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A partir de 1993, la organización de la producción de la agricultura cubana recayó fundamentalmente en el sector cooperativo. Sin embargo, las nuevas UBPC que se crearon enfrentaron significativos obstáculos. Entre ellos destaca la falta de autonomía para su gestión, ya que continuaron funcionando prácticamente como empresas subordinadas a los ministerios de la Agricultura y del Azúcar, con escasa capacidad para la toma de decisiones.
Pero no fue solamente esta limitante la que impactó en la actividad de las UBPC (Unidades Básicas de Producción Cooperativa), ya que –en medio de la fuerte contracción que provocó el Período Especial- las inversiones en el sector agropecuario en relación con el total del país se redujeron del 23,6% hasta 1989, al 6,9% entre 1994 y 2012.
Tampoco el aseguramiento de insumos básicos para la producción corrió mejor suerte. En efecto, los fertilizantes empleados en 2010 estaban entre el 60 y el 65% de los utilizados en 1989; los herbicidas fluctuaron entre 80% y 100%, y el combustible diesel bajó al 35%, mientras que la disponibilidad de tractores quedó por debajo del 20%.
Ciertamente, se hizo un enorme esfuerzo de ahorro y protección del medio ambiente mediante el empleo de biofertilizantes, biopesticidas y tracción animal, pero el nivel de compensación en relación con los insumos anteriores resultó insuficiente.
A lo anterior habría que añadir que se siguió una política muy restrictiva con los precios de acopio, al tiempo que se ampliaron los subsidios de precios.
Por último, los ingresos de los trabajadores en el sector agropecuario entre 1989 y 2010 crecieron de forma dispar y no estimulante en la mayoría de los casos, ya que los salarios y los ingresos de los cooperativistas aumentaron a un ritmo similar al del salario medio del país; en particular, los de los trabajadores de las UBPC aumentaron sólo 68,7% desde 1994, pero los campesinos privados tuvieron en 2010 ingresos 15,5 veces superiores a los de 1989.
En 2008, frente a una extensión de tierras ociosas o insuficientemente explotadas que se calculó en 2,3 millones de hectáreas –concentradas en tierras estatales y de las UBPC–, se aprobó su entrega en usufructo gratuito mediante el Decreto Ley Nº 259, que sería ampliado en 2011 con el Decreto Ley Nº 300. Ya en 2013 se reportaba la entrega de aproximadamente 1,5 millones de hectáreas a unas 140 mil familias.
No obstante, su puesta en explotación demandaría tiempo y recursos, por lo que el impacto de esta medida aún no se aprecia de forma significativa.
También en 2011 se aprobaron medidas para la liberalización del trabajo de las cooperativas, al tiempo que se autorizaba la venta directa de un grupo de producciones al sector del turismo.
A pesar de todas las dificultades, los resultados de la producción agrícola no cañera comparando el año 2012 con 1989 muestran un saldo favorable en las producciones fundamentales, excepto papa, cítricos, cacao, café y tabaco. En la pecuaria, se alcanza una producción similar de huevos y superior en la carne de cerdo, pero hay un descenso del 34,6% en leche de vaca.
En cuanto a los rendimientos por hectárea, la situación también es positiva en los cultivos fundamentales, excepto arroz, cítricos y café. Igualmente, son favorables los de la producción de huevos y carne de cerdo, no así en leche de vaca.
Resumiendo, el PIB generado por el sector de la agricultura todavía hoy se encuentra a un nivel equivalente al 60% del alcanzado en 1989. Ciertamente, con menos recursos actualmente se ha logrado recuperar los niveles más importantes de la producción no cañera y parte de la producción pecuaria, así como rendimientos superiores en la mayoría de los casos.
Sin embargo, los resultados alcanzados a finales de los años ´80 no son necesariamente un referente de producciones eficientes y basta apreciar que todavía hoy los rendimientos logrados se encuentran mayoritariamente por debajo de los promedios mundiales.
Todo ello lleva a concluir que se requiere una importante recapitalización tecnológicamente actualizada de nuestra agricultura, donde puede promoverse adecuadamente la inversión extranjera directa.
Al mismo tiempo, se pueden apreciar los mejores resultados, con el mínimo de recursos, en las producciones en las que han sido asegurados en mayor medida los insumos básicos y donde la forma de gestión alcanza un mayor nivel de socialización efectiva, combinando adecuadamente empresas estatales con cooperativas y campesinos privados.
Todo indica entonces que la garantía de una mayor suficiencia alimentaria y una capacidad incrementada de exportaciones competitivas debe transitar por esos rumbos, aunque su materialización dependerá también de una adecuada política de incentivos a los productores.
Finalmente, tomando en cuenta que actualmente los precios de los insumos de estas producciones se han elevado, incrementando objetivamente su costo, su venta a precios sin subsidiar supone un incremento de la capacidad adquisitiva de la población consumidora, un aspecto sobre el que se trabaja también por diferentes vías.
*El autor es asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial de La Habana.
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