Las ambiciones de Estados Unidos por dominar Cuba es un fenómeno antiguo. Aun cuando esta nación alcanzó su independencia, ya los Padres Fundadores señalaban la necesidad de la Unión de controlar a la isla vecina, como un elemento de primera necesidad para el mantenimiento de la nación norteamericana. Para lograr sus objetivos, los Estados Unidos echaron mano de todos los recursos a su alcance, incluidos los mecanismos culturales, entre los que la construcción de metáforas en el imaginario del pueblo norteamericano jugó un papel fundamental como medio de justificar y encubrir sus deseos expansionistas, bajo un manto de desinterés y sacrificio nacional, en pro del beneficio de Cuba. Respecto a este proceso, su desarrollo y desenvolvimiento, versa la obra Cuba en el imaginario de los Estados Unidos del historiador norteamericano Louis A. Pérez Jr.
United States ambitious to dominate Cuba are a long data phenomenon. Still emerged to the independent life, Founders Fathers called the attention to the necessity of Union to be developed with the control of their neighbor island, as a firs necessity element to the maintenance of the American Nation. To fulfill its objectives, United States made all they had in their hands, resources, included the cultural mechanisms, where metaphor constructions in the north American imaginary people, which played the role as means of justifying its expansionist ambitious wishes, over an interested national sacrifice, for the Cuban benefit. According to this process, its development and improvement, it´s on the book “Cuban in the imaginary world of the US”,by the North American historian Louis A. Pérez Jr.
Luis Fidel Acosta Machado
Profesor del Departamento de Historia de Cuba de la Facultad de Filosofía e Historia. Universidad de La Habana
Un sencillo examen de la historia de las relaciones entre Cuba y losEstados Unidos da fe de los intentos y mecanismos desarrollados por Norteamérica para obtener el control de la mayor de las Antillas. Antes de siquiera soñar con ser la potencia hegemónica mundial que es hoy, y más aún, cuando todavía la independencia era un anhelo en la mente de las más preclaras figuras de la Revolución Americana, ya se incubaba el pensamiento de la absoluta necesidad del dominio de Cuba para su desenvolvimiento como futura nación. Sin embargo, la obsesión tenía sus razones de ser.
La perla de las Antillas se alzaba estratégicamente a la entrada misma del Golfo de México, lo cual la convertía en la “Llave del Nuevo Mundo y Antemural de las Indias Occidentales”. Su posición geográfica la colocaba justo en frente de la desembocadura del río Mississippi, una de las principales rutas comerciales de los Estados Unidos en el siglo XIX. Por sus aguas fluía gran parte de las riquezas del gran valle del Mississippi, por lo que una Cuba inglesa o francesa pondría en grave riesgo el comercio norteamericano del Sur, cuyos efectos serían sentidos “no solo [por] las empresas de los grandes estados de aquella región, sino también [por] los manufactureros y comerciales del norte y el este”.[1] En el siglo XX, un nuevo elemento renovaría el valor estratégico de la Isla para el gigante norteño, el proyecto y posterior construcción del Canal de Panamá, el cual jugaba un papel fundamental en la consecución de los intereses norteamericanos en el área del Pacífico y el extremo Oriente. El área del Caribe y en especial Cuba devenían lugares propicios para establecer bases navales y carboneras que brindarían protección a la entrada del Canal ante cualquier acción hostil contra los intereses norteamericanos en esa zona del mundo.[2] Por otra parte, Cuba se convirtió, en poder de los Estados Unidos, en un laboratorio de políticas que luego aplicaban al resto de los países centro y suramericanos. Desde la Isla se exportaban hacia el continente políticas, creaciones y productos norteamericanos.
Por tales razones Cuba pasó a convertirse en un eslabón fundamental en la cadena del desarrollo imperialista norteamericano. Sin embargo, resultaba tarea ineludible para el gobierno de Estados Unidos, convencer a los estadounidenses y al resto de América de esta necesidad, y más aún, solapar el interés pragmático, político y hacerlo ver como algo justificado, desinteresado, y por demás justo. En este sentido, desde el siglo XIX desvirtuaron a Cuba, la eliminaron como ente geográfico objetivo y la trasladaron al campo de lo inmaterial, de lo imaginario. Construyeron una nueva Cuba, solo para ellos, por medio de metáforas. Precisamente acerca de ese proceso, su desarrollo y desenvolvimiento versa la obra Cuba en el imaginario de los Estados Unidos[3] del historiador norteamericano Louis A. Pérez Jr.
