Parte I. Principales tendencias de los salarios
El contexto
En los últimos años se han intensificado los debates en torno a la función económica de los salarios. En el plano empresarial, el incremento o reducción de los salarios repercute en los costes de producción y por lo tanto en los beneficios, sostenibilidad y competitividad de las empresas. En el de los países, el efecto neto del aumento o el descenso de los salarios depende de la dirección y de la magnitud relativa de los efectos de los salarios en el consumo de los hogares, las inversiones y las exportaciones netas. En la eurozona, la atención se ha centrado más en los salarios a raíz de la preocupación por el déficit de la demanda agregada derivado del consumo insuficiente de los hogares; muchos analistas han señalado que la reducción o el estancamiento de los salarios aumenta el riesgo de deflación. En algunas economías emergentes y en desarrollo, se ha atribuido más atención a los salarios como componente fundamental de las estrategias generales de reducción de la pobreza y la desigualdad.
El crecimiento salarial mundial sufrió una desaceleración en 2013 en comparación con 2012, y aún tiene que recuperar los niveles anteriores a la crisis
El crecimiento del salario real sufrió una drástica caída durante la crisis de 2008 y 2009, registró cierta recuperación en 2010 y posteriormente una nueva desaceleración. A nivel mundial, el crecimiento del salario mensual real promedio fue del 2,0 por ciento en 2013, una reducción con respecto al 2,2 por ciento de 2012, y aún tiene que recuperar los niveles anteriores a la crisis, cuando en 2006 y 2007 el crecimiento de estos rondaba el 3,0 por ciento.
Las economías emergentes y las economías en desarrollo, impulso principal del crecimiento salarial mundial
Las economías emergentes y las economías en desarrollo, donde desde 2007 el salario real ha venido aumentando –en ocasiones con rapidez–, han impulsado el crecimiento salarial mundial en los últimos años. No obstante, entre regiones hay importantes variaciones. En Asia, el crecimiento del salario real en 2013 alcanzó el 6 por ciento, y en Europa Oriental y Asia Central, casi el 6 por ciento; sin embargo, en América Latina y el Caribe el porcentaje fue inferior al 1 por ciento (una caída con respecto al 2,3 por ciento de 2012). Las estimaciones aproximadas también indican un crecimiento del salario real de casi el 4 por ciento en Oriente Medio, resultante del fuerte crecimiento del salario real en Arabia Saudita, y un crecimiento inferior al 1 por ciento en África. En las economías emergentes del G20, dicho crecimiento sufrió una desaceleración, y pasó del 6,7 por ciento en 2012 al 5,9 por ciento en 2013.
La exclusión de China reduce a la mitad el crecimiento salarial mundial
China determinó gran parte del porcentaje de crecimiento salarial mundial, debido a su magnitud y al crecimiento del salario real en el país. Si se excluye a China de la muestra de países, el resultado es que el crecimiento del salario real mundial se reduce casi a la mitad, pasando del 2,0 por ciento al 1,1 por ciento en 2013, y del 2,2 por ciento al 1,3 por ciento en 2012.
Salarios estáticos en las economías desarrolladas
En el grupo de economías desarrolladas, el salario real se mostró estático en 2012 y 2013, y creció en un 0,1 por ciento y en un 0,2 por ciento, respectivamente. En algunos casos –como los de España, Grecia, Irlanda, Italia, Japón y Reino Unido–, el nivel del salario medio real en 2013 fue inferior al de 2007. En los países afectados por la crisis, el efecto compuesto (es decir, el efecto sobre el salario medio debido a los cambios de la composición de los trabajadores en el empleo remunerado) desempeñó un papel importante.
Entre 1999 y 2013, el crecimiento de la productividad laboral en las economías desarrolladas superó al crecimiento del salario real, y la participación salarial en la renta nacional –otro indicio de la relación entre los salarios y la productividad– se redujo en las economías desarrolladas más grandes
En general, en el grupo de economías desarrolladas el crecimiento del salario real quedó rezagado con respecto al de la productividad laboral entre 1999 y 2013. Así ocurrió antes de la crisis en 2007, y –tras un breve estrechamiento de la disparidad en el punto más profundo de la crisis– desde 2009 la productividad laboral ha seguido superando al crecimiento del salario real.
Entre 1999 y 2013, en Alemania, Estados Unidos y Japón el crecimiento de la productividad laboral superó al de los salarios. Esta disociación entre el crecimiento de los salarios y el crecimiento de la productividad en estos países se refleja en la reducción de la participación de la renta del trabajo en los ingresos nacionales (proporción del PIB correspondiente al trabajo) en el mismo periodo. En otros países, como Francia y Reino Unido, dicha participación se mantuvo estable o aumentó. En el caso de las economías emergentes, en los últimos años hubo un aumento de la participación salarial en la Federación de Rusia, y una reducción en China, México y Turquía. Cabe señalar, no obstante, que el crecimiento acelerado del salario real puede tener efectos diferentes sobre el bienestar, ya se trate de economías emergentes y economías en desarrollo o de economías desarrolladas.
