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Cientistas sociales y personas de los más diversos estratos diseccionaron el impacto del salario, y algunos primos más discretos, sobre la familia en Cuba
Reseña Último Jueves de Temas
Por Tania Chappi Docurro
Igual que le sucede a la mayoría de los cubanos, demasiados amaneceres debo enfrentar el mismo dilema: cómo estirar mis contados recursos para hacer frente a las necesidades cotidianas. Por eso me resultó tan atractiva la convocatoria de la revista Temas a reflexionar, en su espacio mensual de debate, sobre “Ganarse el pan: ingreso y nivel de vida”.
Junto a Rafael Hernández, director de la publicación y moderador, esta vez tomaron asiento José Luis Rodríguez, asesor en el Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM); María del Carmen Zabala, psicóloga, profesora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), de la Universidad de La Habana; Betsy Anaya, economista, especialista del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC); y Yosley Carrero, periodista del Sistema Informativo de la Televisión Cubana.
Todos coincidieron en que, según definió María del Carmen Zabala, “se identifica a los ingresos como todas las entradas provenientes de fuentes y vías disímiles que llegan a una persona o familia y con las que pueden satisfacer sus necesidades; constituyen un insumo necesario para hacer efectivo el consumo de un conjunto de aspectos esenciales para la vida”. Pueden ser monetarios (salario, dinero que obtienen los campesinos y los trabajadores por cuenta propia) y no monetarios (estímulos en especie, como las llamadas “jabitas”, los subsidios, el disfrute gratuito de la educación y los servicios del sistema de salud).
Ciertamente, existe una estrecha relación entre ingresos y nivel de vida. Sin embargo, el segundo está determinado, además, por otros factores, como vivienda y todo lo que gira en torno a ella (acceso al agua, saneamiento, energía, mobiliario); medios de comunicación y transporte, e incluso por el nivel educativo de quienes componen los hogares, el cual representa un capital que les permitiría de modo diverso integrarse dentro de la sociedad.
Hacia una arista controversial apuntó Yosley Carrero: “Los ingresos de un ciudadano no se traducen de manera automática en nivel de vida, pues no siempre quien devenga un salario notable lo emplea en garantizar una adecuada alimentación y buenas condiciones de vivienda, o satisfacer necesidades de índole cultural; incluso una familia puede tener elevados índices de consumo pero no alta calidad de vida”.
Bolsa vacía, “inventos” fecundos
“Si fuera a elaborar un artículo sobre los problemas fundamentales relacionados con los ingresos y el nivel de vida, hablaría del poder de compra del ciudadano medio en Cuba, la posibilidad de obtener bienes materiales y espirituales. Hoy el salario no ofrece respuesta a esas necesidades”, comentó Carrero. Asistimos a un círculo vicioso: para aumentar el salario hay que alcanzar primero determinados niveles productivos, los cuales no se conseguirán si el trabajador no es estimulado con una retribución mayor, declaró.
“Yosley ha tocado un punto neurálgico: una cosa es el ingreso monetario nominal y otra la capacidad real de compra de ese dinero —intervino Betsy Anaya. Para quienes laboran en el sector estatal, salvo en lugares con formas de pago especiales, el salario real está muy deprimido, representa hoy menos de 50% de lo que era en el año 1989. Por demás, un elemento que restringe mucho la capacidad de acción de los hogares es que, entre 60% y 75% de los gastos familiares se destinan a la alimentación, y solo para tener un consumo básico. Eso dificulta la realización de otras actividades indispensables, por ejemplo: las de carácter recreativo, el alquiler de viviendas, pagos por cuidado de niños y ancianos. Otro tema importante es la dispersión de las fuentes de ingresos existentes en Cuba, incluso parte de ellas puede ser ilegal. Ese amplio abanico va creando estratos y diferenciación social”.
Añadió la economista que el país está inmerso en un proceso de actualización del modelo económico y social que aún no se refleja en el salario y en una sociedad con estragos previos de la crisis de los 90, preocupa que “las personas que pagaron el costo de las reformas de los años 90, sean las mismas que paguen las del actual proceso”. Para incorporarse al sector no estatal se precisan recursos financieros y/o activos de los que buena parte de los cubanos carece.
