Por Marta Denis Valle*
La Habana (PL) El estadounidense de ideas antiesclavistas Henry Mike Reeve (1850-1876), luego apodado El Inglesito, muy joven llegó en una expedición mambisa a Cuba, donde protagonizó páginas heroicas de la independencia cubana, al costo de su vida.
Durante un asalto tomó en sus manos un ejemplar incompleto de El Quijote y preguntando y aprendiendo, enriqueció su corto vocabulario al punto de hablar el español con soltura, buena dicción y las formas propias de los cubanos.
De soldado a brigadier, en más de 400 acciones de guerra, ganó el reconocimiento de sus compañeros de armas y de sus jefes, en primer lugar del mayor general Ignacio Agramonte (1841-1873), quien siempre lo llamó Enrique, El Americano.
Recibió numerosas heridas, varias de gravedad, y perdió la vida en desigual combate con el enemigo en las sabanas de Yaguaramas, actual provincia de Cienfuegos, el 4 de agosto de 1876, a la edad de 26 años, tras servir más de siete años en las filas del Ejército Libertador.
Hasta el último momento defendió la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud en este país.
Por acciones de guerra resultó ascendido, de soldado (4 de mayo de 1869), a sargento segundo (13 de junio), teniente (2 de octubre del propio año); capitán (16 de abril de 1870) y a comandante (el 16 de enero de 1872).
Se destacó en repeler, el 29 de noviembre de 1872, el ataque de una fuerte columna española, de las tres armas, al campamento mambí en El Carmen, a unos 20 kilómetros al sudeste de Puerto Príncipe, donde resultó herido de gravedad en el abdomen
Agramonte lo ascendió a teniente coronel en el campo de batalla, y al elevar la solicitud al Gobierno en Armas, señaló: No extrañe que se sucedan casi sin interrupción las propuestas de este digno jefe para coronel y para brigadier.
Así, durante 1873 pasó, sucesivamente, de teniente coronel (3 de marzo) y coronel (27 de julio), a general de brigada (10 de diciembre de 1873).
Era el jefe de la vanguardia del Ejército Libertador, en 1875, durante la invasión a Las Villas, un notable hecho histórico de la primera guerra cubana, ocurrido hace 140 años.
Con base en la Ciénega de Zapata, en marchas y contramarchas, Reeve operó en las jurisdicciones de Cienfuegos (villareña) y Colón (matancera) donde destruyó numerosos cañaverales y centrales azucareros para golpear a los ricos hacendados que sostenían la economía del régimen colonial español.
Diarios extranjeros lo bautizaron El Inglesito, pues era de cutis muy blanco, casi lampiño, de bigote fino y poca barba; delgado; vestía al morir saco y chaleco blancos, botines y polainas; llevaba un reloj y una faja a la cintura.
Conducido su cadáver por fuerzas españolas a Cienfuegos, fue sepultado en el Cementerio General de la Parroquia La Purísima Concepción, el 5 de agosto de 1876.
En el centenario de su muerte, Correos de Cuba imprimió un sello con la imagen de este heroico general mambí de origen estadounidense.
La bandera cubana ondea en el sitio de su último combate, declarado Monumento Nacional en 1980, en la Carretera de Yaguaramas a Horquita, municipio Abreus, Cienfuegos, próximo al escenario de la invasión a Bahía de Cochinos (Victoria de Girón), en 1961.
Se nombra, en su honor, Contingente Internacional Henry Reeve a la Brigada de médicos cubanos especializados en situaciones de desastre y graves epidemias, que ha brindado asistencia a pueblos de cualquier latitud del planeta, más recientemente contra el Ébola en África y las secuelas del terremoto en Nepal.
UN ESTADOUNIDENSE AL SERVICIO DE CUBA
Henry M. Reeve, natural de Brooklyn, Estados Unidos, creció en un hogar humilde, de principios morales y fe religiosa; era hijo de Alexander Reeve, ministro protestante pobre, y de Maddie Carrol. Tuvo dos hermanas.