Lentamente, el salario medio de las economías emergentes y las economías en desarrollo converge hacia el salario medio de las economías desarrolladas
El salario medio sigue siendo considerablemente inferior en las economías emergentes y las economías en desarrollo con respecto al de la mayoría de las economías desarrolladas. Por ejemplo, medido en dólares PPP, el salario medio mensual de los Estados Unidos es más de tres veces superior al de China.
Si bien resulta difícil comparar con precisión los niveles salariales entre los países, debido a la variedad de definiciones y de metodologías, se estima que el valor del salario medio mensual en las economías desarrolladas es de unos 3.000 dólares PPP, frente a uno de aproximadamente 1.000 dólares PPP en las economías emergentes y las economías en desarrollo. El salario mensual promedio estimado en el mundo es de unos 1.600 dólares. Con todo, debido al fuerte crecimiento del salario en las economías emergentes, la disparidad del salario real entre ambos grupos se redujo entre 2000 y 2012, y en muchas economías desarrolladas los salarios se mostraron estáticos o se redujeron.
Parte II. La desigualdad de los salarios y los ingresos
Variedad de tendencias de la desigualdad de la renta
El aumento de la desigualdad en muchos países en los últimos decenios ha captado mayor atención, pues el alto nivel de desigualdad puede tener efectos adversos sobre el bienestar y la cohesión social, y mermar el crecimiento económico a mediano y a largo plazo. El informe muestra que las últimas tendencias de la desigualdad total de la renta familiar han sido variadas, tanto en las economías desarrolladas como en las economías emergentes y las economías en desarrollo. El nivel de desigualdad en este último grupo es en general más elevado, aunque varios de estos países han avanzado en su reducción, por lo general en un clima de incremento de los ingresos. En las economías desarrolladas en las que la desigualdad aumentó, este avance ha tenido lugar sobre todo en un clima de estancamiento o de reducción de los ingresos.
La desigualdad comienza en el mercado de trabajo
En muchos países, la desigualdad comienza en el mercado de trabajo. Las variaciones de la distribución salarial y del empleo remunerado han sido los determinantes fundamentales de las tendencias recientes de la desigualdad. En las economías desarrolladas donde más aumentó la desigualdad, ello se debió a menudo a la combinación de mayor desigualdad salarial y pérdida de empleos. En España y Estados Unidos, los dos países donde más aumentó la desigualdad si esta se mide comparando hogares en el decil superior con hogares en el decil inferior, las variaciones de la distribución salarial y las pérdidas de empleos determinaron el 90 por ciento del incremento de la desigualdad en España y el 140 por ciento en los Estados Unidos. En los países desarrollados donde la desigualdad de la renta familiar aumentó, otras fuentes de ingresos contrarrestaron aproximadamente una tercera parte del aumento de la desigualdad debida a variaciones de los salarios y del empleo.
Varias economías emergentes y economías en desarrollo registraron una reducción de la desigualdad. En estos países, el factor predominante fue la distribución más equitativa de los salarios y del empleo remunerado. En la Argentina y el Brasil, países con la mayor disminución de la desigualdad, las variaciones de la distribución salarial y del empleo remunerado determinaron –en todo el decenio– el 87 por ciento de la disminución de la desigualdad en la primera y el 72 por ciento en el segundo. En ambos casos la desigualdad se ha medido comparando los deciles extremos de la distribución de la renta familiar.
Los salarios constituyen la principal fuente de ingresos familiares
El importante papel de los salarios en la desigualdad a nivel del hogar puede deberse a que, tanto en las economías desarrolladas como en las economías emergentes y las economías en desarrollo, estos representan la principal fuente de ingresos de los hogares. En el caso de las economías desarrolladas, los salarios en bruto constituyen entre el 70 y el 80 por ciento del total de ingresos de aquellos hogares que tienen al menos un miembro en edad de trabajar; hay que señalar que pueden existir variaciones sustanciales entre los países de dicho grupo. En el caso de las economías emergentes y economías en desarrollo estudiadas en el informe, la contribución de los salarios a la renta familiar es más reducida, y oscila entre un 50 y un 60 por ciento en la Argentina y el Brasil, hasta un 40 por ciento en el Perú y un 30 por ciento en Viet Nam. En dichos países, los ingresos procedentes del empleo independiente representan, por lo general, una proporción mayor de la renta familiar que en las economías desarrolladas; este es particularmente el caso de los hogares de bajos ingresos.
