Por Esteban Morales
Se trata de un problema acerca del cual ya hemos escrito antes. Calificándolo como más importante que la contrarrevolución, que incluso ha estado siempre financiada, liderada y apoyada por Estados Unidos.
Es que la contrarrevolución viene de afuera. Y los que la practican desde dentro se encuentran con los mas disimiles obstáculos para realizar su labor desestabilizadora.
En Cuba la contrarrevolución se suicidó. Por eso no cuenta con espacio para su actuación. Pretendiendo entonces adoptar una “careta democrática” que tampoco le ha servido para nada. Porqué carecen de legitimidad, no defienden a ninguna clase desplazada del poder, no tienen masa, ni líderes y mucho menos programa. Siendo seres desprestigiados que se alían a las peores causas.
Sin embargo, la corrupción viene de adentro, del propio seno de la sociedad cubana. No podemos decir que se trate de algo importado. Pues es, en primer lugar, es un fruto directo del descontrol de la economía, de su falta de eficiencia, de los errores que se cometen en su dirección, de la indolencia de algunos cuadros y de la incapacidad del aparato de dirección económica para acometer medidas, que de verdad, ataquen a la corrupción.
Junto a esto último, y no nos hagamos ilusiones, un país que hoy aun no garantiza un salario suficiente en muchos sectores, que las pensiones no alcanzan, que los precios conspiran contra los niveles de consumo y que la protección al consumidor casi brilla por su ausencia, no está dotado de un mecanismo social que le facilite luchar contra la corrupción. Deviniendo todo ello en base objetiva de la justificación del “sociolismo”, el “resolver por la izquierda”, que llegan a formar una cultura de la que muchos participan, y una parte de los que no lo hacen, muchas veces están aguardando por la oportunidad para hacerlo.
Por lo que también hay que entrarle de lleno a esa seudocultura para desbaratarla. Perseguirla sin clemencia alguna. Pues de lo contrario, corromperse se convierte en la norma y no en la excepción.
No debemos olvidar, que la corrupción tiene raíces históricas, dentro de una sociedad a la que no vinieron peregrinos, huyéndole al hambre y a la persecución religiosa, sino ladrones, desclasados y delincuentes sacados de las cárceles para enrolarse en la aventura del viaje trasatlántico. Vinieron para enriquecerse a costa del trabajo esclavo, la usura, el comercio, la explotación esclavista. Esa parte oscura de nuestra cultura está en el fenómeno contemporáneo de la corrupción.
Por lo que la corrupción y la lucha contra ella, no puede ser vista como una simple tarea legal, ni educacional, cultural o de protección social. Sino también como la lucha contra aquella parte de nuestra cultura ancestral que hay que superar.
Todos debemos estar conscientes, que lo primero que protege a una sociedad de sus enemigos, y en particular de la corrupción, es construir una economía sana, próspera, bien dirigida, dentro de la cual robar, prostituirse o corromperse, tenga sentido solo para una minoría social inadaptada que siempre existe en toda sociedad por muy rica, próspera y organizada que esta sea. Siempre existirán ladrones, corruptos, personas inmorales, desclasadas, a las que poco les importara comportarse casi como animales. Porque la misma sociedad humana, incluso antropológicamente, aun presenta hasta la incapacidad para que el ser humano ande erecto. La evolución no se ha detenido ni siquiera físicamente, cuanto más desde un punto de vista social que es todavía joven.
Luego entonces, la lucha contra la corrupción, no es en principio, ni primeramente, una batalla contra los corruptos. Se trata de una batalla cultural. Estos últimos pueden desaparecer o ser reducidos a su mínima expresión con relativa rapidez. La lucha contra la corrupción es, en primer lugar, una batalla por el desarrollo integral, cultural de la sociedad. Su economía en primer lugar, junto a ello y al unísono todo lo demás.
De todos modos, la batalla contra la corrupción exige además una fuerte actividad de todo el aparato represivo institucional, que no de cuartel a los corruptos, donde quiera que estos se encuentren; desde los niveles más altos de dirección hasta los más bajos; porque todos los burócratas no son corruptos, pero la burocracia como tal es corrupta por su propia naturaleza. Se protegen unos a otros, intercambian favores y tienden a no mirar hacia arriba. Por tanto, no es el aparato burocrático el que en mejores condiciones está para combatir la corrupción, ni responderle ampliamente a las masas trabajadoras y a toda la sociedad por su control y erradicación final
Es el Partido, seguido por las masas organizadas quien en mejores condiciones está para constituirse en el primer frente de lucha contra la corrupción.
Como se dice, no demos más vueltas a la noria. Son las masas organizadas, en los centros de trabajo, los municipios, en todos los lugares, las que bajo la dirección del partido, pueden dar la batalla a la corrupción. El equipo administrativo organizado puede ayudar, pero la lucha contra la corrupción es en principio una tarea política. Por lo cual, el propio equipo administrativo, debe quedar bajo el control y la orientación del Partido.
Tratándose de una batalla en la que toda la sociedad está obligada a participar.
Julio 4 del 2016.
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