Por Joseph E. Stiglitz, a Nobel laureate in economics and University Professor at Columbia University, was Chairman of President Bill Clinton’s Council of Economic Advisers and served as Senior Vice President and Chief Economist of the World Bank.
NUEVA YORK – Durante el 2014, la economía mundial se mantuvo estancada en la misma rutina en la que permanece desde que salió de la crisis financiera mundial de 2008. A pesar de que se tomaron medidas gubernamentales aparentemente fuertes en Europa y Estados Unidos, ambas economías sufrieron recesiones profundas y prolongadas. La brecha entre dónde están y dónde hubiesen estado dichas economías si la crisis no hubiese entrado en erupción es enorme. En Europa, la brecha se acrecentó durante el transcurso del año.
A los países en desarrollo les fue mejor, pero incluso allí las noticias fueron sombrías. La más exitosas de estas economías, al haber basado su crecimiento en las exportaciones, continuaron su expansión tras la crisis financiera, incluso mientras sus mercados de exportación se esforzaban por superar sus dificultades. Sin embargo, su desempeño también comenzó a disminuir de manera significativa en el año 2014.
En 1992, Bill Clinton basó su exitosa campaña para alcanzar la presidencia de Estados Unidos en un slogan simple: “¡Es la economía, estúpido!”. Desde la perspectiva actual, en aquel entonces las cosas no estaban tan mal; hoy en día, los ingresos de una familia estadounidense típica son menores. Sin embargo, podemos inspirarnos en los esfuerzos de Clinton. El malestar que aflige a la economía mundial en la actualidad se podría reflejar en dos slogans simples: “Es la política, estúpido” y “Demanda, demanda, demanda”.
El estancamiento casi mundial que se vivió en el año 2014 fue creado por el hombre. En varias de las principales economías el estancamiento es el resultado de su política y sus políticas – que fueron las que ahogaron a la demanda. Ante la falta de demanda, la inversión y el empleo no se materializarán. Es así de simple.
En ningún otro lugar esta situación se muestra con mayor claridad que en la eurozona, misma que ha adoptado oficialmente una política de austeridad – recortes en el gasto público que aumentan las debilidades en el gasto privado. La estructura de la eurozona es en parte culpable de obstaculizar el ajuste al shock generado por la crisis; debido a la ausencia de una unión bancaria, no causó sorpresa que el dinero fugara de los países más afectados, lo que debilitó a sus sistemas financieros y refrenó los préstamos e inversiones.
En Japón, una de las tres “flechas” del programa para la reactivación económica del primer ministro Shinzo Abe se puso en marcha en la dirección equivocada. La caída del PIB que sobrevino tras el aumento en el impuesto al consumo en el mes de abril proporcionó aún más evidencia a favor de la economía keynesiana – como si no hubiese ya suficiente evidencia.
EE.UU. introdujo la dosis más pequeña de austeridad, y este país ha disfrutado del mejor desempeño económico. Pero incluso en EE.UU. hay aproximadamente 650.000 empleados del sector público menos en comparación al número de empleados antes de la crisis; normalmente, hubiéramos esperado que dicha cifra se incremente en unos dos millones. Como resultado, EE.UU., también, esta sufriendo, ya que tiene un crecimiento que es tan anémico que los salarios permanecen prácticamente estancados.
Gran parte de la desaceleración del crecimiento en los países emergentes y en desarrollo se refleja en la ralentización de China. China es ahora la mayor economía del mundo (en términos de paridad de poder adquisitivo), y ha sido durante mucho tiempo la principal contribuyente al crecimiento mundial. Sin embargo, el notable éxito de China ha generado sus propios problemas, que deben ser abordados más temprano que tarde.
Es bienvenido – y casi necesario – el desplazamiento de la economía china desde un enfoque en la cantidad a uno en la calidad. Y, a pesar de que la lucha del presidente Xi Jinping contra la corrupción puede causar que el crecimiento económico se desacelere aún más, ya que la parálisis va a afectar a la contratación pública, no hay ninguna razón para que Xi amaine sus esfuerzos. Por el contrario, existe la necesidad de abordar con igual vigor otras fuerzas que menoscaban la confianza en su gobierno – problemas ambientales generalizados, niveles altos y crecientes de desigualdad, y fraude del sector privado.
En resumen, el mundo no debe esperar que China sea quien apuntale la demanda agregada mundial en el año 2015. Al contrario, habrá un agujero aún más grande que llenar.
Mientras tanto, en Rusia, podemos esperar que las sanciones de Occidente ralenticen el crecimiento, causando efectos adversos en una Europa que ya está debilitada. (No se está argumentando en contra de las sanciones: El mundo tenía que responder frente a la invasión rusa de Ucrania, y los directores ejecutivos de las empresas occidentales que argumentan lo contrario, buscando proteger sus inversiones, han demostrado una preocupante falta de principios).
Durante los últimos seis años, el Occidente ha creído que la política monetaria puede salvar la situación. La crisis condujo hacia enormes déficits presupuestarios y creciente deuda, y el razonamiento fue el siguiente: la necesidad de desapalancamiento significa que la política fiscal debe ser dejada a un lado.
El problema es que las tasas de interés bajas no motivarán a las empresas a invertir si no hay demanda para sus productos. Las tasas bajas tampoco inspiran a las personas a endeudarse para consumir si están preocupadas por su futuro (y tienen razón para estarlo). Lo que la política monetaria puede hacer es crear burbujas de precios de los activos. Incluso podría apuntalar el precio de los bonos gubernamentales en Europa, previniendo de esta manera una crisis de la deuda soberana. Sin embargo, es importante entender claramente lo siguiente: la probabilidad de que las políticas monetarias laxas restauraren la prosperidad mundial es nula.
Esto nos lleva de nuevo a la política y las políticas. La demanda es lo que el mundo necesita más. El sector privado – incluso con el generoso apoyo de las autoridades monetarias – no va a proveer dicha demanda. Pero la política fiscal si puede hacerlo. Disponemos de una amplia variedad de inversiones públicas entre las que podemos elegir, inversiones que podrían producir grandes ganancias – mucho más altas que el costo real del capital – y que fortalecerían las hojas de balance de los países que las realizan.
El gran problema que enfrenta el mundo en el año 2015 no es económico. Sabemos cómo escapar de nuestro malestar actual. El problema es que nuestras políticas son estúpidas.
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.
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