exige que se haga pasar por un partidario de la línea dura en materia de déficit. No puede hacer ninguna de las dos cosas de una forma coherente sin atacar salvajemente Medicare y la Seguridad Social, aunque en realidad está tratando de basar su campaña en la afirmación de que el presidente Obama es la amenaza para Medicare. En los temas fiscales, las evasivas y la confusión son sus únicas opciones.
Y no, Paul Ryan, su compañero de candidatura, no ha demostrado que pueda hacerse de forma diferente. Su plan, como he documentado muchas veces, era un fraude. Además, Ryan es básicamente una creación de la clase dirigente de Washington. La leyenda de Ryan se basaba en el deseo de los tipos de Washington de designar a un conservador serio y honrado, pero expónganle a una escena más amplia, y todo se desmorona.
Romney tampoco puede hacer lo que hizo George W. Bush, que se presentó a las elecciones como el defensor de EE UU frente a los terroristas homosexuales casados.
En primer lugar, ese viejo tema socorrido, la seguridad nacional, no está funcionando. Entre el desastre en Irak de Bush y el hecho de que Obama fuese el que atrapase a Osama bin Laden, la idea de que solo el Partido Republicano defenderá a EE UU no sirve en el futuro previsible. Y a estas alturas, los temas sociales están yendo por mal camino casi seguro que hay más mujeres adineradas que votarán contra el partido de Todd Akin que votantes blancos de la clase trabajadora que castigarán a los demócratas por apoyar el matrimonio homosexual.
Y está el problema de fondo de la disminución del número de blancos en el electorado estadounidense. Todavía pueden ser unas elecciones reñidas gracias a la debilidad de la economía, y un candidato mejor que Romney podría tener más posibilidades de ganarlas.
Pero los principios fundamentales a largo plazo no son buenos para los republicanos.
Los engaños de un supuesto experto
Dave Weigel, un redactor político de Slate, se divirtió un poco con los periodistas crédulos que están seguros de que Paul Ryan debe ser un Experto Muy Serio porque, agárrense, usa PowerPoint. ¡Con gráficos de sectores!
Esto es realmente increíble.
Miren, conozco a expertos, y Ryan no es un experto. Sí, le gustan los gráficos y las diapositivas, pero no está muy claro que sepa lo que significan realmente sus números. Cuando se hizo público el famoso plan, quedó bastante claro que nunca se había dado cuenta de que el pronóstico de la Fundación Heritage sobre el impacto de su plan hacía una afirmación totalmente ridícula sobre lo que pasaría con el desempleo. Y tampoco se dio cuenta de que sus suposiciones sobre el gasto discrecional exigirían recortar dicho gasto -¡incluido el de defensa!– hasta unos niveles que no se han visto desde Calvin Coolidge.
Una pregunta que uno podría plantearse es si Ryan es consciente de que en realidad no es un experto, de que solo interpreta a uno en televisión. Puede que no.
Una parte de lo que dice parece indicar que sufre el efecto Dunning-Kruger: puede que sea tan incapaz de realizar cálculos matemáticos que no se da cuenta de que no tiene ni idea de lo que significan los números que menciona por ahí. Y después de todo, ¿por qué debería saberlo, teniendo en cuenta todos los elogios que ha recibido por presentar un gráfico lineal o un gráfico de sectores aquí y allá?
Si el destino de los republicanos no estuviese en juego, sería gracioso, y extremadamente penoso.
© 2012 The New York Times.
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