Sin embargo, tanto en las economías desarrolladas como en las economías emergentes y en desarrollo, las fuentes de ingresos de los deciles superiores e inferiores son más diversas que en los deciles de la parte media, donde los hogares dependen más de los salarios. En las economías desarrolladas, las transferencias sociales desempeñan un papel importante como asistencia a los hogares de bajos ingresos, mientras que en muchas economías emergentes y en desarrollo los hogares de bajos ingresos dependen sobre todo del empleo independiente. En el caso de los hogares del decil inferior, por ejemplo, los salarios representan alrededor del 50 por ciento de la renta familiar en los Estados Unidos, del 30 por ciento en Italia, del 25 por ciento en Francia, del 20 por ciento en el Reino Unido, del 10 por ciento en Alemania y del 5 por ciento en Rumania. En el caso de los hogares en los deciles medios y altos, los salarios constituyen la mayor proporción de la renta familiar en casi todos los países; en Alemania, Estados Unidos y Reino Unido dicha proporción llega a ser del 80 por ciento.
Por lo que respecta a las economías emergentes y las economías en desarrollo, la proporción salarial correspondiente al decil inferior de los hogares oscila entre un 50 por ciento de la renta familiar en la Federación de Rusia y menos del 10 por ciento en Viet Nam. En la Argentina, Brasil, China y Federación de Rusia, la proporción salarial aumenta paulatinamente entre las clases medias, y luego se reduce en los deciles con ingresos más elevados.
Algunos grupos sufren la discriminación y penalizaciones salariales
El informe pone de manifiesto que en casi todos los países de la muestra hay brechas salariales entre las mujeres y los hombres, y entre los trabajadores nacionales y los trabajadores migrantes. Los motivos de dichas brechas son múltiples y complejos, difieren de un país a otro y varían de un punto a otro de la distribución salarial. Tales brechas pueden dividirse en una parte «explicada» a través de características observables que definen el capital humano de cada individuo y sus características dentro del mercado laboral, y una parte «no explicada» que refleja la discriminación salarial y engloba características específicas que en principio no debieran incidir en los salarios (por ejemplo, tener hijos). El informe demuestra que si se suprimiera la penalización no explicada, es decir, la parte no explicada por las características laborales, la brecha media entre mujeres y hombres se reduciría en el Brasil, Eslovenia, Lituania, Federación de Rusia y Suecia, donde las características de mercado laboral de los grupos desfavorecidos deberían conferirles salarios más elevados. Además, si dicha parte no explicada se suprimiera, la brecha salarial entre hombres y mujeres desaparecería casi por completo en alrededor de la mitad de los países de economías desarrolladas representados en la muestra.
Un análisis similar se realiza para comparar los salarios de los migrantes con los de los trabajadores nacionales; del mismo se infiere que, en diversos países, la brecha salarial media se reduciría si se suprimiera la parte no explicada. Tal es lo que ocurre en las economías desarrolladas siguientes: Alemania, Dinamarca, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Polonia y Suecia. En el caso de Chile, los trabajadores migrantes ganan en promedio más que sus homólogos nacionales.
El informe también da cuenta de una brecha salarial entre los trabajadores de la economía formal y la economía informal; ello queda de manifiesto en las diferencias salariales entre trabajadores de la economía formal e informal en países seleccionados de América Latina. Tal como ocurre con las disparidades salariales entre mujeres y hombres y las disparidades de que son objeto los migrantes, la disparidad salarial de los trabajadores de la economía informal suele ser más reducida en los deciles inferiores, y va aumentando en función del incremento en la escala salarial. Por otra parte, frente a las de los trabajadores de la economía formal, las características observables de mercado laboral de los trabajadores de la economía informal difieren en todos los puntos de la distribución salarial y en todos los países (es decir, hay una disparidad explicada en la totalidad de la distribución). No obstante, esto no quita peso a que la parte no explicada de la brecha salarial entre trabajadores formales e informales sigue siendo sustancial.
Parte III. Respuestas de política para resolver el tema salarial y la desigualdad
El desafío en materia política
La desigualdad puede resolverse mediante políticas que influyan directamente o indirectamente en la distribución salarial, y mediante políticas fiscales que redistribuyan los ingresos a través de la tributación y las transferencias, políticas que a su vez no son necesariamente posibles ni deseables. Cabe señalar que la creciente desigualdad en el mercado de trabajo supone una carga suplementaria sobre las iniciativas destinadas a reducir la desigualdad mediante los impuestos y las transferencias. Ello indica que la desigualdad que se plantea en el mercado de trabajo también debería resolverse mediante políticas con un efecto directo sobre la distribución de los ingresos.
El salario mínimo y la negociación colectiva
Algunos estudios recientes indican que los gobiernos cuentan con un margen apreciable para utilizar el salario mínimo como herramienta de política. Por una parte, las investigaciones indican bien que el aumento del salario mínimo y el nivel de empleo no se contrarrestan, bien que dicho aumento tiene un efecto muy limitado sobre el empleo, lo cual puede ser positivo o negativo. Por otra parte, varios estudios indican que el salario mínimo contribuye efectivamente a reducir la desigualdad salarial. De hecho en los últimos años, tanto en economías desarrolladas como en economías emergentes y economías en desarrollo, un número cada vez mayor de gobiernos ha utilizado el salario mínimo como herramienta de política eficaz contra la desigualdad salarial. Cabe subrayar la importancia de que el salario mínimo se fije considerando las necesidades de los trabajadores y sus familias en equilibrio con los factores económicos.
