Robert Fisk, La Jornada
El diminuto emirato sabe quiénes son sus verdaderos amigos después de haber sido abandonado por el presidente estadounidense. Pero en los círculos qataríes existen temores de que esto no fue, después de todo, una casualidad. ¿Qué rayos hizo que el presidente Donald Trump identificara a Qatar, con una larga relación con Estados Unidos y que hospeda a 10 mil elementos del ejército en su más grande base militar en Medio Oriente, como un financiador del terrorismo? ¿Alguien le informó erróneamente sobre la región? ¿O está el señor Trump resentido, como se preguntan algunos empresarios qataríes, porque un trato de bienes raíces que perseguía el entonces futuro presidente estadounidense con los gobernantes del emirato fracasó en 2010?
Clayton Swisher, el periodista de investigación que descubrió los Papeles de Palestina en 2011 –que detallan las pláticas secretas entre israelíes y la Autoridad Nacional Palestina con la entonces secretaria de Estado estadounidense, Condoleeza Rice–, dice que Trump y su hija Ivanka visitaron Qatar hace siete años. Ahí, señala, se acercaron a dos altos funcionarios qataríes encargados de inversiones y buscaron su ayuda. Uno era Husein Al Abudllah, miembro del consejo ejecutivo de la Autoridad de Inversiones de Qatar (QIA, por sus siglas en inglés). El otro era el jeque Hamid bin Jaseem al Thani, miembro de la familia real, quien entonces fungía como primer ministro.
En un reportaje publicado en The Huffington Post, Swisher afirma que las pláticas fracasaron y que Al Abdullah quedó asombrado por la forma en que Trump presentó su propuesta para un fondo de bienes raíces que estaba en dificultades: ni Hamid, ni Al Abudllah le dieron dinero qatarí.
El QIA es el segundo fondo soberano de riqueza con activos por 338 mil millones de dólares.
Swisher agregó que, con todo, Ivanka Trump regresó a Qatar con su esposo, Jared Kushner, en busca de un trato diferente que involucraba la propiedad de Kushner, ubicada en el 666 de la Quinta Avenida. Las pláticas sobre este asunto continuaron hasta 2016. Swisher también cree –y afirma haber descubierto esto– que el padre de Kushner, Charles, estaba en discusiones con Hamid, quien ya era un empresario independiente pues había dejado ya el puesto de primer ministro, y le solicitó 500 millones de dólares, pero Qatar le dijo a Charles Kushner que tendría que encontrar mil 200 millones en algún otro lado. Estás pláticas, según Swisher, continuaron hasta hace unos meses.
Si Trump se ha vuelto contra Qatar –y nadie ha explicado hasta ahora por qué sucedió esto– el pequeño emirato ha descubierto amigos regionales que no sabía que tenía. Omán ha enviado una flotilla de barcos mercantes con alimentos a Doha. Lo mismo hizo Marruecos. En este último caso, el rey Mohammed VI buscaba neutralizar, de manera muy suave, como es él, numerosas manifestaciones públicas en Hoceima, en la región de Rif, y sus alrededores.
Estas protestas surgieron después de que un pescador fue asesinado (no se sabe si con ayuda de la policía local) y fue arrestado un político muy popular. La muerte del hombre parece un espeluznante paralelismo con otras muertes de individuos que catalizaron revoluciones en Túnez y Egipto. Como sugirió un cínico qatarí hace unas horas, el gesto del rey hacia Qatar puede ayudar a mantener su popularidad política en casa. Es Ramadán y el gesto (del rey) Mohammed será juzgado con agrado por su pueblo. Agregó: Él sabía lo que estaba haciendo cuando decidió enviarnos alimentos.
Otro qatarí menos irónico también señaló que las importaciones turcas de alimentos están ayudando a que haya menos escasez en Doha. “Solíamos importar de Arabia Saudita… pero la comida turca es mucho mejor”, afirmó; y podría tener razón.
Irán también intentó, de manera por demás sagaz, ayudar a Qatar al ofrecer abrirle su espacio aéreo a la aerolínea Qatar Airways, que ya no puede sobrevolar Arabia Saudita o los Emiratos Árabes Unidos.
Kuwait, que ayudó a fundar el Consejo de Cooperación del Golfo, no quiere que la alianza por la que luchó tanto colapse y por ello los kuwaitíes intentan mediar en el conflicto.
Lo que más intriga, sin embargo, es la reacción de Vladimir Putin a la crisis de Qatar. Rápidamente expresó su apoyo a Qatar, aunque evitó hacer cualquier crítica a Arabia Saudita. Y no es de extrañar. Sólo unos días antes de que casi todos los países del golfo Pérsico rompieran relaciones con Qatar, el segundo heredero de la corona y ministro de Defensa, Mohammed bin Salman –quien además es héroe de la desastrosa guerra con Yemen–, visitó el Kremlin para charlar con Putin.
Evidentemente, estas conversaciones se centraron sobre Siria y los precios del petróleo. Pero ahora los qataríes y sin duda los sauditas se preguntan si el segundo príncipe heredero no le dijo a Putin sobre la crisis que se avecinaba, y si Putin advirtió a Arabia Saudita no invadir Qatar.
Después de todo, si de algo se puede acusar a Putin es de la violenta represión de los rebeldes en Siria. Otra cosa es si él se puede erigir como un pacificador en el Golfo Pérsico.
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