"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

sábado, 24 de septiembre de 2016

SOCIOS Y AMIGOS


Jorge Gómez Barata

En Cuba es común escuchar a una persona decir: “Voy a ver a un socio”. En la Isla esa categoría es sinónimo de amigo. Ello no significa, como en otros lugares, tener negocios comunes. Algo parecido le ocurre al país. Cuba como nación y la Revolución como proceso político, cuentan con millones de amigos, aunque con pocos socios. 

¿Por qué si Cuba tiene amigos en todo el mundo y entre las personas de todas las categorías incluidos empresarios y emprendedores, y es un lugar maravilloso para vivir, trabajar, producir, sembrar o comerciar, salvo excepciones, no hay en la Isla negocios manejados por ciudadanos o residentes mexicanos, europeos, venezolanos, centroamericanos, rusos, chinos, españoles, argentinos e incluso cubanos radicados en cualquiera de esos países?

La explicación, en gran medida estriba en la doctrina y las prácticas económicas vigentes. Del mismo modo que los operadores de la economía cubana no favorecen el fomento de pequeñas y medianas empresas nacionales, tampoco les interesa, al menos por ahora, promover la inversión extranjera en esas escalas ni existe un marco jurídico que lo facilite.

Si usted es mexicano, español o cubano residente en cualquiera de esos países, dispone de un capital pequeño o mediano y desea montar un negocio mediano o pequeño de cualquier tipo; no lo intente en la Isla. Es preferible que viaje como turista, y con solo caminar por las calles, conversar y convivir con los cubanos, en poco tiempo, tendrá muchos socios, aunque ningún negocio.

Para los extranjeros que a título individual pretenden ejercitar la iniciativa empresarial, no les será fácil comprar a su nombre una vivienda, un local para instalar comercio, un solar para construir una instalación; tampoco una parcela para cultivar, un auto o vehículo de carga para desplazarse. Abrir cuentas bancarias puede resultar engorroso e instalarse como residente llevará tiempo y difíciles trámites. Cuba sabe hacer amigos, pero adquirir socios para emprendimientos económicos, es una asignatura pendiente.

Por razones doctrinarias, los rectores de la economía cubana dan la espalda al hecho de que, en las escalas y la situación de la economía local, y en concordancia con las potencialidades del país, sobre todo por la vigencia del bloqueo norteamericano, la inversión de extranjeros en pequeña y medianas empresas es una opción legítima y viable, y no contradice la proyección socialista del sistema político.

Abrirse al mundo y a la economía global es asimilar todo lo que puede ofrecer. Además de recibir y atender a turistas, promover las presentaciones de artistas, ser anfitriones de personajes famosos y asimilar modas y tecnologías foráneas, también pudiera ser recomendable facilitar el acceso a emprendedores que aprecian perspectivas económicas en nuestro país, creen posible insertarse en el mercado interno, encuentran ventajoso beneficiarse con la calificación de la mano de obra y el nivel de los salarios y las políticas tributarias locales.

Además de bienes y servicios para el consumo y la exportación, las pequeñas y medidas empresas nacionales y extranjeras crean empleos y promueven soluciones a cuestiones productivas que por su escala no son atractivas para los grandes inversionistas o transnacionales. Al actuar a título individual, al margen de sus gobiernos y de condicionamientos políticos, los inversionistas extranjeros, medianos y pequeños, son inmunes al bloqueo estadounidense y a sus absurdas proyecciones extraterritoriales.

También bajo disposiciones legales apropiadas, sería provechoso promover que académicos y profesores extranjeros enseñen en nuestras universidades, organicen cursos de posgrado y diplomados, introduzcan ideas nuevas, incluso en los campos de las humanidades, la sociología y las ciencias económicas y políticas, así como que periodistas foráneos escriban en nuestras revistas y periódicos, y se involucren en nuestros procesos económicos, sociales y culturales.

Una proyección así, favorecidas por políticas y legislaciones meditadas y calibrados: “Sin prisa, pero sin pausa”, como aconseja el presidente Raúl Castro, pudiera ser parte de los procesos mediante los cuales el país se libera del aislamiento a que ha sido sometido, y se sacude de la mentalidad de plaza sitiada. La inversión en las escalas mencionadas puede integrarse como una forma de ejercer la solidaridad. Allá nos vemos.


La Habana, 22 de septiembre de 2016

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