La negociación colectiva es otra institución del mercado de trabajo que goza de gran reconocimiento como instrumento fundamental para resolver la desigualdad, en general, y la desigualdad salarial, en particular. El punto hasta el cual la negociación colectiva puede reducir la desigualdad salarial depende de la proporción de trabajadores amparados por los convenios colectivos y de la ubicación de esos trabajadores en la distribución salarial.
Promover la creación de empleo
La creación de empleo representa una prioridad en todos los países. El informe demuestra que el acceso a un empleo remunerado, o la pérdida del mismo, es un determinante fundamental de la desigualdad de la renta. En las economías desarrolladas, las pérdidas de empleos que afectaron desproporcionadamente a los trabajadores de bajos ingresos agudizaron el aumento de la desigualdad. En las economías emergentes y las economías en desarrollo, la creación de empleos remunerados para quienes se encuentran en el decil inferior contribuyó a reducir la desigualdad en varios países. Estos resultados confirman la importancia de aplicar políticas que tengan como objetivo el pleno empleo como herramienta para reducir la desigualdad. En este sentido, es fundamental promover empresas sostenibles, entre otras cosas, mediante el establecimiento de un entorno propicio para la creación, sostenibilidad y desarrollo de las empresas, así como mediante un entorno favorable para alentar las innovaciones y mejorar la productividad. Los beneficios resultantes pueden compartirse equitativamente en las empresas y en el ámbito más amplio de la sociedad.
Especial atención a los grupos de trabajadores desfavorecidos
Haciendo extensivos el salario mínimo y la negociación colectiva a los trabaja- dores mal remunerados servirá para reducir la desigualdad sufrida por mujeres, migrantes y otros colectivos que de por sí están sobrerrepresentados en la parte inferior de la escala salarial. Sin embargo, por sí solas, estas herramientas de política no eliminarán todas las formas de discriminación ni las brechas salariales, en sí importantes determinantes de la desigualdad salarial. Con respecto a todos los grupos, para poder superar las brechas salariales no explicadas en términos de capital humano y de las características de mercado de trabajo de los individuos se requiere una amplia gama de políticas. Por ejemplo, para lograr la igualdad de remuneración entre mujeres y hombres es preciso aplicar políticas de lucha contra las prácticas discriminatorias y los estereotipos de género acerca del valor del trabajo femenino; políticas eficaces sobre maternidad, paternidad y excedencia parental, y que promuevan una distribución más justa de las responsabilidades familiares.
La redistribución fiscal mediante los impuestos y los sistemas de protección
En cierta medida, las políticas fiscales compensan la desigualdad en el mercado de trabajo, tanto a través de los sistemas de tributación progresiva como de las transferencias, que tienden a nivelar la renta de los hogares. En comparación con los gobiernos de las economías emergentes y las economías en desarrollo, los de las economías desarrolladas recurren más a estas políticas para conseguir sus objetivos en relación con la distribución de la renta, aunque puede haber una tendencia hacia cierta convergencia. En el grupo de países emergentes y en las economías en desarrollo, parece haber margen para obtener más ingresos fiscales mediante diversas medidas, como la ampliación de la base impositiva a través del desplaza- miento de los trabajadores y las empresas de la economía informal a la formal, y de la mejora de la recaudación tributaria. A su vez, el aumento de la recaudación permitiría ampliar y mejorar los sistemas de protección social, que en las econo- mías de este grupo suelen no estar plenamente desarrollados.
La necesidad de combinar las medidas de política
Salvo en contadas excepciones, los salarios representan la principal fuente de ingresos de los hogares, tanto en las economías emergentes como en las economías desarrolladas. Al mismo tiempo, los salarios representan una proporción más reducida de la renta familiar de los deciles más bajos de la distribución de los ingresos. En las economías desarrolladas, donde la importancia de las transferencias sociales como fuente de ingresos es mayor, se requiere una combinación de políticas que ayuden a esos hogares a incorporarse al mundo laboral con medidas que mejoren la calidad y la remuneración del empleo al alcance de estas personas. En algunas economías emergentes y economías en desarrollo, se ha logrado aumentar la renta de los grupos de bajos ingresos mediante programas de empleo directo (India y Sudáfrica) y transferencias en efectivo (Brasil y México, entre muchos otros países). En última instancia, la vía más eficaz y sostenible para que la población en edad de trabajar supere la pobreza es contar con un empleo pro- ductivo que a la vez esté remunerado con un salario justo. Las políticas debieran orientarse hacia este objetivo.