Portada del libro Cuba en el imaginario de los Estados Unidos
El también catedrático de la Facultad de Historia de la Universidad de Carolina del Norte, no es desconocido en Cuba. Su libro On Becoming Cuba. Identity, Nationality and Cultura, fue traducido y publicado en la Isla en 2006,[4] donde aborda un campo al que muy pocos historiadores del patio se han acercado, la presencia de la cultura norteamericana en Cuba y su devenir como nación.[5] Además, a su pluma se deben obras como Cuba Between Empires. 1878-1902; Cuba Under the Platt Amedment. 1902-1934; Army Politics in Cuba. 1898-1958; Cuba: Between Reform and Revolution, entre otras. Por lo general, su indagación historiográfica ha girado en torno a la historia de Cuba y su relación
Keep the island so it won’t get lost”. La Campana de Gracia, Barcelona, 1896
La obra que ahora ofrece la editorial Ciencias Sociales va dirigida, como bien indica su título, al estudio pormenorizado de la representación de Cuba en el imaginario norteamericano desde inicios del siglo XIX hasta aproximadamente los primeros años de la Revolución cubana, aunque Pérez Jr., mediante muy acertadas notas al pie, hace constantes referencias de cómo este fenómeno se manifiesta incluso durante el siglo XXI, no obstante, ello no se encuentra específicamente dentro de su marco cronológico de investigación.
Cuba en el imaginario… brinda información respecto a las sucesivas construcciones metafóricas realizadas por Estados Unidos durante diferentes momentos en el devenir histórico de la mayor de las Antillas, que se transforman y se acomodan de acuerdo a las variaciones de las condiciones históricas por las que atraviesa Cuba y los propósitos perseguidos por Estados Unidos, pero que por lo general, tienen como finalidad justificar, y en gran medida disfrazar, los intereses reales buscados por este país en sus políticas dirigidas a la Isla, que se presentan en beneficio de una Cuba desvalida y sufriente (1898) o incapaz de auto gobernarse (1899-1902 y en adelante, hasta 1959).
Como aclara el propio autor:
A través del siglo XIX y en el siglo XX [los Estados Unidos] estaban preocupados por dos asuntos principales: sus propios intereses y la forma en que eran percibidos y representados como nación. El genio del capitalismo estadounidense logró que los estadounidenses aprendieran a combinar ambas preocupaciones en un relato descriptivo imperial de notable perdurabilidad.[6]
En ese sentido tendrá un papel fundamental la elaboración de metáforas que, a inicios del siglo XIX, validarán su potestad a poseer Cuba, y a fines de ese siglo y durante el XX, su dominio neocolonial sobre la Isla.
Sobre la base de la cercanía, apunta Pérez Jr., los Estados Unidos se otorgaron derechos de pertenencia sobre Cuba. A partir de una serie de imágenes simbólicas revalidaban este derecho. Cuba era un territorio que se encontraba a la “vista” de la Unión Americana, que se hallaba “frente a sus puertas” y que por tanto no podía encontrarse allí más que por la “voluntad de la Providencia”, y por ende debía, tenía, que formar parte de Estados Unidos, como una “extensión más de su territorio”. Debido a esa misma proximidad geográfica, la Isla necesariamente “gravitaría” hacia el seno de la Unión Americana, según la tesis expuesta en 1823 por John Quincy Adams.
