"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

domingo, 22 de febrero de 2015

Proyección de Cuba: Ley Fundamental y los nuevos desafíos

Ovidio D´Angelo Hernández, investigador social.

Dilucidando futuros caminos y puertas.

La nueva coyuntura histórica creada por el acuerdo Estados Unidos, de iniciar el restablecimiento de relaciones, ocurre en un contexto internacional y nacional muy complejo, que requiere de un análisis desprejuiciado y sensato que abra, de manera efectiva, las puertas del futuro.

Ello, habida cuenta de las diferencias de posiciones radicalmente diferentes en asuntos de política nacional e internacional existentes entre los dos gobiernos y formas de pensamiento. Para ambos, los nuevos desafíos están sobre la mesa. Nuevas esperanzas renacen, se renuevan ilusiones perdidas de convivencia pacífica y constructiva en respeto mutuo.

La nueva situación crea condiciones más propicias para ventilar nuestros asuntos pendientes en términos de mayor democratización y participación popular en las decisiones del país. Cualquier transformación progresiva que ocurra en las relaciones sociales e institucionales en Cuba, sin embargo, no debiera verse como consecuencia de una negociación o concesión con la gran potencia, sino como resultado del aflojamiento de tensiones históricas que propician un mejor clima para el diálogo interno; ahora, posiblemente, en condiciones más constructivas1.

En ese contexto, el propósito de este trabajo es realizar una mirada crítica y desprejuiciada sobre aspectos importantes de nuestra Constitución que deberían y podrían ser interrogados o modificados, con vistas a una renovación en perspectivas de actualidad y apertura a futuros más democráticos en la idea de una “sociedad socialista de progreso y desarrollo sustentable”, sin perder los principios humanistas en que se inspira esta tradición, en sus esencias.

Las nuevas realidades van a requerir nuevos enfoques. Las relaciones entre Estados Unidos y Cuba arrastran más de 50 años de violencia, incomprensión, prepotencia y hasta odio…muchas veces generados por actitudes recalcitrantes, de una parte, a las que sobrevinieron posiciones de resistencia y otros extremos asociados, por otra.

Se requerirá una postura de paciente entendimiento –hasta donde sea posible- y de concertación, en la que todas las partes ceden algo de sus posiciones intransigentes, gradualmente, para llegar a una convivencia más justa y de mayor alcance para todos.

Entiendo que posturas de choque no facilitarán las cosas. Creo que hay que manejarlos cuidadosamente los medios a emplear para un avance entre las posiciones diferentes para no propiciar situaciones caóticas. Sin embargo, creo también que hay que establecer los mecanismos apropiados para esos diálogos y principios de entendimiento social, entre todos los sectores, excluidos aquellos abiertamente sometidos a dictados de otras potencias o que les hagan el juego. No obstante, estos criterios deberían manejarse en consenso social, con apertura y flexibilidad. Y con más prisas que pausas, pero con sentido de sensatez y espíritu constructivo de las libertades necesarias.

La patria es de todos, “con todos y para el bien de todos”…siempre que, en mi opinión, los intereses sean sanos y patrióticos y no respondan a rencores o inciten a posiciones de violencia social.

La posición hegemónica de Estados Unidos en el mundo resulta un límite casi infranqueable por lo sostenida y fundamentada en sus ideas de Gran Nación, aunque con diferencias apreciables desde las instituciones políticas que la conforman.

Desde el ámbito cubano, que es el que nos interesa y sobre el que podemos proyectarnos, no será fácil remontar, con nuevo espíritu de apertura, los escollos de más de 50 años de experiencias negativas con los gobiernos estadounidenses y una porción del exilio histórico recalcitrante, con una gran dosis de odio e intereses particulares; por otra parte, también puede ser contraproducente insistir en una concepción tradicionalista del “socialismo real” estadocéntrico, manejado desde la posición gobernante histórica, con consecuencias en el condicionamiento que ello ha producido en la “mentalidad” de ciertos sectores de la población.

Se trata de cuestiones principales que pueden requerir cambios de enfoques y permitir avanzar en la construcción de una concepción y práctica ciudadanas que hagan posible la realización de un ideal nacional arraigado de progreso, plena justicia social, libertades y derechos, el cual se ha visto limitado también por un estado de cosas que las desavenencias mutuas entre los dos países han alimentado durante demasiado tiempo.

