Por Ivet González©
La escritora y activista Daisy Rubiera, fundadora y lideresa del grupo Afrocubanas, durante la tertulia Reyita, el 20 de febrero, que se celebra trimestralmente en La Habana y que en esta ocasión se dedicó a los estereotipos racistas de la familia. Crédito: Jorge Luis Baños /IPS
LA HABANA, 23 feb 2015 (IPS) - El activismo contra el racismo en Cuba se consolida y replantea estrategias de trabajo ante el florecimiento de desigualdades por género y color de la piel tras las transformaciones sociales que está conllevando la reforma económica lanzada en 2008 por el presidente Raúl Castro.
Según la académica Daysi Rubiera, lideresa de esta lucha en este país caribeño, la movilización comunitaria y la obtención de políticas públicas para acortar desventajas de poblaciones negras y mestizas deberían representar el foco de los grupos de la sociedad civil que luchan contra el racismo, durante el Decenio Internacional de los Afrodescendientes, que comenzó este año.
“Las discriminaciones por género y raza se están manifestando en todos los espacios de la sociedad cubana, no solo en el acceso al empleo y los recursos o al interior del hogar, sino en el comportamiento social de hombres y mujeres”, opinó la historiadora de 76 años, fundadora del grupo feminista Afrocubanas, durante una entrevista con IPS.
Este es uno de los asuntos no resueltos por la Revolución de 1959, que pese a decretar constitucionalmente la no discriminación y ofrecer iguales oportunidades de estudio y trabajo a las personas negras y mestizas, no consiguió frenar el racismo histórico de un país donde la esclavitud se abolió en 1886.
Ocultado durante décadas, el problema racial ha ido tratándose por el discurso estatal en los últimos años, mientras crecían los grupos antirracistas no gubernamentales, entre los más activos la Cofradía de la Negritud, la Comisión José Antonio Aponte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, el capítulo cubano de la Articulación Regional Afrodescendiente (ARAC) y la Red Barrial Afrodescendiente (RBA).
Para Rubiera, el Decenio promovido por la Organización de las Naciones Unidas da visibilidad a un conflicto de siglos y fortalece la cooperación regional e internacional para garantizar los derechos humanos de las personas afro.
Cree que en Cuba sí existe mucho terreno andado en materia de reconocimiento ciudadano y acceso igualitario a la salud, la educación y el empleo.
“Nosotros sabemos cuáles son nuestros problemas, lo que necesitamos es pasar a resolverlos”, reflexionó.
Tres afrocubanas, abuela, madre y nieta, en el balcón de su vivienda en La Habana, en Cuba. Las mujeres negras sufren doble discriminación en el país. Crédito: Jorge Luis Baños /IPS
En este país de casi 11,2 millones de habitantes, 9,3 por ciento de la población es de piel negra y 26,6 por ciento mestiza, y ambos grupos concentran precariedades por las acarreadas desigualdades históricas.
No abundan investigaciones estadísticas para detallar la situación de cada grupo racial, pero varios estudios sociológicos indican que la población afrodescendiente recibe menores ingresos, vive en peores viviendas y tiene menos presencia en la educación superior, cargos de dirección y sectores emergentes de la economía, como el turismo y las empresas con capital extranjero.
El auge del trabajo por cuenta propia (privado) en este país de gobierno socialista y economía centralizada, por la ampliación de las actividades liberadas a la oferta y la demanda, dentro de las reformas económicas, hizo más visible la segregación laboral por color de la piel, sin medidas específicas para controlar esa tendencia, apreció Rubiera.
Para afrontar la prolongada crisis económica, iniciada en los años 90, y actualizar el modelo económico, desde 2008 se implementaron medidas que flexibilizan la actividad independiente, abren la inversión extranjera y reducen las subvenciones públicas, entre otros puntos.
La reducción de las plantillas del Estado llevó al sector autónomo a ocupar a 473.000 personas en 188 actividades al concluir 2014.
