Por Josh Zumbrun
Mucho ha cambiado en Estados Unidos desde que la Reserva Federal emitió proyecciones económicas por última vez en septiembre. Los precios del petróleo han caído en más de un tercio, el dólar se ha robustecido en 5,3% frente a una canasta de divisas, y alrededor de 800.000 estadounidenses más han encontrado empleos.
Estos avances presentan desafíos entrelazados a medida que la presidenta de la Fed Janet Yellen y sus colegas en el banco central batallan con los cambiantes fundamentos de la economía local y con crecientes temores en el exterior. Yellen realizará una conferencia de prensa el miércoles, después de la reunión de política de la Fed, para hablar sobre el panorama del banco central y los planes hacia 2015.
La caída en los precios del petróleo beneficia al consumidor estadounidense. Sin embargo, los menores precios también están poniendo presión sobre una inflación ya baja, lo que podría potencialmente alejar más al país del objetivo de la Fed de un aumento anual de 2% en los precios a los consumidores.
Si Yellen y sus colegas le ponen mayor énfasis a la inminente caída de la inflación, aplazarán el alza de las tasas de interés, que están previstas para mediados de 2015. Si le ponen mayor atención a la fortaleza económica subyacente, avanzarán según lo planeado, o incluso acelerarán sus medidas.
Las señales hasta ahora indican que la Fed procederá según el plan.
“Los precios en declive de la energía son beneficiosos para nuestra economía”, apuntó el presidente de la Fed de Nueva York William Dudley en un discurso este mes. El vicepresidente de la Fed Stanley Fischer, dijo en un evento reciente de The Wall Street Journal que “si el mercado laboral sigue fortaleciéndose y si vemos algunas señales de que la inflación empieza a aumentar, entonces lo natural es subir la tasa de interés”.
Paul Edelstein, director de economía financiera de IHS Global Insight, pronostica que si el petróleo promedia US$60 el barril el próximo año —aproximadamente su nivel actual— la economía crecería 2,7% y el desempleo cerraría el año en 5,5%, dentro de la gama de cálculos de la Fed para su objetivo a largo plazo.
Pero bajo esta situación hipotética, la inflación promediaría ligeramente por encima de cero el próximo año.
La Fed ha resistido antes las oscilaciones en el mercado petrolero. Los precios se dispararon en 2008 y 2011, impulsando el índice de precios del consumidor a hasta 5,6% en 2008 y 3,9% tres años después. Pero la Fed ignoró los llamados de restringir la política y frenar el auge de los precios.
Un importante imprevisto que podría cambiar la mente de la Fed en esta ocasión no se trata de lo que suceda hoy con la inflación, sino lo que el público prevea que haga en el futuro. En el pasado, la Fed ha puesto gran énfasis en las expectativas cambiantes de la inflación, con la teoría de que si los hogares y las empresas anticipan que la inflación aumentará o caerá sustancialmente, se convertirá en una profecía auto cumplida cuando las personas y los ejecutivos fijen los precios y contratos salariales.
Las medidas del mercado de expectativas de inflación se han tranquilizado. Una media seguida de cerca por la Fed, que monitorea la inflación prevista en cinco años y continuando durante un periodo de cinco años desde esa fecha, ha descendido por debajo de 2% por primera vez desde 2008.
Últimamente, sin embargo, la mayoría de las autoridades de la Fed parecen estar preparadas para pasar por alto este dato, al indicar que las encuestas de los hogares sugieren que las expectativas de la inflación siguen siendo estables.
La respuesta mundial a los bajos precios del petróleo presenta otro reto para Yellen. El resto del mundo, particularmente la atribulada zona euro, podría no gozar los mismos beneficios ya que “el petróleo es más importante para nuestra economía que para Europa”, afirmó Jay Bryson, economista global de Wells Fargo. “Hay mucho más transporte público en Europa que aquí”.
La baja inflación vinculada con los precios en descenso del petróleo podría sumar presión al Banco Central Europeo y el Banco de Japón para intensificar sus políticas de crédito fácil, incluso cuando la Fed avanza hacia la restricción de crédito. Tal divergencia en la política monetaria podría impulsar al dólar a niveles más altos, lo cual pondría trabas a las exportaciones estadounidenses.
Existe un reciente paralelismo histórico. A finales de los 1990, en medio de dificultades económicas en los mercados emergentes, incluyendo Rusia, Tailandia y Corea, los precios del crudo descendieron en más de la mitad, desde más de US$26 a principios de los 1997 a menos de US$11 para finales de 1998. El dólar se fortaleció, las tasas de interés de mantuvieron bajas, y la inflación en EE.UU. permaneció moderada. Al mismo tiempo, el mercado laboral estadounidense se calentó, colocando la tasa de desempleo por debajo de 4% por primera vez desde los 1960.