La historia pudo haber sido contada de otro modo…si desde el inicio de la aplicación de las leyes revolucionarias se hubiera impuesto una política inteligente y moderada de acercamiento y negociación entre ambas partes; ello hubiera propiciado situaciones constructivas respeto a la soberanía nacional de nuestro país, en vez de la obcecada postura imperante del garrote represivo del vecino del norte.

Pero la historia no es circular, la línea del tiempo no es retroactiva. De modo que aquellos vientos trajeron otras tempestades. Se trata ahora de revertir, con la carga del tiempo y las heridas, lo que no se pudo hacer, lo que un nuevo y más promisorio futuro nos puede traer.

En nuestro caso, sin olvidar los contextos de enfrentamiento sufridos – a veces bastante crueles y con daños de todo tipo--, se trata de remontar grandes obstáculos, de manera que se contribuya a aminorar la beligerancia, arrogancia y omnipotencia de sectores resistentes y generar nuevas posiciones conjuntas, más constructivas, flexibles y abiertas.

En ese sentido, un aspecto esencial en el que podría avanzar el país es la reconstrucción de concepciones arcaicas de otros socialismos que respondieron a interpretaciones epocales y a tendencias ideológicas de otras relaciones sociales de sus momentos y coyunturas históricas.

La concepción estadocéntrica y autoritaria del socialismo, dadas las agudas confrontaciones del período inicial revolucionario y provenientes de las ideas de “dictadura del proletariado” del momento, no solo han perdido hoy su vigencia –lo que no obvia la validez del carácter clasista de las relaciones sociales--, sino que han demostrado –con la caída del ex campo socialista europeo y los cambios del “socialismo” oriental-- que son ineficientes e incapaces de movilizar a la sociedad y sus fuerzas productivas y morales hacia escalones de desarrollo superior.

Esa concepción se expresa en nuestra Ley Fundamental, cuyas modificaciones no pueden ser hoy ni epidérmicas ni ilusas. A pesar de los debates públicos, los referendos y plebiscitos a los que fueron sometidas las propuestas que le dieron forma definitiva en diferentes momentos, un somero análisis refleja multitud de limitaciones y descontextualizaciones que requerirían un profundo re-análisis de cara a un socialismo más maduro y desarrollador.

No se puede obviar que, de cualquier manera, esos actos públicos estuvieron impactados por un conjunto de fenómenos diversos que conformaron las subjetividades de los cubanos, entre los que se podría mencionar:

- La presencia del liderazgo histórico de la Revolución y la casi generalización de un modus operandi en la construcción cubana del socialismo.

- La “naturalización” de una tal concepción de socialismo como la mencionada, no solo entre la dirección, sino entre partes significativas de la población.

- Las ventajas y mejoras en la calidad de vida de la población en muchas dimensiones conocidas, durante la época del campo socialista y el ideal del “comunismo luminoso”.

- La vivencia de las agresiones de todo tipo provenientes de los sectores más recalcitrantes de la derecha en el exilio y del gobierno estadounidense, que reforzaron el espíritu patriótico de la población.

- El temor a los “pases de cuenta” de ellos al país, en caso de derrota de la posición revolucionaria.

- El temor al castigo de las autoridades y la paranoia social –siempre presente para los casos considerados ideológicamente “desviados” de la norma oficial y hasta para ejercer un voto contrario o diferente en las elecciones.

- La falta de una promoción de postura reflexiva-crítica abierta entre la población, en vez de la obediencia a la ineluctabilidad de los líderes, entre otros muchos factores.

Sobre unas nuevas bases de madurez de conciencia política crítica que obvie la mayor parte de los factores anteriores –hoy menos presente por el desgaste en la efectividad económica y política del sistema-, se requiere renovar nuestra Constitución, hacerla más moderna y de espíritu más constructivo e impregnado de formas de ciudadanía popular protagónica, decisoria y emancipatoria –una de las principales esencias del ideal socialista-.

Comentaremos, entonces, aspectos de su articulado que, en nuestra opinión, requerirían de interrogaciones y hasta modificaciones profundas, algunas por su teorización de origen; otras, por los cambios establecidos en los Lineamientos –o con sugerencias de enrumbarlos en otras direcciones, dado el caso.

Sirvan estas indagaciones de oportunidades alternativas como aporte a la reconstrucción de la Ley Fundamental que, como es conocido, es objeto de “actualización” por una Comisión designada por el Partido-Estado en los momentos actuales2.

Art. 1.- “Cuba es un Estado socialista de trabajadores…” ¿Es ésta la categoría inclusiva hoy?, ¿No se está generando una sociedad más diversa en la que no solo son trabajadores, sino otros actores sociales, los que se incluyen?

