Por Aurelio Alonso
Al margen de las apreciaciones que voy a tratar de ordenar en el presente artículo, este 17 de diciembre tendrá que ser recordado como una fecha memorable. Lo sería incluso si solo se tratara del retorno de los tres cubanos que quedaban en cárceles de los Estados Unidos procesados en causas cuya injusticia y arbitrariedad no necesito recordar ahora. Se ganó aquí una contienda gloriosa, aunque de todos modos pagaron en largos años de heroica resistencia.
Pero la aceptación de esta propuesta de canje se hace más significativa al vincularse con la decisión anunciada por el presidente de los Estados Unidos de cambiar la política de hostilidad seguida por 50 años hacia Cuba, después de reconocer el fracaso de la misma. Y la concertación de la misma con el presidente Raúl Castro. En las coordenadas de una normalización, comenzar con este intercambio de prisioneros tan deseado subraya una voluntad política que lo trasciende. Sella con un gesto de reciprocidad el inicio de conversaciones.
El anuncio de restablecimiento de relaciones diplomáticas que le acompaña alude, más allá de la liberación de prisioneros, a la decisión presidencial de protagonizar el cambio radical de la política de Washington hacia Cuba. Por primera vez reconoce tácitamente la legitimidad política del Estado cubano, y no parte de condicionamientos inaceptables. Un primer escalón de normalización, que requiere completarse con la formalización del acuerdo, la designación de embajadores, la habilitación de sedes diplomáticas, presentación de credenciales, y será entonces que el paso formal esté consumado.
No obstante, mientras esto sucede seguramente se podrá avanzar, si existe, como creo, la voluntad anunciada en acuerdos en áreas donde se ha trabajado ya, como la cuestión migratoria, la lucha contra el tráfico de narcóticos, de personas, el contrabando, en intercambios académicos, científicos, culturales, deportivos, religiosos. Y en los aspectos de los nexos económicos que no sean afectados por la Ley Helms-Burton. Seguramente se podrá hacer bastante.
Creo que a todos nos sorprendió la claridad expresada por Obama, en cuanto a la radicalidad de su disposición. Ciertamente, recuerdo que el cambio de la política hacia Cuba había figurado en la campaña que lo llevó a la presidencia. Sin embargo, los largos años de residente en la Casa Blanca hacían pensar que esto no sucedería ya. De hecho, el bloqueo ha afectado recientemente, con multas multimillonarias, a prestigiosos bancos europeos acusados de financiar acciones en la economía de la Isla.
Ha sido la de Obama una decisión que ha sorprendido también en los Estados Unidos, entre sus partidarios y entre sus enemigos. En especial cuando el final de su mandato presidencial promete una contienda permanente frente a un poder legislativo de mayoría republicana en ambas cámaras. También, ante los pronósticos de que una próxima elección haría pasar la presidencia al partido rival. Me siento movido ahora a dos consideraciones. Una es que la realización de este cambio puede revelar, en el electorado, más consenso en torno al presidente que el esperado por la derecha, con lo cual habría que empezar a evaluar nuevos escenarios en las próximas elecciones. La otra consideración es que, existiendo –como indiscutiblemente existe– un reforzamiento de las posiciones internas e internacionales a favor del cambio de política hacia Cuba, Obama no tendría por qué dejar la posibilidad del giro en manos republicanas. Recordemos que fue el republicano Richard Nixon el artífice del restablecimiento de relaciones con China, y dejar que se dé una segunda edición sería tal vez una ingenuidad política para el demócrata en el gobierno.
En el plano internacional, las últimas 21 votaciones contra el bloqueo en la Asamblea General de Naciones Unidas firman un reclamo que el mundo le hace a los Estados Unidos. Y, no menos importante hoy, reconocer a Cuba representa una carta de crédito político en sus relaciones con el escenario latinoamericano cambiante. Si no mejora la imagen en el concierto continental el liderazgo norteamericano se ve peligrar. Y por paradójico que resulte, esa mejoría pasa hoy por la normalización con Cuba.
