Publicado el 8 enero, 2017 • 17:42 por Felipa de las Mercedes Suárez Ramos
Rolando Pérez Quintosa fue
víctima de la Ley de Ajuste Cubano y del bloqueo comercial, económico
y financiero sustentados
por Estados Unidos contra la
Revolución cubana. Foto: Archivo
Imposible sería precisar las vidas de cubanos, incluidos menores, que ha cobrado la aplicación de la asesina Ley de Ajuste Cubano, promulgada por Estados Unidos el 2 de noviembre de 1966, durante el mandato presidencial de Lyndon B. Johnson.
Se trata de un engendro jurídico destinado a incentivar las salidas irregulares e ilegales de nacionales de la mayor de las Antillas hacia esa nación, mediante privilegios exclusivos no aplicables a personas procedentes de otros países, tales como permanencia legal, inmediato permiso de trabajo, prescindir de la presentación de una declaración jurada de manutención, número de seguridad social, beneficios públicos de alimentación y alojamiento, ajuste de su situación migratoria sin recibirla de su país de origen, ni incurrir en gastos para obtener la residencia.
Hacia el “paraíso”
La desaparición del socialismo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y en los países de Europa del Este, provocó un incremento de las agresiones de Estados Unidos a Cuba, la revitalización de las organizaciones terroristas, entre ellas Alfa 66 y Comandos L, así como de otras no tan añejas como el Partido Unión Nacional Democrática (Pund), cuyos miembros fueron entrenados por el terrorista internacional Luis Posada Carriles.
Ilusionados con acceder a los beneficios que recibirían en territorio estadounidense, y sin tener en cuenta que las privaciones económicas persistentes en Cuba obedecen precisamente al férreo bloqueo impuesto a esta por el país que se los ofrece, no pocos cubanos han emprendido esa aventura para llegar al “paraíso” prometido, sin importarles los medios para conseguirlo ni medir las consecuencias de sus actos.
Afanados en alcanzarlo, en la madrugada del 9 de enero de 1992 cinco individuos involucrados en delitos de robo y violación de mujeres —Luis Miguel Almeida, el cabecilla; Pedro Marcelino de La Rosa Guerra; los hermanos Erick y René Salmerón Mendoza, y Elías Pérez Bocourt—, así como Esperanza Micaela Atencio y Mideiglys Ponce, esta con una niña, acudieron a la base náutica de Tarará con la intención de sustraer una embarcación y viajar a Estados Unidos. Llevaban consigo dos machetes, una daga fabricada con una bayoneta de fusil, una navaja y una llave de extensión; después uno de los machetes fue cambiado por un tubo de hierro de pulgada y media de diámetro y más de un metro de largo, encontrado en la calle.
Esa noche, la custodia del lugar estaba a cargo del soldado guardafronteras Orosmán Dueñas Valero y de Rafael Guevara Borges, del Cuerpo de Vigilancia y Protección (CVP); el segundo de ellos se hallaba de recorrido cuando Luis Miguel, quien había laborado allí, se presentó en la casita de la guardia y entabló conversación con el primero, en tanto aguardaba por el regreso del otro. No muy lejos, sus seguidores permanecían a la espera.
Llegado el momento propicio para el asalto, Elías y Luis Miguel golpearon a Orosmán y a Rafael con el tubo y el cabo de la daga, y los amenazaron con la navaja. Ellos trataron de defenderse, mas los atacantes los derribaron y ataron, se apoderaron del fusil AKM-47 de Orosmán y de la pistola C-2 de Rafael, tras lo cual se dirigieron hacia el muelle. Cuando trataban de poner en marcha la embarcación escucharon a uno de los maniatados decir: “¡Apúrate, que se escapan esos c…!”.
Luis Miguel, con el fusil, retornó al lugar, adonde habían llegado el sargento de primera Rolando Pérez Quintosa y el sargento de tercera Yuri Gómez Reinoso, de la Policía Nacional Revolucionaria, y desataban a los combatientes. Desde la entrada los acribilló, y al no poder echar a andar la embarcación, se dio a la fuga con el resto de sus cómplices. Por uno de los combatientes Pérez Quintosa supo que entre los asaltantes se encontraba Luis Miguel, el violador, información que proporcionó mientras se debatía entre la vida y la muerte, lo que permitió detener rápidamente a todos los implicados en el crimen.
Pérez Quintosa sufrió 37 días de agonía. Partes médicos sobre su situación de salud se publicaron en la prensa todos los días. Estados Unidos no autorizó el envío a Cuba del medicamento que podría haberlo salvado y a pesar de los efuerzos de los médicos falleció el 16 de febrero. Este joven, a quien le fue conferido post mortem el Título Honorífico de Héroe de la República de Cuba, fue dos veces víctima de la política de Estados Unidos hacia nuestro país, en las expresiones de la Ley de Ajuste Cubano y el bloqueo comercial, económico y financiero que durante décadas Estados Unidos ha sustentado contra nuestro pueblo.
Antes de morir, uno de los combatientes pudo pasar a Rolando la identificación de uno de los criminales.
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