“organizado con todos y para el bien de todos…para el disfrute de la libertad política…” ¿qué entendemos por “todos” en nuestra realidad actual? ¿no supone la declaración de diversidad, hoy más que antes lejana de la homogeneidad siempre declarada?, ¿qué entender hoy por libertad política si no es el derecho a la libre expresión, organización y difusión de ideas sobre un marco de respeto?, ¿no es precisamente el aspecto más limitado de nuestra realidad nacional en condiciones de guerra permanente?.

Art. 3.- “…la soberanía reside en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado…ejercido directamente o por medio de las Asambleas del Poder Popular…”, ¿no es este uno de los puntos más problemáticos y de mayor posibilidad de renovación y desarrollo?, ¿no se ha ejercido el poder “a nombre del pueblo” bajo el mandato de un grupo central de dirección, quedando reducidas al mínimo las posibilidades del Poder Popular, en tanto el pueblo no es artífice de sus decisiones, ni sus “representantes” tienen las potestades reales de expresión, participación y solución en las decisiones fundamentales?

(A esto volveremos)

En este artículo se colocó la cláusula, -posiblemente no muy bien entendida y en la que operaron todos los factores de valor subjetivo limitantes enunciados más arriba- sobre que “el Socialismo es irrevocable” (algo que muchos debieron entender como aceptable, en tanto confirmación del ideal de progreso vigente), pero que, en una lectura más detallada, se matiza con: “y el sistema político y social revolucionario establecido en esta constitución”.

Es decir, que la cláusula no afirma solo el ideal socialista en general (con cuya diversidad de expresiones se podría entrar en polémicas constructivas), sino que plantea la fórmula de que lo irrevocable es la forma del sistema político y social actual, que debe quedar inalterable de manera permanente –aunque más abajo se refiera a la no restauración del capitalismo; ¿no es esta una fórmula terminada y acabada de la historia (¡paradójicamente hegeliana y fukuyamiana!), o sea, ajena al marxismo dialéctico y crítico?. Esto, ¿no cierra cualquier posibilidad de propuesta de cambios creativos en nuestro orden social y político?....precisamente “todo lo que deba ser cambiado” (en el enunciado de Revolución del líder máximo).

Art. 5.- Resulta clave en la concepción estadocéntrica, que sitúa fuera de la soberanía popular todas las orientaciones principales de la política: “El Partido Comunista….es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes…”

¿Cómo, si se planteó que la soberanía reside en el pueblo, es posible que exista una fuerza superior determinante y no sometida a la elección, participación y control popular?, ¿no es esta la vieja visión del Partido vanguardia de la nación, “iluminado” conductor de los ignorantes individuos y colectivos de la sociedad? Contradictio in adjecto!

¿No correspondería mejor al Partido (partidos, movimientos políticos y sociales, etc.) el papel de promotor de plataformas ideológicas-póliticas acerca de las cuáles decidiera “el soberano”? (esto, aunque se tratara de modalidades de socialismo, de alternativas dentro de su concepción amplia como sistema social).

Art. 6, 7.- La forma de reconocer las organizaciones sociales (que “representan los intereses específicos de la población” ¿no es la establecida con organizaciones de masas construidas desde arriba (las que tuvieron misiones históricas de finidas y hoy, en parte de ellas, son una camisa de fuerza para la autoorganización y expresión popular?; algunas, ¿no están desfasadas de las necesidades de la época e hipercontroladas por los aparatos del Partido, cuyas líneas de orientación del momento deben seguir a toda costa, aun cuando en otros momentos sean sustituidas por otras pensadas desde el Centro?.

¿Se consideran los diversos intereses sociales, políticos, religiosos, profesionales, etc. como “intereses específicos de la población”?.

Art. 9.- ¿No se basa en el supuesto –demostradamente iluso- de que el Estado, per se es, automáticamente: garante de las libertades y derechos, expresa la voluntad del pueblo, es poder del pueblo, garante de empleo y satisfacción de las necesidades de la población? Esto, ¿reconoce la diferencia de posición entre funcionariado gubernamental y población en general, que de hecho presenta múltiples matices de distancias y desigualdades?

