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Por Humberto Herrera Carlés
@hhcarles
[2]
Aquí es necesario
señalar que según la metodología de la ONEI, en este salario medio no incluye
los pagos y estimulaciones en pesos convertibles, ni los ingresos percibidos
por distribución de utilidades, que son ingresos que reciben los trabajadores.
Una vez más la Revista Temas está demostrando que está en
el centro de los problemas medulares que afectan a la sociedad cubana; así en su Blog
Catalejo se publicó una reseña “La pregunta de cada día” referente a la pasada
mesa de trabajo y de pensamiento del Ultimo Jueves de Temas, en esta ocasión
se abordaron aspectos sobre “el impacto del salario, y algunos primos más
discretos, sobre la familia en Cuba”.
Este espacio mensual de debate se
caracteriza por la objetividad, por abordar cualquier asunto por “conflictivo”
que parezca su análisis, siempre desde una óptica de izquierda y
revolucionaria, pero con un amplio arsenal de criterios y de especialistas
competentes, es el reflejo del nuevo y necesario debate cubano, que
indudablemente hay que ampliar y divulgar.
Los aspectos tratados en relación
al salario y nivel de vida son relevantes (no por conocidos o esperados), y se
aportaron al análisis, datos adicionales por el ex Ministro de Economía cubano José Luis
Rodríguez, participante[1]
de dicho evento, que permiten completar
la información que no ofrece la ONEI, mismos que se muestran a continuación:
El indicador # 1 refleja
el salario medio nominal del sector
estatal informado por la ONEI, lo cual fue analizado en anteriores artículos, “
Cuba, el trayecto a lo ignoto” y “
Salario, productividad y utilidad en las provincias cubanas” donde lo
relevante a señalar es que acorde al incremento del precio al consumidor (IPC)
de 1989 al 2012, hace que el equivalente en salario en el 2012 sean solo de 47
pesos de 1989, es decir que el salario real es el 25.1 % de 1989 o lo que es lo
mismo, deberían ganar 1 853 pesos y no 466 pesos de salario lo trabajadores
estatales[2].
Esto tiene otra consecuencia,
como el salario no se incrementó en la misma proporción que la inflación, todos
estos años la población pagó con ese déficit salarial el costo de la crisis que
se inició en 1990 con la abrupta pérdida de las relaciones comerciales con el
antiguo campo socialista[3].
El indicador # 2 se puede observar que de los ingresos que
tienen el total de trabajadores cubanos, el peso relativo del salario en el
2012 es solo el 46.8 %, esto cuando menos explica el poco incentivo por
trabajar para el Estado en algunos sectores de la economía.
Total de ingresos se considera “como
todas las entradas provenientes de fuentes y vías disímiles que llegan a una
persona o familia y con las que pueden satisfacer sus necesidades; constituyen
un insumo necesario para hacer efectivo el consumo de un conjunto de aspectos esenciales
para la vida. Pueden ser monetarios (salario, dinero que obtienen los
campesinos y los trabajadores por cuenta propia) y no monetarios (estímulos en
especie, como las llamadas “jabitas”, los subsidios, el disfrute gratuito de la
educación y los servicios del sistema de salud)”.
Si el salario medio de 466 pesos representa
el 46.8 % de los ingresos, es fácil deducir que considerando los ingresos
totales estaríamos hablando entonces de 996 pesos mensuales.
Otro aspecto que se destaca es el de los créditos a la
población otorgados por el Estado y hay que decir que con “el cambio de los
efectos electrodomésticos se concedieron 19 000 millones de pesos, el equivalente
al salario anual de los años 2005-2007”. En la actualidad el crédito otorgado para
reparar y construir viviendas es de 900
millones de pesos.
Indicador # 3 El
hecho que se dedique las ¾ de los ingresos (no del salario) a la alimentación
refleja un nivel de reproducción simple
de la sociedad, lo cual hace muy difícil el mejoramiento de otros aspectos
importante del nivel de vida.
Llama la atención que se diga que
en 1952 las familias cubanas dedicaban solo el 37 % a la compra de
alimentos teniendo que pagar casi todo lo demás.
