Designado Presidente de la República en momentos sumamente críticos para el proceso revolucionario recién estrenado en Cuba, le tocó sustituir a uno que había defraudado las esperanzas puestas en él por el máximo líder de la gesta heroica que hizo sucumbir a la tiranía con todos sus crímenes, poderes y arbitrariedades.
El suplido no pudo trascender su origen de clase, la radicalización de una verdadera Revolución lo puso a prueba y suspendió la asignatura, perdió la oportunidad y por ello la historia no lo absolvió, irremediablemente lo condenó y junto a ella, su pueblo que siendo aún un ignoto lo acogió dado el inmenso aval de quien lo propuso aquella madrugada ya casi del 3 de Enero de 1959, en el enardecido Parque Céspedes de Santiago de Cuba.
Osvaldo Dorticós Torrado de cuna más adinerada aún que su antecesor no era un improvisado, iniciado en los avatares revolucionarios desde su amada Cienfuegos, tuvo una activa presencia en la lucha contra las dictaduras de Machado primero y después la batistiana. Con apenas 14 años formó parte del Ala Izquierda Estudiantil que se enfrentó a la tiranía de Gerardo Machado e integró el Comité de Huelga en 1935 y en su etapa de estudiante de derecho en la Universidad de La Habana se opuso a Fulgencio Batista.
En 1948 ingresó en el Partido Socialista Popular (Comunista), donde trabajó como asesor jurídico y, a través del mismo, se presentó a las elecciones municipales. Después dirigió el movimiento revolucionario en Cienfuegos, pero fue detenido. Se enfrentó al golpe militar del 10 de marzo de 1952 por lo que estuvo apresado en varias ocasiones.
Fue coordinador del Movimiento 26 de Julio en su ciudad natal y tras la insurrección de Cienfuegos, el 5 de septiembre de 1957, resultó aprehendido nuevamente. El Colegio de Abogados logró su libertad y entonces partió al exilio en México donde permaneció hasta que en 1959 la revolución comandada por Fidel Castro triunfó.
El 9 de enero de 1959 el ya mencionado e intrascendente presidente provisional lo propuso como Ministro Encargado de la Ponencia y Estudio de las Leyes Revolucionarias, durante una sesión extraordinaria del Consejo de Ministros. Y al renunciar este, Dorticós fue designado por el Consejo de Ministros para asumir la presidencia de la República.
Junto con sus obligaciones presidenciales, el 21 de julio de 1964 pasó a dirigir también la Junta Central de Planificación (JUCEPLAN) siendo en esa tarea cuando tuve el honor de conocerle.
Se organizaban y tenían lugar en el Teatro de los trabajadores de la CTC en la calle Peñalver, desde principios de 1970, las entonces denominadas Asambleas de Análisis de Producción Sectoriales a las que acudía el Presidente de la nación irremediablemente en sus alternaciones de cargo, en estas, como Presidente de la JUCEPLAN ataviado con uniforme de miliciano ya algo raído desde que lo estrenó en las arenas de Playa Girón junto a su metralleta checa terciada que exhibía con orgullo e intentando un porte marcial.
Fue entonces en una ocasión que después de una intervención solicitada por el Comandante en Jefe quien inexorablemente las presidía todas, al subirse al estrado, se le viró un pie lo que no le resultó óbice y terminando de exponer, a lo mejor hasta con ese pretexto, el Comandante dio un receso. Cojeando entre bambalinas detrás del telón ya corrido del escenario, el gigante azaroso siempre con su tropa, lo increpaba para que lo viera un médico lo cual rechazó vehementemente y para mostrar sus razones, se quitó la bota del pie derecho ¡aquello fue para peor!
La media blanca enguatada dejó entrever ante asombrados casuísticos espectadores, unos desarraigados huecos no solo en sus costuras, sino en la planta y otras furtivas partes, lo que fue de inmediato objeto de cuestionamiento y criticas nada más y nada menos que por el interesado en atenderle la lesión. El cienfueguero todo sonrojado no atinaba a justificarse adecuadamente y solo se le ocurrió responder anta tanta inquisición, con su timidez y humildad característica, que su atuendo en aquella ocasión no era el de Presidente de la República, sino el de la JUCEPLAN. La hilaridad puso fin a su mal rato.
