Sobre el consumo cultural en Cuba, nos habla alguien apasionado y obsesionado con este y con otrostemas como la identidad cultural cubana, la pseudocultura, gusto estético, participación en la construcción de la cultura, formación de valores, entre otros. Dialogamos en exclusiva con el asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Abel Prieto Jiménez.
¿Participación o consumo cultural?
“El consumo cultural implica un receptor pasivo y en la política cultural revolucionaria cubana siempre se pensó en un receptor participante. No pensar en un aparato de difusión de cultura que de manera vertical emitiera mensaje que fueran consumidos pasivamente. Me gustaría hablar más de formas de participación en la cultura donde el creador, los medios de difusión, las instituciones y el público participaran de manera más activa”.
Usted desde hace muchos años combina su labor de escritor e intelectual con la de decisor en materia de arte y cultura, incluso fue por muchos años Ministro de Cultura de nuestro país… En su opinión ¿Cuáles han sido los principales logros de la Revolución cubana en materia de política cultural?
“Yo creo que la Revolución democratizó de una manera excepcional el acceso del pueblo cuba
no a la cultura. Cuando triunfa la Revolución había un alto índice de analfabetismo. Entonces, surge la Imprenta Nacional, nació un lector masivo para el escritor cubano. De ahí la frase estremecedora de nuestro Alejo Carpentier «terminaron para el escritor cubano los tiempos de la soledad y empezaron los tiempos de la solidaridad».
no a la cultura. Cuando triunfa la Revolución había un alto índice de analfabetismo. Entonces, surge la Imprenta Nacional, nació un lector masivo para el escritor cubano. De ahí la frase estremecedora de nuestro Alejo Carpentier «terminaron para el escritor cubano los tiempos de la soledad y empezaron los tiempos de la solidaridad».
“Es decir, la Revolución cubana creó un lector masivo y también un espectador masivo para el gran cine. El epistolario de Alfredo Guevara nos muestra que en la fundación Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) se trató que el cine nacional naciera bajo el signo de la vanguardia y al mismo tiempo se trató de crear un gusto por el cine de calidad, no por el cine hollywoodense, sino por un cine experimental, por el gran cine europeo, italiano e incluso por el incipiente cine experimental latinoamericano, porque también había en nuestra región un cine comercial. Pero se intentó por todos los medios formar un espectador para un cine que exigía de él una posición intelectual alerta y eso ocurrió también con las artes visuales, la danza, el ballet clásico –algo que estaba destinada a las minorías más exquisitas-.
“El concepto de que para la creación de las escuelas de arte se buscara en la población y en las zonas campesinas a los niños que tuvieran más actitudes tiene, a mi juicio, una idea única: combinar opciones de masividad con el mayor rigor posible, con la mayor calidad posible”.
¿Qué nos queda por hacer en materia de política cultural en nuestro país en estos momentos?
“En estos momentos hemos retrocedido y ese va a ser uno de los temas de nuestro Congreso. Hemos retrocedido en la apreciación del audiovisual. Hoy, lamentablemente, los jóvenes y los menos jóvenes consumen de una manera acrítica mucha cultura chatarra en materia audiovisual. Por eso es tan importante la formación de modelos de apreciación, por eso el proyecto de los Instructores de Arte y toda la pasión que le puso Fidel durante la Batalla de Ideas en la insistencia de que esos jóvenes estuvieran en las escuelas del sistema general de educación, en las escuelas de conducta, en las comunidades… para que hicieran un trabajo en el campo de la apreciación.
“Actualmente esa intención sigue viva, ya que en los documentos aprobados por el reciente Congreso del Partido Comunista de Cuba y por su conferencia resalta la idea de crear hábitos y talleres de apreciación para formar a esa persona libre y culta que soñaba Martí”.
En este siglo XXI con la explosión de las nuevas tecnologías que por supuesto generan nuevos discursos y formas de generar el pensamiento… ¿Cuáles son los retos de los artistas y de las instituciones culturales cubanas para llegar a sus públicos?
“Las nuevas tecnologías han implicado una revolución en la forma de consumir distribuir y hacer cultura. Ellas en sí mismas no son malignas, es maligno lo que tú coloques para ser transmitido, difundido y consumido a través de esas nuevas tecnologías. Yo estoy convencido de que las nuevas tecnologías en manos de la vanguardia revolucionaria y de la vanguardia de la intelectualidad artística cubana van a dar resultado valioso en términos culturales”.
“No se me olvida la frase de Fernando Martínez Heredia cuando la Asociación Hermanos Saíz le otorgó la condición Maestro de Juventudes, él les dijo que había que trabajar muy duro para que nuestra población, a escala masiva disfrute –y esa palabra es importante, no es una orientación- sienta placer por la cultura que hace ascender la condición humana.
