"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

domingo, 25 de enero de 2015

El camino de la Revolución martiana

Armando Hart Dávalos
digital@juventudrebelde.cu

Para el pueblo cubano la conmemoración del natalicio del Apóstol, así como de otras efemérides relacionadas con su vida y obra, siempre han tenido una gran relevancia. Desde luego que al rememorar estos aniversarios lo hacemos con un gran sentimiento de responsabilidad, por la significación que esa entrañable figura tiene, no solo para nuestro pueblo, sino también para los pueblos de nuestra América y el mundo. Se trata de una tradición que nos viene de la Escuela cubana, de los maestros y de muchas figuras intelectuales y políticas que la mantuvieron viva y actuante en sus pensamientos, a lo largo del pasado siglo XX.

Como bien conocemos, en el presente año se cumplirán 120 años del inicio de la Guerra necesaria que él organizó y convocó; del Manifiesto de Montecristi; de su desembarco en Playita de Cajobabo, en el extremo oriental del país; de su nombramiento como Mayor General y de su caída en combate en Dos Ríos, entre otras significativas fechas, por lo que la evocación de cada una de estas trascendentales efemérides es, del mismo modo, una ocasión propicia para reflexionar sobre el camino recorrido por nuestra martiana Revolución y su proyección hacia el futuro.

Por otra parte, recordemos que en Cuba sucedió un milagro desde el punto de vista filosófico, porque aquí se lograron articular «creadoramente» las ideas del marxismo consecuente, antidogmático y forjador con el pensamiento martiano; de ahí que nuestro Partido se pudo definir como marxista-leninista y martiano. Por lo que, del mismo modo, la dirección del Partido, en su Primera Conferencia Nacional, en enero de 2012, orientó profundizar en el legado ético, humanista y antiimperialista del pensamiento del Apóstol cubano, como fundamento esencial de nuestra práctica revolucionaria.

De igual modo, no olvidemos que en la larga evolución de las ideas cubanas, desde los tiempos del padre José Agustín Caballero, Varela, Luz y Martí, hasta hoy, está presente el método electivo del conocimiento. El pensamiento filosófico y político, social y cultural en general de nuestro país forjó la síntesis mejor lograda de las ideas del llamado occidente, sobre el que Fernando Ortiz —considerado el tercer descubridor de Cuba por sus estudios sociológicos y etnográficos—, al analizar el fenómeno de la transculturación y de los factores humanos en la cubanidad, utiliza la metáfora del ajiaco para caracterizar la cultura cubana. Y es «en efecto» un ajiaco con sabor a justicia en su alcance más universal y lo que sustantiva ese maravilloso ajiaco está en José Martí.

Precisamente hace 120 años, en nota publicada en el periódico Patria, el 26 de enero de 1895, Martí formuló un concepto que tiene un significado cardinal en nuestros días: «Patria es Humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer»; esta definición la podemos relacionar con su toma de partido en aquel verso memorable: «Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar».

Para los cubanos, en medio de las complejidades y los retos que nos impone la situación actual, siguen vigentes las siguientes interrogantes: ¿Cuál es nuestro deber con las generaciones que vivirán bien entrado el siglo XXI para la preservación y transmisión del legado martiano? ¿Cómo debemos insertarnos de manera creativa y eficaz en el esfuerzo que involucra a todo el país para alcanzar una cultura integral y masiva? ¿Qué debemos hacer hoy para que el sagrado legado martiano sea investigado con profundidad y podamos extraerle las lecciones válidas para hacer frente a los desafíos del siglo XXI?

Estamos comprometidos con la defensa de la tradición democrática, revolucionaria y socialista de la nación cubana y de los valores que están en lo que podemos llamar el ADN de Cuba, es decir, de nuestra identidad. Desde luego que nuestras responsabilidades se han acrecentado, pues no solo estamos defendiendo la cultura cubana, sino también la cultura latinoamericana, caribeña e incluso mundial. Sobre todo en el día de hoy, momento en el que se ha entablado un combate a escala continental entre los pueblos que quieren profundizar los cambios económicos, políticos y sociales que han tenido y tienen lugar en la región y las oligarquías sometidas «históricamente» a los designios imperiales. No olvidemos que se trata de una lucha en la que nuestra región latinoamericana y caribeña, con una dilatada historia de saqueo, subdesarrollo y depredación por parte de metrópolis antiguas y modernas, con un destino de liberación y una tradición espiritual que sirve de fundamento a una vocación de integración regional, ya se encuentra en condiciones favorables para hacer un aporte sustantivo y salvar a la especie humana y al planeta que habitamos de su extinción definitiva.

Es un imperativo alentar a los jóvenes a que se preparen y tomen conciencia de la necesidad de enfrentar el drama, porque la familia humana enfrenta mortales peligros; tenemos que hacer conciencia del nefasto carácter de esta crisis que vive la humanidad. Por primera vez en la milenaria historia del hombre se han acumulado fuerzas técnicas y recursos materiales capaces de extinguir no solo a la especie humana, sino a todas las especies.