En otra ocasión embestido como Presidente de Cuba y regresando de un importante encuentro internacional junto a Raúl Roa, el Canciller de la Dignidad, después de explicar en la loza del aeropuerto a los dirigentes que le recibían, los logros diplomáticos y políticos obtenidos, no pudo abstenerse de criticar lo acontecido dado que en plena sesión del plenario las sempiternas ocurrencias de Roa se materializaron al gritarle un duro epíteto a un diplomático extranjero del que había sido condiscípulo en la Universidad de la Habana, e inmediatamente esconderse debajo del buró, de manera tal que el ofendido al voltearse solo percibió la presencia de Dorticós, Jefe de la Delegación cubana que
permanecía atónito. Lejos de incriminarlo, todos en el aeropuerto estallaron en carcajadas excepto el relator.
Durante la Exposición Industrial Argentina en Cuba, Julio de 1974, alternó con Fidel sus continuas visitas para entre otras cosas, solidarizarse con los argentinos que recién habían perdido a Perón. Ya se mostraba aquejado de su contumaz padecimiento en la columna vertebral y hacia visibles esfuerzos para culminar las extensas caminatas por el recinto ferial de Boyeros.
Se le propuso entonces discretamente a los anfitriones porteños que le ofrecieran un refrigerio sentado en las mesas del Salón VIP lo cual aceptó a regañadientes, siempre estoico a enfrentar su dolencia con sacrificio espartano, sin extrovertirlo. No sabemos cómo se las agenció para conocer el verdadero origen de la propuesta, pidiéndonos a señas acercarnos y calladamente nos refirió al oído…. “estoy seguro fuiste tú el del invento, no vuelvas a insinuarlo tan siquiera, máxime que me dijeron andas con más de 40 de fiebre y estas aquí protegiéndonos”.
Nunca supe cómo se enteró pero era la realidad, andaba con neumonía, de más decir que jamás volví a intentarlo a pesar de reaparecer acompañándolo al año siguiente en el mismo lugar del perímetro de las Ferias Agropecuarias de Rancho Boyeros pero entonces, durante la Exposición Mexicana acontecida en Marzo de 1975.
Odiado visceralmente por el enemigo y particularmente la CIA, que no podía perdonarle su eficiencia, laboriosidad y lealtad plena al Comandante, le organizaron varios intentos de atentados uno de los cuales se materializó contra su residencia que dada su cercanía al mar lo propiciaba. Una lancha pirata abrió fuego de ametralladoras amparándose cobarde y asustadizamente en las tinieblas de la noche, no pudiendo lograr su objetivo de sorprenderlo, porque como siempre, se encontraba laborando en sus oficinas hasta bien entrada la madrugada.
En 1976 la Asamblea Nacional del Poder Popular ante un cambio estructural, y después de haberse desempeñado ininterrumpidamente durante más de 17 años como Presidente de la nación, lo designó vicepresidente del Consejo de Ministros y miembro del Consejo de Estado.
En enero de 1980 resultó ratificado en estos cargos y además asumió el Ministerio de Justicia y la atención de las funciones del Comité Estatal de Normalización y el Sistema de Órganos de Arbitraje. Fue diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro del Comité Central así como del Buró Político del Partido Comunista de Cuba.
Su carácter era sumamente serio, rayando lo formalista para quien no lo conocía, reía poco y cuando lo realizaba era de manera mesurada, no hacía notar su presencia nunca, como si se evadiera de ser reconocido, todo un caballero de buenos modales, era por excelencia un hombre tímido y callado. Alguien prolijo a chotear cariñosamente a sus cercanos, lo sobrenombró “el cabezón” pero nadie se atrevía a mencionárselo, ni incluso el autor.
Trabajador incansable lindando en el autoflagelo que aplicaba más intensamente después de las operaciones terapéuticas que no lograban atenuarle el dolor, reincorporándose a su trabajo mucho antes de ser prescribió por sus cirujanos. Sistemáticamente era víctima de penosas aquejas físicas derivadas de una grave afección en la columna vertebral.
El 10 de julio de 1975 había sufrido sin mucho éxito la primera de las intervenciones quirúrgicas en la región lumbar.
El deceso de su esposa, compañera de toda la vida María de la Caridad Molina, aceleró su trágica decisión, por lo que un infausto 23 de Junio de 1983 de los que se están cumpliendo 31 años, se privó de la vida de un disparo. Tenía entonces 64 años de edad.
No hubo ceremonias oficiales producto de su forma de acceder a la muerte, pero sin embargo, sin que nadie lo convocara y de manera frugalmente espontánea el pueblo lo acompañó por raudales a su última morada. El que nunca se equivoca, el supremo, resarcía así reconociéndole, toda su lealtad, firmeza y tenaz sacrificio humano en aras de la causa que desde muy temprano abrazó y nunca la defraudó como ocurriera con su antecesor.
Por todo ello, seguirá siendo, OSVALDO DORTICOS TORRADO, EJEMPLO REVOLUCIONARIO
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