El contexto
En los últimos años se han intensificado los debates en torno a la función económica de los salarios. En el plano empresarial, el incremento o reducción de los salarios repercute en los costes de producción y por lo tanto en los beneficios, sostenibilidad y competitividad de las empresas. En el de los países, el efecto neto del aumento o el descenso de los salarios depende de la dirección y de la magnitud relativa de los efectos de los salarios en el consumo de los hogares, las inversiones y las exportaciones netas. En la eurozona, la atención se ha centrado más en los salarios a raíz de la preocupación por el déficit de la demanda agregada derivado del consumo insuficiente de los hogares; muchos analistas han señalado que la reducción o el estancamiento de los salarios aumenta el riesgo de deflación. En algunas economías emergentes y en desarrollo, se ha atribuido más atención a los salarios como componente fundamental de las estrategias generales de reducción de la pobreza y la desigualdad.
El crecimiento salarial mundial sufrió una desaceleración en 2013 en comparación con 2012, y aún tiene que recuperar los niveles anteriores a la crisis
El crecimiento del salario real sufrió una drástica caída durante la crisis de 2008 y 2009, registró cierta recuperación en 2010 y posteriormente una nueva desaceleración. A nivel mundial, el crecimiento del salario mensual real promedio fue del 2,0 por ciento en 2013, una reducción con respecto al 2,2 por ciento de 2012, y aún tiene que recuperar los niveles anteriores a la crisis, cuando en 2006 y 2007 el crecimiento de estos rondaba el 3,0 por ciento.
Las economías emergentes y las economías en desarrollo, impulso principal del crecimiento salarial mundial
Las economías emergentes y las economías en desarrollo, donde desde 2007 el salario real ha venido aumentando –en ocasiones con rapidez–, han impulsado el crecimiento salarial mundial en los últimos años. No obstante, entre regiones hay importantes variaciones. En Asia, el crecimiento del salario real en 2013 alcanzó el 6 por ciento, y en Europa Oriental y Asia Central, casi el 6 por ciento; sin embargo, en América Latina y el Caribe el porcentaje fue inferior al 1 por ciento (una caída con respecto al 2,3 por ciento de 2012). Las estimaciones aproximadas también indican un crecimiento del salario real de casi el 4 por ciento en Oriente Medio, resultante del fuerte crecimiento del salario real en Arabia Saudita, y un crecimiento inferior al 1 por ciento en África. En las economías emergentes del G20, dicho crecimiento sufrió una desaceleración, y pasó del 6,7 por ciento en 2012 al 5,9 por ciento en 2013.
La exclusión de China reduce a la mitad el crecimiento salarial mundial
China determinó gran parte del porcentaje de crecimiento salarial mundial, debido a su magnitud y al crecimiento del salario real en el país. Si se excluye a China de la muestra de países, el resultado es que el crecimiento del salario real mundial se reduce casi a la mitad, pasando del 2,0 por ciento al 1,1 por ciento en 2013, y del 2,2 por ciento al 1,3 por ciento en 2012.
Salarios estáticos en las economías desarrolladas
En el grupo de economías desarrolladas, el salario real se mostró estático en 2012 y 2013, y creció en un 0,1 por ciento y en un 0,2 por ciento, respectivamente. En algunos casos –como los de España, Grecia, Irlanda, Italia, Japón y Reino Unido–, el nivel del salario medio real en 2013 fue inferior al de 2007. En los países afectados por la crisis, el efecto compuesto (es decir, el efecto sobre el salario medio debido a los cambios de la composición de los trabajadores en el empleo remunerado) desempeñó un papel importante.
Entre 1999 y 2013, el crecimiento de la productividad laboral en las economías desarrolladas superó al crecimiento del salario real, y la participación salarial en la renta nacional –otro indicio de la relación entre los salarios y la productividad– se redujo en las economías desarrolladas más grandes
En general, en el grupo de economías desarrolladas el crecimiento del salario real quedó rezagado con respecto al de la productividad laboral entre 1999 y 2013. Así ocurrió antes de la crisis en 2007, y –tras un breve estrechamiento de la disparidad en el punto más profundo de la crisis– desde 2009 la productividad laboral ha seguido superando al crecimiento del salario real.
Entre 1999 y 2013, en Alemania, Estados Unidos y Japón el crecimiento de la productividad laboral superó al de los salarios. Esta disociación entre el crecimiento de los salarios y el crecimiento de la productividad en estos países se refleja en la reducción de la participación de la renta del trabajo en los ingresos nacionales (proporción del PIB correspondiente al trabajo) en el mismo periodo. En otros países, como Francia y Reino Unido, dicha participación se mantuvo estable o aumentó. En el caso de las economías emergentes, en los últimos años hubo un aumento de la participación salarial en la Federación de Rusia, y una reducción en China, México y Turquía. Cabe señalar, no obstante, que el crecimiento acelerado del salario real puede tener efectos diferentes sobre el bienestar, ya se trate de economías emergentes y economías en desarrollo o de economías desarrolladas.