La Guerra Hispano-Americana,[7] apunta Louis A. Pérez Jr. en su obra, exigió a gran escala el empleo de estas producciones metafóricas, con el fin de hacer ver a los norteamericanos las causas, “completamente dignas y válidas”, por las cuales los Estados Unidos marchaban a una guerra contra España con el objetivo de “aliviar de su sufrimiento a la humillada” Cuba. Acto que de ninguna manera tenía que ver con ambiciones o intereses particulares, sino que era una guerra que hacían por el solo beneficio del pueblo cubano. Así pues, la “isla vecina” se transformó en “dama desvalida” y se insertó en un relato donde el español se convertía en un “cruel sanguinario” y el Tío Sam asumía papeles de “héroe justiciero y vengador”. El mito construido en el cual Estados Unidos daba su independencia a Cuba, muy pronto generó un correlato en el que los cubanos debían “agradecer a los Estados Unidos” por haberles dado “desinteresadamente” la libertad que se mantuvo durante los años de dominación neocolonial. Así, como bien apunta Pérez Jr. se legitimaba en parte el control norteamericano sobre la Isla, el cual de ninguna manera podía, ni era, por la mayoría de los estadounidenses, discutido. Por cierto, dicho correlato penetró y estuvo presente en la percepción que muchos cubanos se hicieron de Estados Unidos, sobre todo durante las primeras décadas republicanas, caracterizadas por la frustración del ideal independentista.[8]
Finalizada la guerra y ocupada la Isla, un nuevo capítulo se abría en las relaciones entre Estados Unidos y su vecina insular. Se tornaba imperioso, ahora, demostrar las razones que tenía la nación norteña para mantener a Cuba y los demás territorios arrebatados a España, bajo su influencia, por lo que la metáfora cambió en vías de señalar la obligación de continuidad de la obra beatífica que habían iniciado los norteamericanos en 1898. Otras imágenes simbólicas entraron en escena, las cuales son presentadas y analizadas por Pérez Jr. El niño malcriado e irreverente al cual el “tutor” americano debía educar y conducir por los caminos del progreso y la civilización, sustituye a la joven humillada e indefensa. De esta manera, Cuba se convertía en una niña o niño, negro por lo general, carente de instrucción civilizatoria que le era ofrecida por el “maestro” norteamericano. Esta idea de la enseñanza, de la educación, tendría otros dos correlatos señalados por Louis A. Pérez Jr. como el del señor que enseña a montar la bicicleta o a manejar el automóvil al educando hasta que pudiera desenvolverse solo y sin ayuda. Estas imágenes serían muy utilizadas durante las dos intervenciones militares, momento en que, por cierto, también tendrían su contraparte en la Isla, utilizadas por la prensa, sobre todo para defender posiciones contrarias a la independencia cubana.
Caricatura aparecida en el semanario Puck, 7 de septiembre de 1898.
Es de agradecer el primer capítulo de la obra en el que Pérez Jr. desarrolla el aparato teórico y conceptual sobre el cual se sostiene la investigación. Así, es de gran utilidad el análisis de conceptos comometáfora, imaginario y percepciones sociales, y la estrecha interrelación que estas categorías tienen entre sí. Además, el autor presenta un gran número de fuentes documentales, periodísticas y de otro orden que avalan y demuestran sus tesis. Las 107 ilustraciones que acompañan al texto sirven como apoyatura al mismo y enriquecen aun más la obra. Por otra parte, es merecedora de encomios la magnífica edición presentada por la editorial de Ciencias Sociales.
A lo apuntado anteriormente, deben agregarse algunos comentarios y consideraciones respecto a la obra que devienen puntos débiles en la misma. En primer término habría que señalar la existencia de pasajes en los que se realizan afirmaciones que el autor luego no prueba, así como la generalización de la presencia de estas metáforas en el imaginario norteamericano durante el período correspondiente a los inicios del siglo XIX, donde Pérez Jr. solo señala ejemplos que hacen referencia al pensamiento de los grupos de poder político norteamericano. En este sentido, debe tenerse en cuenta la diferencia que existe entre las élites políticas y el resto de la sociedad, y que muchos de los elementos manejados y asumidos por las primeras no lo son por las segundas. La presencia y asunción de estas metáforas en el imaginario de los estadounidenses, durante este período, no queda bien fundamentado por el autor, como sí ocurre cuando se refiere a los años finales del siglo XIX, en vísperas y durante la Guerra Hispano-Norteamericana y luego durante el siglo XX. Por otra parte, el autor parece romper completamente, de manera intencional o inconsciente, con la estructura cronológica en algunos momentos, por ejemplo, cuando se hace referencia a la primera y segunda intervención militar norteamericanas, procesos que presentan diferencias marcadas en su desarrollo y que no deben analizarse de manera equivalente. Sin embargo, son estos algunos señalamientos a una obra con más virtudes que defectos.
Cromolitografía, 1898. Biblioteca del Congreso de los EE.UU.
