Aprendí a amar al hospital Pediátrico Pedro Borrás cuando la pericia y el amor de médicos y enfermeras, lograron salvar la vida de mi entonces pequeño hijo.
Siempre que pasaba por allí con él tomado de la mano, le recordaba: “gracias al personal de ese hospital hoy estás vivo”.
Pero como en mi caso, ¿cuántos miles de padres o familias de La Habana y otras provincias cubanas al menos alguna vez no agradecieron allí tanto desvelo y preocupación por los niños?.
Un ¿buen día? lo cerraron por reparación. ¡Con cuánto dolor lo veía muriendo poco a poco! "¡Qué lastima!", solía decir cada vez que observaba sus estructuras más en ruinas.
Y así se perdió el emblemático centro asistencial, inaugurado en 1934 y que había sido el primer pediátrico de Cuba. Mantuvo sus servicios hasta comienzos de la década de los 90 del pasado siglo, cuando dado su crítico estado constructivo hubo que demolerlo totalmente.
Hace poco la nueva área disponible, a la cual se le colocaron cercas perimetrales, garitas y otros objetos de obra, quedó casi lista con vistas a edificar allí un parque, un parqueo para carros ligeros y autobuses y servicios de cafetería y quioscos, como declararon en enero a la AIN directivos de Servicios Comunales de la capital.
Sin embargo, han pasado varias semanas y en su lugar ahora hay escombros y algo de basura, después de un reciente saneamiento.
Moradores del edificio ubicado en 27 y F, Vedado, apenas nos vieron corrieron a nuestro encuentro.
“Esta situación es insoportable, el espacio entre la acera y la cerca que levantaron sirve para criar mosquitos, y la basura depositada del otro lado convierte esto en un peligro epidemiológico”, afirmó Miriam Vergara, presidenta del Consejo de Vecinos del inmueble.
“Mire, quienes tienen garaje no pueden utilizarlo desde noviembre de 2014, y una vecina, con 92 años de edad, sufrió un accidente y la ambulancia no pudo entrar a buscarla, la sacamos en hombros”, acotó la entrevistada.
Ivón Garcel, también residente en las inmediaciones del otrora hospital, plantea que los camiones que surten a la farmacia cercana se ven obligados a invadir la acera, so pena de un accidente, mientras una familia, también de esa zona de El Vedado, no puede mudarse porque el vehículo que trasladará sus propiedades no tiene dónde estacionarse.
Los vecinos reconocen que el mismo peligro de derrumbe de lo que fue el "Pedro Borrás", obligó a levantar una barrera, pero ahora, después de demolida la institución, ese peligro no existe: ¿por qué mantener entonces a toda costa tamaña afectación?
Para los inquilinos afectados todo resulta incomprensible, incluso los recursos empleados en edificar el nuevo muro e impedir el acceso a la vía. Ellos quieren saber qué pasará con ese espacio ahora vacío y cuándo les devolverán la calle. (Por Enrique Valdés Machín, AIN)
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