Por Jose Luis Rodriguez
Una de las decisiones fundamentales para enfrentar la crisis que se dibujaba ya en el horizonte a finales de los años 80´, fue el desarrollo del turismo internacional en Cuba.
El giro que comenzaron a tomar las relaciones económicas con la Unión Soviética a partir de 1986 -cuando se rebajó el precio del azúcar que la Isla vendía a ese país y se limitaron las entregas de combustible desde esa nación-, y la imposibilidad de cubrir el servicio de la deuda con Occidente a partir de las posiciones injerencistas del Club de París, situaron a los ingresos provenientes del turismo como una prioridad de primer orden para la economía cubana.
Hasta esos momentos el proyecto socialista cubano no había desarrollado ese ámbito como un sector prioritario, pues se consideraban los costos sociales que podrían derivarse del mismo, entre ellos fenómenos como la prostitución y el tráfico de drogas.
Habiendo dispuesto hasta esos años de ventajosas relaciones económicas con la Unión Soviética y el resto de los países socialistas, el balance de costos y beneficios para desarrollar la industria del ocio había llevado al país caribeño a un nivel de visitantes que solo alcanzaba 194.500 turistas en 1986, cifra inferior a los 272.300 que llegaron en 1957.
La coyuntura afrontada ya desde finales de los 80´ hizo que se reconsiderara este sector y se incrementaran las capacidades hoteleras con esfuerzo propio, a lo que se añadió en 1987 el impulso a la inversión extranjera, lo que permitiría contar con 275 mil turistas en 1989.
Con la crisis en los 90’, el turismo comenzó a desempeñar un papel crucial en la economía cubana y devino la principal fuente de recursos financieros, tomando en cuenta su velocidad en el retorno de la inversión. Así se inició una tendencia sostenida al incremento de la exportación de servicios. Resultaba imprescindible, en primer término, incrementar las habitaciones para el turismo internacional en los destinos, que solo llegaban a 20.810 en 1990.
En medio de la tensa situación de aquellos momentos, puede estimarse que el país invirtió en la categoría de hoteles y restaurantes -fundamentalmente orientados al turismo- unos 2.200 millones de dólares entre 1990 y 2000.
De tal modo, el número de habitaciones en los polos turísticos casi se duplicó en ese período, en tanto los arribos de visitantes aumentaban a un ritmo anual de 19%, pasando de 327 mil en 1990 a 1.741.000 diez años después, un resultado muy significativo si se tiene en cuenta que coincidió con una etapa de recrudecimiento del bloqueo económico de Estados Unidos.
Como resultado de esa dinámica en arribos turísticos, los ingresos brutos del sector crecieron a un impresionante ritmo del 23% cada año, elevándose de 243 millones en 1990 a 1.948 millones en 2000. En términos de ingresos por turista, la cifra pasó de 715 dólares a 1.098.
El sector se convirtió en el elemento de arrastre fundamental de la recuperación económica del país, al incrementar su peso en las exportaciones totales desde 4,1% en 1990 a 45,1% diez años más tarde, con un aporte de divisas a la balanza de pagos de 27,6% en 1993, que creció a 33,2% al finalizar el siglo XX.
En esos resultados fue decisiva la forma en que se vinculó el desarrollo de este sector con el resto de la economía nacional.
Uno de los factores de mayor importancia en ese sentido fue la operación de una casa financiera del turismo -creada en 1992 con el nombre de FINATUR-, que posibilitó movilizar lo indispensable para reactivar las producciones nacionales que debían apoyar logísticamente al sector, y logró que las mismas pasaran del 12% de los abastecimientos al 70% en 2003.
Un efecto colateral nada despreciable de esta dinámica fue que se establecieron estándares de calidad para esas producciones que impulsaron la competitividad de la industria nacional, la cual -unida en muchos casos en asociaciones con capital extranjero- logró niveles de penetración notables en el mercado interno de divisas que se desarrolló en paralelo con la actividad turística.
En este caso se destacaron la producción cervecera nacional y la industria de jabonería y perfumería, con niveles de penetración superiores al 90% del mercado interno, en abierta competencia con entidades y marcas extranjeras.
En otra dimensión, el desarrollo turístico creó directa e indirectamente unos 335 mil empleos, cubriendo el 7% del total de ocupados en el país. Otro cálculo indica que la renta turística benefició al 11% de la población cubana.
Sin embargo, durante el pasado decenio comenzaron a manifestarse síntomas de desaceleración en la dinámica precedente.
Diversos análisis realizados en esos años proyectaron tendencias de crecimiento para el año 2010 que no han llegado a cumplirse, por lo que resulta conveniente profundizar en el cambio de la dinámica del sector para examinar su situación actual.
(Continuará)
*El autor es asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (La Habana).- See more at: http://www.cubacontemporanea.com/noticias/cuba-el-turismo-internacional-y-sus-potencialidades-i#sthash.cagO3tTY.dpuf
Una de las decisiones fundamentales para enfrentar la crisis que se dibujaba ya en el horizonte a finales de los años 80´, fue el desarrollo del turismo internacional en Cuba.