De formación autodidacta, lo estimulaban sus lecturas de la prensa a temprana edad y las labores en un banco como ayuda familiar. Se distinguió por sus sentimientos antiesclavistas.
Esto lo llevó a querer incorporarse al ejército en su país, pero era rechazado debido a su débil constitución física y a su corta edad, hasta que en los últimos años de la Guerra Civil desempeñó una plaza de tambor en las fuerzas del norte, vencedoras en la Guerra de Secesión (1861-1865).
De regreso al hogar comenzó a trabajar de tenedor de libros en un banco de su ciudad natal, lugar en el que se asentaban emigrados cubanos.
El fracaso de los esclavistas sureños debilitó en Cuba los núcleos anexionistas y fortaleció las aspiraciones independentistas que tres años más tarde condujeron al estallido de la Revolución, en 1868.
Pronto Reeve simpatizó con la causa independista cubana, salió clandestinamente de su casa y con el seudónimo Henry Earl se enroló en la expedición del vapor Perrit, después de haber intentado unirse a otras anteriores.
La expedición, que partió de Nueva York el 4 de mayo de 1869, arribó el 11 de mayo de ese año a la bahía de Nipe, en la península de Ramón, norte de Oriente, con alrededor de 200 expedicionarios, la mayoría cubanos, unos 80 norteamericanos y varios mejicanos y venezolanos.
La nave fue conducida a Cuba, como jefe de mar, por el patriota santiaguero Francisco Javier Cisneros Correa (1838-1898), organizador también de otras expediciones mambisas, y comandada por el estadounidense Thomas Jordan (1819-1895), un militar de experiencia.
Del cargamento de armas, financiado por los patriotas cubanos en Estados Unidos, lograron evacuar solo una parte antes de ser descubiertos por las fuerzas españolas.
Los expedicionarios tuvieron combates desde ese mismo día y en los sucesivos. Reeve fue herido en el Ramón, el 16 de mayo de 1869, y cayó prisionero con otros expedicionarios, pero sobrevivió al fusilamiento en masa a que resultaron sometidos, el 27 de mayo de 1869, en Las Calabazas.
Dado por muerto y abandonado en el sitio, se recuperó de las heridas en el campamento del brigadier Luis Figueredo Cisneros, en El Mijial, entre Holguín y Las Tunas.
A petición propia, en octubre de ese año pasó a Camagüey y desde marzo de 1871 peleó a las órdenes directas de Agramonte y junto a él participó en numerosos combates; y después con Máximo Gómez (1836-1905), quien asumió ese mando tras la muerte del primero.
Por su tenacidad ingresó en el Cuerpo de Caballería, en la que "poco jinete se aleccionó, no obstante, en el peligro, y desde entonces su nombre y la relación de alguna hazaña comenzaron a marchar juntos", escribió Ramón Roa (1844-1912), teniente coronel mambí y cronista de la guerra.
Con el grado de capitán mandó la vanguardia en el célebre rescate de Sanguily (8 de octubre de 1871), donde fue uno de sus héroes.
El 28 de septiembre de 1873, en la acción de Santa Cruz del Sur, resultó gravemente herido y tuvo luego que adaptar un aparato metálico a la cadera y requirió ser amarrado en lo sucesivo a la montura.
El 23 de junio de 1874 Gómez le dio el mando de la primera división del Segundo Cuerpo del Ejército Libertador.
Quedó como jefe de las fuerzas camagüeyanas al iniciarse, en enero de 1875, la Invasión a Las Villas; pero pidió a Gómez unirse a sus fuerzas, por lo que el 4 de octubre entregó la jefatura al brigadier Gregorio Benítez, y marchó hacia la gloria.
* Historiadora, periodista y colaboradora de Prensa Latina.
Em/mdv
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