La cúpula: un objeto de obra independiente dentro de la misma obra. Foto: Yaimí Ravelo
Subir a bordo de un winche (suerte de ascensor metálico) y poner los pies a más de 80 metros de tierra firme no es gran experiencia. Ni siquiera el sobresalto en las piernas al bajar la cabeza y divisar, muy a lo lejos, los andamios, los cascos y ropajes de los obreros, grúas, carretillas que van y vienen, que suben y bajan madera, escombros, bloques de cemento. Así que, aún adentro, miré a la cara de Marisol Marrero, proyectista general de la obra; de la fotógrafa Yaimí Ravelo; y me aferré a mi libreta de notas. El periodismo, me dije, es sacrificio. También.
El proyectista —me explica Marisol mientras bajamos del winche por una rampa pequeña, de madera— es el vínculo entre los inversionistas y la empresa de proyectos. Es quien centra las compatibilizaciones entre las distintas especialidades que forman parte del equipo de trabajo.
Añade que, en el caso específico del Capitolio, la especialidad fundamental es la arquitectura, pues son los arquitectos los encargados de hacer el diagnóstico del edificio, esto conjuntamente con los especialistas en estructura: “la mano derecha del arquitecto”, dice. Otras especialidades, agrega, son: hidráulica, eléctrica, mecánica (encargados del proceso de climatización), automática (quienes revisan el funcionamiento de los sistemas tecnológicos) y los técnicos en comunicación y señalización, encargados de las corrientes débiles (transmisiones de datos, audio, telefonía).
Anoto sus palabras y le pregunto en qué planta estamos. La quinta, dice. Alzo la mirada. Ante mis ojos, cielo. Luego la cúpula del Capitolio, alta, solemne, cuajada de andamios, y redes, y escaleras. La cúpula, comenta, se halla en plena preparación técnica. Es un objeto de obra independiente dentro de la misma obra. Esto se debe a que su ubicación (93 metros de altura) dificulta las condiciones de acceso, y a que su estructura presenta severos daños en el acero y en el hormigón, debido a filtraciones. Estas averías conllevan una demolición considerable, que estamos a punto de llevar a cabo.
El edificio es simétrico, afirma. Hay dos sótanos, uno en el ala norte y otro en la sur. El centro está emplazado en la planta baja, sobre tierra firme; es donde están situados los jardines exteriores y la escalinata. Luego se halla la planta principal, en la que se localizan, por ejemplo, el Salón de los Pasos Perdidos y la emblemática Estatua de La República, una de las más altas bajo techo en el mundo.
Le escucho. Sin embargo, siento náuseas. Hay viento. Y las palabras de la especialista se hilvanan con el clic, clic, de la cámara, con el ruido metálico del winche que sube, abre las puertas. El ascensorista ríe, nos pregunta si va a salir su cara en la portada del Granma. Le sonrío. Entro.
A ambos lados de la segunda planta —continúa Marrero— están situados los hemiciclos: el norte, llamado Camilo Cienfuegos, y el sur, llamado Frank País.
“En estos momentos estamos enfrascados en concluir el proyecto de los hemiciclos. Para ello contamos con la colaboración de la empresa Atrio, perteneciente al Ministerio de Cultura. Esta empresa está especializada en sistemas teatrales. Con su ayuda, podremos incluir los sistemas propios de un salón plenario, donde sesionará próximamente la Asamblea Nacional”.
En estos momentos están enfrascados en concluir el proyecto de los hemiciclos, donde sesionará próximamente la Asamblea Nacional. Foto: Yaimí Ravelo
ORIGEN Y COMIENZOS
Minutos antes del recorrido, conversamos con la arquitecta Marilyn Mederos, proyectista principal de la obra. Por ella supimos que, en el 2010, el CITMA comenzó el proyecto de entrega del Capitolio Nacional a la Oficina del Historiador de la Ciudad (OHC) para su restauración. La obra fue asignada a la empresa constructora Puerto Carenas, señaló. Conjuntamente, se designó como proyectista principal a la empresa Restaura, también perteneciente a la OHC.
En ese momento, explicó, la edificación fue cerrada al público y comenzaron los trabajos preliminares: liberar las áreas de antiguas divisiones de pladur, inhabilitar redes sanitarias. Comenzaron también las investigaciones y procesos de diagnóstico, esto es, un estudio minucioso de las estructuras y materiales presentes en el lugar.
En el 2011, dijo, se hizo entrega de los primeros proyectos para su ejecución.
Comentó que el trabajo fue subdividido por agrupaciones, atendiendo a las diversas especialidades. Así, la agrupación de acabado se especializa en la restauración de mármoles, bronces y yesos; las estructuras metálicas y trabajos con hormigón le fueron encomendadas a la agrupación de obras civiles; mientras que los montadores de clima acometen las regulaciones del inmueble en cuanto a temperatura. Asimismo, un equipo técnico se encarga del alumbrado y la electricidad en general.
Por otro lado, la empresa Cabildo, subordinada a la OHC, emprende la carpintería metálica y la restauración de lucernarios, tapicería y cortinas. “De igual manera, subrayó Mederos, fueron contratados artistas plásticos, especialistas en bronces, maderas, pintura mural; trabajos muy específicos que sirven de soporte a la labor que emprendemos”.
