Economista
Como podemos ver por el lenguaje hasta ahora utilizado por todos los políticos, su contenido está exclusivamente dirigido a hacer un lavado de cerebro a la mayor parte de la ciudadanía a través de medias verdades y una manipulación de la otra mitad de lo que hubiera de ser considerado como verdadero. Constituye un proceso psicológico con el que se trata de impedir las manifestaciones de la parte indómita del individuo primigenio. Y lo más horripilante es que con este lenguaje que están utilizando las élites, se ha llegado a forjar un modelo en el que su carácter más representativo es su completa vaciedad de contenido; un espacio perfectamente utilizable para a través del “coma pienso y no piense”, introducir en él lo que en función de aquellas medias verdades interesara grabar en las mentes de los ciudadanos.
Atributtion: Flavorwire
Según escribe Germán Gorraiz López, en su artículo Hacia el Mayo del 68, “Zbigniew Brzinski abogaba en su libro Entre dos edades por el control de la población por una élite mediante la “manipulación cibernética” Afirmaba que “la era tecnotrónica involucra la aparición gradual de una sociedad más controlada y dominada por una élite sin las restricciones de los valores tradicionales, por lo que pronto será posible asegurar la vigilancia casi continua sobre cada ciudadano y mantener al día los expedientes completos que contienen incluso la información más personal. Archivos que estarán sujetos a la recuperación instantánea de las autoridades”, lo que anunciaría ya la posterior implementación del programa PRISM o del reciente “affaire Spyon” de la NSA”.
Estamos asistiendo a la actualización de aquella precognición que Orwell plasmó en su novela. La de una sociedad sometida por parte de las élites a una vigilancia de naturaleza subjetiva; cautiva de una propaganda alienante que le imposibilita pensar libremente; constantemente alimentada con soflamas favorables al Partido, así como alentada a denunciar a los que no compartan los principios que se fueron cincelando en el inconsciente de los ciudadanos. Hay una frase muy significativa en esta obra: «a los proles se les permite la libertad intelectual porque no tienen intelecto alguno». Seríamos los Deltas y Epsilons que Aldous Huxley nos dio a conocer en Un mundo feliz.
Esto es lo que nos espera si no recordamos aquello de “primero se llevaron a …, pero no me importó, porque yo no era…” Exceptuando al Capital, todos estamos fichados. Lo que decimos, lo que pensamos y escribimos; donde estamos, y en función de lo que hicimos, no sólo hasta donde estuvimos, sino incluso hacia donde dirigimos nuestros pasos.
Es preciso luchar contra lo que, si permanecemos estúpidamente idiotizados con el pan imprescindible y el circo mediático, nos está convirtiendo en marionetas. No podemos impedir el control, porque en una sociedad y en una economía en la que la tecnología es fundamental para su desarrollo, es imposible hacer uso del ábaco; pero sí podemos conseguir que ese control alcance a los que, al estar ejerciéndolo han cuidado (al menos hasta ahora), que éste no les alcance a ellos.
No creo que haga falta mencionar que el control es necesario. Si recordamos las causas por la que los afectados promovieron El Motín de Esquilache podremos constatar que lo que con ellas los amotinados quería preservar no era su derecho a la intimidad, sino el que le confería disfrutar de un embozo. Lo que ocurrió y sigue acaeciendo es que la capa y el embozo fueron y han sido arrebatados a la plebe; y como no eran ni son muy estéticos, la nobleza vino y sigue ocultando sus vergüenzas con los velos de una aterciopelada e intocable superioridad.
Como señala Víctor Alonso Rocafort en su artículo Parrhesía y nueva política, “la falta de libertad de expresión es alarmante a día de hoy en España. La reciente aprobación de la Ley de Seguridad Ciudadana, la ley mordaza, es un claro síntoma…” de la situación que estamos viviendo.
A mi entender, como partícipes en la elaboración de ese control, lo que hemos de hacer es dejar de comportarnos como meros operadores del control que se haya de ejercer; con independencia de nuestras funciones como simples menestrales tenemos que participar en la conformación de una estructura material con la que conseguir que ese control esté al servicio de la generalidad. A través de un sistema cibernético “cuyo único fin” sea el de supervisar todas las actividades económicas que se puedan desarrollar en nuestra sociedad. Para lo cual será necesario que los medios de cambio que tengamos que utilizar estén estrechamente identificados con aquéllos que estén ostentándolos.
Sé que habrá muchos que pretenderán justificar con argumentos lo que podría ser una justificación interesada; al igual que habrá otros que en el más injustificable de los casos, tratarán que sea el tiempo el que resuelva los problemas. Mas el tiempo no resuelve nada. Somos nosotros, en nuestro devenir los que hacemos que nada sea eterno en el tiempo. Lo que ocurre (y de ello debemos de felicitarnos), es que a través de la tecnología que están utilizando ciertos medios de información, el velo está siendo rasgado.
Es necesario recuperar nuestra propia hominidad. Oponernos a que otros nos manejen como marionetas. Y esta disposición, en función de los avances tecnológicos que hemos alcanzado es totalmente factible materializarla.
Sobre el modelo asambleario
Acabo de leer un artículo fechado el pasado abril que bajo el título “Hacia un asamblearismo real” nos muestra el hartazgo que siente la ciudadanía hacia lo que ha sido denominado como una “democracia representativa”. Hacia la prostitución con la que se ha degradado un término que, a tenor de dicho desmerecimiento, llegó a ser catalogado como la peor forma de gobierno exceptuando todas las demás. Y razón no le faltó al polifacético estratega.