El giro que comenzaron a tomar las relaciones económicas con la Unión Soviética a partir de 1986 -cuando se rebajó el precio del azúcar que la Isla vendía a ese país y se limitaron las entregas de combustible desde esa nación-, y la imposibilidad de cubrir el servicio de la deuda con Occidente a partir de las posiciones injerencistas del Club de París, situaron a los ingresos provenientes del turismo como una prioridad de primer orden para la economía cubana.
Hasta esos momentos el proyecto socialista cubano no había desarrollado ese ámbito como un sector prioritario, pues se consideraban los costos sociales que podrían derivarse del mismo, entre ellos fenómenos como la prostitución y el tráfico de drogas.
Habiendo dispuesto hasta esos años de ventajosas relaciones económicas con la Unión Soviética y el resto de los países socialistas, el balance de costos y beneficios para desarrollar la industria del ocio había llevado al país caribeño a un nivel de visitantes que solo alcanzaba 194.500 turistas en 1986, cifra inferior a los 272.300 que llegaron en 1957.
La coyuntura afrontada ya desde finales de los 80´ hizo que se reconsiderara este sector y se incrementaran las capacidades hoteleras con esfuerzo propio, a lo que se añadió en 1987 el impulso a la inversión extranjera, lo que permitiría contar con 275 mil turistas en 1989.
Con la crisis en los 90’, el turismo comenzó a desempeñar un papel crucial en la economía cubana y devino la principal fuente de recursos financieros, tomando en cuenta su velocidad en el retorno de la inversión. Así se inició una tendencia sostenida al incremento de la exportación de servicios. Resultaba imprescindible, en primer término, incrementar las habitaciones para el turismo internacional en los destinos, que solo llegaban a 20.810 en 1990.
En medio de la tensa situación de aquellos momentos, puede estimarse que el país invirtió en la categoría de hoteles y restaurantes -fundamentalmente orientados al turismo- unos 2.200 millones de dólares entre 1990 y 2000.
De tal modo, el número de habitaciones en los polos turísticos casi se duplicó en ese período, en tanto los arribos de visitantes aumentaban a un ritmo anual de 19%, pasando de 327 mil en 1990 a 1.741.000 diez años después, un resultado muy significativo si se tiene en cuenta que coincidió con una etapa de recrudecimiento del bloqueo económico de Estados Unidos.
Como resultado de esa dinámica en arribos turísticos, los ingresos brutos del sector crecieron a un impresionante ritmo del 23% cada año, elevándose de 243 millones en 1990 a 1.948 millones en 2000. En términos de ingresos por turista, la cifra pasó de 715 dólares a 1.098.
El sector se convirtió en el elemento de arrastre fundamental de la recuperación económica del país, al incrementar su peso en las exportaciones totales desde 4,1% en 1990 a 45,1% diez años más tarde, con un aporte de divisas a la balanza de pagos de 27,6% en 1993, que creció a 33,2% al finalizar el siglo XX.
En esos resultados fue decisiva la forma en que se vinculó el desarrollo de este sector con el resto de la economía nacional.
Uno de los factores de mayor importancia en ese sentido fue la operación de una casa financiera del turismo -creada en 1992 con el nombre de FINATUR-, que posibilitó movilizar lo indispensable para reactivar las producciones nacionales que debían apoyar logísticamente al sector, y logró que las mismas pasaran del 12% de los abastecimientos al 70% en 2003.
Un efecto colateral nada despreciable de esta dinámica fue que se establecieron estándares de calidad para esas producciones que impulsaron la competitividad de la industria nacional, la cual -unida en muchos casos en asociaciones con capital extranjero- logró niveles de penetración notables en el mercado interno de divisas que se desarrolló en paralelo con la actividad turística.
En este caso se destacaron la producción cervecera nacional y la industria de jabonería y perfumería, con niveles de penetración superiores al 90% del mercado interno, en abierta competencia con entidades y marcas extranjeras.
En otra dimensión, el desarrollo turístico creó directa e indirectamente unos 335 mil empleos, cubriendo el 7% del total de ocupados en el país. Otro cálculo indica que la renta turística benefició al 11% de la población cubana.
Sin embargo, durante el pasado decenio comenzaron a manifestarse síntomas de desaceleración en la dinámica precedente.
Diversos análisis realizados en esos años proyectaron tendencias de crecimiento para el año 2010 que no han llegado a cumplirse, por lo que resulta conveniente profundizar en el cambio de la dinámica del sector para examinar su situación actual.
(Continuará)
*El autor es asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (La Habana).- See more at: http://www.cubacontemporanea.com/noticias/cuba-el-turismo-internacional-y-sus-potencialidades-i#sthash.cagO3tTY.dpuf
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