El país que se proclama defensor de la paz y guardián del orden –pax americana– universal ocupa el primer lugar como vendedor de armas en el mundo. Dentro del país más poderoso hay más de 300 millones de armas de fuego en manos privadas (suficiente, vale repetir, para armar a casi cada residente de esta república).
El premio Nobel de la Paz en la Casa Blanca ha sido el mejor vendedor de armamentos al mundo. El gobierno de Obama ha aprobado más ventas de armamentos que cualquier otro gobierno estadunidense desde la Segunda Guerra Mundial, afirma William D. Hartung, experto sobre el complejo militar-industrial y director del Proyecto sobre Armas y Seguridad del Centro para la Política Internacional, en entrevista con Democracy Now. El gobierno de Obama ha concluido más acuerdos de ventas de armas en sus primeros cinco años en la Casa Blanca que el gobierno de George W. Bush en sus ocho años en el poder.
Aproximadamente 60 por ciento de estas ventas del gobierno de Obama son para sus clientes en el golfo Pérsico y Medio Oriente, a los cuales, en sus primeros cinco años en la Casa Blanca, vendió 64 mil millones de dólares en armas y servicios militares; de esto, tres cuartas partes se destinaron a Arabia Saudita. Tiene otros 15 mil millones de dólares en nuevas ofertas formales a esos estados en 2014 y lo que va de 2015, informa Hartung en un artículo publicado por Foreign Policy en abril de este año.
Estos productos letales estadunidenses son empleados en las operaciones militares de Arabia Saudita en Yemen, así como otras acciones contra objetivos en Siria apoyadas por Estados Unidos. Al mismo tiempo se ha levantado el congelamiento sobre ventas militares a Egipto. Mientras tanto, en países como Irak, Siria y Yemen se ha reportado que montos masivos de armas estadunidenses inicialmente enviadas a aliados han acabado en manos de los enemigos como el Isil.
Mientras el mundo se conmueve con las imágenes de las olas de refugiados que llegan a Europa, se pierde de vista la razón por la que huyen; es el resultado de países víctimas de intervenciones, invasiones y conflictos civiles desatados por el derrumbe de regímenes antes sostenidos y/o ahora atacados por Estados Unidos y potencias europeas. Para todo eso, lo que se usa en las batallas dentro y entre estos estados son en gran medida productos letales made in USA.
Bienvenidos al supermercado de las armas. Según un informe reciente de Amnistía Internacional, que citó cifras del Instituto Internacional de Estocolmo de Estudios para la Paz (Sipri), Estados Unidos es el principal proveedor de armas en el planeta, con 31 por ciento de las exportaciones mundiales entre 2010 y 2014, seguido por Rusia, con 27 por ciento del mercado: China, Alemania y Francia (cada uno con 5 por ciento), y detrás de ellos Reino Unido, España, Italia, Ucrania e Israel, en ese orden.
El informe de Amnistía señala que, a nivel global, la violencia armada mata aproximadamente a 508 mil personas cada año, la mayoría en zonas que no son consideradas de conflicto. Citando la Encuesta sobre Armas Pequeñas en Ginebra, se calcula que 875 millones de armas de fuego pequeñas circulan en el mundo, y cada año se producen entre 700 y 900 mil más. El valor total de las transferencias de armas convencionales en el mundo se calcula en 100 mil millones de dólares al año.
Pero nada de esto está en el debate público, ni hay grandes disputas entre los dos partidos nacionales sobre la venta y el envío de armas al mundo.
Mientras tanto, sí hay un debate sobre la venta de armas dentro de Estados Unidos, algo que se vuelve, de manera impresionante, una disputa sobre la libertad de tener, portar y usar armas de fuego. Y cada vez que se repite una matanza, o un homicidio múltiple en algún lugar público, y se renuevan los llamados a imponer mayores controles (casi nadie se atreve a proponer la prohibición de la venta de armas), el efecto es siempre el mismo: una alza inmediata en la compra de armas.
USA Today reportó hace unos días que la FBI recibió 1.7 millones de solicitudes de revisión de historiales en agosto, requisito en algunos estados para comprar armas de fuego, el índice más alto en ese mes desde 1998. Igual se registraron índices sin precedente en los últimos dos meses.
Ni hablar, la gran industria de la muerte, perdón, de defensa de la vida, es un gran negocio estadunidense dentro y fuera de este país. Es más fácil aquí comprar una arma que alcohol o algunos medicamentos. En tanto, como señala uno de los investigadores del Sipri, la venta de armas estadunidenses al exterior se está incrementando, en parte, para que la industria armamentista logre superar una baja en la compra de armas por el sector militar estadunidense.
Todo esto es aún más alarmante al ver la evolución del inicio del ciclo electoral presidencial aquí, sobre todo con los precandidatos republicanos encabezados, por ahora, por Donald Trump, que compiten, entre otras cosas, para ver quién es el más proarmas y nutren un clima de odio racial y de xenofobia. Mientras la violencia armada se incrementa tanto dentro como fuera del país, de Baltimore a Chicago y a Los Ángeles, así como del otro lado de la frontera en México y ni hablar en Medio Oriente y África, eso no es mala noticia para todos: el negocio armamentista está en auge.
En este contexto, vale recordar el origen del Premio Nobel de la Paz. La fortuna del sueco Alfred Nobel, quien instruyó ese y los otros premios anuales que llevan su apellido, se generó de sus varias industrias e invenciones, pero en particular de sus fábricas de armamento. Entre sus invenciones patentadas se encuentran las de varios explosivos militares, incluso el más conocido: la dinamita.
Nobel estableció que los premios se otorgaran en las disciplinas de química, literatura, física, medicina y paz (mucho después se agregó el premio en economía). Pero le faltó uno dentro de su propia profesión: al mejor promotor de armas y explosivos.
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