A mi entender y en el de aquéllos que acuñaron la palabra democracia, su ejercicio tenía que ser desempeñado por y para el pueblo. El que este ejercicio tuviera que ser delegado se debió a los problemas inmanentes en una participación que en el pasado era totalmente impracticable. Tanto por el conflicto que Rousseau encontró en la imposibilidad de mantener a la ciudadanía permanentemente sometida a un proceso constituyente, como por la disparidad de intereses que concurren en convenciones en las que priman las subjetividades.
Estoy totalmente de acuerdo cuando su autor dice: El asamblearismo propone la asamblea de iguales como eje de debate, discusión, organización y decisión política.
Disiento cuando agrega: Un asamblearismo extenso y verdadero debe proponerse impregnar las distintas realidades sociales, incluyendo también y sobre todo la organización del trabajo y la de la totalidad de los procesos educativos y actuar de manera material y concreta sobre la realidad. Mientras el asamblearismo se limite a la asamblea pública o de grupos de activistas, seguirá siendo un proyecto político inacabado, con el riesgo constante de ser absorbido por el sistema jerárquico y autoritario dentro del que surge. Se hace necesario extender en lo posible el proyecto de la asamblea –que es un proyecto político, pero también y fundamentalmente educativo y social– a todos los ámbitos de la realidad colectiva.
Y en función de lo que expuse en el artículo Desmontando el Capitalismo (III), transcribo el por qué:
“Hemos de ser conscientes de que será preciso conformar unas Asambleas de Base (posteriormente habría que instrumentalizar unas de Notables y otra Legislativa) en las que el pueblo se manifieste informáticamente con respecto a los problemas que a su entender deberían ser abordados. Unos problemas, unas sugestiones y unos requerimientos que tras su análisis y su decantación, como acuerdos asamblearios tendrían que ser propuestos a la Legislativa a través de las Asambleas de Notables en función de ser el pueblo el único sujeto en el que debe residir la soberanía. En un proceso en el que lo que hubiera de ser decidido y llevado a cabo, no lo hubiéramos dejado en manos de unos poderes representativos, sino que estuviera promovido por el propio pueblo; que surgieran de éste las políticas y las actividades que a través de su decantación se hubieran de seguir.
“Imaginemos que las reivindicaciones, las denuncias, las propuestas e incluso las ideas, fueran canalizadas a través de unos cauces informáticos, a unas Asambleas de Base locales, en las que sus operadores, en contacto recíproco con aquéllos que las hubieran emitido, se ponderaran sus pros y sus contras. Imaginemos que esta comunicación se hubiera producido -como de hecho tenemos que asumir como consecuencia de su naturaleza informática-, sin que en ella concurrieran los factores coactivos que tan frecuentemente encontramos en la representatividad o preeminencia de aquéllos con los que tenemos que contrastar opiniones. ¿No serían los resultados que se pudieran alcanzar los que verdaderamente estarían sintetizando la voluntad y las expectativas de la generalidad?”
La gestión del Poder debe ser un ejercicio de responsabilidad y de consenso, pero este consenso no debe materializarse como una aquiescencia doctrinal. El debate primario tendrá que decantarse en las Asambleas de Base; el secundario, en las de Notables y finalmente será en la Asamblea Legislativa, donde como último escalón en el proceso que recoja la Voluntad General de la ciudadanía se establezca lo que haya de ser decidido. Un peldaño que se encontraría en la cima de los que le estarían sirviendo de soporte; pero que para alcanzar esta posición, su preeminencia estaría siendo sustentada (y que por tanto habría de dar cuenta del poder que desde el mismo se pudiera ejercer) por el ejercicio de pilar llevado a cabo por los peldaños inferiores.
Como un consecuente de lo manifestado, el ejercicio del Poder será comisionado por el pueblo. Y esto, no como consecuencia de la celebración de unos comicios en los que, creyendo ser por un momento, soberanos, sólo estaremos designando quienes habrían de ser nuestros propuestos embaucadores, sino a través de la omnipresente actuación de las Asambleas de Base y de Notables. Y es que, en puridad, al no existir en las decisiones concertadas en estas Asambleas ningún personalismo, (debido a que las decisiones que en ellas se tomaran reflejarían las sugerencias y demandas expresadas por la generalidad) no podrían concurrir en su conformación ningún tipo de interés connotado a una facción.”
Fin de la cita
Cuando en el artículo de referencia se dice: “Mientras el asamblearismo coexista con la democracia parlamentaria, su potencial y su efectividad reales quedarán fuertemente mermadas. La implantación de un asamblearismo real sólo será posible con la sistemática desaparición del parlamentarismo y su substitución por una red compleja de asambleas de iguales”.
En este caso, no se está teniendo en cuenta que con el modelo asambleario que aquí se propone habría dejado de existir la necesidad de tener que delegar nuestro voto a la representatividad conferida a un Parlamento y a un Senado. El asamblearismo sería la manifestación de una verdadera democracia. Por el contrario, sustituir lo eliminado por una red compleja de asambleas de iguales, sólo nos llevaría a la conformación de unas banderías, que enfrentadas entre sí (en función de sus intereses colectivos), habrían de cristalizar como asambleas verticales.
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