Por Por Adalys Pilar Mireles*
Pinar del Río, Cuba (PL) Tras los rastros de antiguos ingenios azucareros, ruinas cafetaleras y rústicos campamentos, historiadores y otros investigadores reconstruyen hoy pasajes escasamente conocidos de la ruta del esclavo en el occidente de Cuba. Las búsquedas incluyen exploraciones por escenarios de esta provincia donde perviven vestigios de modalidades productivas como la siembra y molienda de la caña de azúcar y el cultivo del café, impulsadas en centurias pasadas con mano de obra africana.
Como parte de las expediciones por esta región -140 kilómetros de La Habana- fue posible localizar y escrutar los restos de industrias azucareras como Guacamaya, que data del siglo XIX y donde sobreviven muros, paredes y otras huellas del proceso fabril.
Se trata de una de las ruinas mejor conservadas entre las de su tipo, declaró a Prensa Latina Enrique Machín, uno de los participantes en las averiguaciones por el municipio de San Juan y Martínez.
Tales indagaciones lideradas por el historiador Enrique Giniebra y otros estudiosos, permitieron ampliar la visión sobre famosas zonas tabacaleras, donde existieron también extensas plantaciones cañeras y fábricas para el procesamiento de la gramínea.
La Sierra del Rosario, que abrigó a casi un centenar de haciendas cafetaleras, es igualmente objeto de las pesquisas.
Arqueólogos y otros expertos buscan entre las siluetas de amplias casonas y viejas tahonas o molinos, los rastros de mujeres y hombres de procedencia africana, artífices de las majestuosas construcciones, en su mayoría propiedad de colonos galos llegados a Cuba luego de la revolución haitiana (1791-1804).
Alrededor del pintoresco poblado de Las Terrazas, algunas de las ruinas son apreciadas por viajeros de diversas naciones durante su recorrido por esa demarcación.
Preservadas unas y otras aún por descubrir, las reliquias motivan continuas expediciones por la Sierra del Rosario, Reserva de la Biosfera, y parajes cercanos.
En esos lugares se levantaron unas 100 haciendas cafetaleras, aunque hasta ahora
aparecieron sólo 70, afirma el Doctor en Ciencias Jorge Freddy Ramírez.
Otra de las líneas de trabajo es el hallazgo y análisis de vetustas xilografías conservadas en palmas de la región llamada antiguamente Vueltabajo, la cual abarca a la provincia de Pinar del Río y áreas de la vecina Artemisa.
Pretendemos -dijo- descifrar el origen y significado de las curiosas expresiones artísticas, atribuidas a los esclavos africanos.
Durante los recorridos exploratorios encontramos símbolos mágico-religiosos ligados a esa cultura y otros más realistas como figuras humanas y representaciones de plantas, muy similares a los dibujos realizados por esos grupos en artesanías y cavernas en forma de petroglifos o pictografías, precisó Ramírez.
El estudio de sus bailes y cantos, figura también entre los desafíos de los investigadores, quienes escudriñan cuevas y apartadas sierras, refugio de los cimarrones o negros rebeldes.
Grutas y otros agrestes espacios acogieron a los huidos, que enfrentaron la persecución de perros y rancheadores.
Arqueólogos aseguran que esta parte del archipiélago atesora más de un centenar de sitios vinculados al fenómeno de la cimaronería o resistencia esclava activa.
El municipio de Bahía Honda sobresale igualmente entre los escenarios donde perdura el legado africano.
Sobreviviente del antiguo ingenio La Luisa, una gran campana que data de inicios del siglo XIX, es resguardada por los pobladores como testigo de esa etapa de auge azucarero en el noroeste cubano.
Situada actualmente en una vieja casona de estilo colonial, la reliquia evoca el llamado a las labores cañeras, en las que participaban esclavos de las etnias congo, mandinga, arará y carabalí, comentó Yenia García, investigadora del museo local.
Al menos una vez al año -añadió-, la campana es venerada por los integrantes de la
comunidad de Orozco, quienes ataviados con trajes típicos, danzan y cantan a su alrededor.
La festividad recuerda episodios de la historia de esa localidad, por cuya bahía llegaban con mucha frecuencia barcos cargados de negros africanos durante la etapa de la colonia, amplió la experta.
En el jolgorio participan conjuntos como Akaró, que parte de los ritos de la religión Yoruba, arraigada en ese paraje desde siglos atrás.
El ingenio La Luisa, llamado luego Orozco, fue demolido debido al declive de su producción, de la añeja industria perduran sólo la torre y la campana, además de la casa que perteneció a uno de los dueños del lugar.
En Bahía Honda viven muchos descendientes de esclavos, personas de avanzada edad, ellos preservan objetos, anécdotas de sus antepasados y tonadas, expresó la especialista.