Los salarios en Cuba han ido variando en cuanto a su peso en el ingreso de las personas. Después del Período especial hubo una reducción significativa, hoy representan 46%, apuntó José Luis Rodríguez. “Hay un añadido importante en los ingresos: las primas, una de las más polémicas es el sistema de estimulación en divisas que se instauró en 1993 en los puertos, la pesca, la producción de níquel. Se afirma que a mediados de los años 2000 se beneficiaban con él alrededor de 23% de los trabajadores estatales. Otro ingreso relevante se recibe de manera indirecta a través de los subsidios a productos alimenticios (2 739 millones de pesos es el presupuesto de este año). Las pensiones que otorga la Seguridad Social, han aumentado ligeramente en proporción con los salarios; mientras los pagos de asistencia social se han mantenido en los mismos niveles”. El experto argumentó sus aseveraciones con cifras concretas y muy ilustrativas (véase Tabla al final).
“Una categoría ha ganado fuerza en los últimos tiempos: las rentas y utilidades obtenidas a partir de la propiedad de viviendas, tierras, o de negocios privados”, aunque no debe olvidarse, puntualizó, que de 429 000 trabajadores por cuenta propia, 80 000 son empleados de otros. También se incrementan los créditos personales. Al sustituirse los efectos electrodomésticos se concedieron créditos por 19 000 millones de pesos, cifra equivalente al fondo de salario anual de los años 2005 al 2007; el que más crece en la actualidad es el otorgado para construir o reparar viviendas (900 millones de pesos).
Las donaciones y remesas constituyen otra fuente en ascenso. Al respecto, Rodríguez puntualizó: “Suele pensarse en las provenientes del exterior, pero en el país ocurren donaciones internas también importantes: hay un proceso de redistribución de recursos en el contexto de las familias, tanto monetarios como en especie. De las remesas foráneas no hay un registro oficial, ya que generalmente no entran por la vía bancaria. Existen diversos estimados sobre su monto. Se dice que en 1995 eran aproximadamente 537 millones de dólares y que hoy la cantidad puede estar entre 1 500 millones y 2 000 millones de dólares. También se debate mucho sobre el papel que tienen en la sociedad cubana. En realidad, si se toma como punto de comparación el valor de lo exportado por el país en 1995, el monto de las remesas estaría en el entorno de 18%; mientras que si se realiza el mismo cálculo teniendo en cuenta los estimados actuales, sería de 12%”.
Conocer que, según proclaman algunos análisis, una proporción pequeña de la población cubana percibe remesas del exterior y tampoco es elevada la cifra de quienes obtienen divisas gracias a que trabajan en instalaciones turísticas o empresas mixtas, ayuda a visualizar el panorama descrito por María del Carmen Zabala: “Debido a la contracción del ingreso por la pérdida del poder adquisitivo del salario, un número importante de familias cubanas se han colocado en una situación cercana a la pobreza, o al menos de vulnerabilidad. A pesar de las diferencias con entornos foráneos, viven en una situación difícil, en cuanto a solucionar necesidades básicas. Y se ven obligadas a desplegar un conjunto de estrategias de todo tipo y carácter, lo cual tiene implicaciones de muy diverso orden, desde la pérdida de valores que hoy se discute con mucha intensidad, hasta la conexión o desconexión con la sociedad en su conjunto”. Las desigualdades sociales se han ampliado, porque este aumento de la pobreza y de la vulnerabilidad ocurre en un contexto en que parte de la población ha aumentado de manera sostenida sus ingresos. Esto crea tensiones en la cohesión y la inclusión social.
La psicóloga retomó lo manifestado por otros panelistas acerca de la calidad de vida. “No es solo tener el pan o no. En Cuba existen gratuidades en cuanto a servicios sociales básicos; pero incluso en la salud y la educación la familia tiene que incurrir en determinados gastos para poder recibir mejores servicios o aprovechar las oportunidades. Es necesario llegar en un transporte al hospital, comprar los medicamentos, alimentarse adecuadamente; adquirir insumos escolares, tener tiempo de máquina para elaborar ciertos trabajos, hay quien necesita pagar repasadores. La devaluación del salario, además de la implicación económica tiene otra en materia de valores, porque pone en tela de juicio la posibilidad de las personas de utilizar un canal de movilidad, que en tiempos anteriores fue el estudio y una inserción laboral acorde a esa formación profesional”, manifestó.