Indicador #4 Esta
información es la más relevante de todas, porque sencillamente no se calcula en
Cuba por la ONEI, a pesar de que es un
indicador importante que mide la desigualdad de los ingresos[4];
la sociedad cubana en todo caso en el 2012, es un 15 % más desigual que en
1989, esta tendencia ha ido en ascenso,
porque hay un estimado en el 2002 que se situaba en 0.38[5],
ocupando el lugar 79 entre 160 países entre los menos desiguales.
La polarización de la sociedad
cubana tiene como efecto que empiecen a aflorar niveles de pobreza entre la
población, donde al mismo tiempo que se estimula la iniciativa privada y opera
la ley de oferta y demanda en la en una parte de las relaciones comerciales, se
plantea que el Estado se ocupara puntualmente de esos casos que empiezan a
estar en un nivel de marginalidad, que por demás, no se tienen parámetros de
medida, pero que organismos internacionales la sitúan en un 5 % de la población
cubana, no existiendo la extrema pobreza.
Aquí es bueno recordar la
historia reciente, los países que están en los primeros lugares en el mundo, en
el Índice de Desarrollo Humano (IDH), su coeficiente GINI oscila entre 0.20 a
0.30 y esto es relevante porque si bien es cierto que el Socialismo no es
igualitarismo, tener mayor desigualdad implica menor posibilidad de desarrollo
de un país y de sus ciudadanos.
Cuba ocupa en el último informe
del IDH el lugar 59 entre 187 países básicamente por sus resultados en la
materia de educación y salud.
El estadounidense Premio Nobel de
Economía Joseph.E.Stiglizt su último libro lo titulo “El precio de la
desigualdad” y aun cuando está dedicado al estudio de la sociedad
norteamericana, sus postulados deben servir de alertas. Así por ejemplo dice:
“La desigualdad es la causa y consecuencia del fracaso del sistema político, y
contribuye a la inestabilidad de nuestros sistema económico, lo que a su vez
contribuye a aumentar la desigualdad; una espiral viciosa en sentido descendente……..los
países con más desigualdad sistemáticamente tienen una menor igualdad de
oportunidades……el éxito de una economía únicamente puede evaluarse examinando
lo que ocurre con el nivel de vida- en sentido amplio- de la mayoría de los
ciudadanos durante un largo periodo….las sociedades sumamente desiguales no
funcionan de forma eficiente, y sus economías no son ni estables ni sostenibles
a largo plazo.”
Indicador # 5 y 6 Que exista un incremento en las pensiones
es positivo por una parte refleja una
vocación humanista del Estado, por otra refleja que una mayor parte de los
ingresos son de “pensionados” lo que aumenta las partidas de gastos en este
sentido sobre el presupuesto estatal. Aquí pasa como el salario, se pueden
dedicar 4 500 millones de pesos, pero si 200 pesos per cápita que se reciben de
forma individual no tienen el mismo poder adquisitivo que cuando en la década
del 80 se otorgaban 60 pesos, entonces el incremento es insuficiente y existe
un deterioro.
Es importante señalar que en
muchos países capitalistas el salario mínimo y las pensiones, por ley, deben
incrementarse anualmente acorde a la inflación, algo que no ha ocurrido en Cuba
y explica en parte el deterioro del
poder adquisitivo de las pensiones, y no es que el Estado no quiera, es que no
se han generado los niveles requeridos de riquezas necesarios, y con el nivel actual
anual de Formación Bruta de Capital que tiene la economía cubana ( menos del 10
% y el mínimo debe ser 25 %), en el corto plazo será difícil obtener resultados
espectaculares para un cambio radical de la situación actual.
Indicador # 7, 8,9
Reflejan que la economía privada está creciendo, y la estatal está
disminuyendo sus ingresos a pesar de que esta última es donde deben realizarse
las mayores e importantes transformaciones es donde están empleados la mayor cantidad de
trabajadores cubanos.
Sobre las remesas
Al respecto, Rodríguez
puntualizó: “Suele pensarse en las provenientes del exterior, pero en el país
ocurren donaciones internas también importantes: hay un proceso de
redistribución de recursos en el contexto de las familias, tanto monetarios
como en especie. De las remesas foráneas no hay un registro oficial, ya que
generalmente no entran por la vía bancaria. Existen diversos estimados sobre su
monto. Se dice que en 1995 eran aproximadamente 537 millones de dólares y que
hoy la cantidad puede estar entre 1 500 millones y 2 000 millones de dólares.
