"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

sábado, 4 de noviembre de 2017

DIAS PATRIOS

Por Manuel Orestes Nieto

Orador / por el Consejo Municipal de Panamá / Cementerio Amador

Los primeros e intensos días de noviembre de 1903 -hoy hace 114 años- transcurrieron por las grietas y los senderos de la historia y se produce el parto republicano de Panamá, del istmo angosto, de la cintura donde hacemos nuestras vidas. 

En el presente, cuatro millones de panameños, vemos aún a los protagonistas de esos momentos singulares para la nación, y bajo el mismo cielo, ante los mismos mares de entonces, evocamos con respeto los hechos, que fueron, simultáneamente, tiempos de libertad y tiempos dolorosos donde se desencadenarían la ocupación militar y colonial extranjera. 

Desde aquellas auroras, generaciones sucesivas han ido construyendo este país, al punto de que los de hoy podemos avistar la ruta -como la de nuestros designios marítimos- hacia los puertos donde deberá arribar algún día nuestra nave nacional.

Aquellos días de noviembre y las horas tensas que transcurrieron, fundamentalmente, en las ciudades de Panamá y Colón, con las adhesiones sucesivas de los Cabildos de interior del país, legaron al pueblo de Panamá, su condición formal de república en el concierto de las naciones. En esos días cruciales y trascendentales los próceres nos legaron la bandera tricolor que resume nuestros sentimientos cívicos y de pertenencia, con sus cuadrantes y sus estrellas, como metáforas meteóricas de los anhelos libertarios y de un destino de fulgor; el destino de las anfictionías y los encuentros de todos los pueblos del orbe, aquí, en el centro platinado de América.

Fue el Consejo Municipal de la ciudad de Panamá, bajo la Presidencia de Demetrio H. Brid quien proclamó en el Acta de la Independencia, la voluntad del pueblo de ser libre, establecer un gobierno propio, independiente y soberano, bajo el nombre de República de Panamá. Fue la Convención Nacional Constituyente en febrero de 1904 quien designó a Manuel Amador Guerrero como el primer Presidente Constitucional de la República de Panamá.

El movimiento separatista, si bien funda la entidad republicana, no pudo legarnos aquella luminosa tarde del 3 de noviembre, todo el territorio de la patria. 

Esa es la gran paradoja de la historia y la encrucijada que se presentó hace 114 años. 

1432 kilómetros cuadrados quedaron atrapados desde el 18 de noviembre de 1903, a sólo quince días de proclamarse la separación de Colombia, al firmarse a perpetuidad, en los Estados Unidos el Tratado Hay-Buneau Varilla. Se segregaron del resto del país, surgió la Zona del Canal, bajo dominación estadounidense, incluyendo el canal interoceánico que se construyó en once años, por miles de trabajadores de más de doce naciones y fundamentalmente de las Antillas, del Asia y Europa. Un país nacía en noviembre y en su ombligo se incubó la aberración de una especie de otro país, ajeno a nuestras vidas, a nuestros derechos elementales, con racismo y exclusiones.

Habrán de transcurrir casi 100 años para que aquella bandera primigenia ondee en el territorio libre de la soberanía restaurada. 

Los días de noviembre nos dejaron ejemplos inmaculados que fueron el impulso para ser una nación que logró tenazmente unir su tierra y asumir su sentido de geografía privilegiada. Son y serán columnas de esta nación, nuestros padres republicanos y los seres anónimos del pueblo de Panamá de ese instante supremo y único, que como constante histórica, siempre ha puesto su parte de tenacidad, de sacrificio y de fuertes sentimientos nacionales. 

El naciente estado que emergió fue una coronación histórica. Hay una larga jornada que viene desde los tiempos, los amaneres, ocasos y años que se remontan tan lejos como cuando se juntaron las aguas, cuando comenzó el derrame de más de 500 ríos hacia los océanos de ambas costas; desde 11 mil años atrás, cuando se fundan las grandes caminatas en el eje norte-sur terrestre, y desde entonces ser para siempre la ruta de tránsito; cuando los antiguos países y nuestros ancestros habitaban este filamento de tierra; ellos sobreviven en la contemporaneidad en las cordilleras, islas y en las venas donde circula nuestra mezclada sangre plural.

Panamá es el mítico Quibián, el primero que enfrentó los invasores, que quizás sea el mismo Urracá; Bayano, el mandinga de Sierra Leona, negro cimarrón sin tregua y al que siguieron otros rebeldes como Felipillo. 