Cuando llegó el turno del público en la habanera sala Fresa y Chocolate, de inmediato saltó el tema de los jubilados. ¿Cómo vivir con poco más de doscientos pesos que reciben de la Seguridad Social? Alguien lamentó la imposibilidad de ahorrar durante la etapa laboral un dinero tan necesario luego de que esta concluye. Otras personas recalcaron que el precio de las opciones puestas a disposición de la ciudadanía en los últimos tiempos —telefonía móvil, salas de navegación por Internet, hoteles—, exponentes de un mayor nivel de vida, es prohibitivo para la mayoría de los cubanos y que la dualidad monetaria profundiza las desigualdades. Los impuestos recaudados por el Estado deben utilizarse en mejorar en mayor medida las condiciones de la población, plantearon. Resulta necesario admitir que hoy existe pobreza en el país y establecer políticas focales para enfrentarla, consideró un respetado economista.
Cascabeles para un enorme gato
Desde el auditorio no solo se señalaron puntos flacos; como es evidente que sin prosperidad económica no crecerán los ingresos, también se habló de acciones que pudieran contribuir a tal desarrollo: aprobar una nueva ley de inversiones, estimular la productividad en las empresas estatales a partir de que los trabajadores participen activamente en todo lo relacionado con su administración.
Más que a disertar, en lo adelante el panel se dedicó a dialogar con el público, que se interesó, además, por el costo de la canasta básica en la Isla, cuál es realmente el valor del peso cubano, y expresó preocupación por la lentitud de los cambios en la economía y porque, según palabras de uno de los presentes, “se insiste en que la clave es el sector estatal, pero hasta ahora todo el incremento se produce en el privado, es lo que se promueve. Al parecer no hay proyecto alguno para que el salario crezca en el sector estatal”.
“En estos momentos el costo de los productos de la libreta está entre 40 y 45 pesos por núcleo promedio. Esos artículos satisfacen en más de 60% los requerimientos proteicos y calóricos de las personas”, aclaró José Luis Rodríguez. E insistió en que si bien el salario ha venido acrecentándose en el sector estatal (466.00 pesos era el salario medio el año pasado; en la agricultura se ha elevado de 332.00 a 485.00 pesos entre 2005 y 2010), la riqueza que hoy se produce en el país no alcanza para incrementarlo de modo general. No obstante, las acciones implementadas como parte de la actualización del modelo económico tienen en cuenta que en algunos sectores es imprescindible subir los salarios para impulsar la productividad. En empresas donde se desarrolla el experimento empresarial, como Azcuba y Biocubafarma, se han producido aumentos salariales.
El sustantivo incremento de las cuentas de ahorro personales refleja el desbalance entre los ingresos de los diversos grupos de la sociedad cubana. Si bien a la educación y la salud pública se destinaron alrededor de 16 000 millones de lo que recauda anualmente el país, la población todavía no se beneficia en la magnitud necesaria con los crecimientos que están ocurriendo en la economía nacional, añadió. Dicho crecimiento se ha visto afectado por pérdidas imprevistas. “El ciclón Sandy costó 7 000 millones de dólares y van a gravitar sobre el presupuesto durante años”.
Soluciones de dos tipos propuso el experto: “Las asistenciales, focales, para atender casos específicos; y los cambios estructurales de la economía, para cambiar los mecanismos que causan los bajos ingresos. La unificación monetaria tiene que llegar. El crecimiento del ingreso debe producirse a partir del trabajo, una receta inevitable y justa. Las políticas fiscales tienen que, mediante los impuestos, jugar un papel más activo en la redistribución de la riqueza. Coincido con que no puede faltar mayor participación de los trabajadores en la gestión económica estatal”.