También se debate mucho sobre el papel que tienen en la sociedad cubana. En
realidad, si se toma como punto de comparación el valor de lo exportado por el
país en 1995, el monto de las remesas estaría en el entorno de 18%; mientras
que si se realiza el mismo cálculo teniendo en cuenta los estimados actuales,
sería de 12%”.
Sin embargo, es cierto también,
que 1 500 millones de dólares por 24 (tasa de cambio) son 36 000 millones de pesos,
cifra superior a lo que el Estado cubano paga en salario a sus trabajadores y
esto es negativo para estimular la economía, sólo en este sentido.
Este fenómeno de remesas es
normal en casi todos los países de América Latina y el Caribe y Cuba es de los países que menos recibe. Por otra parte se estima
que entre el 40 – 50 % de la población se beneficia de las mismas y no necesariamente se concentran
en los que reciben menores ingresos de parte del Estado cubano.
Las remesas tienen efectos
positivos y negativos para el país. Si
se invierten en negocios privados, ayudan a crear empleos, a ofrecer mayor
variedad de recursos y servicios, a “realizar las mercancías” estimulando la
demanda en las tiendas recaudadoras en
divisas del Estado (que inexplicablemente en sus precios tienen un 240 % de tasa de ganancia), en fin ayudan a
dinamizar la economía; si además, se pudiera invertir, como es deseable, en proyectos
de mayores alcances, serían efectos netos positivos tangibles para el país. Se
puede hablar de efectos negativos en el
sentido que desestimula el trabajo estatal de quienes las reciben (con los
niveles salariales actuales); efectos
inflacionarios al ponerse en circulación volúmenes importantes de dinero y
elevación del ya mencionado coeficiente GINI creándose mayor desigualdad en la
sociedad. Pero estimular los efectos positivos contrarrestan por mucho, los
efectos negativos de las mismas.
La solución a este problema del
salario, que es complejo pero esencial para seguir avanzando, tiene que ver
como muchos aspectos, que concatenados, pueden dar como efecto una solución
válida a los objetivos que persigue el proyecto social; una primera
aproximación muy limitada y perfectible, pero que busca romper con paradigmas y
provocar debate, los expuse en un anterior
escrito.
A modo de conclusión puede
señalarse que el análisis del salario real y el nivel de vida de la población,
su evolución, en el proceso de actualización del Modelo Económico, debe ser
permanente, ya que de ello depende el
éxito del mismo. Otros 20 años de “período especial” no es deseable por sus
consecuencias negativas, por lo que hay que realizar transformaciones de mayor
alcance y profundidad en la ECONOMIA, que es la que hará posible y sustentable todo el proyecto político-social
de la revolución de 1959.
Termino con otra alerta del
Premio Nobel citado: “La desigualdad es, en gran medida, consecuencia de unas
políticas gubernamentales que configuran y dirigen las fuerzas de la tecnología
y de los mercados, y las fuerzas sociales más en general. Eso lleva implícita
una nota de esperanza, pero también de desaliento: de esperanza, porque
significa que esta desigualdad no es inevitable, y que mediante un cambio de
políticas podemos lograr una sociedad más eficiente y más igualitaria; de
desaliento, porque los procesos políticos que dan forma a esas políticas son difíciles
de cambiar”.
En Cuba tenemos condiciones
favorables “para cambiar todo lo que debe ser cambiado”, en esos cambios el salario tiene que recuperar su función
económico-social en el proyecto político que implica la construcción del
socialismo.
28/07/2013
hhcarles@gmail.com
[1]Junto a Rafael Hernández, director de la publicación y moderador, esta vez
tomaron asiento José Luis Rodríguez, asesor en el Centro de Investigaciones de
la Economía Mundial (CIEM); María del Carmen Zabala, psicóloga, profesora de la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), de la Universidad de La
Habana; Betsy Anaya, economista, especialista del Centro de Estudios de la
Economía Cubana (CEEC); y Yosley Carrero, periodista del Sistema Informativo de
la Televisión Cubana. Esta vez declinaron la invitación a integrar el panel el Instituto
Nacional de Investigaciones Económicas (perteneciente al Ministerio de Economía
y Planificación) y la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
[3] Hay que agregarle que en
esta etapa se incrementaron las medidas de bloqueo a Cuba por parte del
gobierno de EE.UU con la Ley Torricelli y Helms Burton
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