Para ser restaurados, añadió, los edificios se clasifican en distintos grados de protección. El Capitolio es de grado 1, lo cual significa que no puede alterarse nada de su composición original.
“Esta resulta una obra bastante atípica porque no se ha podido preparar como el resto de las obras, sino que se hizo necesario realizar los trabajos de diagnóstico, los proyectos, importar recursos y comenzar a ejecutar la obra, todo a la par, con el fin de entregarla en el menor tiempo posible”, puntualizó.
Cabe también decir que jamás se había emprendido un proceso de restauración de tal envergadura en el Capitolio, expuso. En los años 80 se restauró la cubierta, parte de la cúpula, cosas puntuales, pero este tipo de intervención capital que hoy estamos haciendo al inmueble, que abarca desde la estructura misma hasta la ornamentación, es primera vez que se realiza.
EL ALA NORTE
Otra vez camino por la tabla. Bajo un escaloncillo y sube al winche un descamisado con tablones al hombro. Hay cientos de tablones en el suelo. Y polvo. Avanzamos por un pasillo. Esta es el ala sur del cuarto nivel, apunta la ingeniera.
Frente a nosotros, un obrero prepara una mezcla blancuzca. Me explica que es para sellar los agujeros del techo, y que estos agujeros son provocados por las filtraciones, que corroen el acero de las vigas a causa del mal estado de la impermeabilización.
Este es uno de los principales problemas que hallamos en el edificio —había dicho antes la ingeniera Mariela Mulet, jefa del grupo de inversiones—; las filtraciones y los murciélagos, porque el guano se acumula en las ranuras de la piedra y las afecta seriamente.
Un emplazamiento al aire libre marca la división entre el ala sur y la norte. Hay varios ventanales, otro pasillo. En un salón pequeño, un oficial de seguridad chequea su walkie- talkie, escucha la radio. Yaimí hace fotos. Noto que los lucernarios, al aire libre, proveen de luz a los niveles inferiores, tanto natural como artificialmente. Avanzamos.
Ahora todo es distinto. Ya no hay polvo ni ruidos estridentes. Las oficinas en el ala norte están acabadas. En estos momentos, explica nuestra guía, se encuentran en un periodo de prueba de los sistemas tecnológicos instalados (clima, electricidad, internet). Estamos ultimando la instalación de pizarras eléctricas y las centrales de distribución para su puesta en marcha.
Confiesa que “instalar los sistemas tecnológicos manteniendo los diseños primarios; tener que colocar y poner en marcha los sistemas de seguridad, cableado, tuberías (tanto de electricidad como sanitarias y pluviales), por encima del mobiliario original, ha sido el mayor reto para el equipo”.
“Es muy complejo —había dicho Marilyn Mederos— adecuar los nuevos sistemas a una edificación de alto valor patrimonial como esta, porque debes modificar su imagen en la menor medida posible. Con este objetivo, se instalaron rodapiés de madera para esconder los conductos, y se pusieron muebles apropiados para enmascarar el cableado. Hay que tener en cuenta, además, que cada oficina tiene techos y zócalos con diseños diferentes, lo cual dificulta el trabajo”.
Una vez concluida la obra —expuso antes Mariela Mulet—, las oficinas de la Asamblea Nacional estarán dispuestas en el tercer y cuarto nivel. Con este fin serán utilizados, también, varios salones equipados con sistemas especiales de seguridad. Al mismo tiempo, añadió, el Capitolio va a conservar su función museográfica, es decir, se podrán realizar visitas guiadas a los espacios de mayor valor patrimonial. Dichas visitas comenzaron a efectuarse en los meses de verano, como parte del proyecto Rutas y Andares de la OHC.
A pesar de ello, declaró, aún no hay fecha prevista para la instalación de la Asamblea, ni para la apertura definitiva. Agregó que la intención del equipo es entregarlo por etapas. La primera sería toda la parte norte del edificio, excluyendo el segundo nivel, que continuará en obras. “A medida que vayamos terminando iremos reabriendo el Capitolio”, expresó.
Muestra de ello, subrayó, lo constituye el jardín exterior del ala norte, abierto para disfrute del público. Es necesario decir al respecto que fue realizado un estudio fitosanitario para dar tratamiento al arbolado, a la vegetación en general. De igual modo, por debajo del área pavimentada, fueron instalados los sistemas de riego, agua contra incendios, electricidad y control de acceso. Para ello, fue necesario zanjear el granito, instalar las respectivas tuberías y volver a sellarlo, manteniendo el diseño original.
Bajé las escaleras, atravesé uno de los tantos pasillos y me paré frente al jardín abierto. A mi derecha, la escalinata, la fachada emblemática resguardada por dos grandes grupos escultóricos. Yaimí hacía fotos. Los obreros podaban arbustos, chequeaban las farolas, corregían algún que otro agujero. Nunca un descanso, un minuto vacante. Ni siquiera Mariela, nuestra guía.
Encendí un cigarrillo con la yesca de un jornalero y lo fumé pensando en que, después de todo, subir a bordo de un winche y poner los pies a más de 80 metros de tierra firme no es gran experiencia. A fin de cuentas, es el quehacer cotidiano de muchos. Y exige sacrificios. También.
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