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Cuba cumple de forma efectiva y consecuente los compromisos asumidos con el Protocolo de Montreal, como lo ilustran proyectos dedicados a la recuperación, recolección, transportación, almacenamiento y destrucción de las Sustancias Agotadoras de la Capa de Ozono (SAO) en el país.
Con mucho rigor y eficacia, Cuba despliega varios proyectos para contribuir a la reducción y eliminación de las Sustancias Agotadoras de la Capa de Ozono (SAO), a partir del cumplimiento de sus compromisos con el Protocolo de Montreal, del cual es signataria junto a las más de 195 naciones del orbe, que lo firmaron y ratificaron cual instrumento de participación total.
También la ínsula caribeña acata de forma efectiva y responsable, lo pactado en el Convenio de Viena, revalidados ambos en 1992, junto a la confirmación en estos años de todas sus enmiendas, como la de Londres, Copenhague y Beijing.
Adoptada por una alta voluntad política del Estado y el Gobierno, la estrategia de reducción o supresión de esos elementos dañinos a la capa de ozono, representa un significativo aporte de la Isla al enfrentamiento de los más graves problemas ambientales del planeta que conducen a un cambio climático sin precedentes en la vida terrestre: calentamiento global, pérdida de diversidad biológica, severas desertificación y sequía, estrés hídrico y aumento de eventos hidrometeorológicos extremos como huracanes, sismos, maremotos, entre otros.
Los gases refrigerantes compuestos por Clorofluorocarbonos (CFC), entre estos el R-11, R-12, R-502 y los Hidrofluorocarbonos (HCFC) como R-22 y R-123, son SAO y, a la vez, constituyen gases de Efecto Invernadero sin valor calórico apreciable, por lo que su disposición final no aporta a ningún proceso industrial.
En el caso de Cuba, en el sector de la refrigeración y climatización se concentraba la mayor cantidad de equipos que funcionan con estos gases y por tanto era el de más alto consumo. Como resultado de la Revolución Energética, el país logró recolectar y almacenar una gran cantidad de SAO, que ya se dispone a destruir de una forma ambientalmente eficiente.
Solo con la sustitución masiva y en corto tiempo de casi tres millones de refrigeradores y 350 000 aparatos de aire acondicionado domésticos, se dejaron de emitir a la atmósfera unos cuatro millones de toneladas de carbono.
Sobre la ejecución de un proyecto internacional demostrativo de la recolección, transportación, almacenamiento y destrucción de las SAO en la Mayor de las Antillas, abundó Natacha Figueredo Valdés, especialista de la Oficina Técnica del Ozono (OTOZ), tras considerar que se trata de la aplicación de una tecnología amigable con el medio ambiente para eliminar esos compuestos.
Ese programa, iniciado en 2011 y al cual se destinan 525 000 dólares, tiene como propósito esencial que el país pueda, a partir de reducir las emisiones de gases refrigerantes, reciclar y almacenar el monto de estos considerado para su destrucción mediante la quema en la Planta de Cemento de Siguaney, en el municipio de Tagüasco, en la central provincia de Sancti Spíritus.
En esa fábrica, que data de 1978 y se dedica a la producción de cemento gris y blanco, se acondiciona la obra civil y tecnológica para su puesta en marcha en 2014 en función del proyecto, con una solución nacional que redundará en la sustitución de importaciones.
El método para la aniquilación de esos dañinos elementos exige contar con tecnología propia del Primer mundo y en la Mayor de las Antillas se crean las condiciones y se preparan a los especialistas, técnicos y operarios, quienes asumirán la primera fase.
La Experta precisó que se trabaja en la inversión del equipamiento para adecuar los hornos de la planta de alto poder calórico (800 -1200 grados celsius) a la quema de gases, con la garantía de no emitir contaminación, al tratarse de un proceso limpio, seguro, eficiente y sostenible, aprobado por el Protocolo de Montreal como una tecnología certificada.
Si este proyecto piloto de destrucción de SAO en Cuba resulta viable, sus resultados podrían replicarse en la región ya que generará lecciones relevantes en lo referido a los aspectos económicos, ambientales, logísticos, técnicos y otros relacionados con la destrucción (acopio, transporte, almacenamiento y disposición final) de las SAO.
Servirá de experiencia a los países insulares del Caribe y de Centroamérica, en particular, los cuales estarán en capacidad de adoptar decisiones sobre su futura estrategia para disponer de las SAO (ya sea establecer sistemas nacionales de destrucción, o utilizar las instalaciones de la mayor isla antillana, si las cantidades de desechos existentes resultan económicamente viables).
Un escudo natural para la Tierra
La también jefa del proyecto de Almacenamiento, Transportación y Destrucción de Gases Refrigerantes, se refirió a la labor de OTOZ, como oficina reguladora que dicta la política en cuanto a la protección de la capa de ozono, y todo el sistema regulatorio junto con el centro de control ambiental, para organizar nacionalmente toda la importación de gases, entre otras acciones.
El país eliminó la importación de Clorofluorocarbonos, suprimió el uso del bromuro de metilo como plaguicida, el uso de tetracloruro de carbono y de halones, sustancias agotadoras de la capa de ozono de la atmósfera terrestre, y el sector de aerosoles fue reconvertido a tecnologías de punta libre de CFC (se eliminaron decenas de toneladas en la fabricación de aerosoles farmacéuticos).
La directiva subrayó la importancia de contar con un sistema de incentivos ambientales para las entidades industriales del país, además de programas y actividades de educación ambiental para niños y jóvenes, entre otros.
El ozono es un gas presente en la atmósfera que constituye una forma inestable del oxígeno, cuyas moléculas contienen tres átomos. La zona donde se encuentra en mayor concentración en la estratosfera, entre 12 y 50 kilómetros de altura, se llama capa de ozono.
Se trata de un manto frágil de gas que protege a la Tierra de la parte nociva de los rayos solares, por lo cual, ayuda a preservar la vida en el globo terráqueo, al absorber las dañinas radiaciones ultravioletas, que en dosis elevadas acarrean grandes peligros para la salud humana y la vida animal y vegetal.
Entre los efectos perjudiciales se señalan el aumento de los casos de personas con cáncer de la piel, cataratas, deformación del cristalino y daños al sistema inmunológico, así como impactos severos en la agricultura, pues disminuiría el crecimiento de las plantas y los rendimientos agrícolas, entre otros fenómenos adversos.
Según estimados de la ONU, por las acciones del Protocolo de Montreal se han prevenido alrededor de 10 millones de muertes y cientos de millones de personas se han salvado de tales padecimientos en todo el orbe, así como, trillones de dólares se ahorrará la sociedad en servicios de salud y enormes sumas en los gastos por pérdidas de cosechas, afectación del fitoplancton marino y capturas pesqueras, entre otros productos dañados.
El fenómeno del agujero de ozono empezó con una apariencia anual a principios de los años 80 y la recuperación de ese manto protector en la Antártida (restablecimiento de sus parámetros anteriores), probablemente no será hasta aproximadamente el año 2065, aunque para 2015 se espera una sensible baja en los valores de concentración de SAO.
El Protocolo de Montreal fue suscrito el 16 de septiembre de 1987 por 24 países y, a finales de 2009, las partes del citado convenio habían eliminado el uso del 98% de todas las sustancias químicas controladas según lo pactado y se convirtió este en el primer tratado de Naciones Unidas cuyo cumplimiento obtiene ratificación universal.
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