“Al ser negocios privados se reservan el derecho de contratación y, mientras más nivel alcanzan, más se blanquean sus empleados. Las personas de piel oscura quedan para aquellos espacios donde no se atiende al público y en los cuales se paga menos”, describió la investigadora.
Datos de una reciente pesquisa, conocida en las tertulias trimestrales de Afrocubanas, revelan que solo nueve por ciento de la población universitaria en La Habana es negra o mestiza.
También preocupa el crecimiento de los hogares a cargo de mujeres afrodescendientes solas, con menos recursos para la subsistencia.
“Sus hijos deben buscar un oficio para ganar dinero rápido y ayudar con los gastos familiares, lo que les pone en una condición desventajosa para estudiar en el nivel superior”, explicó Rubiera, la autora del testimonio “Reyita, sencillamente” que narra la historia de una mujer esclava, contada por su hija.
El grupo Afrocubanas celebra trimestralmente la tertulia Reyita, dedicada a analizar temas de género y raza. En la del 20 de febrero las integrantes de la organización feminista debatieron con representantes de la Red de mujeres cristiana sobre la reproducción de los estereotipos racistas en la familia. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
Los medios audiovisuales cubanos contribuyen a los estereotipos racistas al presentar a las personas afrodescendientes en condición subalterna y en roles negativos, tendencia que repiten la música popular y el humorismo escénico.
En cuanto a las mujeres negras y mestizas, siguen menos presentes en los medios de comunicación y expuestas al modelo dominante de belleza occidental que entronizan las industrias culturales.
“Apenas existen presentadoras negras para programas televisivos. Si el patrón blanco se convierte en una necesidad para el ascenso laboral y social, existe una violencia simbólica muy fuerte hacia ellas”, expuso la lideresa de los derechos de las personas afrodescendientes.
Documentos programáticos del gobierno cubano comienzan a colocar el tema racial como un conflicto social acuciante, entre ellos el informe de la Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba que, en enero de 2012, planteó “enfrentar los prejuicios y conductas discriminatorias por color de la piel” pues resultan “contrarios a la Constitución y las leyes.
El presidente Castro lo ha mencionado también en sus discursos y se ha propuesto promover a personas afrodescendientes a cargos políticos, tras lo cual la Asamblea Nacional elegida en 2013 pasó a contar con 37 por ciento de integrantes no blancos, en equilibrio con los porcentajes demográficos.
Desde la sociedad civil se aprecia también un repunte para llevar el tema al discurso público, como la celebración en diciembre de la Primera Jornada contra la discriminación racial, en la que ARAC organizó coloquios, talleres y presentaciones culturales sobre el tema.
Pero, a decir de Rubiera, se requiere una actuación más enérgica. “Independientemente de los intentos de erradicar el racismo en la Revolución, la mentalidad de la mayor parte de los dirigentes no ha cambiado”, aportó la activista, también feminista.
Hablar sin hipocresía sobre las desigualdades sería, en su criterio, el punto de partida para una transformación real.
“Mientras no entremos en las escuelas primarias a educar de otra manera no resolveremos el problema”, adujo.
Lo mismo que otros activistas, Rubiera propone crear un cuerpo legal específico para sancionar las manifestaciones discriminatorias que sufren personas no blancas, especialmente desde cuerpos institucionales como la policía.
Reclama, además, mayor unidad entre quienes defienden la causa racial debido a la fragmentación y diferencias de estos grupos.
“Si no nos ponemos de acuerdo y trabajamos juntos para proponer soluciones, sin protagonismos, tampoco ayudaremos”, considera la promotora de la RBA.
Las aspiraciones futuras de la lideresa incluyen una asociación de afrodescendientes, que permita compartir las fortalezas de su identidad racial y concretar un programa de demandas comunes entre varios colectivos.
“El país debe trazar sus políticas sociales incluyendo estas problemáticas y socializar estadísticas por color de la piel y género para visualizar avances y desafíos”, concluyó.
Editado por Estrella Gutiérrez
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