Lentamente, el salario medio de las economías emergentes y las economías en desarrollo converge hacia el salario medio de las economías desarrolladas
El salario medio sigue siendo considerablemente inferior en las economías emergentes y las economías en desarrollo con respecto al de la mayoría de las economías desarrolladas. Por ejemplo, medido en dólares PPP, el salario medio mensual de los Estados Unidos es más de tres veces superior al de China.
Si bien resulta difícil comparar con precisión los niveles salariales entre los países, debido a la variedad de definiciones y de metodologías, se estima que el valor del salario medio mensual en las economías desarrolladas es de unos 3.000 dólares PPP, frente a uno de aproximadamente 1.000 dólares PPP en las economías emergentes y las economías en desarrollo. El salario mensual promedio estimado en el mundo es de unos 1.600 dólares. Con todo, debido al fuerte crecimiento del salario en las economías emergentes, la disparidad del salario real entre ambos grupos se redujo entre 2000 y 2012, y en muchas economías desarrolladas los salarios se mostraron estáticos o se redujeron.
Parte II. La desigualdad de los salarios y los ingresos
Variedad de tendencias de la desigualdad de la renta
El aumento de la desigualdad en muchos países en los últimos decenios ha captado mayor atención, pues el alto nivel de desigualdad puede tener efectos adversos sobre el bienestar y la cohesión social, y mermar el crecimiento económico a mediano y a largo plazo. El informe muestra que las últimas tendencias de la desigualdad total de la renta familiar han sido variadas, tanto en las economías desarrolladas como en las economías emergentes y las economías en desarrollo. El nivel de desigualdad en este último grupo es en general más elevado, aunque varios de estos países han avanzado en su reducción, por lo general en un clima de incremento de los ingresos. En las economías desarrolladas en las que la desigualdad aumentó, este avance ha tenido lugar sobre todo en un clima de estancamiento o de reducción de los ingresos.
La desigualdad comienza en el mercado de trabajo
En muchos países, la desigualdad comienza en el mercado de trabajo. Las variaciones de la distribución salarial y del empleo remunerado han sido los determinantes fundamentales de las tendencias recientes de la desigualdad. En las economías desarrolladas donde más aumentó la desigualdad, ello se debió a menudo a la combinación de mayor desigualdad salarial y pérdida de empleos. En España y Estados Unidos, los dos países donde más aumentó la desigualdad si esta se mide comparando hogares en el decil superior con hogares en el decil inferior, las variaciones de la distribución salarial y las pérdidas de empleos determinaron el 90 por ciento del incremento de la desigualdad en España y el 140 por ciento en los Estados Unidos. En los países desarrollados donde la desigualdad de la renta familiar aumentó, otras fuentes de ingresos contrarrestaron aproximadamente una tercera parte del aumento de la desigualdad debida a variaciones de los salarios y del empleo.
Varias economías emergentes y economías en desarrollo registraron una reducción de la desigualdad. En estos países, el factor predominante fue la distribución más equitativa de los salarios y del empleo remunerado. En la Argentina y el Brasil, países con la mayor disminución de la desigualdad, las variaciones de la distribución salarial y del empleo remunerado determinaron –en todo el decenio– el 87 por ciento de la disminución de la desigualdad en la primera y el 72 por ciento en el segundo. En ambos casos la desigualdad se ha medido comparando los deciles extremos de la distribución de la renta familiar.
Los salarios constituyen la principal fuente de ingresos familiares
El importante papel de los salarios en la desigualdad a nivel del hogar puede deberse a que, tanto en las economías desarrolladas como en las economías emergentes y las economías en desarrollo, estos representan la principal fuente de ingresos de los hogares. En el caso de las economías desarrolladas, los salarios en bruto constituyen entre el 70 y el 80 por ciento del total de ingresos de aquellos hogares que tienen al menos un miembro en edad de trabajar; hay que señalar que pueden existir variaciones sustanciales entre los países de dicho grupo. En el caso de las economías emergentes y economías en desarrollo estudiadas en el informe, la contribución de los salarios a la renta familiar es más reducida, y oscila entre un 50 y un 60 por ciento en la Argentina y el Brasil, hasta un 40 por ciento en el Perú y un 30 por ciento en Viet Nam. En dichos países, los ingresos procedentes del empleo independiente representan, por lo general, una proporción mayor de la renta familiar que en las economías desarrolladas; este es particularmente el caso de los hogares de bajos ingresos.