El 3 de noviembre y sus próceres -como José Agustín Arango, Tomás Arias, Federico Boyd- vienen desde la hora heroica de Rufina Alfaro -esa mujer humilde, cumbre y símbolo de la independencia de 1821- desde hechos como la Tajada de Sandía y la dignidad del panameño José Manuel Luna; como el fundador de la nacionalidad que fue Justo Arosemena, como Pedro Prestán y su infame ahorcamiento en 1855, como Buenaventura Correoso y su sueño del país autónomo, como los intentos secesionistas legítimos y las cuatros separaciones consumadas, como Belisario Porras en la guerra de los Mil Días y en su empeño posterior de fundación de instituciones republicanas, como el martirologio por fusilamiento de Victoriano Lorenzo, como el general Domingo Díaz en las batallas y en la fabulosa tarde del arrabal de Santa Ana, arengando al pueblo llano a acuerpar la separación istmeña. 

Noviembre es Colón, Porfirio Meléndez y su hija Aminta Meléndez -la joven que viajó por la línea del ferrocarril hasta Panamá, con la patriótica carta-mensaje cuando se definía por minutos la victoria o la derrota secesionista.

Panamá y noviembre son los intelectuales notables como Carlos Mendoza y Eusebio Morales, como el siglo XX y sus jornadas de patria, las raíces de la resistencia cívica de 1925 y de los que cayeron en la gesta del movimiento inquilinario y cuando se pidió la intervención militar directa; como el año 1947 que evitó que viviéramos infectados en todo el territorio de bases militares después de la gran guerra; como los días luminosos y terribles de enero de 1964 y sus 22 mártires con Ascanio en la cabeza de la marcha de la vida ofrendando su muerte; como los Tratados Torrijos-Carter que por vía pacífica hicieron posible el Canal panameño; como el irrepetible mediodía del 31 de diciembre de 1999 de hace sólo 18 años; como el canal recientemente ampliado y que ahora tengamos nuestras propias esclusas para la escalada del futuro compartido. 

Hoy es el honor y la reverencia en este noviembre. No tenemos ninguna excusa para negar los triunfos históricos alcanzados, las victorias, las metas que nos unieron y que son mucho más que las que nos dividieron. La palabra de orden, de los tambores de las nuevas batallas que aguardan es autoestima. Estima nacional. Orgullo. Dignidad. Encarnación de una historia de héroes y de sangre generosa.

Panamá merece que la memoria nacional sea nuestra estrella escarlata. 

Que nuestra identidad sea nuestra argamasa y encontrarnos en la unidad de objetivos nacionales, en los desafíos de las nuevas postas hacia el desarrollo humano y material de nuestra sociedad. Lo hemos hecho otras veces. Allí está la historia, la que debe conocer el panameño. La verdad histórica y la huella desde nuestros ancestros.

La historia de Panamá tiene que ser preservada, investigad y trasmitida. Merece el más grande, informado, radiante, docente de todos los museos para su historia y repito, para su memoria viva. Su identidad amerita que en el corazón de la ciudad, en la Plaza Cinco de mayo, funcione el dinámico espejo de su museo antropológico, esa universidad popular sobre y desde nuestro ser. 

En noviembre edificamos un estado, una república. Hoy, el país ético y su esencia moral no puede sucumbir al país donde los seres humanos se pueden comprar. La gula de riquezas de unos pocos no puede coexistir con el hecho de que decenas de miles de compatriotas estén al margen, en la miseria. 

Más allá de nosotros mismos, la impostergable tarea nacional es ayudar, contribuir, aportar, entregar sudor, desvelo, desprendimiento para que haya un país con equidad. El derecho a la sociedad próspera y solidaria se hace con todos o no se podrá hacer. Transparente y con justicia. Y sobre todo se hace con la educación, esa es la clave.

Reunidos esta mañana de noviembre para la gratitud es propicio para la reiteración desde lo mejor de nosotros mismos: somos un país que bajo ninguna circunstancia va a renunciar a la más noble de todas sus esperanzas, que nadie nos la podrá arrebatar.

La nación panameña fue república un mes de noviembre, culminó su independencia soberana un mes de diciembre, hace sólo 18 años, después de tanto y tanto andar. 

Que la patria sea siempre y para siempre, alero, cobija y madre.

MUCHAS GRACIAS

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