Es difícil imaginar otro auge como ese en EE.UU. Y vale la pena recordar que la última ronda creó una burbuja de tecnología y en la bolsa de valores, que llevó a más de una década de turbulencia económica de la que EE.UU. se sigue recuperando.
Estos avances presentan desafíos entrelazados a medida que la presidenta de la Fed Janet Yellen y sus colegas en el banco central batallan con los cambiantes fundamentos de la economía local y con crecientes temores en el exterior. Yellen realizará una conferencia de prensa el miércoles, después de la reunión de política de la Fed, para hablar sobre el panorama del banco central y los planes hacia 2015.
La caída en los precios del petróleo beneficia al consumidor estadounidense. Sin embargo, los menores precios también están poniendo presión sobre una inflación ya baja, lo que podría potencialmente alejar más al país del objetivo de la Fed de un aumento anual de 2% en los precios a los consumidores.
Si Yellen y sus colegas le ponen mayor énfasis a la inminente caída de la inflación, aplazarán el alza de las tasas de interés, que están previstas para mediados de 2015. Si le ponen mayor atención a la fortaleza económica subyacente, avanzarán según lo planeado, o incluso acelerarán sus medidas.
Las señales hasta ahora indican que la Fed procederá según el plan.
“Los precios en declive de la energía son beneficiosos para nuestra economía”, apuntó el presidente de la Fed de Nueva York William Dudley en un discurso este mes. El vicepresidente de la Fed Stanley Fischer, dijo en un evento reciente de The Wall Street Journal que “si el mercado laboral sigue fortaleciéndose y si vemos algunas señales de que la inflación empieza a aumentar, entonces lo natural es subir la tasa de interés”.
Paul Edelstein, director de economía financiera de IHS Global Insight, pronostica que si el petróleo promedia US$60 el barril el próximo año —aproximadamente su nivel actual— la economía crecería 2,7% y el desempleo cerraría el año en 5,5%, dentro de la gama de cálculos de la Fed para su objetivo a largo plazo.
Pero bajo esta situación hipotética, la inflación promediaría ligeramente por encima de cero el próximo año.
La Fed ha resistido antes las oscilaciones en el mercado petrolero. Los precios se dispararon en 2008 y 2011, impulsando el índice de precios del consumidor a hasta 5,6% en 2008 y 3,9% tres años después. Pero la Fed ignoró los llamados de restringir la política y frenar el auge de los precios.
Un importante imprevisto que podría cambiar la mente de la Fed en esta ocasión no se trata de lo que suceda hoy con la inflación, sino lo que el público prevea que haga en el futuro. En el pasado, la Fed ha puesto gran énfasis en las expectativas cambiantes de la inflación, con la teoría de que si los hogares y las empresas anticipan que la inflación aumentará o caerá sustancialmente, se convertirá en una profecía auto cumplida cuando las personas y los ejecutivos fijen los precios y contratos salariales.
Las medidas del mercado de expectativas de inflación se han tranquilizado. Una media seguida de cerca por la Fed, que monitorea la inflación prevista en cinco años y continuando durante un periodo de cinco años desde esa fecha, ha descendido por debajo de 2% por primera vez desde 2008.
Últimamente, sin embargo, la mayoría de las autoridades de la Fed parecen estar preparadas para pasar por alto este dato, al indicar que las encuestas de los hogares sugieren que las expectativas de la inflación siguen siendo estables.
La respuesta mundial a los bajos precios del petróleo presenta otro reto para Yellen. El resto del mundo, particularmente la atribulada zona euro, podría no gozar los mismos beneficios ya que “el petróleo es más importante para nuestra economía que para Europa”, afirmó Jay Bryson, economista global de Wells Fargo. “Hay mucho más transporte público en Europa que aquí”.
La baja inflación vinculada con los precios en descenso del petróleo podría sumar presión al Banco Central Europeo y el Banco de Japón para intensificar sus políticas de crédito fácil, incluso cuando la Fed avanza hacia la restricción de crédito. Tal divergencia en la política monetaria podría impulsar al dólar a niveles más altos, lo cual pondría trabas a las exportaciones estadounidenses.
Existe un reciente paralelismo histórico. A finales de los 1990, en medio de dificultades económicas en los mercados emergentes, incluyendo Rusia, Tailandia y Corea, los precios del crudo descendieron en más de la mitad, desde más de US$26 a principios de los 1997 a menos de US$11 para finales de 1998. El dólar se fortaleció, las tasas de interés de mantuvieron bajas, y la inflación en EE.UU. permaneció moderada. Al mismo tiempo, el mercado laboral estadounidense se calentó, colocando la tasa de desempleo por debajo de 4% por primera vez desde los 1960.
Es difícil imaginar otro auge como ese en EE.UU. Y vale la pena recordar que la última ronda creó una burbuja de tecnología y en la bolsa de valores, que llevó a más de una década de turbulencia económica de la que EE.UU. se sigue recuperando.
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