Por Jorge Gómez Barata
En términos políticos hay momentos que en Cuba el tiempo parece detenido; no sólo por sus almendrones y sus vetustas ciudades sino por realidades políticas que convierten a los cubanos en virtuales sobrevivientes de épocas rebasadas.
Cuba fue acosada por Estados Unidos y por todo occidente por su alianza con la Unión Soviética, la misma que no existe hace más de 20 años y que no sólo muchos no recuerdan sino que no conocieron ni les interesa su destino. A los universitarios cubanos de hoy no se les puede mencionar las siglas URSS porque no saben descifrarlas y el nombre de Gorbachov no les dice nada.
Mientras a la isla se le echa en cara haber participado en luchas armadas africanas en la década de los setenta y los ochenta del siglo pasado, los países beneficiarios del esfuerzo son respetados estados, algunos como Angola es prácticamente una potencia regional y Sudáfrica, el enemigo de entonces, un paradigma.
Cuando todavía la isla y los isleños pagan el precio por el apoyo a movimientos revolucionarios centroamericanos, las fuerzas políticas que entonces fueron respaldadas como los frentes de liberación sandinista y Farabundo Martí, se han constituido en respetables gobiernos electos bajo mecanismos liberales, tolerados por las oligarquías locales y bendecidos por Washington que por aquellos hechos, en 1982 incluyó a Cuba en la lista de los países que apoyan al terrorismo, de donde se niega a borrarla.
Hostigada porque, a pedido de Felipe González cuando era presidente de España, acogió como exiliados a personas que alguna vez pertenecieron a ETA (ya desmovilizada) y por abrigar a elementos de las FARC que llegaron a recibir asistencia médica, la Isla es censurada, mientras otros de la misma estirpe disfrutan de licencias y trabajan en La Habana con el gobierno colombiano para alcanzar la paz.
Las paginas vueltas, las faltas redimidas o prescriptas, bajo diversos auspicios, han conducido a la reconciliación, la paz, la normalización y la convivencia para todos, excepto para Cuba, sobre la cual se mantiene no sólo el bloqueo yanqui y la hostilidad europea escudada en la “posición común”, sino también los miedos de aquellos que se abstienen de invertir en la Isla y la mezquindad de los que pasan facturas por deudas que heredaron.
En estos días cuando a propósito de los homenajes a Nelson Mandela, asociado a la política y a intensas luchas revolucionarias, se ha ponderado la actitud magnánima de quienes pasan sobre agravios y deponen la hostilidad con el prójimo, he recordado un titular de portada de Nicolás Ríos en su revista Contrapunto: “¿Quién es el prójimo del pueblo cubano?” El líder negro que se reconcilió con sus adversarios y carceleros, no es imitado por el imperio, al menos no respecto a Cuba.
Para Cuba llegó el momento de mirar para dentro, abstenerse de nuevos entuertos y, sin renunciar a sus principios ni modificar las bases ni las esencias de su política exterior, calibrar sus prioridades y asumir posiciones pragmáticas centradas en la solución de los problemas nacionales. En primer lugar el levantamiento del bloqueo, la atracción de la inversión extranjera, el acceso a las fuente de financiamiento y la búsqueda de socios comerciales. Allá nos vemos.
La Habana, 16 de diciembre de 2013
En términos políticos hay momentos que en Cuba el tiempo parece detenido; no sólo por sus almendrones y sus vetustas ciudades sino por realidades políticas que convierten a los cubanos en virtuales sobrevivientes de épocas rebasadas.
Cuba fue acosada por Estados Unidos y por todo occidente por su alianza con la Unión Soviética, la misma que no existe hace más de 20 años y que no sólo muchos no recuerdan sino que no conocieron ni les interesa su destino. A los universitarios cubanos de hoy no se les puede mencionar las siglas URSS porque no saben descifrarlas y el nombre de Gorbachov no les dice nada.
Mientras a la isla se le echa en cara haber participado en luchas armadas africanas en la década de los setenta y los ochenta del siglo pasado, los países beneficiarios del esfuerzo son respetados estados, algunos como Angola es prácticamente una potencia regional y Sudáfrica, el enemigo de entonces, un paradigma.
Cuando todavía la isla y los isleños pagan el precio por el apoyo a movimientos revolucionarios centroamericanos, las fuerzas políticas que entonces fueron respaldadas como los frentes de liberación sandinista y Farabundo Martí, se han constituido en respetables gobiernos electos bajo mecanismos liberales, tolerados por las oligarquías locales y bendecidos por Washington que por aquellos hechos, en 1982 incluyó a Cuba en la lista de los países que apoyan al terrorismo, de donde se niega a borrarla.
Hostigada porque, a pedido de Felipe González cuando era presidente de España, acogió como exiliados a personas que alguna vez pertenecieron a ETA (ya desmovilizada) y por abrigar a elementos de las FARC que llegaron a recibir asistencia médica, la Isla es censurada, mientras otros de la misma estirpe disfrutan de licencias y trabajan en La Habana con el gobierno colombiano para alcanzar la paz.
Las paginas vueltas, las faltas redimidas o prescriptas, bajo diversos auspicios, han conducido a la reconciliación, la paz, la normalización y la convivencia para todos, excepto para Cuba, sobre la cual se mantiene no sólo el bloqueo yanqui y la hostilidad europea escudada en la “posición común”, sino también los miedos de aquellos que se abstienen de invertir en la Isla y la mezquindad de los que pasan facturas por deudas que heredaron.
En estos días cuando a propósito de los homenajes a Nelson Mandela, asociado a la política y a intensas luchas revolucionarias, se ha ponderado la actitud magnánima de quienes pasan sobre agravios y deponen la hostilidad con el prójimo, he recordado un titular de portada de Nicolás Ríos en su revista Contrapunto: “¿Quién es el prójimo del pueblo cubano?” El líder negro que se reconcilió con sus adversarios y carceleros, no es imitado por el imperio, al menos no respecto a Cuba.
Para Cuba llegó el momento de mirar para dentro, abstenerse de nuevos entuertos y, sin renunciar a sus principios ni modificar las bases ni las esencias de su política exterior, calibrar sus prioridades y asumir posiciones pragmáticas centradas en la solución de los problemas nacionales. En primer lugar el levantamiento del bloqueo, la atracción de la inversión extranjera, el acceso a las fuente de financiamiento y la búsqueda de socios comerciales. Allá nos vemos.
La Habana, 16 de diciembre de 2013
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