El restablecimiento de las relaciones diplomáticas ni elimina las contradicciones con Estados Unidos ni garantiza su solución. Se trata de contradicciones antagónicas de orden sistémico, que no solo se expresan a escala bilateral, sino en la arena internacional, donde prácticamente no existen puntos de coincidencia. En resumen, la relación con Estados Unidos continuará siendo más o menos conflictiva en dependencia de la coyuntura específica, pero conflictiva al fin.
Cuba nunca ha tenido una relación ”normal” con Estados Unidos y dudo que llegue a tenerla en el futuro predecible. De hecho, no creo que Estados Unidos tenga relaciones normales con alguien, ni siquiera con sus aliados, porque ello pasa por su naturaleza imperialista.
Mi optimismo no radica entonces en la posibilidad de tener una relación ideal con Estados Unidos, sino que a partir del restablecimiento de relaciones, Cuba está en mejores condiciones para lidiar con la política norteamericana, aprovechar las oportunidades de cooperación en asuntos de mutuo interés y relacionarse con el resto del mundo en un entorno más favorable. Tampoco esto llega como un regalo, mucho depende de la propia capacidad cubana para crear las condiciones internas que fortalezcan el proceso revolucionario, especialmente la economía, pero no solo ella, así como conducir la política exterior y las inversiones extranjeras en los términos más ventajosos, lo que requiere de un alto grado de preparación e inteligencia por parte de las instituciones estatales y partidistas cubanas.
Si algo está claro, es que ha cambiado de manera significativa el escenario en que tiene que desenvolverse la política interna y exterior cubana y ello requiere no solo de cambios estructurales, sino de la mentalidad y los métodos para abordar la nueva realidad de cara al futuro.
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