Sin embargo, tanto en las economías desarrolladas como en las economías emergentes y en desarrollo, las fuentes de ingresos de los deciles superiores e inferiores son más diversas que en los deciles de la parte media, donde los hogares dependen más de los salarios. En las economías desarrolladas, las transferencias sociales desempeñan un papel importante como asistencia a los hogares de bajos ingresos, mientras que en muchas economías emergentes y en desarrollo los hogares de bajos ingresos dependen sobre todo del empleo independiente. En el caso de los hogares del decil inferior, por ejemplo, los salarios representan alrededor del 50 por ciento de la renta familiar en los Estados Unidos, del 30 por ciento en Italia, del 25 por ciento en Francia, del 20 por ciento en el Reino Unido, del 10 por ciento en Alemania y del 5 por ciento en Rumania. En el caso de los hogares en los deciles medios y altos, los salarios constituyen la mayor proporción de la renta familiar en casi todos los países; en Alemania, Estados Unidos y Reino Unido dicha proporción llega a ser del 80 por ciento.
Por lo que respecta a las economías emergentes y las economías en desarrollo, la proporción salarial correspondiente al decil inferior de los hogares oscila entre un 50 por ciento de la renta familiar en la Federación de Rusia y menos del 10 por ciento en Viet Nam. En la Argentina, Brasil, China y Federación de Rusia, la proporción salarial aumenta paulatinamente entre las clases medias, y luego se reduce en los deciles con ingresos más elevados.
Algunos grupos sufren la discriminación y penalizaciones salariales
El informe pone de manifiesto que en casi todos los países de la muestra hay brechas salariales entre las mujeres y los hombres, y entre los trabajadores nacionales y los trabajadores migrantes. Los motivos de dichas brechas son múltiples y complejos, difieren de un país a otro y varían de un punto a otro de la distribución salarial. Tales brechas pueden dividirse en una parte «explicada» a través de características observables que definen el capital humano de cada individuo y sus características dentro del mercado laboral, y una parte «no explicada» que refleja la discriminación salarial y engloba características específicas que en principio no debieran incidir en los salarios (por ejemplo, tener hijos). El informe demuestra que si se suprimiera la penalización no explicada, es decir, la parte no explicada por las características laborales, la brecha media entre mujeres y hombres se reduciría en el Brasil, Eslovenia, Lituania, Federación de Rusia y Suecia, donde las características de mercado laboral de los grupos desfavorecidos deberían conferirles salarios más elevados. Además, si dicha parte no explicada se suprimiera, la brecha salarial entre hombres y mujeres desaparecería casi por completo en alrededor de la mitad de los países de economías desarrolladas representados en la muestra.
Un análisis similar se realiza para comparar los salarios de los migrantes con los de los trabajadores nacionales; del mismo se infiere que, en diversos países, la brecha salarial media se reduciría si se suprimiera la parte no explicada. Tal es lo que ocurre en las economías desarrolladas siguientes: Alemania, Dinamarca, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Polonia y Suecia. En el caso de Chile, los trabajadores migrantes ganan en promedio más que sus homólogos nacionales.
El informe también da cuenta de una brecha salarial entre los trabajadores de la economía formal y la economía informal; ello queda de manifiesto en las diferencias salariales entre trabajadores de la economía formal e informal en países seleccionados de América Latina. Tal como ocurre con las disparidades salariales entre mujeres y hombres y las disparidades de que son objeto los migrantes, la disparidad salarial de los trabajadores de la economía informal suele ser más reducida en los deciles inferiores, y va aumentando en función del incremento en la escala salarial. Por otra parte, frente a las de los trabajadores de la economía formal, las características observables de mercado laboral de los trabajadores de la economía informal difieren en todos los puntos de la distribución salarial y en todos los países (es decir, hay una disparidad explicada en la totalidad de la distribución). No obstante, esto no quita peso a que la parte no explicada de la brecha salarial entre trabajadores formales e informales sigue siendo sustancial.
Parte III. Respuestas de política para resolver el tema salarial y la desigualdad
El desafío en materia política
La desigualdad puede resolverse mediante políticas que influyan directamente o indirectamente en la distribución salarial, y mediante políticas fiscales que redistribuyan los ingresos a través de la tributación y las transferencias, políticas que a su vez no son necesariamente posibles ni deseables. Cabe señalar que la creciente desigualdad en el mercado de trabajo supone una carga suplementaria sobre las iniciativas destinadas a reducir la desigualdad mediante los impuestos y las transferencias. Ello indica que la desigualdad que se plantea en el mercado de trabajo también debería resolverse mediante políticas con un efecto directo sobre la distribución de los ingresos.
El salario mínimo y la negociación colectiva
Algunos estudios recientes indican que los gobiernos cuentan con un margen apreciable para utilizar el salario mínimo como herramienta de política. Por una parte, las investigaciones indican bien que el aumento del salario mínimo y el nivel de empleo no se contrarrestan, bien que dicho aumento tiene un efecto muy limitado sobre el empleo, lo cual puede ser positivo o negativo. Por otra parte, varios estudios indican que el salario mínimo contribuye efectivamente a reducir la desigualdad salarial. De hecho en los últimos años, tanto en economías desarrolladas como en economías emergentes y economías en desarrollo, un número cada vez mayor de gobiernos ha utilizado el salario mínimo como herramienta de política eficaz contra la desigualdad salarial. Cabe subrayar la importancia de que el salario mínimo se fije considerando las necesidades de los trabajadores y sus familias en equilibrio con los factores económicos.
