Ahora resulta que el tema –y concepto- de sociedad civil en Cuba, se está convirtiendo en la nueva caja de Pandora que pretenden abrir los que desde Estados Unidos, se oponen furiosamente a un eventual restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos.
Después de más de 53 años de imponer un brutal bloqueo económico, comercial y financiero contra la isla caribeña, Washington cambia de ropajes y pretende, como nueva estrategia, “acercarse” en gesto “amigable”, con la intención –nada sorprendente-, de “empoderar” a una supuesta sociedad civil cubana, rediseñada por ellos, y que no incluye a la mayoría de los cubanos.
Según las reglas de juego que trata de imponer el gobierno de Estados Unidos como preámbulo a una futura normalización de vínculos diplomáticos con Cuba, está el manido tema de los derechos humanos, la democratización –a imagen y semejanza de sus dictámenes- y el “empoderamiento del pueblo”, que sin mucho esfuerzo, significa para los estrategas del Norte, tomar distancia de la Revolución cubana y seguir las nuevas pautas redefinidas por los negociadores del Departamento de Estado.
Roberta Jacobson, la subsecretaria de Estado para Asuntos Hemisféricos de Estados Unidos, designada por la Casa Blanca al frente del equipo negociador estadounidense que visitó recientemente La Habana, dejó claro, con hechos y palabras, quiénes son para Washington, los que supuestamente representan la sociedad civil cubana, que para nada es el pueblo que habita y construye en la isla.
Aun sin enfriarse las conversaciones entre ambas delegaciones, las que transcurrieron en un ambiente respetuoso, la Jacobson corrió a reunirse con un grupo de personajillos, sedientos de publicidad y protagonismo, y que apenas son conocidos por sus magros seguidores, pero se toman el derecho de autodefinirse como representantes del pueblo cubano.
Ahora resulta que la sociedad civil cubana no la integran nuestros profesionales, agrupados en Colegios Médicos, de Ingenieros, Arquitectos o intelectuales; ni siquiera nuestros campesinos y cooperativistas que por años mantienen unidad entre sí; ni las mujeres, ni los jubilados.
Tampoco, según criterio de Estados Unidos, nuestros estudiantes –en todos los niveles-, forman parte de la sociedad civil, como tampoco la forman los artistas, los artesanos o los educadores.
No son parte de la sociedad civil cubana nuestros veteranos, nuestrossindicatos, nuestras organizaciones de masas –integradas por vecinos en cada barrio-, ni siquiera nuestros niños.
Para el gobierno de Estados Unidos, los únicos que merecen ser calificados como sociedad civil son los que por años han hecho el juego sucio a la subversión y la Guerra Fría, los que se visten de “opositores y disidentes”, y se convierten en marionetas de los grupos anticubanos asentados en Miami, los asalariados del Imperio que por medio siglo han vivido como parásitos de los contribuyentes norteamericanos.
Solo quien siente poco respeto por un pueblo, puede sugerir tamaña locura. Solo quien no mira de frente la dignidad de un pueblo que ha resistido estoico los intentos de estrangulamiento de una potencia extranjera, puede pensar que estos personajes de opereta, muchos de ellos manchados por el estigma del mercenarismo más asqueroso, puedan representar a nadie en Cuba.
La sociedad civil en Cuba somos tú, él, ella, aquel y yo, somos todos los que estemos dispuestos a buscar un mejor futuro para el país, vivamos o no en Cuba, pero que tengamos deseos de construir y edificar una sociedad más justa.
Lo demás, lo barrerá, como siempre, la historia.
Después de más de 53 años de imponer un brutal bloqueo económico, comercial y financiero contra la isla caribeña, Washington cambia de ropajes y pretende, como nueva estrategia, “acercarse” en gesto “amigable”, con la intención –nada sorprendente-, de “empoderar” a una supuesta sociedad civil cubana, rediseñada por ellos, y que no incluye a la mayoría de los cubanos.
Según las reglas de juego que trata de imponer el gobierno de Estados Unidos como preámbulo a una futura normalización de vínculos diplomáticos con Cuba, está el manido tema de los derechos humanos, la democratización –a imagen y semejanza de sus dictámenes- y el “empoderamiento del pueblo”, que sin mucho esfuerzo, significa para los estrategas del Norte, tomar distancia de la Revolución cubana y seguir las nuevas pautas redefinidas por los negociadores del Departamento de Estado.
Roberta Jacobson, la subsecretaria de Estado para Asuntos Hemisféricos de Estados Unidos, designada por la Casa Blanca al frente del equipo negociador estadounidense que visitó recientemente La Habana, dejó claro, con hechos y palabras, quiénes son para Washington, los que supuestamente representan la sociedad civil cubana, que para nada es el pueblo que habita y construye en la isla.
Aun sin enfriarse las conversaciones entre ambas delegaciones, las que transcurrieron en un ambiente respetuoso, la Jacobson corrió a reunirse con un grupo de personajillos, sedientos de publicidad y protagonismo, y que apenas son conocidos por sus magros seguidores, pero se toman el derecho de autodefinirse como representantes del pueblo cubano.
Ahora resulta que la sociedad civil cubana no la integran nuestros profesionales, agrupados en Colegios Médicos, de Ingenieros, Arquitectos o intelectuales; ni siquiera nuestros campesinos y cooperativistas que por años mantienen unidad entre sí; ni las mujeres, ni los jubilados.
Tampoco, según criterio de Estados Unidos, nuestros estudiantes –en todos los niveles-, forman parte de la sociedad civil, como tampoco la forman los artistas, los artesanos o los educadores.
No son parte de la sociedad civil cubana nuestros veteranos, nuestrossindicatos, nuestras organizaciones de masas –integradas por vecinos en cada barrio-, ni siquiera nuestros niños.
Para el gobierno de Estados Unidos, los únicos que merecen ser calificados como sociedad civil son los que por años han hecho el juego sucio a la subversión y la Guerra Fría, los que se visten de “opositores y disidentes”, y se convierten en marionetas de los grupos anticubanos asentados en Miami, los asalariados del Imperio que por medio siglo han vivido como parásitos de los contribuyentes norteamericanos.
Solo quien siente poco respeto por un pueblo, puede sugerir tamaña locura. Solo quien no mira de frente la dignidad de un pueblo que ha resistido estoico los intentos de estrangulamiento de una potencia extranjera, puede pensar que estos personajes de opereta, muchos de ellos manchados por el estigma del mercenarismo más asqueroso, puedan representar a nadie en Cuba.
La sociedad civil en Cuba somos tú, él, ella, aquel y yo, somos todos los que estemos dispuestos a buscar un mejor futuro para el país, vivamos o no en Cuba, pero que tengamos deseos de construir y edificar una sociedad más justa.
Lo demás, lo barrerá, como siempre, la historia.
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