“[Una joven bachiller lee] un estudio en que se defiende el derecho y capacidad de los egipcios para gobernar su propia tierra, y se acusa de mera cáscara de la ambición inglesa ese pretexto indecoroso con que, como el boa a la paloma, viene desde hace años enroscándose sobre el Egipto; el pretexto de que unos ambiciosos que saben latín tienen derecho natural de robar su tierra a unos africanos que hablan árabe; el pretexto de que la civilización, que es el nombre vulgar con que corre el estado actual del hombre europeo, tiene derecho natural de apoderarse de la tierra ajena perteneciente a la barbarie, que es el nombre que los que desean la tierra ajena dan al estado actual de todo hombre que no es de Europa o de la América europea: como si cabeza por cabeza, y corazón por corazón, valiera más un estrujador de irlandeses o un cañoneador de cipayos, que uno de esos prudentes, amorosos y desinteresados árabes que sin escarmentar por la derrota o amilanarse ante el número, defienden la tierra patria, con la esperanza en Alá, en cada mano una lanza y la pistola entre los dientes. Pero como la libertad vive de respeto, y la razón se nutre en la controversia, edúcase aquí a los jóvenes en la viril y salvadora práctica de decir sin miedo lo que piensan; y oír sin ira y sin mala sospecha lo que piensan otros: de modo que no bien cesan las palmas con que acogemos todos al mantenedor del decoro humano, ya está en la tribuna un bachiller defendiendo el buen derecho de Inglaterra a poner definitivamente manos sobre la gente abandonada de Egipto, y a cogérsela brazada a brazada, como han cogido los Estados Unidos el territorio de los indios.[c:gch]”
Martí, José: Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, Cuba, 1975. VIII, 442: “Una distribución de diplomas en un colegio de los Estados Unidos”. La América, Nueva York, junio de 1884.
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