Suceda lo que suceda en las próximas elecciones presidenciales, este paso ya se lo anotó Obama. Tiene además casi dos años aún para avanzar en esa dirección, y para subirle así la parada a quien le suceda en la oficina oval. Yo, que me cuento entre los que había perdido la confianza, creo que todavía podría ganarse el Premio Nobel, otorgado en 2009 con tanta anticipación.
Claro está que la normalización de relaciones no se reduce al reconocimiento diplomático. Normalidad significa mucho más en el plano político, económico y social. No creo posible hablar de algo así como una “normalidad bloqueada”. De modo que el primer saldo de las relaciones que se han de restablecer sería a mi juicio el de propiciar territorios de superación de la vieja política.
Ese complicado sistema de regulaciones represivas unilaterales de los Estados Unidos contra Cuba que llamamos bloqueo ha tomado más de 50 años de ingeniería política montarlo. No se limita a un embargo, y por eso nos cuesta identificarlo con el término. Veo el bloqueo como una madeja de nudos, algunos de los cuales quizá podrían cortarse de golpe, en tanto otros tendrán que ser desenmarañados poco a poco, sucesivamente. En todo caso, responder a la pregunta del “cómo” constituye en sí misma un desafío. ¿Podría cortarse de una vez esta madeja? De no ser así –como pienso– cómo codificar las líneas de corte.
Por supuesto que el proceso de desenredar está básicamente en las manos de quienes armaron el enredo, y que al tener que producirse en etapas, también estará en sus manos fijar las prioridades. Cuando he tratado el tema en textos o presentaciones anteriores he intentado subrayar que, llegada la hora de poner fin al bloqueo, quienes nos mantienen bloqueados darán los pasos de flexibilización atendiendo a sus intereses, que no siempre van a coincidir con los nuestros. Aquí radica el reto, para los Estados Unidos y para Cuba, y la necesidad de negociación.
De modo que pienso que el desafío del socialismo cubano adquirirá a partir de 2015 una nueva complejidad. Ya las reformas no estarán dirigidas a introducir cambios (lo estarán cada vez menos) en una economía bloqueada, sino en un nuevo escenario signado por el ritmo de esta normalización que esperamos tenga lugar.
El hecho es que todo indica que hemos llegado finalmente a la difícil encrucijada del proyecto cubano. Las perspectivas cambian; los retos se multiplican.- See more at: http://www.cubacontemporanea.com/noticias/11955-la-celebracion-entre-el-anuncio-y-la-realidad#sthash.Bk2kskql.dpuf
Pero la aceptación de esta propuesta de canje se hace más significativa al vincularse con la decisión anunciada por el presidente de los Estados Unidos de cambiar la política de hostilidad seguida por 50 años hacia Cuba, después de reconocer el fracaso de la misma. Y la concertación de la misma con el presidente Raúl Castro. En las coordenadas de una normalización, comenzar con este intercambio de prisioneros tan deseado subraya una voluntad política que lo trasciende. Sella con un gesto de reciprocidad el inicio de conversaciones.
El anuncio de restablecimiento de relaciones diplomáticas que le acompaña alude, más allá de la liberación de prisioneros, a la decisión presidencial de protagonizar el cambio radical de la política de Washington hacia Cuba. Por primera vez reconoce tácitamente la legitimidad política del Estado cubano, y no parte de condicionamientos inaceptables. Un primer escalón de normalización, que requiere completarse con la formalización del acuerdo, la designación de embajadores, la habilitación de sedes diplomáticas, presentación de credenciales, y será entonces que el paso formal esté consumado.
No obstante, mientras esto sucede seguramente se podrá avanzar, si existe, como creo, la voluntad anunciada en acuerdos en áreas donde se ha trabajado ya, como la cuestión migratoria, la lucha contra el tráfico de narcóticos, de personas, el contrabando, en intercambios académicos, científicos, culturales, deportivos, religiosos. Y en los aspectos de los nexos económicos que no sean afectados por la Ley Helms-Burton. Seguramente se podrá hacer bastante.
Creo que a todos nos sorprendió la claridad expresada por Obama, en cuanto a la radicalidad de su disposición. Ciertamente, recuerdo que el cambio de la política hacia Cuba había figurado en la campaña que lo llevó a la presidencia. Sin embargo, los largos años de residente en la Casa Blanca hacían pensar que esto no sucedería ya. De hecho, el bloqueo ha afectado recientemente, con multas multimillonarias, a prestigiosos bancos europeos acusados de financiar acciones en la economía de la Isla.
