Según afirmó recientemente Diario Las Américas, luego de una extensa negociación Cuba y el Gobierno de Estados Unidos llegaron a un acuerdo enderezado a prevenir desastres petroleros en la región.
El significativo compromiso incluye a otros tres países que también poseen costas en el mar Caribe, Méjico, Bahamas y Jamaica.
Supone la ayuda de sus respectivas embarcaciones y aeronaves si estallara una catástrofe petrolera que pudiese afectar al sistema ecológico de la región.
Lo establecido en 60 páginas se denomina “Acuerdo sobre los procedimientos para responder a un derrame de petróleo en la región del Caribe”.
Diario Las Américas anotó desde Miami que esto abre una colaboración unida entre quienes pudieran afrontar una tragedia como la sufrida por la plataforma Deep Horizon en abril de 2010.
Un académico de la Universidad de Tejas, Jorge Piñón, valoró el hecho como trascendental, capaz de hacer frente a un eventual desastre extendido hasta aguas de la Florida.
Lo que Piñón dijo a continuación vapuleó a la ultraderecha de origen cubano asentada en Miami, sobre todo a sus caciques:
“Este es “un buen ejemplo de cómo los intereses para el beneficio común pueden sobrepasar diferencias políticas”.
Después agregó: un paso histórico para las relaciones entre La Habana y Washington, dos países sin vínculos diplomáticos y con un prolongado diferendo de cinco décadas.
Observadores recordaron que antes hubo pequeños avances en los terrenos del tráfico de drogas y la inmigración ilegal a través del Estrecho de la Florida.
Ahora el nuevo pacto con Cuba y otras naciones debe facilitar que embarcaciones gubernamentales o privadas hagan su entrada en aguas territoriales de uno y otro.
Esa cláusula incluye los dispositivos de las Tropas Guardafronteras de Cuba, al estilo de lanchas y aeroplanos, así como las embarcaciones y avionetas del Servicio de Guardacostas de Estados Unidos.
La mencionada técnica de las dos partes tiene la misión de realizar operaciones recíprocas en aguas territoriales de uno y otro país.
Diario Las Américas subrayó que la evolución de lo acordado podría estampar “una grieta" más al embargo.
Argumentó eso último diciendo que casi toda la tecnología para contener y limpiar las secuelas de un accidente pertenece a un sector que soporta restricciones de Washington.
Pero no solo esto. Hay un largo inventario de agresiones de todo tipo contra el frente petrolero en Cuba.
Una de ellas sintetiza al resto.
Transitaba el 29 de mayo de 2011 cuando, bajo el supuesto de “proteger los arrecifes de coral en el Caribe” Ileana Ros-Lehtinen presentó una iniciativa para asestarle un golpe demoledor a la isla.
Entonces ella era jefa del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, y su proyecto de ley consistía en sancionar a empresas o individuos que “ayuden a Cuba a desarrollar su industria petrolera”.
Trataba con respaldo ultraderechista de sabotear la exploración comprometida por firmas internacionales sobre el potencial del combustible en la isla.
Pero este viernes salió a flote un pacto, calificado de “trascendental e histórico” por parte de analistas y medios de difusión masiva.
Lo suscribieron Cuba, el Gobierno de Estados Unidos y tres naciones a las que también baña el Mar Caribe.
Su objetivo es sumamente humano, racional y loable, basado en experiencias concretas: prevenir eventuales derrames petroleros.
¿Por qué no fue posible hacerlo antes? De la respuesta cuelgan nombres y apellidos, así como leyes que, para algunos en Washington, tienen un alcance universal.
A pesar de todo, cabe admitir que, en esta cuestión, La Habana y Washington se anotaron un gol compartido.
El significativo compromiso incluye a otros tres países que también poseen costas en el mar Caribe, Méjico, Bahamas y Jamaica.
Supone la ayuda de sus respectivas embarcaciones y aeronaves si estallara una catástrofe petrolera que pudiese afectar al sistema ecológico de la región.
Lo establecido en 60 páginas se denomina “Acuerdo sobre los procedimientos para responder a un derrame de petróleo en la región del Caribe”.
Diario Las Américas anotó desde Miami que esto abre una colaboración unida entre quienes pudieran afrontar una tragedia como la sufrida por la plataforma Deep Horizon en abril de 2010.
Un académico de la Universidad de Tejas, Jorge Piñón, valoró el hecho como trascendental, capaz de hacer frente a un eventual desastre extendido hasta aguas de la Florida.
Lo que Piñón dijo a continuación vapuleó a la ultraderecha de origen cubano asentada en Miami, sobre todo a sus caciques:
“Este es “un buen ejemplo de cómo los intereses para el beneficio común pueden sobrepasar diferencias políticas”.
Después agregó: un paso histórico para las relaciones entre La Habana y Washington, dos países sin vínculos diplomáticos y con un prolongado diferendo de cinco décadas.
Observadores recordaron que antes hubo pequeños avances en los terrenos del tráfico de drogas y la inmigración ilegal a través del Estrecho de la Florida.
Ahora el nuevo pacto con Cuba y otras naciones debe facilitar que embarcaciones gubernamentales o privadas hagan su entrada en aguas territoriales de uno y otro.
Esa cláusula incluye los dispositivos de las Tropas Guardafronteras de Cuba, al estilo de lanchas y aeroplanos, así como las embarcaciones y avionetas del Servicio de Guardacostas de Estados Unidos.
La mencionada técnica de las dos partes tiene la misión de realizar operaciones recíprocas en aguas territoriales de uno y otro país.
Diario Las Américas subrayó que la evolución de lo acordado podría estampar “una grieta" más al embargo.
Argumentó eso último diciendo que casi toda la tecnología para contener y limpiar las secuelas de un accidente pertenece a un sector que soporta restricciones de Washington.
Pero no solo esto. Hay un largo inventario de agresiones de todo tipo contra el frente petrolero en Cuba.
Una de ellas sintetiza al resto.
Transitaba el 29 de mayo de 2011 cuando, bajo el supuesto de “proteger los arrecifes de coral en el Caribe” Ileana Ros-Lehtinen presentó una iniciativa para asestarle un golpe demoledor a la isla.
Entonces ella era jefa del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, y su proyecto de ley consistía en sancionar a empresas o individuos que “ayuden a Cuba a desarrollar su industria petrolera”.
Trataba con respaldo ultraderechista de sabotear la exploración comprometida por firmas internacionales sobre el potencial del combustible en la isla.
Pero este viernes salió a flote un pacto, calificado de “trascendental e histórico” por parte de analistas y medios de difusión masiva.
Lo suscribieron Cuba, el Gobierno de Estados Unidos y tres naciones a las que también baña el Mar Caribe.
Su objetivo es sumamente humano, racional y loable, basado en experiencias concretas: prevenir eventuales derrames petroleros.
¿Por qué no fue posible hacerlo antes? De la respuesta cuelgan nombres y apellidos, así como leyes que, para algunos en Washington, tienen un alcance universal.
A pesar de todo, cabe admitir que, en esta cuestión, La Habana y Washington se anotaron un gol compartido.
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