“Hay que lograr que la calidad de vida de la gente se enriquezca con un disfrute de un tipo de cultura que haga ascender la condición humana, y lamentablemente hoy circula mucha pseudocultura chatarra de una manera incontrolable y que no puedes prohibir, porque sería algo ridículo, pero que lamentablemente tiende a la degradación humana”.
¿Hasta dónde este octavo Congreso de la UNEAC contribuirá a crear esos discursos?
“Yo soy delegado al Congreso y este lunes tuvimos la experiencia de participar en un encuentro con Danilo Sirio, el presidente del ICRT donde se discutió mucho sobre el tema del gusto, los modelos de participación cultural y hablamos de la intencionalidad. Estoy convencido de que debemos aprovechar las ventajas que nos da nuestro socialismo, este sistema de educación que llega prácticamente a todos los niños cubanos, debemos utilizar las ventajas de tener más de 30 mil instructores de arte y que nuestros medios masivos de difusión no están en manos privadas y que pueden tener una intención cultural seria, como de hecho la tienen”.
“Fue una exposición muy transparente la de Danilo Sirio. Hubo un intercambio muy claro, sin ningún tipo de triunfalismo, tratando de discutir a fondo el componente colonial que, lamentablemente, es amargo decirlo, pero todavía es fuerte ese. Más bien diría que se ha reforzado, ha habido un retroceso en aquella gran batalla descolonizadora. Si nosotros lográramos integrarnos más, trabajar más unidos, con más coherencia, que el Ministerio de Cultura y sus instituciones, que el ICRT tanto a nivel nacional como territorial, que implicáramos a los maestros que son decisivos y a la familia en esta gran batalla, creo que podríamos obtener resultados. Y eso se aprecia cuando la Camerata Romeu hizo su gira por provincias y se repletaron los teatros; también se aprecia cuando Silvio va a los barrios. Es decir, cuando hay ofertas de la más alta calidad que se difunde y se divulga, cuando eso sucede la gente responde. Y los teatros están llenos de jóvenes y no es un teatro de pacotilla, sino para hacer pensar, para interactuar con el espectador de una manera inteligente, provocadora, inquietante...”
“Nosotros no tenemos un pueblo de gente hipnotizada por la tontería, sino segmentos de personas; pero no podemos culpar a los que se han dejado hechizar por determinado mensaje, efecto de esa industria que pretende colonizar culturalmente y espiritualmente al mundo. Sin embargo, hay una semilla en el cubano de hoy que la tenemos que nutrir y estoy seguro que podremos tener resultados si trabajamos de ese modo”.
Quisiéramos que usted valorase el rol de la cultura en la hora actual cubana, cuando nuestro país perfecciona y transforma su modelo económico, político y social…
“Hay un grupo de documentos que han estado circulando. Miguel Barnet publicó un texto, a mi juicio espléndido, que se llama “La cultura, la brújula que nos indica el camino”; hay textos de Graziella Pogolotti esenciales; también de Ambrosio Fornet cuando se le dedicó la Feria del Libro, que se reunieron en un folleto que se llama “Utilidad de la cultura”, el cual se va a repartir a los delegados durante el Congreso.
“Creo que en la dimensión espiritual de este momento también destaca Eusebio Leal, y el ejemplo reciente es la reinauguración del teatro Martí, que tiene ahora todas las condiciones, pero que era una pura ruina. Allí en la reapertura estuvo Raúl Castro dándole continuidad a aquella idea que lanzó Fidel en el peor momento del período especial de que la cultura era lo primero que había que salvar. En estos momentos de tantas tensiones de recursos, en un país bloqueado y hostigado, que Raúl apoye la restauración del Teatro Martí, del Capitolio Nacional, del Gran Teatro de La Habana… demuestra la voluntad del gobierno revolucionario.
“Nuestro empuje y nuestro énfasis en todo lo que significa la revitalización económica del país y el trabajo que se desprende de los lineamientos aprobados en el Congreso del PCC no están reñidos en lo absoluto con una política cultural que considera la dimensión espiritual del ser humano algo esencial, y ahí radica la esencia de nuestro socialismo”.
“No podemos perder esa brújula, como decía Barnet. La política cultural no puede someterse a distorsiones economicistas. Un pragmatismo vulgar que vea el desarrollo económico como algo desligado de la dimensión espiritual del ser humano sería una locura. Cuando Raúl habla de un “socialismo próspero y sostenible”, interpreto que en esa prosperidad está el tremendo alimento, verdaderamente insustituible, que es la cultura”.
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