El texto que presenta Louis A. Pérez Jr., brinda un nuevo análisis e interpretación de las imágenes, tanto discursivas como gráficas, vistas como metáforas, representaciones portadoras de significados y contenidos dirigidos a construir un relato determinado en el imaginario social, y en el caso específico de Cuba y los Estados Unidos, con el objetivo de desfigurar los verdaderos propósitos de las acciones realizadas por el gobierno norteño sobre la Isla. De esa manera, la metáfora sirvió para explicar los derechos que Estados Unidos se confería sobre Cuba, para justificar la entrada “generosa” en la guerra que los cubanos libraban contra España por su independencia, para argumentar la presencia y el control que ejercieron sobre la Isla reduciéndola a un status de neocolonia, e incluso para fundamentar las acciones contra la Revolución cubana luego de 1959, al presentar a un Fidel “díscolo e insurrecto” al que había que “reprender y castigar”.
Cuba en el imaginario de los Estados Unidos deviene una obra de obligatoria lectura para los interesados en la historia de Cuba y su relación con los Estados Unidos y especialmente, la manera en que esta se insertó en el imaginario norteamericano por medio de metáforas que sirvieron de herramientas para ocultar los verdaderos móviles e intereses imperiales que definían las políticas seguidas por el gobierno norteamericano respecto a Cuba. En momentos como los que atraviesa la Isla, cuando se está produciendo un acercamiento diplomático entre el gobierno cubano y el norteamericano, conocer cómo nos percibió, y aún nos percibe Estados Unidos, deviene elemento fundamental para sortear los escollos y obstáculos que puedan surgir en el proceso de construcción continua y futura de nuestro proyecto revolucionario.
[1] Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre la isla de Cuba, Moderna Poesía, La Habana, T. I, vol. XVI, 1930, p. 4.
[2] Yoel Cordoví Núñez, “Chantaje imperial”, Bohemia, a. 95, n. 14, La Habana, 11 de julio de 2003, p. 63.
[3] Louis A. Pérez Jr., Cuba en el imaginario de los Estados Unidos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014. La reseña que se presenta es en base a esta edición, elaborada a partir de la edición en inglés Cuba in the American Imagination: Metaphor and the Empire Ethos, University, North Carolina Press, 2008.
[4] Ser cubano. Identidad, nacionalidad y cultura, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006.
[5] Entre los historiadores cubanos que han abordado la temática ocupa un lugar destacado el investigador José Vega Suñol que ofrece un estudio muy completo en su obra Norteamericanos en Cuba. Estudio etnohistórico publicado por la Fundación Fernando Ortiz en 2004. Además, se encuentran los textos Mirar al Niágara. Huellas culturales entre Cuba y los Estados Unidos, compilado por Rafael Hernández, y Culturas encontradas: Cuba y los Estados Unidoscoordinado por Rafael Hernández y John H. Coatsworth, ambos libros publicados por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Juan Marinello en 2000 y 2001 respectivamente.
[6] Louis A. Pérez Jr., ob.cit., p. 5.
[7] La historiografía cubana tradicionalmente, y con toda justicia, denomina a este conflicto, en que participaron las fuerzas de España, los independentistas cubanos y el ejército norteamericano, Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana. Sin embargo, se ha decidido respetar en el texto la denominación usada por Louis A. Pérez Jr. Por otra parte, el propio Pérez Jr. señala en la obra, muy acertadamente, que ese fue otro de los mecanismos utilizados por Estados Unidos para dominar social y culturalmente la Isla a inicios del siglo XX, borrándola de su propia historia, como si los cubanos no hubieran hecho nada por librarse del yugo colonial español.
[8] Un acercamiento a la prensa de la época, a los discursos pronunciados por varias personalidades del momento e incluso a creaciones literarias tales como novelas, poesías y obras de teatro dan fe de lo anterior.
Luis Fidel Acosta Machado es profesor del Departamento de Historia de Cuba de la Facultad de Filosofía e Historia. Universidad de La Habana. Es vicepresidente de la sección de base de la Universidad de La Habana de la UNHIC.
Louis A. Pérez, Jr. es profesor de Historia y director del Instituto para el Estudio de las Americas en la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill. Entre sus libros sobre Cuba se encuentran Between Reform and Revolution (Oxford University Press, 2006), On Becoming Cuban: Identity, Nationality, and Culture (University of North Carolina Press, 1999), y To Die in Cuba: Suicide and Society (University of North Carolina Press, 2005).
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