Esto se relaciona estrechamente con el tema del imperialismo en su fase actual y específicamente la situación en Estados Unidos. Martí fue el pensador extranjero que mejor conoció la sociedad norteamericana de su tiempo y sus ideas constituyen hoy una sólida base para relacionarnos con ese país; por eso sus ideas son un recurso muy necesario para vincularnos y relacionarnos más estrechamente con la sociedad norteamericana. Porque el imperialismo de hoy no es el imperialismo del siglo XX, se trata del imperialismo en proceso de decadencia y, recordemos, todos los imperios, en el momento de fenecer o en el proceso final de su existencia, emprenden acciones desesperadas para tratar de detener lo inevitable. El imperio hegemónico, ansioso de perpetuar su dominación «a toda costa» sigue acudiendo a flagrantes violaciones del Derecho Internacional, a la amenaza, al uso de la fuerza, y no vacila en emprender agresiones a gran escala con el propósito de asegurar la explotación y el saqueo de los recursos naturales en todo el mundo.

En cuanto a Cuba, se inicia una etapa de mayor sutileza y rigor en el combate, etapa en la que nuestro pueblo tendrá que luchar y darlo todo por la plena integridad e independencia de la nación.

No hay dudas de que el imperio yanqui seguirá cambiando sus maneras de intentar imponer sus designios a la nación cubana, pero, en esencia, mantendrá el mismo propósito. También las nuevas formas revolucionarias de luchar en defensa de Cuba tomarán nuevos alcances y sutilezas, estarán cargadas de peligros, pero estos riesgos «como ya hemos visto» no son solo para Cuba, sino también para el mundo.

Partiendo de la cosmovisión martiana, estamos comprometidos a colaborar con los centros de investigaciones sociales del país, con las instituciones martianas, en especial con el Movimiento Juvenil Martiano, para preservar, profundizar en el estudio y divulgar lo más ampliamente posible el legado martiano, como garantía de la continuidad histórica de la Revolución.

Como ha señalado el General de Ejército Raúl Castro, para garantizar esa continuidad «contamos con la pujanza y compromiso patriótico de la gran masa de intelectuales, artistas, profesores y maestros revolucionarios, así como con la firmeza de nuestros centros de investigaciones sociales, universidades y de su estudiantado, aún sin utilizar plenamente sus potencialidades».

El pensamiento martiano sigue brindando hoy un sólido sustento a los procesos de integración latinoamericana y caribeña. Ha llegado, como señaló Martí, la hora de proclamar la segunda y definitiva independencia de nuestros pueblos, apoyándonos en la herencia bolivariana y martiana y de una pléyade de próceres y pensadores latinoamericanos y caribeños que soñaron con esa integración. No es casual que la referencia a sus ideas aparezca de manera frecuente en los discursos de presidentes y jefes de Gobierno de los países de la región. La cultura que representan Bolívar y Martí, Hugo Chávez y Fidel tiene responsabilidades universales.

Frente a las amenazas que se ciernen sobre la especie humana y sobre la vida misma en la Tierra no podemos permanecer impasibles, y como martianos debemos luchar contra aquellos que por codicia y por estrechez de miras actúan de manera insensata y están conduciendo a la humanidad hacia un callejón sin salida.

Cada persona cuenta en esta lucha y por eso invito a todo ser humano, cualquiera sea su edad, raza, sexo, ideología o creencia religiosa, a que haga uso de su «facultad de asociarse», como dijo José Martí, para que nos unamos y pasemos a la acción a fin de salvar a la humanidad de esa catástrofe que sería irreversible y abramos el camino a soluciones sensatas que propicien un mundo mejor en el que el bienestar, la justicia social y la equidad tengan un verdadero alcance universal.

No se trata de un mero ejercicio teórico, sino de abrir cauce a la más amplia movilización de la sociedad para enfrentar los retos que significan la salvación de la especie humana y promover la lucha contra la pobreza, la marginalidad, la exclusión social, la violencia y la depredación de los recursos naturales; para lograr un mundo mejor, caracterizado por la paz, el desarrollo sustentable, la justicia social, la solidaridad y el respeto a la dignidad plena del hombre. El legado intelectual de José Martí, con el carácter visionario de su pensamiento y su carga de espiritualidad, se ha convertido en un referente ético y político para la consecución de ese mundo mejor al que aspiramos para las presentes y venideras generaciones.

Tenemos la responsabilidad enorme de promover y dar a conocer de la manera más amplia la figura de José Martí; por eso, la conmemoración en este 2015, como ya señalamos, del aniversario 120 de importantes acontecimientos vinculados a su batallar por la independencia de su amada Cuba y de la guerra iniciada en 1895, debe servir de acicate para desarrollar acciones que contribuyan a destacar la vigencia de sus ideas y de los valores éticos y jurídicos que él defendiera con pasión y una belleza literaria sin par.

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