Alejandro Nadal, La Jornada
La reunión anual del Fondo Monetario Internacional la semana pasada en Washington es reveladora, en el peor de los sentidos, de la incapacidad de sus funcionarios para educarse a partir de las lecciones de la historia. En pocas palabras, el FMI no ha podido aprender nada útil sobre los orígenes y naturaleza de la crisis de 2008. Los aires de importancia y serenidad que adopta la directora gerente del FMI, la señora Lagarde, no engañan a nadie.
Todos los que siguieron la reunión de cerca pudieron darse cuenta. La economía mundial tiene ya seis años desde que el colapso de Lehman Brothers en 2008 llevó al sistema financiero mundial al borde de la desintegración. La supuesta recuperación es un recurso retórico que manejan los políticos y sus acólitos en la academia. Ni siquiera los grandes beneficiarios del casino en el que se convirtió la economía mundial hablan de recuperación. En el concilio anual del FMI algunos hablaban sotto voce cuando se referían a las perspectivas de una nueva erupción del volcán financiero.
Los participantes en la reunión de Washington saben que ninguna de las causas estructurales de la crisis de 2008 ha sido atendida. Y las tres características centrales de la economía mundial que llevaron a la crisis se mantienen firmes, paralizando a los participantes en los tradicionales cónclaves anuales. Las lecciones siguen siendo ignoradas.
Primero, la desigualdad sigue siendo el elemento clave del modelo de acumulación de capital del neoliberalismo. Por esa razón, el endeudamiento ha resurgido como el motor del crecimiento en las economías desarrolladas.
El FMI maneja bien la retórica de combate a la desigualdad, pero todas sus recomendaciones para afrontar la crisis intensifican la desigualdad. Por ejemplo, entre las reformas estructurales que impulsa se encuentra la desregulación del mítico mercado laboral. Esas medidas destruyen las defensas y el poder de negociación de la clase trabajadora, agravando la mala distribución del ingreso. La señora Lagarde debe saber que si algo permitió una mejor distribución del ingreso en los años dorados del capitalismo mundial fue la presencia de sindicatos fuertes que pudieron nivelar el terreno de las negociaciones salariales a nivel macroeconómico. Pero ve con horror los mecanismos de defensa de la clase trabajadora.
También desaprueba la directora gerente del FMI una política fiscal que mantenga una estructura impositiva redistributiva. Y, por si fuera poco, tampoco ve con buenos ojos el gasto público que se traduzca en inversiones para bienestar social. En síntesis, Lagarde desaprueba todos los componentes de la política macroeconómica que contribuyeron en los años cincuenta y sesenta a mantener una estructura menos desigual en la sociedad.
Segundo, según datos del FMI los desequilibrios globales que antecedieron a la crisis se han reducido. En especial, el FMI destaca el hecho de que el déficit en Estados Unidos (y su contraparte, el superávit en China y Japón) se ha recortado significativamente. Pero eso se debe a la contracción económica y la reducción en la demanda en la economía estadunidense a raíz de la crisis. Esa reducción en los desequilibrios no se debe a la presencia de un mecanismo de ajuste en la economía mundial. De hecho, los desequilibrios persisten en la zona euro y el mismo FMI reconoce que su presencia constituye un elemento desestabilizador. Decir que las cosas han mejorado porque la crisis provocó una brutal contracción de la demanda es equivalente a pensar que el incendio se terminó porque cuando arrasó con todo también acabó con el material inflamable.
Tercero, el dominio que ejerce el capital financiero perdura y no se han regulado sus peores rasgos. Las prioridades de la política macro siguen siendo las del capital financiero y no las de la economía real. La falta de regulación de los flujos de capital y la carencia de controles sobre las prácticas de gran opacidad que se realizan todos los días en los mercados financieros sigue siendo una de las asignaturas pendientes más importantes.
El cónclave del FMI se pareció más a una reunión de bomberos que están preocupados por los incendios que se avecinan y que perciben que no tienen las herramientas para detenerlos. La reunión del FMI recuerda las congregaciones de la Liga de las Naciones en la década de los años treinta. Los diplomáticos ahí reunidos creían haber aprendido las lecciones de la Primera Guerra Mundial y por ello estaban genuinamente interesados en evitar una nueva conflagración. Pero no tenían instrumentos para hacerlo por una razón: su análisis de la situación estaba equivocado y las lecciones que creían haber derivado del conflicto armado de 1914 no eran las relevantes. Algo similar sucede en el FMI.
La función objetivo del modelo de acumulación neoliberal es muy sencilla. Se trata de maximizar la parte del pastel que le toca al uno por ciento superior en la escala social. La combinación desigualdad+capital financiero desembocará en otra gran crisis más temprano que tarde. Pero el FMI no puede aprender la lección.
Twitter: @anadaloficial
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