Ha sido la de Obama una decisión que ha sorprendido también en los Estados Unidos, entre sus partidarios y entre sus enemigos. En especial cuando el final de su mandato presidencial promete una contienda permanente frente a un poder legislativo de mayoría republicana en ambas cámaras. También, ante los pronósticos de que una próxima elección haría pasar la presidencia al partido rival. Me siento movido ahora a dos consideraciones. Una es que la realización de este cambio puede revelar, en el electorado, más consenso en torno al presidente que el esperado por la derecha, con lo cual habría que empezar a evaluar nuevos escenarios en las próximas elecciones. La otra consideración es que, existiendo –como indiscutiblemente existe– un reforzamiento de las posiciones internas e internacionales a favor del cambio de política hacia Cuba, Obama no tendría por qué dejar la posibilidad del giro en manos republicanas. Recordemos que fue el republicano Richard Nixon el artífice del restablecimiento de relaciones con China, y dejar que se dé una segunda edición sería tal vez una ingenuidad política para el demócrata en el gobierno.
En el plano internacional, las últimas 21 votaciones contra el bloqueo en la Asamblea General de Naciones Unidas firman un reclamo que el mundo le hace a los Estados Unidos. Y, no menos importante hoy, reconocer a Cuba representa una carta de crédito político en sus relaciones con el escenario latinoamericano cambiante. Si no mejora la imagen en el concierto continental el liderazgo norteamericano se ve peligrar. Y por paradójico que resulte, esa mejoría pasa hoy por la normalización con Cuba.
Suceda lo que suceda en las próximas elecciones presidenciales, este paso ya se lo anotó Obama. Tiene además casi dos años aún para avanzar en esa dirección, y para subirle así la parada a quien le suceda en la oficina oval. Yo, que me cuento entre los que había perdido la confianza, creo que todavía podría ganarse el Premio Nobel, otorgado en 2009 con tanta anticipación.
Claro está que la normalización de relaciones no se reduce al reconocimiento diplomático. Normalidad significa mucho más en el plano político, económico y social. No creo posible hablar de algo así como una “normalidad bloqueada”. De modo que el primer saldo de las relaciones que se han de restablecer sería a mi juicio el de propiciar territorios de superación de la vieja política.
Ese complicado sistema de regulaciones represivas unilaterales de los Estados Unidos contra Cuba que llamamos bloqueo ha tomado más de 50 años de ingeniería política montarlo. No se limita a un embargo, y por eso nos cuesta identificarlo con el término. Veo el bloqueo como una madeja de nudos, algunos de los cuales quizá podrían cortarse de golpe, en tanto otros tendrán que ser desenmarañados poco a poco, sucesivamente. En todo caso, responder a la pregunta del “cómo” constituye en sí misma un desafío. ¿Podría cortarse de una vez esta madeja? De no ser así –como pienso– cómo codificar las líneas de corte.
Por supuesto que el proceso de desenredar está básicamente en las manos de quienes armaron el enredo, y que al tener que producirse en etapas, también estará en sus manos fijar las prioridades. Cuando he tratado el tema en textos o presentaciones anteriores he intentado subrayar que, llegada la hora de poner fin al bloqueo, quienes nos mantienen bloqueados darán los pasos de flexibilización atendiendo a sus intereses, que no siempre van a coincidir con los nuestros. Aquí radica el reto, para los Estados Unidos y para Cuba, y la necesidad de negociación.
De modo que pienso que el desafío del socialismo cubano adquirirá a partir de 2015 una nueva complejidad. Ya las reformas no estarán dirigidas a introducir cambios (lo estarán cada vez menos) en una economía bloqueada, sino en un nuevo escenario signado por el ritmo de esta normalización que esperamos tenga lugar.
El hecho es que todo indica que hemos llegado finalmente a la difícil encrucijada del proyecto cubano. Las perspectivas cambian; los retos se multiplican.- See more at: http://www.cubacontemporanea.com/noticias/11955-la-celebracion-entre-el-anuncio-y-la-realidad#sthash.Bk2kskql.dpuf
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