Interpretado por grupos portadores y otras agrupaciones, el canto de la campana La Luisa, traspasó las fronteras del territorio y se escucha hoy en varias regiones de Cuba e incluso en otros países, aseguran conocedores.
*Corresponsal de Prensa Latina en la provincia cubana de Pinar del Río.
Como parte de las expediciones por esta región -140 kilómetros de La Habana- fue posible localizar y escrutar los restos de industrias azucareras como Guacamaya, que data del siglo XIX y donde sobreviven muros, paredes y otras huellas del proceso fabril.
Se trata de una de las ruinas mejor conservadas entre las de su tipo, declaró a Prensa Latina Enrique Machín, uno de los participantes en las averiguaciones por el municipio de San Juan y Martínez.
Tales indagaciones lideradas por el historiador Enrique Giniebra y otros estudiosos, permitieron ampliar la visión sobre famosas zonas tabacaleras, donde existieron también extensas plantaciones cañeras y fábricas para el procesamiento de la gramínea.
La Sierra del Rosario, que abrigó a casi un centenar de haciendas cafetaleras, es igualmente objeto de las pesquisas.
Arqueólogos y otros expertos buscan entre las siluetas de amplias casonas y viejas tahonas o molinos, los rastros de mujeres y hombres de procedencia africana, artífices de las majestuosas construcciones, en su mayoría propiedad de colonos galos llegados a Cuba luego de la revolución haitiana (1791-1804).
Alrededor del pintoresco poblado de Las Terrazas, algunas de las ruinas son apreciadas por viajeros de diversas naciones durante su recorrido por esa demarcación.
Preservadas unas y otras aún por descubrir, las reliquias motivan continuas expediciones por la Sierra del Rosario, Reserva de la Biosfera, y parajes cercanos.
En esos lugares se levantaron unas 100 haciendas cafetaleras, aunque hasta ahora
aparecieron sólo 70, afirma el Doctor en Ciencias Jorge Freddy Ramírez.
Otra de las líneas de trabajo es el hallazgo y análisis de vetustas xilografías conservadas en palmas de la región llamada antiguamente Vueltabajo, la cual abarca a la provincia de Pinar del Río y áreas de la vecina Artemisa.
Pretendemos -dijo- descifrar el origen y significado de las curiosas expresiones artísticas, atribuidas a los esclavos africanos.
Durante los recorridos exploratorios encontramos símbolos mágico-religiosos ligados a esa cultura y otros más realistas como figuras humanas y representaciones de plantas, muy similares a los dibujos realizados por esos grupos en artesanías y cavernas en forma de petroglifos o pictografías, precisó Ramírez.
El estudio de sus bailes y cantos, figura también entre los desafíos de los investigadores, quienes escudriñan cuevas y apartadas sierras, refugio de los cimarrones o negros rebeldes.
Grutas y otros agrestes espacios acogieron a los huidos, que enfrentaron la persecución de perros y rancheadores.
Arqueólogos aseguran que esta parte del archipiélago atesora más de un centenar de sitios vinculados al fenómeno de la cimaronería o resistencia esclava activa.
El municipio de Bahía Honda sobresale igualmente entre los escenarios donde perdura el legado africano.
Sobreviviente del antiguo ingenio La Luisa, una gran campana que data de inicios del siglo XIX, es resguardada por los pobladores como testigo de esa etapa de auge azucarero en el noroeste cubano.
Situada actualmente en una vieja casona de estilo colonial, la reliquia evoca el llamado a las labores cañeras, en las que participaban esclavos de las etnias congo, mandinga, arará y carabalí, comentó Yenia García, investigadora del museo local.
Al menos una vez al año -añadió-, la campana es venerada por los integrantes de la
comunidad de Orozco, quienes ataviados con trajes típicos, danzan y cantan a su alrededor.
La festividad recuerda episodios de la historia de esa localidad, por cuya bahía llegaban con mucha frecuencia barcos cargados de negros africanos durante la etapa de la colonia, amplió la experta.
En el jolgorio participan conjuntos como Akaró, que parte de los ritos de la religión Yoruba, arraigada en ese paraje desde siglos atrás.
El ingenio La Luisa, llamado luego Orozco, fue demolido debido al declive de su producción, de la añeja industria perduran sólo la torre y la campana, además de la casa que perteneció a uno de los dueños del lugar.
En Bahía Honda viven muchos descendientes de esclavos, personas de avanzada edad, ellos preservan objetos, anécdotas de sus antepasados y tonadas, expresó la especialista.
Interpretado por grupos portadores y otras agrupaciones, el canto de la campana La Luisa, traspasó las fronteras del territorio y se escucha hoy en varias regiones de Cuba e incluso en otros países, aseguran conocedores.
*Corresponsal de Prensa Latina en la provincia cubana de Pinar del Río.
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