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Por: Paul Krugman
Era previsible, supongo, que los partidarios de la austeridad europeos justificasen su postura a la más mínima señal de un repunte económico. Pero la tribuna de opinión del ministro de Economía alemán, Wolfgang Schäuble, en el Financial Times, en la que reclama un reconocimiento total porque Europa ha registrado un trimestre, cuéntenlo, uno, de crecimiento, es bastante increíble incluso en relación con las expectativas.
Hace falta bastante cara dura - ¿tendrán esa expresión en alemán? -para afirmar que esto es todo un record en lo que se refiere a preparación para una transformación estructural. ¿Qué pasa con todas las fuentes de ingresos y, en algunos casos, las vidas, que se han destrozado? ¿Qué pasa con los millones de jóvenes europeos que siguen sin tener esperanzas de conseguir un trabajo decente?
En concreto, desde mi punto de vista de experto, discrepo con la afirmación de Schäuble de que Europa está siguiendo la receta de Suecia a principios de la década de 1990 y la de Asia a finales de esa década. Esas recetas conllevaron grandes devaluaciones monetarias y no la “devaluación interna” lenta y laboriosa que supuestamente está teniendo lugar en los países de la periferia europea. Y como he subrayado en varias ocasiones, las economías asiáticas se recuperaron rápido, sin nada que se parezca a la aparentemente interminable depresión en la mayor parte de Europa.
Sin embargo, tenemos que tener en cuenta que, a estas alturas, no es solo una cuestión de ideología: lo que está en juego son los egos y las carreras. Las pruebas parecen indicar que los partidarios de la austeridad europeos hicieron algo terrible y arruinaron las vidas de millones de personas. Nunca lo reconocerán; se agarrarán a cualquier cosa que les dé una excusa.
Traducción de News Clips.
© 2013 The New York Times.
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