María del Carmen Zabala abundó en torno a la equidad. “Se ha constatado que en general las mujeres perciben menores ingresos, debido a sus responsabilidades familiares o porque están ubicadas en sectores de la economía menos beneficiados. Ciertas investigaciones muestran que por disímiles razones, algunas históricas y otras coyunturales, la población negra y mestiza está más expuesta a situaciones de precariedad en lo referido a disponer de recursos monetarios. De igual modo, se conoce que en cierto número de familias la pobreza se trasmite de una generación a otra; en esto intervienen no solo los ingresos, también la ausencia de patrimonio familiar, en una coyuntura de cambios, como la actual, poseer una buena vivienda, un medio de transporte, ayuda, por ejemplo, a que las familias prosperen en el sector no estatal de la economía.
“¿Cómo resolver estos problemas? Muchas veces se piensa en las políticas económicas, de impuestos, salariales, que puede desarrollar el Estado. Yo me voy a referir al planteamiento escuchado aquí sobre la participación de las personas en la búsqueda de soluciones, el ejercer derechos ciudadanos, eso es algo importante. Además, se tienen que articular los aspectos económicos con los sociales. Y también la homegeneidad de las propuestas generales con la heterogeneidad de puntos de vista necesarios ante situaciones y personas diversas”.
Para Betsy Anaya, sin salarios estimulantes pocos accederán a trabajar donde el país más lo necesita. “Es bueno que los jóvenes identifiquen el trabajo con la obtención de ingresos, y eso está ocurriendo con la apertura del sector no estatal; sin embargo, los bajos salarios que predominan en el estatal no los estimula al estudio, o a ejercer, una vez graduados, las carreras que estudiaron. Si Cuba se propuso hace más de cincuenta años ser una sociedad socialista, el salario tiene que recuperar su función económica y social”.
“Es necesario revitalizar en la sociedad cubana no solo el valor del salario, sino el del trabajo”, aseveró Yosley Carrero. Se han desvalorizado numerosas profesiones, incluido el magisterio, pues ejercerlas no permite satisfacer las necesidades básicas, ejemplificó. La problemática de los ingresos insuficientes propicia la migración hacia el exterior, “que en alguna medida es joven, calificada. El país tiene que liberar las fuerzas productivas, dinamizar la economía, a través de la autogestión, de que las empresas puedan utilizar sus utilidades. Se necesita que tenga éxito la economía estatal socialista. Debemos construir un modelo que siga apostando por la equidad, por la justicia social. Me remito a Martí: ingresos y nivel de vida que respondan a la dignidad plena del hombre. Y eso pasa por lo material, el ingreso, el salario”.
Ante las ingentes necesidades insatisfechas de la mayoría de los cubanos, es comprensible que en este encuentro de Último Jueves apenas de soslayo se hiciera referencia a quienes gozan de suficientes ingresos pero los gastan irracionalmente. Sobre ello, una persona del auditorio invitó a reflexionar: “No he escuchado la palabra cultura y en este tema, como en todos, hay un elemento cultural. ¿Podemos hablar de cultura del ingreso, del nivel de vida? ¿Cómo aprende una familia a usar su dinero? ¿Cuál es el nivel de vida “correcto”? Algunos poseen muchos recursos y viven mal. ¿Pueden las instituciones —escuela, familia, medios de difusión, etc.— influir en que los ciudadanos alcancen un buen nivel de vida; quieren hacerlo?”.
De nuevo los presentes en Fresa y Chocolate se quedaron con deseos de escuchar a los representantes oficiales de organismos relacionados con los asuntos discutidos. Esta vez declinaron la invitación a integrar el panel el Instituto Nacional de Investigaciones Económicas (perteneciente al Ministerio de Economía y Planificación) y la Oficina Nacional de Estadísticas e Información.
Al concluir la sesión, el debate continuó largo rato en corros espontáneos. Imagino que igual sucederá el próximo septiembre, cuando Último Jueves ponga sobre la mesa un tema afín al de los ingresos: cómo se hace el presupuesto nacional.
Tabla 1. Variación de índices relacionados con el ingreso y el nivel de vida
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