Art. 14. Al 18.- “En la República de Cuba rige el sistema de economía basado en la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción y en la explotación del hombre por el hombre…El Estado administra directamente los bienes que son propiedad socialista de todo el pueblo…” Hoy tenemos unas formas de propiedad y gestión más diversas, ¿la propiedad estatal “socialista” –como está concebida- considera la participación de los colectivos de trabajadores, formas posibles de autogestión y co-gestión obreras?; o, de hecho, ¿no mantiene, de diferente manera a la forma capitalista, la alienación de los trabajadores del ejercicio y producto de su trabajo y no debiera ser profundamente re-analizada?. El Plan, por otra parte, como se concibe, de forma centralizada, ¿posibilita la participación de los actores sociales y la población, de manera que esta se vincule con la satisfacción de sus necesidades de manera directa?

Art. 21.- La propiedad personal de los medios de trabajo excluye la explotación de trabajo ajeno, algo que ha quedado obsoleto con la profusión de formas de propiedad privada y trabajo subcontratado, ¿esto no requiere de nuevas fórmulas de equilibrio-justicia social entre trabajo y capital para mantener un rumbo realmente socialista?, ¿será posible que el valor de ambos polos quede articulado sobre bases de igual derecho a las ganancias y decisiones?

Cap. II.- Ciudadanía.- se refiere solo a la fórmula legal de pertenencia al país; ¿no habría que referirlo también al ejercicio de ciudadanía en las distintas modalidades de su aplicación social: a las formas de asociatividad y participación protagónica en los ámbitos sociales y de gobierno?

Art. 39.- Se considera la única modalidad de “formación educativa”: la comunista (en el entendido de valores normativos de la ideología dominante de las instituciones en el poder, ¿no implicaría someterse a prácticas explícitas en nuestra sociedad, a nombre de la educación comunista como la magnificación de las realidades y logros revolucionarios o las ideas del momento de la dirección y no como valores humanistas más amplios?-). La “libertad artística” es aprobada si el contenido no es contrario a la Revolución (esto, ¿no es determinado por las autoridades de turno?). La “participación de los ciudadanos” ¿no queda constreñida solo a las organizaciones de masas, dirigidas por la política y bajo el control del Partido, de manera estricta?

Art. 43, 45.- “a trabajo igual, salario igual….el trabajo es remunerado según su calidad y cantidad…desarrollo económico y social sin crisis…eliminado el desempleo…”, ¿no constituye todo esto, hoy, un eufemismo y requiere nuevos enfoques de realismo?

Art. 53.- “Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista”, ¿no es este uno de los aspectos centrales de nuestras limitaciones sociales y políticas, sobre el que hay que imaginar fórmulas creativas y no repetitivas de otras sociedades “democráticas representativas”, pero que garanticen esos derechos?

Art. 54.- “Los derechos de reunión, manifestación y asociación son ejercidos por…sectores de la población….” Se plantea que para lo cual se cuenta (o sea, solo se autoriza) con los medios de “las organizaciones sociales y de masas…cuyos miembros gozan de la más amplia libertad de palabra y opinión…”, ¿es realmente así, cuando están estrictamente orientadas y controladas por el Partido y donde se legitiman, básicamente, las ideas afines?).

Art. 58 a 62.- Sobre “libertades y normas penales”, se refiere el sistema de garantías del ciudadano a lo que prescriben las leyes ¿se conocen y se cumplen, o son suficientes? Y queda al amplio espectro de interpretación que sería: “atentar contra los fines del Estado socialista”.

Art. 68.- “…las masas populares controlan la actividad de los órganos estatales, de los diputados, de los delegados y los funcionarios; los elegidos tienen el deber de rendir cuenta de su actuación y pueden ser revocados de sus cargos…”, ¿no es esto, precisamente, lo que debe lograrse con mecanismos adecuados de participación ciudadana y transparencia y no -en el mejor de los casos- a través de medios indirectos, muchas veces controlados por las directivas del Partido y, en general, de manera burocrática, a todos los niveles y no por medios populares?

Art. 69, 71.- “La Asamblea Nacional…representa y expresa la voluntad soberana del pueblo…los diputados son elegidos por voto libre y secreto de los electores, en la proporción…”, ¿sobre el carácter de los representantes no habría que profundizar bastante?; o sea ¿en qué sentido son representantes, sobre qué bases y para qué son electos, a qué autoridades se deben…?. El voto “libre” ¿no está condicionado a prácticas impuestas de selección previa basadas en elementos espurios y no en las alternativas y soluciones socio-políticas que proyecten los propuestos?

