"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

domingo, 19 de noviembre de 2017

CUBA Y SU HISTORIA .- Puerto Carenas

Por Rolando López del Amo

La Habana está cada día más cerca del aniversario quinientos de su establecimiento en el lugar definitivo junto al Puerto de Carenas en 1519.

La tradición dice que se fundó bajo una Ceiba, árbol madre, en un punto donde se alza hoy un templete neoclásico con frescos alegóricos al hecho fundacional.

A un lado está el castillo de la Real Fuerza, primera fortaleza construida en el país, en la que, sobre una cúpula, una veleta de bronce con figura de mujer se ha convertido en símbolo de la ciudad: la Giraldilla.

Desde su fundación en adelante La Habana creció en todas las direcciones posibles: Sur, Este y Oeste hasta abarcar un territorio metropolitano con más de dos millones de habitantes y decenas de millares de personas en tránsito cada día. Ese gran conglomerado tiene hoy la categoría de provincia.

Como es la capital del país, es la sede del gobierno, con toda la responsabilidad que eso implica, para La Habana y todo el archipiélago cubano. Es también la sede de los más antiguos estudios universitarios y centros de investigación científica.

La Plaza de la Revolución, donde se alza el grandioso monumento marmóreo en homenaje a José Martí, ha sido el ágora por excelencia, a partir del triunfo de la revolución de enero de 1959, para decisiones políticas fundamentales adoptadas en el diálogo único entre el máximo líder de la revolución y el pueblo.

Pero si algo caracteriza a La Haban de nuestro tiempo, más allá de la presencia de turistas de numerosos países que colman nuestros hoteles y los cruceros que entran al puerto, es la intensa vida cultural de la ciudad.

Museos de todo tipo, teatros para obras dramáticas, conjuntos de danza, salas de conciertos, galerías de artes visuales, bibliotecas y librerías, centros de computación, peñas musicales y literarias, casas de cultura en los barrios, talleres, escuelas de arte, movimiento de aficionados a las artes y la literatura, salas de cine, se unen a un sistema escolar inclusivo para todos los niños y adolescentes. Y todo eso, a pesar del constante asedio del bloqueo económico impuesto por los gobiernos de los EEUU durante casi sesenta años.

A pesar del azote del tiempo y los enemigos, La Habana ha sabido resistir. Ese espíritu de resistencia y salvaguarda de sus mejores tradiciones es una característica del habanero. El símbolo de su mayor casa de estudios es una madre con los brazos abiertos para el que ascienda hasta ella.

Vale recordar que La Habana de hoy, crecida, sigue teniendo, en su núcleo urbano inicial, su palpitante corazón. El triunfo de la revolución fue decisivo para salvar ese patrimonio nacional y de la humanidad toda, como lo ha reconocido la UNESCO, de un destino demoledor como el que convertía el edificio antiguo de la universidad en una Terminal de helicópteros. La oficina del Historiador de la Ciudad, que tuvo en Emilio Roig de Leuchsenring a su brillante y batallador primer historiador, ha tenido en su discípulo y actual historiador, Eusebio Leal Spengler, no sólo al preservador de la historia, sino al alma de la restauración de la ciudad, a su guardián celoso que , de mano con nuestro tiempo, hace lo que los antiguos miembros de la Academia de la lengua española decían que era la función de esta: limpiar, fijar y dar esplendor.

Decía José Martí que “Hombre es algo más que ser torpemente vivo: es entender una misión, ennoblecerla y cumplirla” (6-232) Con esa convicción y su pasión por la ciudad natal, Eusebio fue capaz de sensibilizar a las autoridades máximas del gobierno y convencer, con los resultados de su trabajo y un adecuado espacio de televisión, “Andar La Habana”, a toda la población. Él ha sido capaz de ganar, junto al apoyo unánime de los cubanos, el de otras personas y gobiernos para tan noble causa.

Por supuesto que la obra de restauración es colectiva. Centenares, miles de personas son parte de ella y todos merecen nuestro agradecido reconocimiento,

Martí también nos enseñó que “La generosidad congrega a los hombres, y la aspereza los aparta.

El elogio oportuno fomenta el mérito; y la falta de elogio oportuno lo desanima”. “…Cuando consuela a los tristes, cuando proclama el mérito desconocido, cuando levanta el ejemplo ante los flojos y los descorazonados, cuando sujeta a los hombres en la vida de la virtud, lo loable es la alabanza.” (1-369-70)

Cuidar la ciudad, preservar sus valores, embellecerla con nuestras acciones, es deber ineludible de todos los avecindados en ella.

Permítame el lector cerrar esta nota con este poema de homenaje a La Habana:


PUERTO CARENAS

El mar golpea con fuerza el arrecife.

Suben a saltos crestas de espuma salitrosa

que caen finalmente sobre el muro y la calle.

El viento norte anuncia su llegada invasora

y adelanta un oleaje turbulento.

Hay ráfagas silbantes sacudiendo ventanas,

golpeando las paredes y las puertas.

Son los heraldos húmedos del Ártico

con su aliento de hielo.

No es tiempo favorable ni a bañistas ni a botes;

sólo los grandes barcos de alta quilla,

de anchura suficiente de babor a estribor

y largo andar de proa a popa

podrán surcar la mar embravecida.

Para la protección de todos los pequeños

y de los mismos otros, los más grandes,

para todos los buques y las embarcaciones,

ahí está, serena y protectora,

la bahía que es Llave del Golfo,

Antemural de todo un continente,

enclavada en la tierra más hermosa

que ojos desesperados vieron.

Puerto Carenas para sanar viajeros,

para dar vida a los necesitados.

Punto de unión de sueños y esperanzas

de un mundo equilibrado y solidario.

¡Ah, mi ciudad natal, hermosa Habana!


¡Guarda tu tradición y tu futuro!

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