Peter Bourne • 10 de agosto, 2015
Al reabrir las embajadas, eliminar a Cuba de la “lista del terror” y facilitar los viajes de los norteamericanos a la Isla, la Casa Blanca del presidente Barack Obama ha dado los primeros pasos para poner fin a una política que ha afectado negativamente la salud del pueblo norteamericano durante más de medio siglo. La acción del Comité Senatorial de Asignaciones la semana pasada para disminuir aún más las restricciones a los viajes a Cuba por parte de ciudadanos norteamericanos, y suavizar algunas disposiciones del embargo económico es bienvenida por una variedad de razones, pero en mayor medida por la salud de los ciudadanos de ambos países.
Hace cuarenta años, cuando Jimmy Carter levantó la prohibición total de entonces a los norteamericanos de viajar a Cuba, se me hizo muy claro como asesor en política de salud del presidente que ningún elemento de nuestras dos sociedades se beneficiarían más del libre intercambio de ideas que la salud de nuestros dos pueblos.
El anuncio a principios de este mes de que Cuba se ha convertido en el primer país en el mundo que ha puesto fin a la transmisión del VIH y de la sífilis de madre a hijo es sólo un ejemplo de los avances en la Isla que son de beneficio potencial para los norteamericanos. A partir de que la puerta comenzara a abrirse por medio de las relaciones diplomáticas, vislumbramos ahora las posibilidades para el aprendizaje conjunto, la investigación y el desarrollo que lleva a estrategias de salud eficaces y a nuevos tratamientos.
Como resultado de nuestro largo aislamiento de Cuba, la mayoría de los norteamericanos no sabe que los investigadores de Cuba han desarrollado muchos tratamientos eficaces en el Instituto de Inmunología Molecular del país. Estas son las innovaciones que no sólo prolongan la vida, sino también mejoran la calidad de vida de los pacientes con cáncer de pulmón y otros tipos de cáncer. Y se ha demostrado su eficacia con pacientes pediátricos en ensayos clínicos. Uno de estos tratamientos – Cimavax, la posible vacuna de cáncer de pulmón– ha recibido recientemente una amplia atención de los medios por su innovación, pero no tanto debido a los enormes obstáculos que impiden que se beneficien los pacientes norteamericanos con cáncer de pulmón.
Cuba ya tiene una experiencia considerable en la prevención y tratamiento del dengue, una enfermedad brutalmente dolorosa y a veces fatal, transmitida por mosquitos y que es endémico en la mayor parte de la cuenca del Caribe, incluyendo Puerto Rico, y que ahora se ha trasladado a los Cayos de Florida, Texas, y tan al norte como San Francisco. Cuba es la sede del Centro Colaborador de Dengue de la OMS, único en el mundo, y también gestiona la fase más avanzada de ensayos clínicos en el mundo para una vacuna contra esta enfermedad.
Sin embargo, el avance más espectacular de Cuba puede que sea un medicamento llamado Heberprot-P, con el que ya ha se ha tratado a más de 165 000 pacientes de pie diabético en 26 países, reduciendo así el riesgo de amputación en un 75 por ciento. El tratamiento se encuentra en fase de prueba en varios países de Europa y otros lugares. Los resultados sobre la seguridad y eficacia han sido publicados en el International Wound Journal, Diabetes Careand MEDICC Review, entre otros.
Desafortunadamente, Heberprot-P no está disponible en Estados Unidos, donde la diabetes afecta a más de 29 millones de personas –casi el diez por ciento de la población. Los diabéticos norteamericanos, que sufren 85 000 amputaciones de miembros por año, no se benefician de este tratamiento salvador de miembros –y de vida. La Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro (encargada de hacer cumplir el embargo de Estados Unidos contra Cuba) negó en 2010 una licencia para ensayos y ventas. Luego, en 2014, la agencia concedió una licencia solo para ensayos clínicos, pero se negó a dar la luz verde para futuras ventas, incluso si la FDA aprueba que el medicamento sea seguro y eficaz.
Es evidente que la Casa Blanca debe ahora convencer a la Tesorería para que apruebe una licencia completa para Heberprot-P; para anticuerpos monoclonales dirigidos a cánceres de pulmón y cerebrales infantiles; y, finalmente, para las inminentes nuevas vacunas cubanas contra el dengue y el cólera. Y hace mucho que ya es hora de apoyar el libre intercambio de conocimientos para informar a nuestros líderes de la salud acerca de cómo viven los cubanos, a una pequeña fracción del costo con que lo hacemos nosotros.
Esta nueva apertura puede ser en gran medida simbólica –que en sí mismo es positivo–permitiendo más viajes, un flujo más libre de la moneda, y la unión de las familias con mayor facilidad. O bien, puede ir más allá de eso hasta una relajación o eliminación del embargo de cinco décadas, de manera que realmente haya oportunidad para la plena cooperación entre los dos países.
De las muchas maneras en que he tratado de contribuir al mejoramiento de la salud para el pueblo norteamericano desde la presidencia de Carter, ninguna ha parecido tan clara y sin embargo tan esquiva como las posibilidades de una relación abierta con los líderes cubanos de la salud. Ahora estamos en un momento en que la acción decisiva por parte de Washington podría pasar de lo simbólico a lo práctico –y mejorar la salud de millones de norteamericanos en el proceso.
La pelota está ahora en el terreno del Congreso. La Cámara de Representantes debe seguir el ejemplo del Comité Senatorial de Asignaciones y, aún más, aprobar la eliminación del embargo económico a Cuba. Nuestros pueblos serán más saludables por ello.
El doctor Peter G. Bourne es investigador Principal Visitante en Verde Templeton College, Universidad de Oxford, y presidente del Consejo de Cooperación de Educación Médica con Cuba (MEDICC).
Bajo la presidencia de Jimmy Carter, el doctor Bourne fue nombrado ayudante especial del presidente para Asuntos de Salud y director de la Oficina de Políticas contra el Abuso de Drogas (ODAP).
(Tomado de Insiders Beltway)
Traducción de Germán Piniella para Progreso Semanal
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