Art. 80, 84, 88.- “Las sesiones de la Asamblea Nacional son públicas…los diputados tienen contacto directo con sus electores…la iniciativa de las leyes compete (entre otros)…a los ciudadanos con 10.000 firmas de electores”….¿se cumple que las asambleas municipales sean públicas o se conocen sus temas, no digamos la Nacional?; los únicos diputados en contacto directo con sus electores ¿no son los delegados de circunscripción y para cuestiones muy puntuales?, lo demás es pura fantasía formalista en los casos en que se establece contacto directo;….¿no se conocen los destinos de las 10,000 firmas de iniciativa de leyes…cuando no gusten a las instancias de dirección del Partido-Estado, sin que se refrenden popularmente?.

Art. 131, 133.- “Todos los ciudadanos…tienen derecho a intervenir en la dirección del Estado, bien directamente o por medio de sus representantes…tienen derecho a ser elegidos…” ¿alguien cree que eso se realiza de esa forma?, ¿las candidaturas, no son elaboradas desde la base por las instituciones políticas y se basan en trayectorias revolucionarias –fidelidad, méritos ídem y cualidades personales, no por posicionamientos y agendas críticas y constructivas de la sociedad?, ¿además, no se deciden proporciones de la Asamblea Nacional de acuerdo a la nominación de esas organizaciones, que responden a las líneas del momento del Partido? ¿Eso garantizaría la expresión de la diversidad de ideas, propuestas, satisfacción de necesidades y proyecciones del pueblo?

Los aspectos planteados como problemáticos solo indican, quizás, el horizonte complicado en el que se plantean requerimientos de modificaciones sustanciales, algunas por constituir parte medular de las prácticas establecidas, otras por no corresponder a cambios que están ocurriendo en nuestra sociedad, más allá de consideraciones del ritmo y la complejidad de sus procesos3.

En un nuevo contexto de respeto ineludible entre sistemas diferentes y posiciones contrapuestas arraigadas, se requiere el avance hacia formas de estabilización que logren el desarrollo de los principios socialistas básicos: participación activa y protagónica de la población –en la diversidad de sus posicionamientos-; construcción de una ciudadanía activa con una ética constructiva de respeto a todos los derechos humanos; predominio de formas colectivas de propiedad y gestión de la economía –con nuevas fórmulas de balancear la relación trabajo-capital con los actores privados y estatales y de autogestión social y económica; la construcción de un nuevo consenso en el ideal de desarrollo, progreso social y sustentabilidad.

Ello requerirá también de las partes contendientes –no solo del gobierno estadounidense, sino de la oposición fundamentalista, una atenuación de las imputaciones, una moderación y comprensión de la nueva realidad, más allá de los slogans difamatorios y punitivos de costumbre, de manera que ello dé lugar al país y sus actores sociales, a definir las líneas de su futuro más democrático.

Las contradicciones de la Ley Fundamental de la República para llevar a cabo semejante tarea histórica puede requerir una estrategia de gradualidad y paciencia –en la que todo no puede ser cambiado de un golpe-, que tienda a establecer aperturas y coherencias necesarias, en etapas dinámicas, en la medida que el tan mencionado “cambio de mentalidad” deba y pueda ser difundido, comprendido y concientizado como formas de reorientación del desarrollo integral del país por toda la población…y comience por la dirección de las organizaciones sociales y de la nación.

En este sentido, vale la pena considerar también la difícil y complicada situación económica del país, ante la cual cualquier cambio brusco podría tener resultados nefastos. Si bien algunos de los cambios producidos a tenor de los Lineamientos del PCC, en algunos casos, parecerían transcurrir demasiado lentos o tener grandes limitaciones (autonomía municipal, descentralización de empresas estatales, impulso al cooperativismo, asociatividad de pequeños empresarios privados y el ejercicio de su responsabilidad social, integración al desarrollo local y comunitario, inversión extranjera, etc.); otros como la eliminación de la dualidad monetaria4 resultan muy complejos y difíciles y aún algunos, como la necesaria participación de los trabajadores en la gestión económica y de las empresas, están ausentes de la perspectiva delineada.

La estrategia de gradualidad, sin conmociones catastróficas, podría ir por diferentes vías, pero requeriría el reconocimiento a la diversidad de pensamiento y libertades esenciales. Me adscribo a los razonamientos del insigne intelectual y personalidad patriótica Monseñor Carlos Manuel de Céspedes5, al tratar sobre el tema, inspirado en su cita martiana de una “genial moderación”,… “cuyo basamento no sea otro que la libertad responsable; una nación que haya desterrado, en principio, toda forma de violencia en las relaciones humanas…(a través de) un contrapunteo ingenioso y así lograr sutiles pero estables armonías”.

