Por Laura Howland
Aseguro que en otra ocasión saldaré la deuda con mis vecinos, quienes no encuentran paz hogareña desde hace varios meses ante la inoportuna intromisión en sus vidas del ir y venir cotidiano de cientos de cuentapropistas con carretillas cargadas de cuanto material desechable pueda ser vendible.
Sí, insisto e incluyo en esa categoría a todo aquello que aparentemente puso punto final a su vida útil, pues en realidad en este establecimiento de recogida de materias primas, ubicado justo frente a nuestro edificio multifamiliar, muchos elementos que parecen inservibles (de plástico, madera, hierro, aluminio, papel, cartón, etc.) cobran nuevo sentido de existencia al convertirse en el principio de un largo ciclo industrial: sinónimo de reciclaje, recuperación o reutilización.
Lo duro es que mientras más se recicla en esta casa de compra, menos descansamos los lugareños. Lo mismo en la madrugada que durante el resto del día, los ruidos resultan en muchas ocasiones insoportables, y ya los bajos de las escaleras de nuestra entrada común han devenido incluso improvisados baños públicos, por solo citar los desmanes más notables, sobre los que no pretendo extenderme en estas líneas.
Aprovechando que no puedo dormir, decidí informarme un poco más sobre esta nueva figura del trabajo por cuenta propia (una de las últimas aprobadas y que se incluye en la larga lista de más de 170 actividades particulares ratificadas), y salí a profundizar en el tema, a conocer de algunas cifras y datos que me resultaron muy reveladores. Los comparto a continuación.
Hoy se recicla en Cuba aproximadamente el 35% del total de desechos que se generan y pueden reutilizarse (alrededor de 430 mil toneladas cada año). De lo recuperado, el 35% proviene del sector estatal, un 64% de las casas de compras a la población y otro 1% lo aportan los cederistas y los pioneros, en festivales realizados en barrios y escuelas con ese fin.
Se reconoce por tanto que el país cuenta con potencialidades para incrementar mucho más este indicador, y en función de ello se vienen dando pasos importantes, como la puesta en vigor de una nueva política y medidas que incentivan la actividad del reciclaje, así como la incorporación a la misma de los recuperadores de desechos “por cuenta propia”, que según reportes oficiales ascienden a más de 5 700 (la cifra puede ser aún conservadora, si se considera otro numeroso grupo de recolectores que no se inscriben como tal).
Por otra parte, las casas de compras de materias primas a la población ya conforman una red de 312 establecimientos diseminados por todos los municipios del país, y se amplía la presencia de esta figura con la constitución de cooperativas de Recuperación de Materias Prima (se crearon a manera de prueba en Artemisa y San José de Las Lajas). Su misión es dedicarse a la compra de desechos tanto al sector estatal como a la población, a precios de oferta/demanda.
Se ha asumido igualmente el arrendamiento de forma experimental de una veintena de triciclos automotores en La Habana a estos trabajadores por cuenta propia, para que presten el servicio de recogida de desechos reciclables a pequeñas y medianas fuentes estatales generadoras y a los ciudadanos (con servicio puerta a puerta).
DE PERSPECTIVAS Y LEGISLACIONES
La aplicación de un esquema cerrado de financiamiento para la actividad de reciclaje permitirá utilizar 0.32 centavos por cada CUC que se ingrese por concepto de exportaciones (ello posibilita contar oportunamente con los recursos financieros para la compra de insumos necesarios en el desarrollo de esa industria, con un programa inversionista a corto, mediano y largo plazo). Se garantiza de esta manera el futuro de un proceso en el que mucho nos queda por aprender y andar.
En tanto que la política dirigida a maximizar la utilización de los desechos reciclables, exportando aquellos que tecnológicamente no sea posible recuperar en el país, se ha unido al establecimiento de precios que estimulan la compra de los compuestos recuperables, tanto al sector estatal como residencial, y al análisis e implementación de una nueva Ley de Reciclaje que establezca, entre otros elementos, la responsabilidad tanto de las personas naturales como jurídicas con esa actividad.
De acuerdo con los precios de los desechos reciclables en el mercado internacional, si se combinan la sustitución de importaciones y/o la exportación de los mismos, el ahorro o ingreso a la economía del país equivaldría a más de 200 millones de dólares, a lo cual se suma el favorable efecto medioambiental por disminuir la emisión de residuos contaminantes.
CONCIENTIZACIÓN DESDE LA ESCUELA Y OPORTUNIDAD
También se ha hablado largo y tendido de otro tema que es prioridad: el de lograr que desde los programas de enseñanza en todos los niveles nuestros niños y jóvenes aprendan cuál es el papel y la relevancia del reciclaje; un camino expedito para incrementar su cultura de recuperar o reutilizar, en función de aportar materias primas para la fabricación de otros productos necesarios y de mantener cierta armonía en nuestro entorno.
Está claro que con una acendrada conciencia ecológica a cuestas y manteniendo en activo el sentido crítico más rutinario, serán muchas más las personas que en el futuro no actúen como si los recursos que les ofrece la madre naturaleza fueran inacabables, infinitos.
Hoy, en Cuba, y sobre todo en su capital, ya se cuentan por miles los cubanos que eligieron ganarse su sustento principal, o quizás adicional, como recolectores-vendedores de materias primas. Eufemismos aparte, el ser gestionador de recursos sólidos no tiene mucho que ver en nuestro caso con la figura del ecologista empedernido, pues en su naturaleza subyacen tantos elementos y razones como personas se dedican a esa actividad. Sin embargo, su existencia misma constituye un paso de avance.
En nuestro cambiante panorama urbano puedes encontrar ahora en estas faenas desde un retirado de la vida laboral, que está tratando de aliviar un poco su depauperado bolsillo, hasta un joven que pretende “reunir kilo a kilo para comprarse un equipo moderno de los que se expenden sólo en pesos cubanos convertibles (CUC)”. Otros buscan simplemente ingresos secundarios al sueldo con el que apenas consiguen llegar a fin de mes.
Algunos aprovechan circunstancia y oportunidad con todos los papeles en regla, y casi con orgullo de ser cuentapropistas; en tanto muchos otros se esconden al amparo de la clandestinidad y la lucha “por la izquierda”, pero ahí están, recorriendo nuestras calles y barrios, y engrosando las listas de lo que se recolecta.
Responsables de ordenar este flujo son el Ministerio de Industrias y la Unión de Empresas de Recuperación de Materias Primas, aunque los especialistas en el tema aseguran que, ante las incalculables reservas con que se cuenta para aportar mucho más a la economía (aún llegan diariamente a los vertederos materias primas que se podrían aprovechar), lo ideal sería lograr que en el reciclaje intervengan activa y conscientemente todos los sectores de la sociedad.
La participación de las empresas cubanas, por ejemplo, está regulada en la Ley 1288, suscrita en 1975, que en uno de sus acápites define las “responsabilidades de las entidades en la preservación, recolección, selección, acondicionamiento y empaque de los desechos, según las normas establecidas, para ser nuevamente empleados por la economía nacional”.
Este asunto sin dudas tiene muchas aristas que pudieran ser harina de otro costal, es decir, de un próximo artículo, porque la operación Chatarra apenas está comenzando en Cuba. Y parece que ahora sí va en serio.
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