La negociación colectiva es otra institución del mercado de trabajo que goza de gran reconocimiento como instrumento fundamental para resolver la desigualdad, en general, y la desigualdad salarial, en particular. El punto hasta el cual la negociación colectiva puede reducir la desigualdad salarial depende de la proporción de trabajadores amparados por los convenios colectivos y de la ubicación de esos trabajadores en la distribución salarial.
Promover la creación de empleo
La creación de empleo representa una prioridad en todos los países. El informe demuestra que el acceso a un empleo remunerado, o la pérdida del mismo, es un determinante fundamental de la desigualdad de la renta. En las economías desarrolladas, las pérdidas de empleos que afectaron desproporcionadamente a los trabajadores de bajos ingresos agudizaron el aumento de la desigualdad. En las economías emergentes y las economías en desarrollo, la creación de empleos remunerados para quienes se encuentran en el decil inferior contribuyó a reducir la desigualdad en varios países. Estos resultados confirman la importancia de aplicar políticas que tengan como objetivo el pleno empleo como herramienta para reducir la desigualdad. En este sentido, es fundamental promover empresas sostenibles, entre otras cosas, mediante el establecimiento de un entorno propicio para la creación, sostenibilidad y desarrollo de las empresas, así como mediante un entorno favorable para alentar las innovaciones y mejorar la productividad. Los beneficios resultantes pueden compartirse equitativamente en las empresas y en el ámbito más amplio de la sociedad.
Especial atención a los grupos de trabajadores desfavorecidos
Haciendo extensivos el salario mínimo y la negociación colectiva a los trabaja- dores mal remunerados servirá para reducir la desigualdad sufrida por mujeres, migrantes y otros colectivos que de por sí están sobrerrepresentados en la parte inferior de la escala salarial. Sin embargo, por sí solas, estas herramientas de política no eliminarán todas las formas de discriminación ni las brechas salariales, en sí importantes determinantes de la desigualdad salarial. Con respecto a todos los grupos, para poder superar las brechas salariales no explicadas en términos de capital humano y de las características de mercado de trabajo de los individuos se requiere una amplia gama de políticas. Por ejemplo, para lograr la igualdad de remuneración entre mujeres y hombres es preciso aplicar políticas de lucha contra las prácticas discriminatorias y los estereotipos de género acerca del valor del trabajo femenino; políticas eficaces sobre maternidad, paternidad y excedencia parental, y que promuevan una distribución más justa de las responsabilidades familiares.
La redistribución fiscal mediante los impuestos y los sistemas de protección
En cierta medida, las políticas fiscales compensan la desigualdad en el mercado de trabajo, tanto a través de los sistemas de tributación progresiva como de las transferencias, que tienden a nivelar la renta de los hogares. En comparación con los gobiernos de las economías emergentes y las economías en desarrollo, los de las economías desarrolladas recurren más a estas políticas para conseguir sus objetivos en relación con la distribución de la renta, aunque puede haber una tendencia hacia cierta convergencia. En el grupo de países emergentes y en las economías en desarrollo, parece haber margen para obtener más ingresos fiscales mediante diversas medidas, como la ampliación de la base impositiva a través del desplaza- miento de los trabajadores y las empresas de la economía informal a la formal, y de la mejora de la recaudación tributaria. A su vez, el aumento de la recaudación permitiría ampliar y mejorar los sistemas de protección social, que en las econo- mías de este grupo suelen no estar plenamente desarrollados.
La necesidad de combinar las medidas de política
Salvo en contadas excepciones, los salarios representan la principal fuente de ingresos de los hogares, tanto en las economías emergentes como en las economías desarrolladas. Al mismo tiempo, los salarios representan una proporción más reducida de la renta familiar de los deciles más bajos de la distribución de los ingresos. En las economías desarrolladas, donde la importancia de las transferencias sociales como fuente de ingresos es mayor, se requiere una combinación de políticas que ayuden a esos hogares a incorporarse al mundo laboral con medidas que mejoren la calidad y la remuneración del empleo al alcance de estas personas. En algunas economías emergentes y economías en desarrollo, se ha logrado aumentar la renta de los grupos de bajos ingresos mediante programas de empleo directo (India y Sudáfrica) y transferencias en efectivo (Brasil y México, entre muchos otros países). En última instancia, la vía más eficaz y sostenible para que la población en edad de trabajar supere la pobreza es contar con un empleo pro- ductivo que a la vez esté remunerado con un salario justo. Las políticas debieran orientarse hacia este objetivo.
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