No obstante, lo más probable es que la magnitud de la confrontación existente entre las posiciones más polares, bien arraigadas en los hechos e intransigencias históricas, en los daños ocasionados –morales y, a veces, mortales-, hagan poco posible un acercamiento o siquiera una disposición de entendimiento en cuestiones básicas entre algunos sectores. No siempre la tolerancia, el sentido del perdón en el contexto de las realidades vividas, se impondrá con los llamados a la sensatez y la moderación. Pero existen muchos matices en las posiciones hoy existentes sobre la realidad sociopolítica de Cuba, entre los cubanos de una u otra tendencia. Aboguemos por un sentido de humildad y comprensión entre todos los de buena voluntad y mirada en el futuro, de todos los que puedan llevar la hermosa tarea de la concertación patriótica más allá de las intransigencias y odios.

En esa estrategia de gradualidad, Monseñor considera que “no se debería empezar por los planteamientos más arduos, en los que el consenso social es más difícil de lograr. Los asuntos en discusión podrían ordenarse de manera tal que, de consenso en consenso, se vaya creando un clima de mayor confianza, sin crispaciones”.

Bajo el prisma de la relatividad y la creatividad, este clima de confianza fundamental para el diálogo nacional (más allá de compartirse el sistema social que deba surgir desde nuestras tradiciones nacionalistas revolucionarias y socialistas), quedaría abierto a debate y posibles gradualidades o cambios, temas tales como señala Monseñor:

“la tradicional división constitucional de (los tres) poderes;…la existencia de un solo partido político que dé cabida en su seno a diversas corrientes, o de varios partidos políticos diferenciados, en principio por sus plataformas político-ideológicas…el método de elecciones políticas para todos los cargos públicos revestidos de importancia real…el ámbito de los delitos políticos penados”…etc.

Considero de la máxima importancia su idea de que: “En la Cuba de hoy cualquier proyecto de cambios, en orden a una mejor promoción humana, aunque sea solamente temporal, interino y dispuesto a revisiones ulteriores, para que sea congregante y eficaz, no puede evitar el intercambio o confrontación dialogal entre una variadísima gama de posiciones, ante todo lo que integra la vida, sea en su dimensión individual, sea en la social”….”Sería un nuevo proyecto de convivencia y promoción humana integral, sin apelar a rupturas o desgarramientos, compartiendo una misma mesa fraterna de deliberaciones, intercambios y acuerdos que nos comprometan realmente”.

Todo ello se ilumina desde lo que él considera como “la extraordinaria importancia que tiene, en el plazo inmediato, la estructuración de un dispositivo efectivo de control popular que opere sobre las decisiones, los procesos y los actores”…lo que, en su opinión, pudiera coincidir con una “social-democracia original”, “socialismo del siglo XXI” o el denominado “socialismo participativo”.

En conclusión, resulta imprescindible, aún más en las nuevas coyunturas, la renovación sustancial de nuestra Constitución de manera que se ejerza una sustancial participación popular deliberativa y efectiva que, teniendo en cuenta el abanico de posicionamientos sociales actuales de diversos sectores de la población, tratara de ponderar al máximo el papel del individuo y el colectivo en su iniciativa personal y común en todos los planos de la vida, como sujeto social para el ejercicio ciudadano pleno en la construcción de una Patria “con todos y para el bien de todos”.


1 Esto coincide con el análisis de Rafael Hernández en su artículo: “Cuba y Estados Unidos: un nuevo juego”, en www.cubadebate.cu del 9 enero 2015.

2 NOTA: en lo adelante, se muestran en cursiva nuestras apreciaciones; en letra normal el texto constitucional.

3 Al respecto recomiendo los artículos de Julio César Guanche, Julio Fernández, Roberto Veiga y Lenier González que, en el último número (2-2014) de la revista Espacio Laical, abordan en detalle muchas cuestiones y propuestas sobre el tema constitucional. Igualmente diversas publicaciones de Aurelio Alonso, Juan Valdés Paz, Fernando Martínez, Rafael Hernández, Pedro Campos y otros que han trabajado significativamente el tema.

4 Al respecto, resulta ilustrativo el excelente análisis realizado en el artículo: “La reforma monetaria en Cuba hasta 2016: entre la gradualidad y el big-bang, de Pavel Vidal y Omar Everleny, en Espacio Laical no. 1 2014, año 10.

5 “Cuba hoy: Perspectivas de cambio”, en Espacio Laical ibídem.

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