"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

jueves, 8 de mayo de 2014

Viengsay Valdés y Carmen, un dueto inseparable

Por Martha Sánchez
 
Viengsay Valdés hubiera sido Carmen de cualquier modo, porque lleva el desafío en la sangre. De no haber estudiado ballet, igual habría elegido un camino de lucha, para tornar posible lo imposible, volcar pronósticos y defender ideas propias, aún a riesgo de su vida. La gran primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba (BNC) adora a la desafiante mujer concebida en la literatura por Prosper Mérimée en 1845. Miles de admiradores, le suplican por más interpretaciones de Kitry (Don Quijote) y Odile (El lago de los cisnes), dos personajes que le quedan muy cómodos, pero si le preguntaran a la Valdés sus preferencias, se sorprenderían con la respuesta. Por este motivo, la más reciente invitación artística fue tan placentera para la bailarina, valorada entre las mejores del mundo.

Según la periodista Valentina Boeta, de Diario de Yucatán, Viengsay atrapó todas las miradas con su interpretación de Carmen en el Teatro José Peón Contreras, de Mérida, México, con un rostro minuciosamente expresivo y una sensibilidad capaz de transmitir el drama de la protagonista.

En artículo titulado “Carmen vive en las Antillas”, la cronista habla de “una primera figura cuya luz opaca todo lo que tiene alrededor y cuya presencia y ausencia del escenario hacen oscilar la energía del espectáculo y el interés del público en la función”.

La repositora de la obra de Alberto Alonso, Sonia Calero, viuda del coreógrafo y exprimera bailarina en Cuba, definió a la Valdés como “muy dócil, inteligente y artista”, durante una entrevista realizada en el espacio televisivo Yucatán Noticias.

Entre los requisitos indispensables del protagónico femenino, la maestra refirió: “para hacer Carmen se necesita una buena bailarina y muchos deseos de trabajar”. Tales cualidades no son difíciles de encontrar en Valdés, una profesional capaz de asumir en un día una doble función de dos clásicos diferentes y además bailar en esa semana otras piezas de distante factura. Lo ha hecho en varios festivales.

Sonia tuvo apenas cuatro días de ensayos con la artista y su joven partenaire del BNC, Víctor Estévez. De acuerdo con Viengsay, la maestra acentuó posiciones del cuerpo, inclinaciones de los movimientos y conversó mucho con ellos acerca de los personajes, los significados individuales, las relaciones interpersonales y acerca de qué deben expresar en cada momento. La primera figura destacó el carácter didáctico de los encuentros con la Calero pues le entregaron a ella y a Víctor explicaciones muy valiosas sobre los personajes.

La versión de Carmen de Alonso fue tan chocante en el momento de su creación (1967), que una funcionaria del entonces gobierno soviético calificó a la primera bailarina Maya Plisetskaya como una traidora de la danza clásica.

Por suerte para la cultura de esa nación, la artista no aceptó la muerte del personaje anunciada por los burócratas, aunque la primera presentación devino función única en aquella temporada. Al día siguiente, las autoridades cambiaron el programa por una obra clásica. Sin embargo, a principios del siglo XXI, las dos principales compañías de ballet de Rusia abogaron por el rescate de la pieza, el Bolshoi llamó a Alberto Alonso en persona para que montara el personaje a lo que más vale y brilla de su cantera, una diva llamada Svetlana Zakharova. Por su parte, el Mariinsky facilitó también el montaje, produjo los decorados precisos, e incluso en 2011 invitaron a la propia Viengsay a bailar Carmen junto al elenco ruso en uno de los Festivales Internacionales del célebre teatro.

“Las solicitudes de bailar la obra tanto en San Petersburgo como en Mérida, con compañías de Rusia y México, respectivamente, reforzaron mi acercamiento al personaje”, aseguró la primera bailarina cubana.

Mientras la vida de Carmen corrió peligro en época de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en la Cuba revolucionaria de los ‘60 creció con éxito. Aunque Alberto Alonso creó ese ballet especialmente para la rusa Plisétskaya –por solicitud de la artista-, no hay dudas de que otra prima ballerina assoluta, la cubana Alicia Alonso, fue quien convirtió a la célebre gitana en leyenda dentro del ámbito danzario.

Poco después del estreno mundial, Alicia lo bailó en La Habana y a nadie le pareció extraño, su cuñado Alberto había creado ese personaje sobre ella en el calor tropical de los salones del BNC, para llegar a Europa con una propuesta concreta. Carmen, sincretismo de lo español, latino y africano, tuvo raíces cubanas, y sin dudas cuando alguien piensa en una interpretación suprema aparece al instante Alicia, quien inyectó una dosis de arrebato a un sinfín de balletómanos que solo la concebían en papeles de espectros y princesas. Lo hizo tan bien que Viengsay y todas las bailarinas la tienen como referente.

Dentro de Mérida, la Valdés se dio a conocer con dos clásicos de línea dura en los que ella se pasea, El lago de los cisnes y Don Quijote, en distintas temporadas del BNC. En 2013, recibió una invitación personal para bailar en una gala junto a la Compañía de Danza Clásica de Yucatán y la secretaría de cultura del propio Estado mexicano renovó la invitación en 2014 con el propósito de estrenar allí otro clásico de rigor, Carmen.

Para Valdés ese tipo de convocatorias se convierten en oportunidades de renacimiento y reparten placeres por igual entre artistas y público. Su corazón hospeda el anhelo de volver a bailar la pieza en nuevos escenarios, pero especialmente en casa, pues la coreografía nació en Cuba, donde ni espectadores ni bailarines consideran a Carmen una extranjera.

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